La irrupción de la inteligencia emocional

Aunque sin duda es muy difícil que una nueva idea científica traspase los límites académicos y se introduzca en las mentes de muchas personas, el concepto inteligencia emocional ha conseguido hacerse un hueco en los últimos años. Empresas y organizaciones diversas se han ido adaptando, y hoy no es extraño oír hablar de él. El mundo escolar cotidiano, sin embargo, no parece haber tratado con la suficiente atención, y quizá menos con la suficiente profundidad teórica, las posibles ventajas que se derivarían de una educación no sólo racional y racionalista, sino también emotiva. Si se nos permite un ejemplo frecuente aún en los centros educativos, no hay nada menos coherente que enseñar literatura a través de la biografía de los autores, y de selecciones escasas y mutiladas, cuando lo que se pretende, al menos en teoría, es mostrar cómo el lenguaje es capaz de expresar los sentimientos. Desde un punto de vista individual, quizá haya sido D. Goleman (1997, 1999) quien haya extendido este tema al gran público. Aproximadamente al mismo tiempo, M. Csikszentmihalyi (1996) ha desarrollado el concepto de flujo y sus implicaciones en todas las facetas de la vida humana. Nuestro J. A. Marina (1996, y también, en colaboración con M. López, 2000) se lanza a analizar los vericuetos de los sentimientos y las relaciones e interacciones que producen. Una aproximación al ámbito escolar nos la ofrece Bisquerra (2000: 21), quien observa una serie de indicadores que muestran el poderío de lo emocional desde un punto de vista social amplio, como son: el aumento de estudios y publicaciones sobre el tema dentro del mundo de la psicología; la atención de la neurociencia a este campo (25.000 artículos en la década de los noventa; creación de organismos dedicados a este tema); el impacto enorme de las obras de Goleman; la aplicación, como acabamos de reseñar, de estas nuevas ideas al ámbito de la empresa e incluso, aunque en menor medida, al ámbito educativo. Ya Platón se refería al alma dividiéndola en parte racional, parte irascible y parte concupiscible. Atender sólo a una de las porciones mutilaría, a nuestro parecer, la educación del ser humano completo.