LAS RELACIONES ENTRE LA NEUROSIS OBSESIVA Y LOS ESTADÍOS TEMPRANOS DEL SUPERYÓ

LAS RELACIONES ENTRE LA NEUROSIS OBSESIVA Y LOS ESTADÍOS TEMPRANOS DEL SUPERYÓ
En El yo y el ello, al hablar sobre las relaciones de amor del paranoico, Freud parece sostener mi idea. Dice: «Hay todavía otro mecanismo posible que hemos llegado a conocer por medio de la investigación psicoanalítica de los procesos que incumben a los cambios en la paranoia. Una actitud ambivalente está presente desde el comienzo; y la transformación se efectúa por medio de un cambio reactivo de catexis por medio de la cual la energía es alejada de los impulsos eróticos y utilizada para suplementar la energía hostil». En la fobia del «Hombre de los Lobos», la ansiedad no modificada perteneciente a los estadíos más tempranos pudo ser observada claramente. Al mismo tiempo, sus relaciones de objeto tuvieron mucho menos éxito que las de Juanito; su estadío genital se estableció débilmente y la influencia de los impulsos analsádicos fueron demasiado fuertes; esto se hizo evidente por la neurosis obsesiva grave que tan pronto hizo su aparición. Parecería que Juanito había podido modificar mejor su superyó amenazador y terrible en una imago menos peligrosa y vencer su sadismo y ansiedad. Su mayor éxito en este punto ha encontrado también expresión en su relación de objeto más positiva hacia sus padres y en el hecho de que en él la actitud heterosexual y activa era la predominante y en que había alcanzado satisfactoriamente el estadío genital de desarrollo . Sinteticemos brevemente lo que se ha dicho sobre la evolución de las fobias. En el lactante, las primeras situaciones de ansiedad encuentran expresión en ciertas fobias. En el primer estadío anal en sus fobias de animales están involucrados todavía objetos de naturaleza intensamente terrorífica. En el estadío anal secundario y, aun más, en el genital, estos objetos de ansiedad están muy modificados.
El proceso de modificación de una fobia está ligado, creo, con aquellos mecanismos sobre los que se basan las neurosis obsesivas y que comienzan a activarse en el estadío anal secundario. Me parece que la neurosis obsesiva es una tentativa de curar las condiciones psicóticas subyacentes, y que en las neurosis infantiles tanto los mecanismos obsesivos como los mecanismos pertenecientes a un estadío previo de desarrollo ya están en acción .
A primera vista parecería que esta idea de que ciertos elementos de neurosis obsesiva juegan un papel importante en el cuadro clínico presentado en las neurosis infantiles está en desacuerdo con lo que Freud ha dicho concerniente al punto de partida de las neurosis obsesivas. Pero, sin embargo, creo que el desacuerdo puede explicarse por lo menos en un punto importante. Es verdad que, de acuerdo con mis hallazgos, los comienzos de la neurosis obsesiva yacen en el primer período de la infancia; pero los rasgos obsesivos aislados que emergen en ese período no están organizados en el conjunto que nosotros consideramos como una neurosis obsesiva hasta el segundo período de la infancia, es decir, hasta el comienzo del periodo de latencia. La teoría aceptada es que las fijaciones en el estadío analsádico no entran a actuar como factores en la neurosis obsesiva hasta más tarde, como resultado de una regresión hacía ellas. Mi opinión es que el verdadero punto de partida de la neurosis obsesiva el punto en el cual el niño desarrolla síntomas obsesivos y mecanismos obsesivos está situado en aquel período de la vida que está gobernado por el estadío anal secundario. El hecho de que esta enfermedad obsesiva temprana presente un cuadro algo distinto al de las neurosis obsesivas totalmente desarrolladas es comprensible si recordamos que no es sino hasta más tarde, en el período de latencia, que el yo más maduro, con una relación con la realidad ya modificada, comienza a trabajar para elaborar y sintetizar aquellos rasgos obsesivos que han estado activos desde la primera infancia . Otra razón por la cual los rasgos obsesivos de los niños pequeños no son a menudo fácilmente discernibles es la de que no están en evidencia tan claramente en el cuadro general presentado por una neurosis infantil en comparación con la del adulto, debido a la intromisión de otras perturbaciones más tempranas que todavía no han sido vencidas y a los diversos mecanismos de defensa que todavía se emplean contra esas perturbaciones.
Sin embargo, como he tratado de demostrar, niños aun muy pequeños muestran con frecuencia síntomas de tipo obsesivo muy evidente, y existen neurosis infantiles en las que una neurosis obsesiva verdadera domina ya el cuadro . Cuando esto sucede, significa que las primeras situaciones de ansiedad son demasiado poderosas y que no han sido suficientemente modificadas y que la neurosis obsesiva es muy grave.
Al distinguir entre la emergencia primera de rasgos obsesivos aislados y la neurosis obsesiva verdadera, espero haber logrado presentar mi punto de vista, expuesto aquí, concerniente a la génesis de la neurosis obsesiva, de acuerdo con la teoría ya aceptada. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud señala: «El punto de partida de la neurosis obsesiva es la defensa necesaria contra las exigencias libidinales que surgen del complejo de Edipo» y que «la organización genital de la libido es débil y poco resistente. Cuando el yo comienza su lucha defensiva, su primer efecto es retrotraer la organización (del estadío fálico) en parte o totalmente hacia el estadío sádico anal secundario. Esta regresión es decisiva para todo lo que sigue». Si consideramos como una regresión esa fluctuación entre las diversas posiciones libidinales que es, en mi opinión, una característica de los primeros estadíos de desarrollo y en la cual la posición genital ya cargada está siendo abandonada continuamente por un tiempo, hasta que ha sido adecuadamente reforzada y establecida; y si mi idea de que la situación edípica comienza muy temprano es correcta, entonces, el punto de vista aquí sostenido sobre el punto de partida de las neurosis obsesivas, no sólo no estaría en contradicción con la opinión de Freud arriba citada, sino que confirmaría otra sugerencia suya que ya expresó como hipótesis. Dice así: «Tal vez la regresión es el resultado no de un factor constitucional, sino de uno temporal y se hace posible no debido a que la organización genital de la libido ha sido débil, sino porque la lucha del yo ha comenzado demasiado pronto, mientras la fase sádica está todavía en su fase dominante» . Discutiendo contra esta idea, continúa: «Aunque yo no confío en poder hacer un pronunciamiento definitivo sobre este punto, tampoco puedo decir que la observación analítica no favorece tal suposición. Tiende a demostrar que el individuo no penetra en la neurosis obsesiva hasta después de haber alcanzado el estadío fálico. Además, la edad en la cual irrumpe la neurosis es más avanzada que en la histeria, teniendo lugar en el segundo periodo de la infancia después que ha comenzado el período de latencia» . Estas objeciones serían en parte destruidas si adoptáramos el punto de vista, expuesto aquí, de que la neurosis obsesiva tiene su punto de partida en el primer período de la infancia, pero no comienza en su forma completa hasta el comienzo del período de latencia.
El punto de vista de que los mecanismos obsesivos comienzan a entrar en acción muy temprano en la infancia, hacia el final del segundo año, es parte de mi tesis general de que el superyó se forma en los estadíos más tempranos de la vida del niño, siendo sentido primero por el yo como ansiedad, y luego, a medida que el estadío analsádico primario termina, y también gradualmente como sentimiento de culpa. Esta teoría una vez más difiere de la teoría ortodoxa. En la primera parte de este libro he expuesto datos empíricos sobre los que se basa ésta; ahora quisiera aducir una razón teórica en su apoyo. Volviendo una vez más a Freud: «El motor de todas las formaciones de síntomas secundarios dice es aquí (en las neurosis obsesivas) claramente el miedo sentido por el yo frente al superyó» . Mi opinión de que la neurosis obsesiva es un medio de modificar las situaciones primeras de ansiedad y que el severo superyó que figura en ella no es otro que el superyó terrorífico y no alterado, correspondiente a los primeros estadíos de desarrollo del niño, nos acerca mas a una solución del problema del porqué el superyó sería en realidad tan severo en esta neurosis.
He descubierto que los sentimientos de culpa del niño que están ligados a sus tendencias analuretralsádicas se derivan de los ataques imaginarios que realiza sobre el cuerpo de su madre durante la fase de sadismo máximo . En los análisis tempranos vemos el miedo del niño a una madre mala que le exige que devuelva las heces y los niños que le ha robado. De este modo, la madre real (o la niñera), que le exige limpieza, se torna enseguida en una persona terrible para él, una persona que no sólo insiste en que renuncie a sus heces, sino que, según se lo dice su imaginación aterrada, intenta arrebatárselas de su cuerpo por la fuerza. Otra fuente aun más abrumadora de miedo surge de sus imagos introyectadas, de las que, en virtud de sus propias fantasías destructivas dirigidas contra los objetos externos, anticipa ataques de una naturaleza similarmente salvaje dentro de él mismo.
En esta fase, como consecuencia de la ecuación del excremento con sustancias peligrosas que envenenan y queman y con armas de ofensa de toda clase, el niño se aterra de sus propios excrementos como de algo que destruirá su cuerpo. Esta equivalencia sádica del excremento con las sustancias destructivas, junto con sus fantasías de ataque realizadas con su ayuda, conducen aun más al niño a temer que los ataques por medios similares puedan ser hechos contra su cuerpo, tanto por los objetos internos como externos, y lo lleva a sentir terror a los excrementos y a la suciedad en general.
Estas fuentes de ansiedad, tanto más abrumadoras por ser tan numerosas, constituyen, según mi experiencia, las causas más profundas de sentimientos de ansiedad y culpa del niño en conexión con sus hábitos de limpieza.
Las formaciones reactivas de asco, orden y limpieza surgen en el niño, por lo tanto, de la ansiedad, emanada de varias fuentes, que se origina en sus situaciones de peligro más tempranas. Sus sentimientos reactivos de piedad se presentan en primer plano especialmente en el comienzo del segundo estadío anal, cuando se han desarrollado sus relaciones con sus objetos. Sin embargo, en este estadío, como ya hemos visto, la aprobación de sus objetos es también una garantía de seguridad y salvaguardia contra la destrucción desde afuera y desde adentro, y su restauración es una condición necesaria de la integridad de su propio cuerpo . La ansiedad perteneciente a las primeras situaciones de peligro está, creo, íntimamente asociada con los comienzos de las obsesiones y de las neurosis obsesivas. Se relaciona con múltiples daños y actos de destrucción realizados dentro del cuerpo, y por lo tanto es dentro del cuerpo que tiene que hacerse la restauración. Pero el niño no puede saber con certeza nada sobre el interior del cuerpo, ya sea del suyo o de sus objetos. No puede asegurar hasta dónde es bien fundado su miedo a daños internos y ataques y hasta dónde los ha llevado a cabo por medio de sus actos obsesivos. El resultante estado de incertidumbre en que se encuentra, se alía e incrementa su intensa ansiedad, dando lugar a un deseo obsesivo de conocimiento. Trata de vencer su ansiedad, cuya naturaleza imaginaria desafía un examen critico, poniendo un énfasis exagerado sobre la realidad, siendo demasiado preciso, etcétera.
Así vemos que la duda que resulta de esta incertidumbre juega un papel no sólo creando un carácter obsesivo, sino también haciendo surgir inclinaciones hacia la exactitud, el orden y la observación de ciertas reglas y rituales, etcétera .
Otro elemento que acompaña a la ansiedad que deriva de las primeras situaciones de ansiedad y que ejerce una fuerza importante sobre el carácter de las obsesiones es su intensidad y multiplicidad (multiplicidad debida a las muchas fuentes de donde surge), que producen una impulsión correspondientemente fuerte para poner en acción los mecanismos defensivos. El niño se siente impulsado a limpiar y componer de modo obsesivo todo lo que ha ensuciado, roto o echado a perder de algún modo. Tiene que embellecer y restaurar los objetos dañados de todos modos, de acuerdo con la variedad de sus fantasías sádicas y los detalles contenidos en ellas.
La coerción que el neurótico obsesivo a menudo dirige a otras personas también es, diría, un resultado de una múltiple proyección. En primer lugar está tratando de expeler la intolerable compulsión bajo la cual está sufriendo, tratando su objeto como si fuera su ello o su superyó y de desplazar sobre el mismo la coerción que éstos ejercen sobre él. Al hacer esto y atormentar y subyugar su objeto, está incidentalmente satisfaciendo su sadismo primario. En segundo lugar está arrojando hacia afuera, sobre sus objetos externos, lo que es en último término un miedo de ser destruido o atacado por sus objetos introyectados. Este miedo ha hecho surgir en él una compulsión a controlar y dominar sus imagos, y desde que nunca puede en realidad hacerlo, trata, en cambio, de tiranizar los objetos externos.
Si es exacto mi punto de vista de que la magnitud e intensidad de las actividades obsesivas y severidad de la neurosis son equivalentes a la extensión y carácter de la ansiedad que surge de las más tempranas situaciones de peligro, estaremos en mejor posición para comprender la íntima conexión que sabemos que existe entre la paranoia y las formas más graves de neurosis obsesivas. Según Abraham, en la paranoia la libido regresa al primero de los dos estadíos analsádicos. Teniendo en cuenta mi experiencia, me inclino a ir más adelante y decir que en el primer estadío analsádico el individuo, si sus primeras situaciones de ansiedad son fuertemente operativas, pasa realmente por estados de paranoia rudimentarios que normalmente vence en el estadío siguiente (analsádico secundario), y que la gravedad de su enfermedad obsesiva depende de la gravedad de los trastornos paranoides que le han precedido. Si sus mecanismos obsesivos no pueden vencer adecuadamente aquellas perturbaciones, sus rasgos paranoides subyacentes aparecerán en la superficie o hasta podrá sucumbir a una paranoia.
Sabemos que la supresión de los actos obsesivos hace surgir ansiedad, y que por lo tanto esos actos sirven para dominarla. Si suponemos que la ansiedad así vencida pertenece a situaciones primeras de ansiedad y culmina en el miedo del niño a que su propio cuerpo y el de su objeto sea destruido de muchas maneras, podremos comprender mejor el significado más profundo de muchos actos obsesivos. La acumulación compulsiva de cosas y el deshacerse de ellas se hace más comprensible tan pronto como podemos reconocer con más claridad la naturaleza de la ansiedad y los sentimientos de culpa que subyacen en el intercambio de objetos en el nivel anal. En el análisis de juego, el tomar  dar compulsivo encuentra expresiones muy diversas. Tiene lugar junto con la ansiedad y culpa como una reacción a las representaciones de actos de robo y destrucción. Por ejemplo, los niños transferirán el todo o parte de los contenidos de una caja a otra y las arreglarán allí con cuidado, conservándolas, con todo un despliegue de ansiedad y si son bastante grandes contándolas una y otra vez una por una. Las cantidades y contenidos son muy variados e incluyen: fósforos quemados, cuyas cenizas el niño se ocupa a menudo de sacar, moldes de papel, lápices, ladrillos para construcción, trozos de piolín, etcétera. Ellos representan todas las cosas que el niño ha tomado del cuerpo de su madre: el pene de su padre, niños, pedazos de materias fecales, orina, leche, etc. El niño puede comportarse de la misma manera con anotadores, rompiendo las hojas y conservándolas cuidadosamente en algún otro lugar. Como consecuencia de la ansiedad que surge, poner de nuevo lo que simbólicamente ha tomado del cuerpo de su madre, a menudo no satisface su compulsión de dar o, más bien, de restaurar. Se ve constantemente impulsado de diversos modos para devolver más de lo que ha tomado, y, sin embargo, al hacerlo sus tendencias sádicas primarias irrumpen de continuo en sus tendencias reactivas.
Por ejemplo, mi pequeño paciente John, de 5 años, un niño muy neurótico, desarrolló en este estadío de su análisis una manía de contar, síntoma que no había sido notado porque es algo que sucede muy a menudo en esta edad. En su análisis, acostumbraba marcar con cuidado la posición de los muñequitos y otros juguetes sobre una hoja de papel, sobre la que los había colocado antes de traspasarlos a otra hoja, pero no sólo quería saber exactamente dónde habían estado antes para poder volverlos a colocar en su lugar idéntico, sino que también deseaba contarlos muchas veces, para estar seguro del número de cosas (por ejemplo, pedazos de heces, pene de su padre y niños) que había tomado (del cuerpo de su madre) y que tenía que devolver. Mientras hacia esto me llamaba estúpida y mala, y decía «uno no puede tomar 13 de 10 ó 7 de 2». Este miedo de tener que devolver más de lo que poseía es típico en los niños y puede explicarse en parte por la diferencia de tamaño entre ellos y las personas adultas y en parte por lo inmenso de su sentimiento de culpa. Sienten que no pueden devolver de su cuerpecito todo lo que han tomado del cuerpo de la madre, que es tan grande en comparación; y el peso de su culpa que los reprocha sin cesar de robar y destruir a su madre o padre, fortalece su creencia de no poder nunca devolver bastante. El sentimiento de «no saber» que tienen a una edad muy temprana, aumenta su ansiedad. Este es un tema que me gustaría volver a tratar más adelante.
Muy a menudo los niños interrumpen sus representaciones de «devolver» por tener que ir al baño a defecar. Otro pequeño paciente mío, también de 5 años, acostumbraba ir al baño cuatro o cinco veces durante su hora en este estadío del análisis. Cuando volvía, contaba obsesivamente, hasta llegar a números altos, para convencerse de que poseía lo bastante para devolver lo que había robado. Vista así su tendencia acumulativa de posesión analsádica, que parecería surgir simplemente del placer de juntar para sí, presenta otro aspecto. Los análisis de adultos me han demostrado también que el deseo de tener una suma de dinero contante para cualquier contingencia, es un deseo de estar armado contra un ataque por parte de la madre a la que ellos han robado, una madre que con relativa frecuencia hacía mucho que había muerto. De esta manera podrían devolverle lo que le habían robado. El miedo de ser despojado de los contenidos de su cuerpo los impulsa a acumular continuamente más dinero para tener reservas. Por ejemplo, después que John y yo estuvimos de acuerdo con que su miedo de no poder devolver a su madre todas las materias fecales y niños que le había robado lo obligaba a seguir cortando o robando cosas, me dio otras razones por las que no podía restaurar todo lo que había tomado. Dijo que sus materias fecales se habían fundido mientras tanto; que después de todo, aunque pasara todo el tiempo haciendo y aun si tuviera que seguir y seguir haciendo más, nunca podría hacer lo suficiente. Y además él no sabía si serían «bastante buenas». Por «bastante buenas» quería decir, en primer lugar, igual en valor a lo que él había robado del cuerpo de su madre (de ahí su cuidado en elegir las formas y colores en estas escenas de restitución). Pero, en un sentido más profundo, significaba algo inofensivo, libre de veneno . Por otra parte, su frecuente constipación era debida a su necesidad de acumular sus heces y guardarlas dentro para no estar vacío. Estas diversas tendencias en conflicto, de las que sólo he mencionado unas cuantas, hacían surgir en él una grave ansiedad. Cuando aumentaba su miedo por no poder producir la correcta cantidad de heces o no ser capaz de reparar lo que había dañado, sus tendencias destructivas primarias irrumpían una vez más con toda su fuerza y entonces desgarraba, quemaba las cosas que había hecho cuando sus tendencias reactivas habían alcanzado el punto culminante la caja que había pegado y llenado y que representaba a su madre, o el trozo de papel sobre el que había dibujado el plano de una ciudad y su sed de destrucción se volvía insaciable. Su comportamiento, al mismo tiempo, presentó en todo su desarrollo el significado sádico primitivo de orinar y defecar. El desgarrar, cortar y quemar papel, mojar cosas con agua, ensuciarías con cenizas y garabatear con lápices, todas estas acciones tenían los mismos propósitos destructivos. El mojar y el embadurnar significaban fundir, ahogar o envenenar. El papel mojado apretado en bolillas, por ejemplo, representaba especialmente proyectiles venenosos, a causa de que eran una mezcla de orina y materia fecales. Los diversos detalles de sus representaciones demostraban que el significado sádico ligado al orinar y defecar era la causa más profunda de su sentimiento de culpa y la base de ese impulso de restituir que encontraba expresión en sus mecanismos obsesivos.
El hecho de que un aumento de ansiedad lleve por regresión a mecanismos de defensa de los primeros estadíos, demuestra qué fatal es la influencia ejercida por el superyó abrumador y poderoso que acompaña este temprano período de desarrollo. La presión ejercida por este primer superyó aumenta las fijaciones sádicas del niño, con el resultado de que tiene que estar repitiendo constantemente sus actos destructivos originarios de un modo compulsivo. Su miedo de no poder colocar las cosas de nuevo correctamente hace surgir su miedo más profundo de hallarse expuesto a la venganza de los objetos a los que en su imaginación él ha matado, y que continúan volviendo, y pone en movimiento los mecanismos de defensa que acompañan a los primeros estadíos, porque la persona que no puede ser satisfecha y aplacada debe ser eliminada. El yo débil del niño no puede estar en buenas relaciones con un superyó amenazador y salvaje, y no es sino hasta que se ha alcanzado un estadío algo más avanzado que su ansiedad también es sentida como sentimiento de. culpa y pone en movimiento los mecanismos obsesivos. Uno se asombra al descubrir que en este período del análisis, el niño, al obedecer a sus fantasías sádicas, no sólo está actuando bajo una intensa presión de ansiedad, sino que el dominio de la ansiedad se ha transformado en su mayor placer.