LAS RELACIONES ENTRE LA NEUROSIS OBSESIVA Y LOS ESTADIOS TEMPRANOS DEL SUPERYÓ

LAS RELACIONES ENTRE LA NEUROSIS OBSESIVA Y LOS ESTADÍOS TEMPRANOS DEL SUPERYÓ
He considerado en el capítulo anterior el contenido y los efectos de las situaciones tempranas de ansiedad en el individuo. Examinaremos ahora en qué sentido su libido y sus relaciones de objetos reales producen una modificación de estas situaciones de ansiedad.
Como resultado de la frustración oral sufrida por el niño, éste busca nuevas fuentes de gratificación . La niña pequeña se aparta de la madre y toma el pene del padre como objeto de gratificación. Al principio esta gratificación es de naturaleza oral, pero las tendencias genitales ya están en actividad . El niño pequeño también despliega una actitud positiva frente al pene del padre desde su posición oral de succión en virtud de la asimilación del pecho al pene . Una fijación oral de succión al pene del padre es un factor primario en el establecimiento de la verdadera homosexualidad . Pero generalmente sus sentimientos de odio y ansiedad frente al padre, surgidos del despertar de sus tendencias edípicas, luchan contra esta fijación . Si su desarrollo avanza con éxito, su actitud positiva frente al pene del padre se convierte en la base de una buena relación con las personas de su propio sexo y le permite al mismo tiempo lograr una completa posición heterosexual. Mientras que, sin embargo, en el niño, una relación oral de succión del pene del padre puede, bajo ciertas circunstancias, conducirlo a la homosexualidad, en la niña es normalmente el precursor de impulsos heterosexuales y del conflicto edípico. Un tal paso por parte de la niña hacia el padre y en el varón una segunda orientación hacia la madre como objeto de amor genital, establece un nuevo propósito de gratificación libidinal en el niño en el que los genitales comienzan a hacer sentir su influencia.
En esta temprana fase del desarrollo que yo he denominado la fase de culminación del sadismo, he encontrado que todos los estadíos pregenitales y genitales se cargan en rápida sucesión. Lo que sucede entonces es que la libido entra a luchar con los impulsos destructivos y gradualmente consolida sus posiciones. Junto con la polaridad del instinto de vida y el instinto de muerte podemos, creo, situar su interacción como un factor fundamental en los procesos dinámicos de la mente. Hay un vínculo indisoluble entre la libido y las tendencias destructivas, que pone en gran parte a las primeras en poder de las últimas. Pero el círculo vicioso dominado por el instinto de muerte en el que la agresión origina ansiedad y la ansiedad esfuerza la agresión, puede romperse por las fuerzas libidinales cuando éstas han ganado fuerza. Como sabemos, en los primeros estadíos del desarrollo el instinto de vida se esfuerza al máximo para mantenerse contra el instinto de muerte. Pero esta misma necesidad estimula el desarrollo de la vida sexual del individuo.
Desde que los impulsos genitales del niño permanecen escondidos por largo tiempo, no podemos discernir claramente las fluctuaciones e interrelaciones de las varias fases de desarrollo que resultan del conflicto entre los impulsos destructivos y libidinales. La emergencia de los estadíos de organización, que ya conocemos, armonizan no sólo con las posiciones que ha ganado y establecido la libido en su lucha contra el instinto destructivo, sino, desde que estos dos componentes están siempre unidos tanto como opuestos, con un creciente acuerdo entre ellos.
Es verdad que en apariencia el niño pequeño muestra relativamente poco de ese tremendo sadismo que se revela en el análisis de sus más profundas capas mentales. Pero mi argumento de que en estos estadíos tempranos del desarrollo el niño atraviesa por una época en que las tendencias sádicas alcanzan su fuerza máxima en cada una de sus fuentes, es, después de todo, sólo la ampliación de la teoría aceptada y bien establecida de que el niño pasa desde un estadío de sadismo oral (canibalismo) a uno de sadismo anal. Debemos también recordar que estas tendencias canibalísticas no se expresan en proporción con su importancia psicológica ya que, normalmente, sólo encontramos indicios comparativamente débiles de los impulsos del niño pequeño a destruir su objeto. Lo que nosotros vemos son sólo derivados de sus fantasías en relación con esto. Que el niño exprese sus impulsos sádicos intensos frente a los objetos externos de este modo amortiguado, se hace más inteligible si comprendemos que las fantasías extravagantes que surgen en cada estadío temprano de su desarrollo nunca se hacen conscientes. Debe recordarse, además, que el estadío del desarrollo del yo en el que surgen dichas fantasías es muy temprano y que las relaciones del niño con la realidad están todavía muy influidas por su vida imaginativa. Otra razón puede ser la inferioridad de tamaño y fuerza del niño con respecto al adulto y su dependencia determinada biológicamente; porque vemos cómo se evidencian más fuertemente sus impulsos destructivos contra las cosas inanimadas, animales pequeños, etc. Y finalmente, podría ser que aun en estos estadíos tempranos de su vida, impulsos genitales, aunque todavía no visibles, ejercieran ya su influencia restrictiva contra los sádicos ayudando a disminuir la fuerza que de otro modo se expresaría contra los objetos externos. Hasta donde he podido ver, existen en el niño pequeño junto con sus relaciones de objetos reales, pero en un plano diferente, relaciones que se basan en sus relaciones con imagos no reales, imagos de figuras tanto excesivamente buenas como malas. Ordinariamente estas dos clases de relación de objeto se entremezclan y colorean unas a otras de modo siempre creciente. (Este es el proceso que he descrito como interacción entre la formación del superyó y las relaciones de objeto.) Pero en la mente del niño, por pequeño que éste sea, los objetos reales y los imaginarios están todavía muy separados; y esto explica que no muestren tanto sadismo y ansiedad frente a los objetos reales como podría esperarse del carácter de sus fantasías.
Como sabemos, y como Abraham lo ha puntualizado especialmente, la naturaleza de las relaciones de objeto del niño y de sus rasgos de carácter están fuertemente determinadas por sus fijaciones predominantes, ya sea que éstas se sitúen en el estadío oral de succión o en el oralsádico. En mi opinión este factor es también decisivo en la formación del superyó. La introyección de una buena madre conduce al establecimiento de una imago paterna bondadosa debido a la ecuación del pene con el pecho .
En la construcción del superyó también la fijación en el estadío oral de succión contrarrestará las identificaciones terroríficas que se han hecho bajo la supremacía de los impulsos oralsádicos. A medida que disminuyen las tendencias sádicas del niño, las amenazas hechas por el superyó se reducen algo en violencia y las reacciones del yo también sufren un cambio. Hasta ahora el excesivo miedo al superyó y a sus objetos que ha dominado los tempranos estadíos de su vida, acarreó proporcionalmente reacciones violentas de su yo. Parecería que el yo trata de defenderse al principio contra el superyó escotomizándolo usando el término de Laforgue y expulsándolo. Tan pronto como el yo intenta engañar al superyó y reducir la oposición de este último a los impulsos del ello  es que creo comienzan las reacciones en el sentido de que el yo reconoce el poder del superyó. Cuando comienzan los estadíos anales siguientes, el yo reconoce ese poder cada vez más claramente, y esto lo lleva a realizar intentos progresivos para llegar a un acuerdo con él. Este reconocimiento trae como consecuencia un reconocimiento de la necesidad de obedecer a las exigencias del superyó.
La conducta del yo con el ello, que en un estadío anterior ha sido en parte de expulsión, se transforma, en el estadío anal siguiente, en supresión, o más bien, en represión en el verdadero sentido de la palabra . Al mismo tiempo la cantidad de odio que siente frente al objeto disminuye desde que mucho del odio se derivaba de su antigua adhesión al superyó y al ello. El aumento de los componentes libidinales y la concomitante disminución de los destructivos también sirve para moderar las tendencias sádicas primarias que estaban dirigidas hacía el objeto. Cuando sucede esto el yo parece hacerse más consciente de su miedo de sufrir retaliación por parte del objeto. Así reconoce el poder del objeto además de someterse y aceptar las prohibiciones de un superyó severo. Su aceptación de la realidad externa  depende así de la aceptación de la realidad intrapsíquica y más cuanto que su esfuerzo es hacer converger el superyó y el objeto. Una convergencia de esta clase es un paso mas en el sentido de modificar la ansiedad, y, ayudada por mecanismos de proyección y desplazamiento, acompaña al desarrollo de las relaciones del individuo con la realidad. El principal método que adopta el yo para vencer la ansiedad en este punto es tratar de satisfacer tanto los objetos externos como los internalizados. Esto lo induce a garantizar la seguridad de sus objetos, reacción que Abraham ha localizado en el estadío anal secundario. Este cambio de método en su conducta frente al objeto puede presentarse de dos maneras: el individuo puede alejarse de él, a causa de su miedo de él como fuente de peligro y también para protegerlo de sus propios impulsos sádicos, o puede dirigirse hacia él con sentimientos más positivos. Una relación de objeto de esta clase es provocada por una disociación de la imago materna en buena y mala. La ambivalencia del individuo frente al objeto no sólo representa un paso más en el desarrollo de sus relaciones de objeto, sino que es un mecanismo de fundamental importancia para vencer el miedo a su superyó, distribuyéndolo, después de haberlo dirigido al exterior, sobre un número de objetos, de modo que algunos de ellos representan el objeto que él atacó y que por lo tanto le amenaza con peligro y otros, especialmente su madre, significan la persona bondadosa y protectora.
A medida que el individuo avanza hacia su estadío genital y sus imagos introyectadas se hacen más amistosas, su superyó cambia en su modo de comportarse y el proceso de vencer la ansiedad se hace crecientemente exitoso. Cuando las hasta aquí abrumadoras amenazas del superyó se amortiguan en retos y reproches, el yo puede encontrar apoyo contra ellas en sus relaciones positivas. Puede ahora emplear mecanismos restitutivos y formaciones reactivas de lástima frente a sus objetos para aplacar su superyó ; y el amor y reconocimiento que recibe de estos objetos y del mundo externo son considerados al mismo tiempo como una garantía y una medida de aprobación del superyó. Es aquí, también, cuando resulta importante el mecanismo de distribuir las imagos. Porque mientras el yo se aleja de los objetos peligrosos, trata de compensar al objeto bueno por las injurias imaginarias que él ha hecho.    
El proceso de sublimación puede establecerse ahora, porque las tendencias restitutivas del individuo frente a sus objetos son una fuerza motivacional fundamental en todas sus sublimaciones, aun en las muy tempranas, tales como la muy primitiva manifestación del impulso a jugar . Una precondición para el desarrollo de las tendencias restitutivas y de sublimaciones es que la presión ejercida por el superyó debe ser mitigada y sentida por el yo como sentimiento de culpa. Los cambios cualitativos que comienza a sufrir el superyó como resultado de la fuerza creciente de los impulsos genitales del individuo y de las relaciones de objeto, motivan que se conduzca de un modo diferente con el yo, de modo que surgen en él verdaderos sentimientos de culpa. Pero si estos sentimientos se hacen demasiado abrumadores afectarán otra vez al yo, principalmente como ansiedad . Si esto es así, no sería una deficiencia en el superyó sino una diferencia cualitativa del mismo lo que hace surgir la falta de sentimientos sociales en ciertos individuos, especialmente en criminales, y en las llamadas personas «asociales» .
Desde mi punto de vista, en el estadío anal primario el niño hace una defensa contra las imagos terroríficas que ha introyectado en la fase oralsádica. Proyectando su superyó comienza a tratar de vencer su ansiedad. Pero este intento no es todavía exitoso porque la ansiedad que debe ser vencida es todavía demasiado fuerte y porque el método de proyección violenta hace surgir continuamente nueva ansiedad. La ansiedad que no puede ser aliviada en este sentido impulsa al niño a cargar los niveles siguientes de su libido el estadío anal secundario y actúa así como agente promotor de su desarrollo.
Sabemos que el superyó y el objeto del individuo adulto tampoco coinciden y, como he tratado de demostrar, tampoco sucede esto en ningún momento de la niñez. Creo que los esfuerzos que hace el yo a consecuencia de esta discrepancia para hacer sus objetos reales intercambiables con las imagos de ellos constituye un factor fundamental en su desarrollo . Cuanto menor es la discrepancia es decir cuando las imagos se aproximan más a sus objetos reales mientras el estadío genital toma la delantera y las imagos aterradoras imaginarias que han asumido el control en los primeros estadíos de su vida retroceden hacía el telón de fondo más estable es su equilibrio, y más éxito tiene en modificar sus primeras situaciones de ansiedad. A medida que sus impulsos genitales ganan en fuerza gradualmente, la represión del ello por el yo pierde también mucha de su violencia, de modo que hay mucho menos fricción entre los dos. Así, la relación de objeto más positiva que va junto con el advenimiento del estadío genital, puede ser también considerada como signo de una relación satisfactoria entre el superyó y el yo y entre El yo y el ello.
Ya sabemos que los puntos de fijación para las psicosis han de hallarse en los primeros estadíos del desarrollo y que el limite entre el estadío anal primario y el secundario forma la línea de demarcación entre las psicosis y las neurosis. Me inclino a dar un paso más y considerar aquellos puntos de fijación como puntos de partida, no solamente de enfermedades subsecuentes si no de trastornos que el niño sufre durante los primeros estadíos de su vida. En el último capítulo hemos visto que las situaciones de ansiedad excesiva que surgen en la fase de sadismo máximo son un factor etiológico fundamental en las perturbaciones psicóticas . Pero he encontrado que en las fases más tempranas del desarrollo, los niños normales también pasan por situaciones de ansiedad que son de carácter psicótico. Si aquellas situaciones tempranas son activadas en un grado elevado, ya sea por razones internas o externas, el niño exhibiría rasgos psicóticos. Y si está demasiado presionado por sus imagos que hacen surgir miedo, y no puede contrarrestarlas suficientemente con la ayuda de las imagos bondadosas y de sus objetos reales, está expuesto a perturbaciones que son similares a las psicosis del adulto y que se prolongan a menudo en una psicosis en la vida futura, o si no forman la base de enfermedades graves u otras dificultades del desarrollo . Pero desde que en la infancia las situaciones de ansiedad de esta naturaleza entran en acción invariablemente en una época u otra y alcanza cierta intensidad, todo niño manifestará en una u otra época síntomas psicóticos.
Por ejemplo, el cambio entre la alegría excesiva y la tristeza extrema, que es una característica de las perturbaciones melancólicas, se encuentra siempre en los niños. La verdadera extensión y profundidad de la infelicidad que sienten los niños no es tenida en cuenta para nada justamente porque es un suceso tan frecuente y sufre cambios tan rápidos. Pero la observación analítica me ha enseñado que su infelicidad y depresión, aunque no tan agudas como la depresión melancólica del adulto, tiene las mismas causas y puede ser acompañada de ideas de suicidio. He descubierto que los accidentes de mayor o menor importancia que sufren los niños y las heridas que se infieren, son tentativas de suicidio realizadas con medios todavía insuficientes. Entonces, también ellos exhiben en algún grado esa exclusión de la realidad que tomamos como criterio de psicosis en el adulto, aunque en su caso los consideramos en cierto modo normal.
Los rasgos paranoides son menos fáciles de observar en ellos por estar asociados con esa astucia y disimulo típico de esta perturbación, pero sabemos que los niños pequeños se sienten rodeados y perseguidos por figuras fantásticas. Analizando niños muy pequeños he encontrado que cuando estaban solos, especialmente de noche, el sentimiento que experimentaban de estar rodeados de toda clase de perseguidores, tales como hechiceros, brujas, demonios, formas fantásticas y animales  y su ansiedad con respecto a ello tenía un carácter paranoide.
Las neurosis infantiles presentan un cuadro hecho de varios rasgos psicóticos y neuróticos y mecanismos que encontramos aislados en una forma más o menos pura en los adultos. A veces los rasgos de esta perturbación, a veces de otra están más fuertemente acentuados, pero en muchos casos la escena está completamente oscurecida por e hecho de que están activas al mismo tiempo varias afecciones, junto con las defensas empleadas contra ellas.
En su libro Inhibición, síntoma y angustia Freud dice que «las primeras fobias de los niños no han encontrado ninguna explicación hasta ahora» y que «su relación con las neurosis más obvias y tardías de la infancia de ningún modo son evidentes». Creo que aquellas primeras fobias contienen la ansiedad que surge en los primeros estadíos de la formación del superyó. Las tempranas situaciones de ansiedad del niño aparecen alrededor de la mitad de su primer año de vida y son inducidas por un incremento del sadismo. Consisten en miedos de objetos violentos tanto externos como introyectados (que los devoren, corten, castren); y tales miedos no pueden ser modificados en un grado adecuado en este estadío tan temprano.
Las dificultades que a menudo tienen los niños pequeños durante las comidas están también íntimamente relacionadas, según mi experiencia, con sus situaciones de ansiedad tempranas y tienen invariablemente orígenes paranoides. En la fase canibalística, los niños equiparan cada clase de comida con sus objetos, como los representan sus órganos, de modo que toma más el significado del pene del padre o del pecho de la madre y son amados, odiados o temidos como ellos. Las comidas liquidas son equiparadas con la leche, heces, orina y semen, y las sólidas, a las heces y otras sustancias del cuerpo. Así, la comida puede hacer surgir todos aquellos miedos de ser envenenado y destruido por dentro, que los niños sienten en relación a sus objetos internalizados y sus excrementos, si sus primeras situaciones de ansiedad operan con violencia.
Las fobias a los animales son en los niños una expresión de ansiedad temprana de esta clase. Están basadas en esa expulsión del superyó terrorífico que es característico del primer estadío anal y representan así un proceso compuesto por varios movimientos mediante el cual el niño modifica su miedo a su superyó y ello terroríficos. El primer movimiento es arrojar aquellas dos instituciones al mundo externo y asimilar el superyó al objeto real. El segundo movimiento no es familiar; es el desplazamiento a un animal del miedo que siente al padre real. Pero antes de éste hay a menudo un paso intermedio que consiste en elegir como objeto de ansiedad en el mundo externo a un animal menos feroz en lugar de las bestias salvajes y feroces que en los primeros estadíos del desarrollo del yo tomaban el lugar del superyó y del ello. El hecho de que el animalansiedad no sólo atrae hacia si el miedo del niño a su padre sino también su admiración por él es una señal de que el proceso de formación de un ideal ya tiene lugar . Las fobias de animales son va una modificación de grandes consecuencias del miedo del superyó; y vemos aquí qué íntima relación existe entre el superyó, la relación del objeto y las fobias de animales.
En Inhibición, síntoma y angustia, Freud dice: «Creí en una época que una fobia tenía el carácter de una proyección en el sentido de que un peligro instintivo interno estaba reemplazado por un peligro percibido como viniendo de afuera. Esto trae con ello la ventaja de que el sujeto puede protegerse por sí mismo del peligro externo escapando de él o evitando la percepción del mismo, mientras que ninguna huida puede servir de ayuda contra un peligro interno, pero este punto de vista, aunque no es incorrecto, es demasiado superficial. Un impulso instintivo no es después de todo un peligro en sí mismo sino solamente en cuanto implica un peligro externo, es decir, el peligro de castración. Por último, una fobia es simplemente una cuestión de sustituir un peligro externo por otro». Pero me aventuro a pensar que lo que yace en la raíz de una fobia es, sin embargo, un peligro interno, es el miedo de la persona a su propio instinto destructivo y a sus padres introyectados. En el mismo párrafo, al describir las ventajas de las formaciones sustitutivas, Freud nos dice que: «El miedo que pertenece a una fobia está, después de todo, condicionado. Sólo se siente cuando el objeto temido es percibido y en verdad porque es sólo entonces cuando surge la situación de peligro. No hay necesidad de temer el ser castrado por un padre que no está allí. Pero un padre es algo que no puede ser eliminado, aparece cuando él quiere. Pero si el niño lo reemplaza por un animal, sólo tiene que evitar la vista, es decir, la presencia de ese animal, para librarse del peligro y de la ansiedad». Tal ventaja sería aun mayor si por medio de una fobia de animal el yo pudiera no sólo realizar un desplazamiento de un objeto externo a otro sino también una proyección a un objeto externo de un objeto más temido del cual porque es internalizado no hay posible escapatoria. Considerada bajo esta luz, una fobia de animal seria mucho más que una simple deformación de la idea de ser castrado por el padre, en la de ser mordido por un caballo o comido por un lobo. Por debajo de esto estaría no solamente el miedo a ser castrado sino todavía un miedo anterior a ser devorado por el superyó, de modo que la fobia sería en realidad una modificación de la ansiedad perteneciente a los estadíos más tempranos.
Como ilustración de lo que sostengo, tomemos dos casos bien conocidos de fobias de animales; el de Juanito y el del «Hombre de los Lobos». Freud ha puntualizado que, a pesar de ciertas similitudes, estas dos fobias difieren entre ellas en muchos aspectos. En cuanto a las diferencias, la fobia de Juanito contenía muchos rasgos de sentimientos positivos. Su animalansiedad no era aterrador en sí y además sentía una cierta cordialidad hacia él, según se demostró por sus juegos a los caballos con su padre, poco antes de que apareciera su fobia. Su relación con sus padres y su ambiente era en conjunto muy buena y su desarrollo general mostraba que había pasado con éxito el estadío analsádico y que había alcanzado el estadío genital. Su zoofobia exhibirá solamente unas pocas huellas de ese tipo de ansiedad que pertenece a los estadíos más tempranos en el cual el superyó es equiparado con un animal terrorífico y salvaje y en las que el miedo del niño a su objeto es correspondientemente intenso. Así, parecía haber vencido y modificado esa temprana ansiedad bastante bien. Freud dice de él «Juanito parece haber sido un niño normal, con el llamado completo de Edipo positivo» , de modo que su neurosis infantil puede ser considerada como leve y aun normal. Su ansiedad, según sabemos, fue prontamente disipada por un corto análisis.
La neurosis infantil del llamado «Hombre de los Lobos» (en un niño de 4 años), presenta un cuadro diferente. El desarrollo de este niño no puede ser descrito como normal. Para citar de nuevo a Freud: «Una temprana seducción había distorsionado su relación con el objeto femenino. Su posición pasivofemenina estaba acentuada fuertemente y el análisis de su sueño del lobo muestra poca agresión intencional contra su padre, mientras evidencia claramente que lo que estaba reprimido era una actitud pasiva y tierna frente a él. Los factores mencionados primeramente pueden haber jugado una parte pero no son observables» . El análisis del niño demostró que su idea de ser devorado por su padre era la expresión regresiva de un deseo pasivo y tierno hacia su padre con el objeto de ser amado por él de un modo erótico y genital . Considerado a la luz de nuestra discusión previa, la idea es vista no sólo como expresión de ansias pasivas y tiernas que han sido degradadas por la regresión sino por encima de esto como una reliquia de un estadío de desarrollo muy temprano  Si nosotros consideramos el miedo del niño a ser devorado por un lobo no sólo como sustituto por distorsión de la idea de ser castrado por su padre, sino, según yo sugeriría, como una ansiedad primaria que ha persistido en forma inalterable junto con sus versiones posteriores y modificadas del mismo, se deducirá que ha habido un miedo al padre, activo en él, que debe haber ayudado enormemente a formar el curso de su desarrollo anormal. En la fase de sadismo máximo, iniciada por tendencias sádicoorales, el deseo del niño de introyectar el pene del padre, junto con sus impulsos hostiles sádicoorales intensos, da lugar a miedos a una bestia peligrosa y devoradora que él equipara con el pene de su padre. Lo que él pueda lograr en cuanto a vencer y modificar este miedo a su padre dependerá en parte de la magnitud de sus tendencias destructivas. El hombre de los lobos no venció esta ansiedad temprana. Su miedo al lobo, que representaba el miedo al padre, demostraba que había conservado la imagen de su padre como lobo devorador en los años siguientes. Porque, como sabemos, redescubrió este lobo en sus imagos paternas posteriores y su desarrollo total estuvo gobernado por ese miedo abrumador .
En mi opinión, este miedo enorme a su padre fue un factor básico en la producción de su complejo de Edipo invertido. Analizando varios niños muy neuróticos entre 4 y 5 años  niños que mostraron rasgos paranoides y en quienes el complejo de Edipo invertido era predominante me convencí de que este curso de desarrollo estaba muy determinado por un miedo excesivo al padre todavía activo en las capas mentales más profundas y que se había generado por impulsos primarios de agresión contra él extremadamente fuertes. Contra un padre peligroso y devorador de esta índole, ellos no podían empeñarse en la lucha que seria naturalmente el resultado de una actitud edípica directa, y así tenían que abandonar su posición heterosexual. Creo que la actitud pasiva del «Hombre de los Lobos» frente al padre, estaba fundada en situaciones de ansiedad de este orden, y que la seducción de él por su hermana sirvió simplemente para reforzarlo y confirmarlo en la actitud a la que lo condujo el miedo a su padre.
Freud relata que «después del sueño decisivo se había tornado muy díscolo y había tratado de molestar a todos y se comportó de modo sádico» y que poco después desarrolló una neurosis obsesiva típica que resultó ser muy grave al analizarla. Estos hechos parecen confirmar mi punto de vista de que aun en la época de su fobia al lobo estaba empeñado en defenderse de sus tendencias agresivas . Que en la fobia de Juanito su defensa contra los impulsos agresivos fuera tan claramente visible mientras que en la del «Hombre de los Lobos» tuviera que estar tan profundamente escondida, me parece explicarse por el hecho de que, en el último, la ansiedad, mucho mayor o el sadismo primario, había sido tratado de un modo más anormal. Y el hecho de que la neurosis de Juanito no mostrara rasgos obsesivos mientras que el «Hombre de los Lobos» desarrolló una neurosis obsesiva concuerda con mi opinión de que cuando los rasgos obsesivos aparecen demasiado temprano y con excesiva fuerza en una neurosis infantil, debemos inferir que sus perturbaciones son muy serias y están en acción . En los análisis de niños en los que se basan mis presentes conclusiones, pude hacer remontar su desarrollo anormal a un sadismo exageradamente fuerte, o más bien a un sadismo que no había sido modificado con éxito y que había conducido a una excesiva ansiedad en un estadío muy temprano de la vida. El resultado de esto había sido una exclusión muy grande de la realidad y la producción de rasgos paranoides y obsesivos serios. El reforzamiento de los impulsos libidinales y los componentes homosexuales que se presentaron en estos niños sirvieron para defender y modificar el miedo a su padre que había surgido en ellos tan tempranamente. Este modo de tratar la ansiedad creo que es un factor etiológico fundamental en la génesis de la homosexualidad de los paranoicos . Y el hecho de que «El Hombre de los Lobos» desarrollara una paranoia posteriormente, tiende a confirmar este punto de vista .

LAS RELACIONES ENTRE LA NEUROSIS OBSESIVA Y LOS ESTADÍOS TEMPRANOS DEL SUPERYÓ I

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