Obras de S. Freud: Anexo. Apuntes originales sobre el caso de neurosis obsesiva (1909), parte IV

El padre ha jugado mucho a la lotería; en casa de un camarada que ponía en ella todo su dinero halló un papelito tirado en que había dos números, les jugó y ganó con ambos, embolsó la suma durante una marcha y corrió tras su pelotón con los florines tintineando en su cartuchera. ( ¡Qué ironía cruel que el otro nunca hubiera ganado nada! ) Un día, el padre tenía consigo 10 florines destinados a gastos militares, jugó con camaradas y perdió parte de ellos, se dejó llevar a jugar más y lo perdió todo. Se lamentó con un camarada diciéndole que tenía que pegarse un tiro, y este contestó: «Sí, pégatelo. Quien ha hecho eso tiene que pegarse un tiro», pero luego le prestó el dinero. El padre lo buscó después de dejar el servicio militar, pero no pudo encontrarlo (¿se lo habrá devuelto alguna vez?). – La madre fue criada como hija adoptiva en casa de los Rubensky, pero la trataron muy mal; ella contaba que uno de los hijos era tan sentimental que cortaba la cabeza a las gallinas para endurecerse; evidentemente, sólo era un subterfugio: le provocaba gran excitación. – Una imagen onírica de una rata grande y gorda que tenía un nombre y era como un animal doméstico. Le recuerda enseguida a una de las dos ratas (por primera vez menciona que eran sólo dos) que, según el relato del capitán Novak, eran depositadas en el recipiente. Por lo demás, las ratas son las culpables de que él fuera a Salzburgo. Del mismo Rubensky, la madre contaba cómo una vez había «preparado» un gato según el rito judío, metiéndolo en el horno y luego desollándolo. Le resultó tan atroz que su cuñado lo instó amistosamente a hacer algo por su salud. Atento a las ratas, las halla por todas partes. Cuando regresó aquella vez de las maniobras, encontró en casa del doctor Springer a un colega, que este le presentó como el doctor Ratzenstein. La primera representación teatral a que asistió fue Los maestros cantores, donde escuchó cantar «¡David, David!». Luego ha empleado el motivo de David como apelación en la familia. Cuando ahora pronuncia su ensalmo «Glejsamen», Agrega «sin ratas», pero piensa entre sí la palabra escrita con una sola «t» {Raten}. Este material, y otros más, afluye copiosamente, enlazado de modo superficial; los nexos más profundos están escondidos; es evidente que, según su confesión, lo ha preparado para ocultar otra cosa. Parece contener la conexión de dinero y crueldad con las ratas, por una parte,, y con el padre, por la otra, y ha de desembocar sin duda en el matrimonio del padre. En efecto, cuenta una historia más: Cuando, pocos años antes, el padre regresó de Gleichenberg, dijo a su mujer que había visto un número tan increíblemente elevado de malas esposas que, después de treinta y tres años de matrimonio, se veía precisado a rogarle que le asegurase que nunca le había sido infiel. Ante la renuencia de ella, le dijo que sólo le creería si lo juraba por la vida de sus hijos, y cuando ella lo hubo hecho se tranquilizó. Alaba a su padre por esto como un rasgo de naturalidad; en el mismo sentido le alaba la confesión sobre el maltrato que infligió a un recluta, o aquella falta en el juego. – Algo importante tras esto. La historia de las ratas pasa a ser cada vez más un punto nodal. 8 de diciembre. Mucho cambio en una semana. Gran reanimación por su rendez-vous con la costurera, que empero lleva a un coito precipitado; enseguida un ánimo sombrío que desemboca en una trasferencia relativa a la cura. Durante la escena con la muchacha, sólo leves advertencias de la sanción de las ratas. Abstención de liarse, con los dedos que la habían tocado, un cigarrillo de la tabaquera que la prima le ofreció, pero resiste a esa abstención. Algo más preciso sobre el padre: sus groserías, la madre le decía un «tipo vulgar» porque no tenía empacho en echar ventosidades. Con toda clase de rodeos, por detrás de la trasferencia de la cura, cuenta sobre una tentación cuyo significado no parece discernir: tan pronto él se doctorara -en ese momento le faltaban sólo unos meses-, un pariente de los Rubensky se proponía instalarle un bufete cerca del Mercado de Hacienda, y procurarle allí clientes. Esto se entrama con el viejo plan de su madre según el cual debe casarse con la hija de un Rubensky, una atractiva muchacha que ahora tiene 17 años. No vislumbra que para escapar este conflicto se ha refugiado en la enfermedad, para lo cual tiene el camino facilitado por la elección infantil entre la hermana mayor y la menor, y la regresión a la historia del matrimonio de su padre. El padre solía contar humorísticamente la historia de su cortejo; la madre le tomaba el pelo en ocasiones por haber él hecho antes la corte a la hija de un carnicero. Le parece insoportable la idea de que el padre haya podido dejar en la estacada a su amor para procurarse una ventaja mediante la unión con los Rubensky. Se le forma una gran irritación contra mí, la cual se exterioriza en insultos que sólo con gran dificultad expone. Me reprocha ser un hurgador de nariz, no quiere darme la mano, piensa que al fin habrá que poner en vereda a semejante tipo chancho, halla demasiado íntima una tarjeta mía, dirigida a él, firmada «cordialmente». Es evidente que se defiende contra la tentación fantaseada de casarse con mi hija y no con su prima, también insultos contra mi mujer y mi hija. Una trasferencia dice directamente que la señora de F. puede lamerle el culo, revuelta contra la familia más considerada. Otra vez ve a mi hija que en lugar de los ojos tiene dos emplastos de excremento, es decir, que no se ha enamorado de sus lindos ojos, sino de su dinero; Emmy tiene ojos particularmente bellos. En los primeros días, ha resistido virilmente a la madre, quien pretendió lamentarse por haber gastado él, en el curso del mes pasado, 30 florines en dinero pequeño en Iugar de 16 florines. Respecto de las ratas, le falta una contribución que tiene por meta a la madre, a raíz de lo cual la más fuerte resistencia parte de la madre. Con la equiparación ratas-cuotas {Ratten-Raten} se burla al mismo tiempo de su padre, que una vez dijo a su amigo: . «No soy más que un flojo {Laue}», en lugar de «lego» {«Laie»}, lo cual le produce terrible embarazo, como todos los signos de incultura en su padre. El padre en ocasiones hacía intentos de ahorrar, junto con amagos de una educación espartana, pero siempre aflojaba enseguida. La madre es la ahorrativa en la manera de vivir, pero atribuye valor a la comodidad hogareña. Su manera {la del paciente} de ayudar en secreto a los amigos es una identificación con el padre, quien se comportaba de igual modo hacia el primer subinquilino, por quien pagaba el alquiler, y hacía otros; era en verdad un humorista auténtico, recio y bueno, lo cual el paciente sabe apreciar mucho normalmente. Empero, es bien nítida, por su hiperrefinamiento, su vergüenza por las maneras simples y soldadescas del padre. 9 de diciembre. Alegre; se está enamorando de la muchacha. – Se pone locuaz. – Sueño que contiene un neologismo, carta de estado mayor de WLK (palabra polaca); lo estudiaremos mañana. Vielka = [en polaco] «viejo», = Lorenz, Gl = abreviatura de Glejsamen =Gisela Lorenz. 10 de diciembre. Cuenta todo el sueño, pero no sabe nada acerca de él; en cambio algo sobre WLK. Mi conjetura de que W.C. = {water} closet no se confirma. En cambio, dice que la W {se pronuncia «ve»} está en una canción de la hermana, «In meinem Herzen situ ein grosses Weh» {«En mi corazón tengo una gran pena»; «Weh» se pronuncia también «ve»}, sobre la cual a menudo ha pensado que le resultaba muy cómica, no podía dejar de representarse una gran W en caracteres latinos. Dice que. su fórmula de defensa contra representaciones obsesivas es un enérgico «aber» {«pero»}; en los últimos tiempos (¿sólo desde la cura?), la acentúa «abér» {en vez de «áber»}. Se lo ha explicado así: ese acerato falso está destinado a reforzar la «e» muda, que no ofrece suficiente protección contra las intromisiones. Sin embargo, ahora se le ocurre sí «abér» no está destinado a significar «Abwebr» {«defensa»}, encontrándose la W faltante en WLK. Su fórmula «Glejsamen», en la cual ha encerrado mágicamente, en un momento feliz, todo lo que estaba destinado a regir inmutable, se mantiene desde hace ya bastante tiempo, pese a lo cual está expuesta al enemigo, vale decir, al trastorno hacia lo contrario {Verkehrung ins Gegenteil}, y por eso después se afana en abreviarla todavía más y ha puesto en su lugar -por razones desconocidas- un breve «Wie» {«cómo, cuánto»; se pronuncia «vii»}. La «K» corresponde a {la «k» de} vielka = «viejo»; además, le hace acordar a su angustia cuando en la escuela tomaban examen a la letra «K» pues ello significaba que la «L» de su apellido ya estaba muy cerca. Respondería entonces a un deseo que la «K» viniera después de la «L», y entonces la «L» ya hubiera pasado. Las trasferencias en la cura disminuyen mucho; gran manía angustiosa de toparse con mi hija. Con toda candidez cuenta que uno de sus testículos está retenido en la cavidad abdominal, aunque su potencia es muy buena. En el sueño lo saludaba un coronel que tenía la charretera sólo del lado R(echt) (derecho}, y por lo demás una de las tres estrellas le pendía hacia abajo; de ahí la analogía con la operación de su prima. 12 de diciembre. Las trasferencias roñosas prosiguen, y se anuncian otras. Se revela como un olfateador, que en su juventud era capaz de discernir la ropa de las personas por su olor; para él existían olores de familia, sentía placer en oler los cabellos de las mujeres. Así se averigua, además, que se ha creado una trasferencia de la lucha inconciente a raíz de la cual ha enfermado, replanteando {schieben} sobre la costurera su amor por la prima, y que ahora la hace competir con mi hija, que sería el partido más rico y encumbrado socialmente. Su potencia con la costurera es excelente. Hoy se atreve a abordar a la madre: un recuerdo muy temprano de cómo ella yace sobre el sofá, se endereza y saca algo amarillo de abajo de su vestido, y lo pone sobre un sillón. En ese momento él quiso tocarlo, gran horror; más tarde, en su recuerdo, eso devino una secreción, y de ahí una trasferencia: que todos los miembros femeninos de mi familia se ahogan en un mar de las más diversas y asquerosas secreciones. Suponía que todas las mujeres tienen secreciones asquerosas y luego le asombró mucho no descubrirlas en sus dos enredos amorosos. La madre sufría del bajo vientre y ahora tiene mal olor genital, cosa que lo molesta terriblemente. Ella misma dice que hiede si no se baña a menudo, pero que no se puede permitir ese lujo; y esto a él lo horroriza. Cuenta dos encantadoras historias infantiles. Una, sobre una niña de 5 o 6 años que sentía terrible curiosidad por San Nicolás, se finge dormida y entonces ve cómo papá y mamá llenan sus zapatos y calcetines con manzanas y peras. A la mañana cuenta a su gobernanta: «No hay ningún San Nicolás, eso lo hacen papá y mamá; ahora ya no creo en nada más, tampoco en la cigüeña, eso lo hacen papá y mamá». Otra, de su sobrino, de 7 -años, que es muy cobarde y tiene miedo a los perros, y a quien su padre reprocha: «¿Qué harías si vinieran dos perros?». «A dos no les tengo miedo; pasan tanto tiempo oliéndose la cola que uno puede salir corriendo entretanto». 14 de diciembre. Mientras le van bien las cosas con la muchacha, que le gusta por su naturalidad y con la cual es muy potente, se vuelve claro (por unas ocurrencias obsesivas que produce con más facilidad) que existe una corriente hostil contra la madre, frente a quien ahora reacciona con respeto exagerado; {esa corriente hostil} arranca de los reproches educativos de ella, en especial por su suciedad. Luego una historia sobre los eructos de la madre, y afirma que a los 12 años no podía comer a causa del asco. 16 de diciembre. Hallándose junto a su costurera, piensa: «Por cada coito, una rata para la prima». Esto demuestra que «rata» es algo que se puede contar. La frase nace corno compromiso de una corriente amistosa y una hostil, en la medida en que: a) cada uno de esos coitos le facilita el camino para otro con la prima, y b) cada coito es como un desafío hacia ella y deberla enojarla. Su cuadro se compone de ideas claras y concientes, de fantasías, de delirios y de ocurrencias obsesivas, de trasferencias. Sobre la historia de las ratas, una vivencia «terrible». En la tumba de su padre, antes de contraer él su enfermedad, vio una vez pasar fugitivamente a un animal como tina rata. Uno de los hurones tan abundantes allí. Muy probablemente supuso que el animal venía de hacerse un banquete con su padre. Sus ideas sobre la supervivencia después de la muerte son, en lo inconciente, tan consecuentemente materialistas como las de los antiguos egipcios. Acerca de esto, la ilusión, tras el dicho del capitán Novak sobre las ratas, de que la tierra se levanta ante él como si ahí abajo hubiera una rata, cosa que él tomó como un presagio. No vislumbraba la conexión. 19 de diciembre. Su avaricia se vuelve clara. El convencimiento de que el padre se ha casado con la madre por ventajas materiales y ha dejado en la estacada a su amor (convencimiento que puede apoyarse en una indicación de la madre, según la cual sus relaciones con los Rubensky habían sido más valiosas que una dote), junto con el recuerdo de la turbación del padre en su época de militar, le hacen aborrecer de la pobreza que lo compele a uno a cometer tales crímenes. Su menosprecio por la madre halla satisfacción en esto. Ahorra, pues, para no verse obligado a traicionar a su amada. De igual modo, cede todo el dinero a la madre porque no quiere tener nada de ella; le pertenece a ella, y no es dinero bendito. Todo lo malo de su naturaleza, opina, lo tiene del lado materno. El abuelo materno era un hombre brutal que maltrataba a su mujer. – Todos sus hermanos y hermanas tuvieron la gran mudanza: de niños díscolos pasaron a ser personas muy dignas; el que menos lo ha hecho es su hermano: maneras de advenedizo. 21 de diciembre. Se identifica con su madre en su comportamiento y en la trasferencia dentro de la cura. Comportamiento: dichos necios todo el día, empeño por decir algo desagradable a cada uno de sus hermanos y hermanas, observaciones críticas sobre tía y prima. Trasferencia: idea de que me dirá que no me comprende, y el pensamiento: «20 coronas son bastantes para el Parch», etc. Confirma esta construcción demostrando que para referirse a la familia de la prima emplea idénticas palabras que su madre. Es probable que en su crítica al padre se identifique también con su madre y así prosiga en su interioridad el conflicto de sus progenitores. En un sueño (antiguo) que cuenta, establece directamente un paralelo entre sus razones y las de la madre para odiar al padre: Su padre ha vuelto, y a él no le causa asombro (intensidad del deseo). El tiene una alegría inmensa, y la madre dice llena de reproche: «Friedrich, ¿por qué no has dado noticias tuyas durante tanto tiempo?». Sin embargo, él tiene la idea de que ahora habrá que restringirse, pues el hogar ha aumentado en una persona. Su idea es una venganza, porque ha escuchado que cuando él nació el padre se despertó, como lo hacía con cada nuevo hijo; tras ello, otra cosa: su padre gustaba de hacerse rogar, como si quisiera abusar de su poder, mientras que en verdad quizá sólo saboreaba el goce de que todo viniera de él. La observación de la madre se refiere a algo que ella había contado: una vez, cuando ella estaba en el campo, él escribía tan poco que ella fue a Viena para averiguar en qué andaba; es decir, una queja por mal trato. 23 de diciembre. Sacudido por la reciente enfermedad del doctor Pr., que tiene un carácter parecido al del padre, un hombre honrado de maneras rudas; atraviesa por estados semejantes a los que sufrió durante la enfermedad de su padre; además, la afección es la misma: enfisema. Por lo demás, su pena no deja de estar mezclada con la venganza, como él lo advierte por unas fantasías que ven a Pr. ya muerto. Razón de la venganza podrían ser los reproches que desde hace tiempo le hacen (a Pr.} en la familia por no haber instado al padre con la energía suficiente a que se jubilara. La sanción de las ratas se extiende también a él. Aquí se le ocurre algo: Pocos días antes de la muerte [del padre], Pr. declaró que, enfermo él mismo, dejaba el tratamiento en manos del doctor Schmidt, evidentemente porque era un caso perdido y Pr. estaba demasiado afectado a consecuencia de su íntima amistad. En ese momento, él pensó para sí: «Las ratas abandonan el barco que se hunde». – Tiene la idea de que mata a Pr. con su deseo, y que puede mantenerlo con vida. Por tanto, idea de su omnipotencia. De hecho, cree haber preservado dos veces la vida de su prima mediante su deseo. Una vez el año pasado, cuando ella padecía de insomnio y él so pasó en vela toda la noche; fue realmente la primera noche que durmió mejor. Otra vez durante los ataques de ella, cuando estaba a punto de caer en estado de sopor, él siempre conseguía mantenerla despierta mediante observaciones que no podían menos que interesarle. Ella reaccionaba a su plática, aun en ese estado. ¿De dónde viene la idea de su omnipotencia? Creo que del primer fallecimiento en la familia, el de Katherine, del cual conserva tres recuerdos. Corrige y amplía el primero. Ve cómo ella es llevada a la cama, no por el papá, y todavía antes que la den por enferma, pues el papá protesta y ella es sacada de la cama de los padres. En efecto, desde tiempo atrás se quejaba de fatiga, pero no se le prestó atención. Cuando el doctor Pr. la examinó, se puso pálido. Comprobó un carcinoma (?), a raíz del cual murió luego. Mientras yo ahora elucido las posibilidades de que él pueda sentirse culpable de esa muerte, reanuda por otro lugar, sustantivo también por el hecho de que no se acuerda con anterioridad de la idea de omnipotencia, Cuando tenía 20 años de edad, en la casa había una costurera a quien abordó repetidas veces, pero en verdad no le gustaba porque era exigente y menesterosa de amor. Ella se quejaba de que no la querían; lo provocó de manera directa para que le asegurara que la quería, y se desesperó mucho cuando él se negó rotundamente. Algunas semanas después ella se arrojó por la ventana. No lo habría hecho si él hubiera anudado una relación con ella. Así, uno exterioriza omnipotencia concediendo amor o denegándolo, en la medida en que uno posee el poder de hacer dichoso a alguien. Al día siguiente, dice asombrarse de no sentir arrepentimiento tras haber descubierto eso, pero opina que ya estaba ahí ( ¡excelente! ). Ahora quiere desarrollar históricamente sus representaciones obsesivas. La primera, en diciembre de 1902, cuando de pronto se le ocurrió que debía presentarse a examen en un plazo fijado, enero de 1903, lo cual sucedió en efecto. (Tras la muerte de la tía y un ataque de reproches a causa de la mala fama del padre.) Lo comprende muy bien como diligencia de efecto retardado. Al padre siempre le había mortificado que él no fuera diligente. Idea, entonces, de que sí él viviera su pereza le causaría pena; y lo mismo sucede ahora. Le demuestro cómo la premisa de toda su neurosis es este intento de rechazar la realidad de la muerte del padre. En febrero de 1903, después de la muerte de un tío que le era indiferente, nuevo ataque de reproches por haberse dormido aquella noche [la de la muerte del padre]; gran desesperación, ideas suicidas, espanto por su propia muerte. ¿Qué significa, pues, «morir»? Como si el sonido de la palabra tuviera que decírselo. Cuán espantoso debe de ser no ver, no oír ni sentir nada. El no reparó en su falso razonamiento, y se rescató de este pensamiento mediante el supuesto de, que tienen que existir un más allá y una inmortalidad. En el verano de 1903, durante un viaje en barco por el Mondsee, de pronto la idea de arrojarse al agua. Volvía con Julie de hacer una visita al doctor E., de quien ella estaba enamorada. En el curso de las ideas sobre qué haría él en favor del padre, le vino primero el pensamiento hipotético: «¿Si tú tuvieras que saltar al agua para que a él no le pasara nada… ?», y enseguida la exhortación positiva a hacerlo. Analogía, incluso en el texto, con su reflexión, antes de la muerte del padre, sobre si lo daría todo para salvarlo; de ahí probablemente una comparación con la prima, que ese verano lo había tratado mal por segunda vez. Su ira fue entonces enorme; se acuerda de que, yacente sobre el sofá, pensó de pronto: «Ella es una puta», y esto lo espantó mucho. Ya no duda más de que también respecto del padre tuvo que expiar esa ira. Es que en esa época sus temores oscilaban entre el padre y la prima («puta» es sin duda una comparación con la madre). La exhortación a saltar al agua sólo puede haber provenido entonces del lado de la prima, como amante desdichado. 27 de diciembre. Comienzo nuevo, con una corrección. En diciembre de 1902 reveló al amigo sus autorreproches; en enero se presentó a examen, pero no era todavía un plazo fijo, como erróneamente había creído: esto sólo fue en 1903, para julio. En la primavera, violentos reproches (¿por qué?); el detalle provee el esclarecimiento. De pronto cayó de rodillas, sacó a relucir su piedad, se resolvió a creer en el más allá y la inmortalidad; esto significa, pues, el cristianismo y la frecuentación de la iglesia en Unterach, luego de haber llamado «puta» a la prima. El padre nunca había querido hacerse bautizar, pero lamentaba mucho que sus antepasados no le hubiesen ahorrado ese desagradable asunto. A él le dijo a menudo que no le pondría ningún obstáculo si quería hacerse cristiano. -¿Habrá entrado por ese tiempo una muchacha cristiana en competencia con la prima? – «No». – Pero, ¿los Rubensky son judíos? – «Sí, y aun practicantes». – Su bautismo habría puesto fin a todo plan de parte de los Rubensky. Entonces su arrodillamiento tiene que haber ido contra el plan Rubensky, y él tiene que haber tenido noticia de este antes de esa escena. – Opina que no, pero admite que no sabe nada con seguridad. Lo que recuerda con nitidez es el desenlace del plan, su visita con su futuro cuñado (y primo) Bob S. a casa de los Rubensky, donde fue sopesado este plan: debían instalarse en las proximidades del Mercado de Hacienda, él como pasante y S. como abogado. S. lo afrentó mucho en esa ocasión. En la plática surgieron estas palabras: «Ahora procura estar listo a tiempo». Sigue siendo muy posible que la madre le haya comunicado el plan meses antes. Sigue contando que esa primavera de 1903 estudió mal; por más. que se organizó, sólo trabajaba al anochecer hasta las 12 o la 1 y luego leía durante horas, lo cual él no comprende. Aquí interpola que más o menos en 1900 había hecho el juramento de no masturbarse más, el único de que se acuerde. Pero en esa época solía, después de leer, encender muchas luces en el vestíbulo y el baño, desnudarse por completo y contemplarse luego ante el espejo. Siempre, preocupación por su miembro demasiado pequeño; a raíz de estas escenificaciones, cierto grado de erección, eso lo tranquilizaba. También muchas veces se metía un espejo entre las piernas. Además, solía padecer el espejismo de que llamaban ahí fuera en el zaguán, que es el padre que quiere entrar en la casa y que, si no le abren, lo ve como signo de que no es querido y se vuelve a ir. También ocurría que llamara varias veces. [El paciente] trajinaba con esto hasta que se espantaba de lo enfermizo de esas ideas y se libraba de ellas mediante el enlace de que si él hacía eso al padre le sucedería una desgracia. Todas estas cosas, desconectadas y no entendidas. Se ordenan si uno supone que, llevado por un propósito supersticioso, él espera la visita del padre entre las 12 y la 1, y traslada el estudio a la noche para que él lo encuentre estudiando; pero luego, tras un aislamiento interpolado y una […..] durante un tiempo eventualmente incierto, hace lo que él mismo considera como un sustituto del onanismo -por tanto, en desafío al padre-. Corrobora lo primero y, en cuanto a lo segundo, dice tener la sensación de que un oscuro recuerdo de la infancia viene al caso, pero este no le acude. La noche anterior a su partida al campo, a comienzos o mediados de junio, sucedió aquella escena de su despedida de la prima (que había venido a casa con X.) en la cual él se creyó desmentido por ella. En las primeras semanas de la estadía en Unterach, mirando por las rendijas dentro de la cabina del baño, vio desnuda a una muchacha muy joven y se hizo los más penosos reproches sobre el efecto que podía producirle a ella la conciencia de ser espiada. El relato sistemático se traga aquí todo lo otro actual. 28 de diciembre. El está hambriento y se lo conforta. Continuación. Compulsión en Unterach. De pronto se le ocurrió que debía adelgazar, empezó a levantarse de la mesa, naturalmente no comía postre, y a correr al sol hasta que quedaba bañado en sudor; entonces se detenía, y volvía a correr de a trechos; también subía montes a la carrera. Sobre una abrupta ladera le vino la idea de saltar abajo. Desde luego, habría sido la muerte. Acerca de esto, un recuerdo de la vida militar. Cuando servía como voluntario, no le resultaba fácil escalar montes. Durante unas maniobras de invierno sobre el Exelberg quedó rezagado y procuró darse ánimos mediante la fantasía de que en la cima del monte estaba la prima, que lo esperaba. Pero falló el objetivo y se fue rezagando cada vez más, hasta que se mezcló con los merodeadores de retaguardia. Dice que en la época de su servicio militar -en el año en que murió su padre- las primeras ideas obsesivas fueron puramente hipotéticas: «Si tú ahora cometieras una insubordinación… ». Imaginaba situaciones para medir su amor hacia el padre. Si él marchara en formación, y viera a su padre caer frente a él, ¿saldría de filas y correría a él para socorrerlo? (recuerdo de su padre embolsando su apuesta y corriendo luego tras su pelotón). 

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