La violencia y la melancolía en los adolescentes: características de los adolescentes en la actualidad

Por un lado nos encontramos con los adolescentes que han perdido el gozar de la vida, los que aparecen como “perdidos” y llevaron a clasificarlos por algunas psicoterapias como “patologías del vacío”, y, por otro, están los “exigidos”, que en algún momento se denominaron los “sobreadaptados”, porque responden aparentemente sin violencia a la demanda irrepresible del Otro.
Los adolescentes que semejan estar perdidos en un mundo demasiado complejo para ellos suelen encontrarse abúlicos, desganados y pierden su tiempo sin interesarse por nada o en los video-juegos; en algunos casos la música estridente es su único refugio, en otros deambulan en grupos por boliches o sencillamente por la calle. El lugar del encuentro es el “kiosco” dónde es fácil conseguir “sustancias” y evadirse del estudio y/o el deporte.
Hay cada vez más niños de la calle, los sin techo; pero hay grupos de adolescentes deambuladores que teniendo hogar prefieren adormecerse en las veredas o sentarse al borde de las aceras.
Estos jóvenes creen haberse independizado de sus padres aunque siguen dependiendo de ellos económica y afectivamente. Esta dependencia los vuelve vulnerables y enojados, hasta pueden padecer estados de ira o furia. Desearían no estar atados a sus propios sentimientos pues les angustia que ésto los vuelva débiles.
El segundo tiempo del desprendimiento parental es justamente este periodo de la vida en la cual los varones deben reasegurar su identificación con la masculinidad y las niñas con la feminidad. Pero la masculinidad y la feminidad no son modelos estandarizados por lo cual los varones se burlan de las jóvenes y éstas los menosprecian.
Los varones relatan como son agredidos, rechazados y acosados por los grupos femeninos, recrudeciendo en ellos la angustia ante el Otro sexo. Concomitantemente cada vez más las violaciones declaradas u ocultas son más frecuentes.
El conflicto mayor lo constituye aceptar los límites paternos y sociales. Pero tampoco éstos cumplen un patrón de medida común, lo cual desorienta a los adultos tanto como a su descendencia.
Los adolescentes quisieran poder establecer sus propias reglas de juego sin que nada se interponga, pero si lo logran, se enfrentan al fracaso escolar o laboral o a situaciones de alto riesgo. Se convierten en el síntoma de la época, de lo que “no anda” en la familia, la escuela, la comunidad.
Cuando afirmamos que en la cultura actual ha caído la función del padre, estamos diciendo que como conjunto social nos sentimos impotentes para modificar las condiciones de vida. Los jóvenes se han identificado con esta impotencia; esto los deprime y hasta melancoliza. La droga, la anorexia, la bulimia, son signos de la crueldad superyoica que llega hasta el homicidio-suicidio, a la destrucción del sí mismo y del otro.
La ley simbólica decae en la cultura pero el sujeto siempre sobrevive. Esta sobrevivencia se convierte en un síntoma “trastornado” que cada vez extrema sus condiciones.