Son pocos lo datos acerca de la incidencia y prevalencia de los
trastornos por ansiedad en el lugar de trabajo. Además, puesto
que la etiología de la mayor parte de ellos es multifactorial, no
podemos descartar la contribución de factores genéticos, del desarrollo
y no profesionales individuales a la génesis de los mismos.
Parece probable que exista una mutua influencia de los factores
organizativos relacionados con el trabajo y los propiamente
personales, y que esta interacción determine la aparición, progresión
y evolución de estos trastornos.
La expresión ansiedad relacionada con el trabajo implica que hay
situaciones, tareas y demandas laborales o factores estresantes
profesionales relacionados que se asocian a la instauración o
cronicidad de la ansiedad o de sus manifestaciones. Estos
factores pueden ser una carga de trabajo abrumadora, el ritmo
de trabajo, los plazos y una falta percibida de control personal.
El modelo demanda-control predice que los trabajadores que
desempeñan tareas con escaso control personal y exposición a
elevados niveles de demanda psicológica serían los más
expuestos a sufrir problemas de salud mental, incluyendo los
trastornos por ansiedad (Karasek y Theorell 1990). Un estudio
sobre el consumo de comprimidos (tranquilizantes en su mayor
parte) por varones suecos empleados en trabajos de gran tensión
ha venido a respaldar esta hipótesis (Karasek 1979). Desde
luego, en Estados Unidos existen hoy pruebas abrumadoras de
que algunas profesiones de gran tensión se asocian a una mayor
prevalencia de depresión (Eaton y cols. 1990). Ciertos estudios
epidemiológicos más recientes, sumados a los modelos teóricos y
bioquímicos de ansiedad y depresión, han establecido el nexo
entre estos trastornos, no sólo en lo que se refiere a su comorbilidad
(40 a 60 %), sino también en cuanto a otros aspectos
comunes más básicos (Ballenger 1993).