UNA NEUROSIS OBSESIVA EN UNA NIÑA DE 6 AÑOS

UNA NEUROSIS OBSESIVA EN UNA NIÑA DE 6 AÑOS  
En el último capítulo hemos tratado los principios básicos en la técnica del análisis temprano. En este capítulo compararemos esta técnica con la empleada en los análisis en el período de latencia, utilizando para ello un caso como ilustración. Este historial nos permitirá analizar, en primer lugar, ciertos problemas de importancia teórica y general, y, en segundo lugar, describir los métodos empleados en el análisis de neurosis obsesivas en los niños. Puedo decir que esta técnica nació durante el tratamiento de este difícil e interesante caso.
Erna, niña de 6 años, presentaba síntomas graves. Sufría de insomnio, provocado en parte por su ansiedad (tenía especial miedo a los ladrones y asaltantes) y en parte por una serie de actividades obsesivas. Estas eran acostarse boca abajo y golpear su cabeza contra la almohada, hacer un movimiento de balanceo durante el cual se acostaba de espaldas o, se sentaba, chuparse obsesivamente el pulgar y masturbarse en exceso. Estas actividades obsesivas, que le impedían dormir en la noche, se mantenían también durante el día, especialmente en lo que se refiere a la masturbación, que realizaba aun en presencia de extraños, por ejemplo, casi continuamente, en el jardín de infantes. Sufría de una fuerte depresión que describía así: «Hay algo que no me gusta de la vida». Su relación con la madre era exageradamente afectuosa, pero se tornaba a veces muy hostil. La dominaba completamente, impidiéndole moverse e importunándola continuamente con su amor y odio. Su madre se expresó así acerca de ella: «Me chupa». La niña debería ser descripta como ineducable.
Tenía meditaciones mórbidas obsesivas y una naturaleza muy poco infantil, que se reflejaba en su aspecto de sufrimiento. Junto a esto llamaba la atención su desarrollo sexual precoz poco común. Un síntoma que apareció inmediatamente durante el análisis fue su grave inhibición para aprender. Había entrado a la escuela unos meses después de comenzado el análisis, manifestándose enseguida su incapacidad para aprender así como su imposibilidad de adaptarse ni a la escuela ni a las compañeras. El hecho de que ella se sintiera enferma y que desde el comienzo del tratamiento pidiese mi ayuda, facilitó su análisis.
Erna comenzó su juego tomando un carrito que estaba sobre la mesa entre otros juguetes y empujándolo hacia mi. Dijo que había venido a buscarme, pero puso una muñeca en el carrito y agregó un muñeco. Los dos se querían y se besaban, y ella los arrastraba de un lado para otro. Enseguida puso un muñeco en otro carro que chocaba con ellos, les pasaba por encima y los mataba, los asaba y los comía. Otras veces la lucha tenía otro fin y el muñeco agresor era arrojado al suelo, pero la mujer lo ayudaba y consolaba. Se divorciaba del primero y se casaba con el recién venido. La tercera persona era la que representaba más papeles en el juego de Erna. Por ejemplo, el primer hombre y su mujer estaban en su casa y la defendían del ataque de un ladrón; la tercera persona era el ladrón y entraba.
La casa se quemaba y el hombre y la mujer se quemaban y la tercera persona era la única que se salvaba. Otras veces la tercera persona era un hermano que llegaba de visita, pero al abrazar a la mujer le sacaba la nariz a mordiscos. Este hombrecito, la tercera persona, era la misma Erna. En una serie de juegos similares mostró el deseo de desalojar al padre de su posición frente a la madre. Por otra parte otros juegos mostraban su deseo edípico directo, de desembarazarse de la madre y conquistar al padre. Así hizo que un muñeco fuese el maestro de violín que daba lecciones a una niña golpeándole la cabeza  contra el violín o parándola sobre la cabeza mientras leía un libro. Le hizo arrojar el libro o el violín para que pudiese bailar con su alumna. Enseguida se besaron y se abrazaron, y entonces Erna me preguntó si yo permitiría al maestro casarse con su discípula. Otras veces un maestro y una maestra representados por un muñeco y una muñeca daban lecciones de cortesía a los niños, enseñándoles cómo hacer reverencias, saludar, etc. Al principio los chicos eran obedientes y educados (lo mismo que Erna, que siempre trataba de comportarse lo mejor posible), pero súbitamente atacaban al maestro y a la maestra atropellándolos, pisándolos, matándolos y asándolos. Se transformaron luego en demonios, deleitándose en el tormento de sus víctimas, pero repentinamente el maestro y la maestra estaban en el cielo y los demonios anteriores se habían transformado en ángeles, los cuales, de acuerdo con lo que decía Erna, ignoraban haber sido demonios, realmente «no lo fueron nunca». Dios padre, el maestro anterior, comenzó a besar y a abrazar apasionadamente a la mujer, los ángeles los adoraban y todo se arregló de nuevo, aunque no mucho después las cosas se estropearían de un modo u otro.
Erna jugaba a menudo a que ella era madre. Yo era el niño y una de mis faltas más graves era chuparme el pulgar. Lo primero que esperaba que me pusiese en la boca era la locomotora. Ella ya había admirado sus lámparas doradas diciendo: «qué lindas son, todas rojas y ardientes», y al mismo tiempo se las ponía en la boca y las chupaba. Las lámparas de la locomotora representaban para ella el pecho de la madre y el pene del padre. Todos estos juegos eran seguidos, invariablemente, por crisis de rabia, envidia y agresión contra la madre, a las cuales se agregaban remordimientos e intentos de reparación y reconciliación. Jugando con cubos, por ejemplo, los repartía entre nosotras de modo de tener siempre más que yo; lo hacía poniendo primero más para ella que para mí, pero luego reparaba tomando menos para ella, pero se las arreglaba siempre para quedarse con más cantidad al final; si construía algo con los cubos quería probarme cuánto más linda era su construcción que la mía o me la tiraba, simulando un accidente. Solía elegir un muñeco como juez para que decidiese que su casa era mejor que la mía. Por los detalles de este juego, en el tema de las casas se hizo evidente una antigua rivalidad con su madre. En la última parte del análisis esta rivalidad apareció en forma directa.
Además de estos juegos cortaba papel haciendo moldes. Me dijo que eso era «picadillo» y que estaba saliendo sangre del papel, después de lo cual se estremeció y dijo sentirse mal. En una ocasión habló de una «ensalada de ojos» y otra vez dijo que había cortado «flecos» de mi nariz. Expresó otra vez el deseo de morder mi nariz, deseo que había ya expresado en su primer hora de análisis (en realidad hizo cuanto pudo para realizar este deseo). De este modo expresó su identificación con la tercera persona, el muñeco que había invadido y quemado la casa y mordido la nariz de la mujer. En su caso, como en el de otros niños, el cortar papel tenía diversas finalidades. Liberaba impulsos sádicos y canibalísticos y representaba la destrucción de los genitales de sus padres o de todo el cuerpo de su madre. Al mismo tiempo, sin embargo, se expresaban sus impulsos reactivos; por ejemplo, cortando una linda alfombrita, recreaba lo destruido.
Después de cortar papel, Erna pasó a jugar con agua. Un pedacito de papel flotando en el lavatorio era un capitán cuyo bote se había hundido. El pudo salvarse según dijo Erna porque tenía algo «largo y dorado» que lo ayudó a salir del agua. Luego le arrancó la cabeza y anunció: «su cabeza desapareció, ahora se ahogó». Estos juegos con agua llevaron al análisis profundo de sus fantasías orales, uretrales y analsádicas.
Así, por ejemplo, jugaba a que era lavandera, y los papeles pintados representaban ropa blanca sucia de un niño. Yo era el chico que ensuciaba la ropa interior una y otra vez (incidentalmente Erna manifestó sus impulsos canibalísticos y coprofílicos mascando pedacitos de papel que representaban excrementos y niños a la vez que ropa sucia) Como lavandera, Erna tuvo oportunidad de castigar y humillar a un niño, representando el papel de la madre cruel. Pero como ella se identificaba con el niño, gratificaba así también sus deseos masoquísticos.
A veces hacía que la madre ordenara al padre castigar al niño y pegarle en el trasero. El castigo era recomendado por Erna en su papel de lavandera como medio de curar al niño de su amor por la suciedad. Una vez, en lugar del padre llegó un mago. Pegó al niño en el ano y luego en la cabeza con un palo, y al hacerlo, un fluido amarillo salió de la varita mágica. En otra ocasión el niño esta vez uno muy pequeño recibió para tomar una mezcla de polvos rojiza y blancuzca. Este tratamiento lo limpió, y repentinamente fue capaz de hablar y resultó tan inteligente como su madre . El mago representaba el pene, y el golpe con la vara, el coito. El fluido y los polvos representaban la orina, heces, semen y sangre, los cuales, según las fantasías de Erna, su madre se ponía dentro a través de la boca, ano y genitales al copular. En otra ocasión Erna repentinamente se convirtió de lavandera en vendedora de pescado que pregonaba su mercadería. Durante el curso del juego abrió el grifo del agua (al que solía llamar el grifo de crema batida) después de haber envuelto papel alrededor. Cuando el papel estaba empapado y caía dentro de la pileta, ella lo rompía y lo ofrecía a la venta como pescado. La glotonería compulsiva con que Erna bebía del grifo durante este juego y mascaba pescado imaginario, señalaba claramente la envidia oral que ella había sentido durante la escena primaría y durante sus fantasías primarias. Esta envidia había afectado profundamente el desarrollo de su carácter y era también un rasgo central de su neurosis . Las equivalencias del pescado con el pene del padre como también con las heces y con niños se hicieron obvias en sus asociaciones. Erna tenía variados pescados para vender, y entre ellos un Kokelfische o, como ella repentinamente lo llamaba, Kakelfische . Mientras los cortaba tuvo deseos repentinos de defecar, y esto me demostró que los pescados eran equivalentes a las heces, puesto que el cortarlos equivalía al acto de defecar. Como vendedora de pescado, Erna me trampeó en varias formas. Tomaba grandes cantidades de mi dinero sin darme en cambio pescado. No podía hacer nada contra ella porque la ayudaba un policía, y juntos «batían»  el dinero, y también el pescado, que me había sacado. El policía representaba a su padre, con quien ella copulaba y era su aliado en contra de su madre. Yo tenía que mirar mientras ella «batía» las monedas o el pescado con el policía y luego tenía que tratar de conseguir ambas cosas trampeándolos. En realidad tenía que fingir que hacía lo que ella misma había deseado hacer con su madre cuando presenció la relación sexual entre ella y su padre. Estos impulsos y fantasías sádicas eran el fondo de su fuerte ansiedad frente a la madre. Repetidamente manifestó temor a una «ladrona que le sacaría todo de su interior».
El significado simbólico del teatro y sus representaciones significando el coito de sus padres, surgieron muy claramente en el análisis de Erna . Las numerosas representaciones en que ella era una artista o una bailarina admirada por todos los espectadores demostraban la gran admiración admiración mezclada con envidia que sentía por su madre. A menudo también al identificarse con su madre fingía ser una reina ante la cual todos se inclinaban. En todas estas representaciones era siempre la niña la que tenía la peor parte. Todo lo que hizo Erna en el papel de madre la ternura que mostraba a su esposo, el modo como se vestía y permitía ser admirada tenía como propósito fundamental hacer surgir la envidia de la niña y herir sus sentimientos. Así, por ejemplo, cuando ella, en el papel de reina, celebró su casamiento con el rey, se acostó en el sofá y me pidió, como rey, que me acostase a su lado. Como me negase a hacerlo, a cambio de ello tuve que sentarme en una sillita cerca de ella y golpear el sofá con mi puño. Llamaba a esto «hacer manteca» y significaba copular. Inmediatamente me dijo que un niño salía de ella, y representó la escena con bastante realismo, retorciéndose y gritando. Este niño imaginario compartía el dormitorio de sus padres y era testigo de las relaciones sexuales entre ellos. Si las interrumpía era castigado y la madre se quejaba de él al padre. Si ella como madre ponía al niño en la cama, era solamente para desembarazarse de él y volver más pronto con el padre. El niño era maltratado y atormentado incesantemente. Para comer le daban avena, y era tan horrible que lo enfermaba. Mientras tanto el padre y la madre gozaban y comían manjares maravillosos hechos con una crema batida y con una leche especial preparada por el doctor Whippo o Whippour , nombre compuesto por whipping  y pouring out (batir y llenar). Esta comida especial, comida solamente por el padre y la madre, fue utilizada con infinitas variaciones para representar el intercambio de sustancias durante el coito. En las fantasías de copulación de Erna la madre incorporaba el pene y el semen del padre y su padre incorporaba el pecho de la madre y leche, siendo esto la base de su envidia y odio frente a ambos.
En uno de los juegos de Erna, un cura ofrecía una «representación». Abría la canilla y su compañera, una bailarina, bebía de ella. A la niña, llamada Cenicienta, se le permitía sólo mirar, y debía quedar completamente inmóvil. En este momento Erna tuvo una fuerte y súbita crisis de enojo que mostró los sentimientos de odio que acompañaban a sus fantasías y qué mal había logrado dominar esos sentimientos. Su relación con la madre estaba totalmente deformada por los mismos. Cada medida educacional, cada acto de disciplina, cada inevitable frustración, era sentida por ella como una agresión sádica por parte de su madre, hecha únicamente para humillarla y maltratarla.
Sin embargo, en sus ficciones, cuando ella era su madre, se mostraba afectuosa con su hijo imaginario mientras éste era sólo un bebé. Lo cuidaba, lo limpiaba y a veces lo perdonaba si estaba sucio. Esto se debía a que pensaba que había sido tratada con amor sólo cuando era pequeñita. Con los niños mayores era muy cruel y los dejaba torturar por los demonios de diversas maneras, hasta que finalmente los mataban . Se hizo claro que la niña era también la madre transformada en niño en las siguientes fantasías. Erna simulaba ser un niño que se había ensuciado, y yo, como madre, la reprendía, después de lo cual se volvía insolente y se ensuciaba más y más como acto de desafío, para molestar a la madre, y aun más, vomitaba la mala comida que yo le había dado. La madre llamaba entonces al padre, pero éste se ponía de parte de la niña. Luego la madre era atacada por una enfermedad llamada «Dios le ha hablado»; luego a su vez la niña se enfermaba de una enfermedad llamada «agitación de madre» y moría, y la madre era muerta por el padre como castigo. La niña resucitaba y se casaba con su padre, quien continuamente la elogiaba a costa de la madre. La madre a su vez revivía, pero como castigo era transformada por su padre en una niña, cosa que se lograba por medio de una varita mágica. Y entonces la madre tenía que sufrir todos los desprecios y malos tratos, a los que estuvo anteriormente sometida la niña. En numerosas fantasías de esta clase, en lo referente a la madre y a la hija, Erna repetía lo que ella creía que habían sido sus propias experiencias, mientras que por otra parte expresaba las cosas sádicas que desearía hacer a su madre si la relación niñomadre pudiera ser invertida.
La vida mental de Erna estaba dominada por fantasías analsádicas. En una etapa posterior del análisis empezaron una vez más los juegos con agua, produciendo fantasías en que las heces pegadas a la ropa sucia eran cocinadas y comidas. Después simulaba estar sentada junto al inodoro comiendo lo que ella producía, y que nos lo dábamos una a la otra. Estas fantasías de ensuciarnos continuamente una a la otra con orina y heces se hicieron cada vez más claras durante el análisis. En un juego mostró que la madre se había ensuciado una y otra vez y que todas las cosas del cuarto se habían transformado en heces por culpa de la madre, y por esto fue encarcelada, y moría de hambre. Ella tenía la tarea de limpiar lo que había dejado su madre, y en conexión con ello se llamaba a sí misma «Mrs. Dirt Parade» (señora Desfile de Suciedad). Calificaba con ello a una persona que exhibe su suciedad. Lograba la admiración y agradecimiento de su padre a través de su amor a la limpieza, él la apreciaba más que a su madre y se casaba con ella. Cocinaba para él. Las bebidas y comidas que se daban mutuamente eran una vez más orina y heces, pero en cambio eran de buena clase en vez de dañinas. Esto sirve de ejemplo de las numerosas y extravagantes fantasías analsádicas que se hicieron conscientes durante el análisis.
Erna, que era hija única, pensaba continuamente en la posible llegada de hermanos y hermanas. Sus fantasías de conexión con este temor merecen atención especial, porque hasta donde he observado tienen una aplicación general. A juzgar por ésta y otros niños en situación similar, parecería que el hijo único sufre mucho más que otro por la ansiedad sentida frente a los posibles hermanos o hermanas que está siempre esperando y por los sentimientos de culpa que tiene debido a sus impulsos inconscientes de agresión hacia ellos en su existencia imaginaría dentro del cuerpo de la madre; porque no tiene oportunidad de desarrollar una relación positiva con ellos en la realidad. Este hecho dificulta a menudo la adaptación social de un hijo único. Por mucho tiempo Erna tuvo ataques de rabia y de ansiedad al comenzar y finalizar su hora analítica conmigo, y en parte estaban ocasionados por el encuentro con otros niños que venían para ser tratados inmediatamente antes o después que ella y que representaban sus hermanos o hermanas cuya llegada estaba siempre esperando . Por otra parte, aunque se llevaba mal con otros niños, sentía a veces una gran necesidad de estar con ellos. Encontré que su deseo ocasional de un hermano o hermana estaba determinado por varios motivos: a) los hermanos y hermanas que ella deseaba significaban un hijo de ella misma; este deseo, sin embargo, era prontamente deformado por el fuerte sentimiento de culpa, ya que esto hubiera significado que ella había robado la criatura a su madre; b) la existencia del niño le hubiera reasegurado que los ataques que ella había hecho en su fantasía contra los niños que suponía dentro de la madre, no habían dañado ni a ellos ni a su madre, y en consecuencia, el interior de su propio cuerpo estaba ileso; c) le hubieran proporcionado la gratificación sexual que su padre y madre le habían negado, y aun lo más importante, d) hubieran sido aliados no solamente en los hechos sexuales sino también en sus empresas frente a los terroríficos padres. Ellos y ella juntos hubieran matado a la madre y capturado el pene del padre .
Pero a estas fantasías de Erna seguían rápidamente sentimientos de odio contra sus hermanos y hermanas imaginarios porque ellos eran en definitiva sólo sustitutos de su madre y su padre y por sentimientos de culpa muy fuertes debido a los actos destructivos que ellos y ella habían cometido en contra de sus padres en sus fantasías.
Usualmente terminaba por tener crisis depresivas.
Estas fantasías contribuían también a hacer imposible la buena amistad de Erna con otros niños. Huía de ellos porque los identificaba con sus hermanos y hermanas imaginarios, de modo que, por un lado, los consideraba cómplices de sus ataques contra sus padres, y, por otra parte, los temía como enemigos a causa de sus propios impulsos agresivos frente a sus hermanos y hermanas.
El caso de Erna arroja luz sobre otro factor que parece ser de importancia general.
En el primer capítulo llamé la atención sobre la particular relación que los niños tienen con la realidad. Señalé que el fracaso de sus intentos de adaptarse correctamente a la realidad puede reconocerse en el análisis del juego de niños bastante pequeños y que en el análisis era necesario llevar gradualmente al niño, aun al más pequeño, a un completo contacto con la realidad. En el caso de Erna, aun después de haber transcurrido una buena parte del análisis no pude obtener ninguna información detallada sobre su vida real. Obtuve bastante material de sus extravagantes impulsos sádicos contra su madre, pero no escuché nunca la más mínima queja o crítica a su madre real y a lo que ella realmente hacía. Aunque Erna llegó a reconocer que sus fantasías estaban dirigidas contra su propia madre real hecho que ella negó en la primera etapa de su análisis y aunque resultó bien claro que copiaba cada vez más a su madre de un modo exagerado y envidioso, fue difícil establecer una conexión entre sus fantasías y la realidad. Todos mis esfuerzos para traer su vida real dentro del análisis fueron infructuosos, hasta que hice progresos definidos analizando las profundas razones para querer separarse ella misma de la realidad. Las relaciones de Erna con la realidad mostraron claramente ser una fachada, y esto en mayor grado que lo que se hubiera podido prever a través de su conducta. En realidad había ensayado por todos los medios de mantener un mundo de ficción que la protegiese contra la realidad . Por ejemplo, acostumbraba imaginar que los coches de juguete y cocheros estaban a su servicio, obedecían sus órdenes y le daban cuanto pedía; las muñecas eran sus sirvientas, etc. Aun cuando ella estaba en estas fantasías, la dominaba la rabia y la depresión: iba entonces al baño y fantaseaba en voz alta cuando defecaba. Cuando salía del baño se echaba en el sofá chupándose el pulgar apasionadamente, masturbándose y hurgándose las narices. Conseguí llegar a que me contara las fantasías que acompañaban esta defecación, chupeteo, masturbación y hurgarse las narices. Por medio de estas satisfacciones físicas y de las fantasías ligadas a ellas, intentaba enérgicamente continuar la situación de ensueño que habíamos encontrado en sus juegos. La depresión, enojo y ansiedad que la poseían durante el juego, se debían al hecho de verse perturbada en sus fantasías por alguna intromisión de la realidad.
Recordaba también cuánto la molestaba si alguien se acercaba a su cama por la mañana cuando se chupaba el pulgar o se masturbaba. La razón de esto era no sólo el temor de ser sorprendida sino también que necesita defenderse de la realidad. Durante el análisis apareció una fabulación que adquirió fantásticas proporciones y nació de su intento de transformar, de acuerdo con sus deseos, una realidad que para ella era intolerable. Encontré que esta extraordinaria ruptura con la realidad para cuyo fin empleaba también fantasías megalomaníacas tenía su origen en el excesivo temor a los padres, especialmente a la madre. Con el fin de disminuir ese miedo Erna imaginaba ser una poderosa y severa señora en contra de su madre, y esto intensificaba su sadismo.
Las fantasías de Erna en las que era cruelmente perseguida por su madre comenzaron a mostrar claramente su carácter paranoide. Como ya he dicho, cada paso en su educación o crianza, el más mínimo detalle de su indumentaria era visto por ella como un acto de persecución por parte de su madre. No sólo esto, sino todo lo que su madre hacía, su conducta frente al padre, las cosas que hacia para su propia diversión, todo era sentido por Erna como persecución. Además se sentía continuamente espiada. Una de las causas de su excesiva fijación en la madre era su compulsión a vigilarla constantemente. El análisis mostró que Erna se sentía responsable de cada enfermedad de su madre y esperaba un castigo por sus propias fantasías agresivas. La acción de un superyó demasiado severo y cruel se veía en cada uno de los detalles de sus juegos y fantasías, alternando siempre entre una madre severa que castiga y un niño que odia. Era necesario un análisis profundo para explicar estas fantasías, idénticas a lo que en los adultos paranoides conocemos como delirios. La experiencia que he adquirido desde que expuse este caso me ha permitido ver el carácter peculiar de la ansiedad de Erna, de sus fantasías y de sus relaciones con la realidad, como típico de aquellos casos en que se manifiestan activamente fuertes rasgos paranoides .
En este punto quiero llamar la atención sobre las tendencias homosexuales de Erna, que fueron fuertemente acentuadas desde su primera infancia en adelante. Después que se analiza una gran cantidad de odio por su padre, surgido de la situación edípica, estas tendencias aunque indudablemente disminuidas, eran aun muy fuertes y parecía imposible resolverlas más. Fue sólo después de vencer largas y obstinadas resistencias que surgió a la luz el verdadero carácter de sus fantasías de persecución y su relación con la homosexualidad. Los deseos de amor anales surgieron más claramente en forma positiva, alternando con sus fantasías de persecución. Erna jugó una vez más a ser vendedora de tienda (vendía heces, y el significado inconsciente se hizo obvio porque al comienzo del juego tuvo que interrumpirlo para ir a defecar). Yo era la compradora y tenía que preferirla entre todas las demás vendedoras y pensar que sus mercancías eran especialmente buenas. Luego ella era la compradora y me amaba, representando de este modo su relación anal de amor entre ella y la madre. Estas fantasías anales fueron interrumpidas por crisis de depresión y odio contra mi, pero que en realidad eran dirigidas contra su madre. En conexión con esto, Erna produjo la fantasía de que una pulga que era de color  negro y amarillo «mezclados», y que ella misma reconocía inmediatamente como un pedazo de hez que resultó ser peligrosa y envenenada, salió de mi ano y se abrió camino hasta el de ella y la dañó .
En el caso de Erna pude observar la presencia de fenómenos que nos son familiares como subyacentes a las ideas delirantes de persecución, es decir la transformación de amor en odio hacía el progenitor del mismo sexo y un aumento extraordinario del mecanismo de proyección. Sin embargo, un análisis posterior reveló el hecho de que debajo de la actitud homosexual de Erna, en un nivel más profundo, existía un intenso sentimiento de odio contra la madre, derivado de su primera situación edípica y de su sadismo oral.
Este odio tuvo como resultado una excesiva ansiedad, que a su vez fue el factor determinante de cada uno de los detalles de sus fantasías de persecución. Llegamos entonces a un nuevo grupo de fantasías sádicas que excedían en la intensidad de su sadismo a todo lo que vi en el análisis de Erna. Esta fue la parte más difícil del trabajo y puso a prueba la voluntad de Erna de cooperar, ya que estaban acompañadas de una extrema ansiedad. Su envidia oral de las gratificaciones genitales y orales, que ella suponía que sus padres gozaban durante las relaciones sexuales, resultaron ser los fundamentos más profundos de su odio. Expresó estos sentimientos de odio una y otra vez por medio de innumerables fantasías dirigidas directamente contra sus padres unidos en copulación. En estas fantasías los atacaba, y especialmente a su madre, por medio de excrementos, entre otras cosas; y lo que subyacía más profundamente en su temor a mis heces (la pulga), que ella creía que era empujada dentro de ella, eran sus propias fantasías, en las que destruía el interior de su madre con sus propias heces envenenadas y peligrosas .
Después que estas fantasías sádicas e impulsos pertenecientes a los más tempranos estadíos de desarrollo fueron analizados aun más, disminuyó la fijación homosexual de Erna en su madre y se acrecentaron sus impulsos heterosexuales.
Hasta ahora el factor esencial de sus fantasías había sido su actitud de odio y amor hacía su madre. Su padre representaba sólo un medio para el coito y sólo de ahí provenía su importancia en la relación madrehija. En su imaginación, cada prueba de afecto de su madre a su padre, y en realidad su total relación hacía él, no tenía otro fin que defraudarla, ponerla celosa y enemistarla con su padre. Del mismo modo, en todas las fantasías en que ella privaba a su madre del padre y se casaba con él, el énfasis estaba siempre en el odio hacía su madre y en su deseo de mortificarla. Si en juegos de este tipo Erna era afectuosa con su esposo, pronto se veía que esta ternura era sólo aparente, con el objeto de herir los sentimientos de su rival. Al mismo tiempo que progresaba en su análisis, también mejoraron sus relaciones con el padre, y así comenzó a tener verdaderos sentimientos de naturaleza positiva. Ahora que la situación no estaba dominada tan completamente por el odio y el temor, se pudo establecer la relación edípica directa. Al mismo tiempo, la fijación de Erna en su madre disminuyó y mejoró su relación con ella, que había sido hasta entonces ambivalente.

La neurosis obsesiva en una niña de 6 años I