Carta 75 (14 de noviembre de 1897)
«Era, pues, el 12 de noviembre de 1897; el Sol estaba justamente en el cuadrante oriental, Mercurio y Venus en conjunción… ». No, hoy ya no empieza así un acta de nacimiento. Era el 12 de noviembre, un día dominado por una migraña del lado izquierdo, en que a la siesta Martin se sentó para escribir un nuevo poema y en que a la noche Oli perdió su segundo diente, cuando, tras los atroces dolores de parto que me acosaron las últimas semanas, me nació una nueva pieza de discernimiento. No del todo nueva, en verdad; ya repetidas veces se había mostrado y vuelto a retirar, pero esta vez se quedó, y se hizo la luz, Cómicamente, vislumbro estos sucesos un buen tiempo antes. Así, en el verano te escribí cierta vez [Carta 64 ] que hallaría , la fuente de la represión sexual normal (moral, vergüenza, etc.), y por largo tiempo no la hallé. Antes de las vacaciones [Carta 67 ] manifesté que el paciente más importante para mí era mi persona propia, y a la vuelta del viaje de vacaciones se desató de pronto el autoanálisis, del que hasta entonces no se advertía huella alguna. Y hace unas pocas semanas [Carta 72 ] , fue el deseo de ver sustituida la represión por lo esencial que hay tras ella, y de eso se trata ahora.
Que en la represión coopera algo orgánico, lo he vislumbrado a menudo; que se trata del abandono de anteriores zonas sexuales , ya pude referírtelo una vez, agregándote que, para mi contento, me topé también en Moll con una idea semejante. Privalim {dicho en privado}, no cedo a nadie la prioridad de la ocurrencia; en mí esa conjetura se enlazó al alterado papel de las sensaciones olfativas: la marcha erecta, nariz levantada del suelo, con ello se vuelven repugnantes -por un proceso que yo todavía, desconozco- ciertas sensaciones propias de la tierra que antes interesaban. (El levanta la nariz = él se tiene por algo particularmente noble.) Ahora bien, las zonas que en el ser humano normal y maduro ya no producen desprendimiento sexual tienen que ser la región del ano, así como la de la boca y la cavidad bucal. Esto se entiende en doble sentido; en primer lugar, que su vista y su representación ya no excitan, y, en segundo lugar, que las sensaciones internas que de ahí parten no brindan ninguna contribución a la libido, a diferencia de las originadas en los genuinos órganos sexuales. En los animales estas zonas sexuales siguen en vigencia en ambos sentidos; toda vez que esto prosigue en el ser humano, se genera perversión. Cabe suponer que en la infancia el desprendimiento sexual todavía no está tan localizado como después, de suerte que en ella aun aquellas zonas luego abandonadas (quizá junto con toda la superficie del cuerpo) incitan algo que es análogo al posterior desprendimiento sexual. El irse-al-fundamento {Zugrundegehen} de estas zonas sexuales iniciales tendría un correspondiente en la atrofia de ciertos órganos internos en el curso del desarrollo. Sobreviene desprendimiento sexual (tú sabes que me refiero a una variedad de secreción, que uno registra de manera correcta como el estado interno de la libido) no sólo 1 ) por estímulo periférico sobre los órganos sexuales, 2) por las excitaciones internas de estos órganos, sino también 3) desde las representaciones, en consecuencia huellas mnémicas,en consecuencia también por el camino de la posterioridad {Nachträglichkeit}.
(Ya conoces esta ilación de pensamiento.) Si un niño ha sido irritado en los genitales, años después, por posterioridad, desde el recuerdo de ello se genera un desprendimiento sexual mucho más intenso que en aquel momento, porque entretanto han crecido el aparato decisivo y el monto de secreción. Así, existe una posterioridad normal, no neurótica, y desde ella se genera la compulsión. (En el caso de nuestros otros recuerdos, de ordinario sólo son eficaces porque tuvieron eficacia como vivencias.) Ahora bien, esa posterioridad se instala también para los recuerdos de las excitaciones de las zonas sexuales abandonadas. Pero su consecuencia no es un desprendimiento de libido, sino de un displacer, de una sensación interior que es análoga al asco en el caso del objeto.
Dicho de manera burda, el recuerdo hiede actualmente como en el presente hiede el objeto; y así como en el asco extrañamos {damos vuelta}, el órgano sensorial (cabeza y nariz), de igual modo lo preconciente y el sentido conciente se extrañan del recuerdo. Esta es la represión.
¿Y qué resulta de la represión normal? Algo de lo cual puede devenir, si libre, angustia; si psíquicamente ligado, desestimación; por tanto, la base afectiva para una multitud de procesos intelectuales del desarrollo, como la moral, la vergüenza, etc. Todo esto se genera a expensas de una sexualidad sepultada {untergehen} (virtual). Así, es evidente que con las oleadas de desarrollo el niño es revestido de piedad, vergüenza, etc., y que la falta de ese sepultamiento de zonas sexuales puede producir la moral insanity {insanía moral} como inhibición del desarrollo.
Estas oleadas se dispondrán diversamente en el orden del tiempo en el sexo masculino y en el femenino. (El asco sobreviene antes en la niña pequeña que en el varoncito.) Ahora bien, la diferencia rectora entre ambos sexos se instaura hacia la pubertad, cuando una repugnancia sexual que no es neurótica se apodera de la, muchacha, y la libido del varón. Y es que hacia esta época se sepulta en la mujer (en todo o en parte) otra zona sexual que en el varón subsiste. Me refiero a la zona genital masculina, la región del clítoris, en la que durante la infancia aparece concentrada la sensibilidad sexual de la niña también. De ahí que hacia esta época a la mujer la inunde la vergüenza, hasta que de manera espontánea o reflectoria es despertada la nueva zona, la vaginal. De ahí tal vez la anestesia de las señoras, el papel de la masturbación en las niñas destinadas a la histeria y el cese de la masturbación cuando de ella deviene una histeria.
Pasemos ahora a las neurosis. Vivencias infantiles que alcanzan meramente a lo genital nunca producen neurosis en el varón (ni en la mujer masculina), sino sólo una compulsión masturbatoria y libido. Pero como las vivencias infantiles por regla general han alcanzado también a las otras dos zonas sexuales, también en el varón puede darse el caso de que la libido que despierta con posterioridad conduzca a la represión y a la neurosis. En la medida en que el recuerdo ha conservado una vivencia concerniente a l os genitales, produce con posterioridad libido; en la medida en que ano, boca, etc. {fueron los afectados}, se produce con posterioridad asco interior, y el consecuente estado final es que un monto de libido no puede irrumpir, como en otros casos, hasta la acción o la traducción psíquica, sino que tiene que abrirse paso en dirección regresiva (como en el sueño). Una vez que libido y asco se entraman asociativamente, a la primera se debe que del recuerdo no pueda devenir un displacer general, etc., sino que sobrevenga una valoración psíquica, y al segundo, que esta no brinde otra cosa que unos síntomas en lugar de unas representaciones-meta. Lo psicológico en esto no sería difícil de captar; en cuanto al factor orgánico, consiste en que la resignación de las zonas sexuales se produzca según el tipo de desarrollo masculino o femenino, o no se produzca.
Ahora bien, es probable que la elección de neurosis, la decisión sobre si se genera una histeria, una neurosis obsesiva o una paranoia, dependa de la naturaleza de la oleada (es decir, de su deslinde en el tiempo) que posibilita la represión, o sea, que muda una fuente de placer interior en una de asco interior.
Hasta aquí, con todas las oscuridades que esto envuelve. De acuerdo con ello, he resuelto considerar en lo sucesivo como factores separados lo que produce libido y lo que produce angustia. También he renunciado a declarar que la libido es el factor masculino, y la represión el femenino. Comoquiera que fuere, se trata de unas decisiones sustantivas. La oscuridad se sitúa sobre todo en la alteración por la cual de la sensación de necesidad interior devendrá una sensación de asco. El principal valor de la síntesis reside en el enlace del proceso neurótico con el normal. Por eso ahora hace falta de manera perentoria un pronto esclarecimiento de la angustia neurasténica común.
Mi autoanálisis sigue interrumpido; ahora advierto por qué. Sólo puedo analizarme a mí mismo con los conocimientos adquiridos objetivamente (como lo haría un extraño); un genuino autoanálisis es imposible, de lo contrario no existiría la enfermedad [la neurosis]. Puesto que todavía tropiezo con enigmas en mis pacientes, es forzoso que esto mismo me estorbe en el autoanálisis.