Obras de S. Freud: Manuscrito H. Paranoia (24 de enero de1895)

Manuscrito H. Paranoia (24 de enero de1895)

 [Anexo a una carta (inédita) del 24 de enero de 1895.

Es este el primero de numerosos estudios de Freud sobre la paranoia. Doy un resumen de ellos en mi «Nota introductoria» al análisis de Schreber (1911c), AE, 12, págs. 4-6. Más o menos un año después del presente manuscrito, Freud volvió a hacer un examen (menos interesante) del tema en el Manuscrito K, que luego, ampliado, constituyó la sección III del segundo trabajo sobre las neuropsicosis de defensa (1896b), AE, 3, págs. 175 y sigs. Si bien aquí se indaga en el mecanismo de la proyección, no hay ninguna vislumbre de que la afección tenga un fundamento en la homosexualidad. Esa teoría fue dada a conocer por primera vez en el análisis de Schreber (AE, 12, pág. 41), aunque allí nos dice Freud que había estado estudiando el problema junto con Jung y Ferenczi «en los últimos años». Ernest Jones (1955, págs. 303 y 281) menciona que Freud había planteado el asunto a Ferenczí el 11 de febrero de 1908 -en una carta que Jones cita en parte y lo había discutido con Jung unos días antes, el 27 de enero. En esa carta a Jung, asevera Jones, Freud decía que Fliess le había enseñado esto. Presumiblemente lo hizo de palabra, ya que en las publicaciones de Fliess no hay indicio alguno de ello. Ahora bien: hace poco se descubrió un memorando (hasta ahora inédito) que Freud envió a Jung y que versa sobre la teoría de la paranoia con bastante detalle; y tampoco en él hay trazas del fundamento homosexual. Aunque ese memorando no tiene fecha, se lo halló junto a otras cartas dirigidas a Jung que datan del primer semestre de 1907. Es probable, entonces, que la nueva teoría fuese concebida en el segundo semestre de ese año, y que Freud sólo la hubiese considerado seriamente poco antes de enviar las dos cartas a Jung y Ferenczi antes mencionadas.]

La representación delirante se clasifica en la psiquiatría junto a la representación obsesiva como una perturbación puramente intelectual, y la paranoia junto a la locura obsesiva como psicosis intelectual. Una vez que la representación obsesiva se ha reconducido a una perturbación afectiva, y se ha demostrado que debe su intensidad a un conflicto, es forzoso que la representación delirante caiga bajo la misma concepción; por tanto, también ella es la consecuencia de unas perturbaciones afectivas y debe su intensidad a un proceso psicológico. Los psiquiatras suponen lo contrarío. el lego está habituado a derivar la locura de unas vivencias anímicas conmocionantes. Quien en ciertas circunstancias no pierde su entendimiento «es que no tiene ninguno que perder».

De hecho, esto es así: la paranoia crónica en su forma clásica es un modo patológico de la defensa, como la histeria, la neurosis obsesiva y la confusión alucinatoria. Uno se vuelve paranoico por cosas que no tolera, suponiendo que uno posea la predisposición psíquica peculiar para ello.

¿En qué consiste esta predisposición? En la inclinación a aquello que constituye el signo distintivo psíquico de la paranoia; lo consideraremos con un ejemplo.

Una doncella que va envejeciendo, de unos 30 años, vive junto con su hermano y su hermana [mayor]. Pertenecen al estamento obrero superior; mediante su trabajo, el hermano ha logrado instalarse como pequeño fabricante. Entretanto, alquilan una habitación a un compañero, un hombre muy viajado, algo enigmático, muy diestro e inteligente, que durante un año mora con ellos como el mejor camarada y la mejor de las compañías. Luego el hombre se despide, para retornar pasados seis meses. Ahora permanece sólo breve tiempo y desaparece definitivamente. Las hermanas suelen lamentar su ausencia, no saben más que hablar bien de él; no obstante, la menor le cuenta a la mayor sobre una vez que él intentó ponerla en peligro.

Ordenaba ella la pieza mientras él todavía estaba en cama; entonces la llamó junto al lecho, y cuando se llegó sin sospechar nada, le puso su pene en la mano. La escena no tuvo ninguna continuación, el extraño partió de viaje poco después.

En los años que siguieron, la hermana que había tenido esa vivencia, sufriente, empezó a quejarse y al fin se formó un inequívoco delirio de ser notada y de persecución, con este contenido: las vecinas le tenían lástima como a una que se había quedado para vestir santos, que seguía esperando a aquel hombre; le hacían alusiones de esta clase, se contaban toda clase de chismes con respecto a ese hombre, y cosas parecidas. Ella dice que desde luego era todo falso. A partir de entonces, ese estado aqueja a la enferma sólo por algunas semanas; trascurridas estas, se le vuelve a aclarar la mente, explica todo como una consecuencia de la irritación; en los intervalos padece, por lo demás, de una neurosis que no es difícil interpretar sexualmente -y pronto torna a caer presa de una nueva oleada de paranoia-.

La hermana mayor había notado con asombro que la enferma, tan pronto la plática recaía sobre aquella escena de tentación, la desconocía {leugnen}. Breuer atendió el caso, la enferma fue enviada a mí y me empeñé en curar el esfuerzo {Drang} hacia la paranoia restituyendo sus derechos al recuerdo de aquella escena. No se consiguió; le hablé dos veces, me hice narrar en hipnosis de concentración todo lo que se refería al huésped, y a mis insistentes preguntas sobre si empero no había ocurrido algo «embarazoso», recibí como respuesta la más tajante negación y … no volví a verla. Me hizo comunicar que eso la irritaba demasiado. ¡Defensa! Eso se discernía con claridad. Ella no quería que se lo recordaran, y en consecuencia lo había reprimido {Verdrängen} adrede.

La defensa era de todo punto indudable, pero de igual modo habría podido crear un síntoma histérico o una representación obsesiva. Ahora bien, ¿dónde se sitúa lo peculiar de la defensa paranoica?

Ella se ahorraba algo; algo era reprimido. Se puede discernir qué era. Es probable que cayera en irritación con la visión o con el recuerdo de esa visión. Se ahorraba de ese modo el reproche de ser una «mala persona». Luego hubo de oírlo desde afuera. El contenido positivo se conservó en tonces imperturbado, pero algo varió en la posición de toda la cosa. Antes era un reproche interno, ahora era una insinuación que venía desde afuera. El juicio sobre ella había sido trasladado hacia afuera, la gente decía lo que ella habría dicho de sí misma. Algo se ganaba con ello. Al juicio pronunciado desde adentro habría debido aceptarlo; al que llegaba desde afuera podía desautorizarlo. Con esto, el juicio, el reproche, era mantenido lejos del yo. La paranoia tiene, por tanto, el propósito de defenderse de una representación inconciliable para el yo proyectando al mundo exterior el sumario de la causa que la representación misma establece.

Dos preguntas:

[1] ¿Cómo se llega a ese traslado?

[2] ¿Rige también en otros casos de paranoia?

1 . Muy simple; se trata del abuso de un mecanismo psíquico utilizado con harta frecuencia dentro de lo normal: el traslado o proyección. Ante cada alteración interior, tenemos la opción de suponer una causa interna o una externa. Si algo nos esfuerza a apartarnos del origen interno, naturalmente recurrimos al origen externo. En segundo lugar, estamos habituados (por la expresión de las emociones) a que nuestros estados interiores se denuncien ante los otros.

Esto da por resultado el delirio normal de ser notado, y la proyección normal. Y normal es, en efecto, mientras a todo esto permanezcamos concientes de nuestra propia alteración interior. Si la olvidamos, nos queda sólo la rama del silogismo que lleva hacia afuera, y de ahí la paranoia, con la sobrestimación de lo que de nosotros se sabe y de los hechizos que padecemos. Y eso que se sabe de nosotros, y que nosotros no sabemos, no podemos admitirlo. Por tanto, abuso del mecanismo de proyección a los fines de la defensa.

Por otra parte, con las representaciones obsesivas ocurre algo por entero análogo. También el mecanismo de sustitución es normal. Cuando la vieja doncella se aficiona a un perro, y el solterón colecciona tabaqueras, la primera sustituye su necesidad de comunidad conyugal, y el segundo, su necesidad de… conquistas numerosas. Todo coleccionista es un Don Juan Tenorio sustituido, como también el escalador de cumbres, el sportsman, etc. Son unos equivalentes eróticos. Las mujeres los conocen también. El tratamiento ginecológico cae en esta categoría. Existen dos clases de mujeres enfermas: unas son tan fieles al médico como a su marido, las otras cambian de médico como de amante. Ahora bien, de este mecanismo de sustitución de efecto normal se abusa en el caso de las representaciones obsesivas -eventualmente, a los fines de la delensa.

[2.] Y bien: ¿rige esta concepción también para otros casos de paranoia?

Yo opinaría que para todos. Tomaré algunos ejemplos.

El paranoico litigante no se concilia con la idea de haber obrado mal, o de tener que separarse de sus bienes, En consecuencia, el juicio no es conforme a derecho, él no ha obrado mal, etc.

El caso es harto claro, aunque acaso no del todo unívoco; se lo podría resolver más simplemente.

La gran nación no puede entender la idea de haber sido derrotada en la guerra. Por consiguiente, no ha sido derrotada, la victoria no vale; así da el ejemplo de una paranoia de masas, e inventa el delirio de la traición El alcohólico nunca se confesará haberse vuelto impotente por la bebida. Puede tolerar mucho alcohol, mas no tolera en igual grado esa intelección. Por ende, es la esposa la culpable -delirio de celos, etc.-.

El hipocondríaco se debatirá largo tiempo antes de hallar la clave para sus sensaciones de estar gravemente enfermo. No se confesará que aquellas provienen de su vida sexual, pero le deparará la máxima satisfacción que su enfermedad no sea endógena, en los términos de Moebius, sino exógena; en consecuencia, está envenenado.

El funcionario relegado en los ascensos necesita {imaginar} el complot de persecución y que es espiado en su oficina, de lo contrario tendría que confesarse su fracaso.

Pero lo que así se genera no es siempre forzosamente un delirio de persecución. Un delirio de grandeza consigue, quizá todavía mejor, mantener apartado del yo lo penoso. Es el caso de la marchita cocinera que debería hacerse a la idea de permanecer excluida de la dicha amorosa.

Es el momento justo para el caballero de la casa frontera, quien a todas luces quiere desposarla y se lo da a entender de una manera tan asombrosamente tímida, aunque perceptible.

En todos los casos, la idea delirante es sustentada con la misma energía con que el yo se defiende de alguna otra idea penosa insoportable. Así, pues, aman al delirio como a sí mismos.

He ahí el secreto.

Ahora bien ¿cómo se comporta esta forma de la defensa en relación con las ya consabidas:

1 ) histeria; 2) representación obsesiva; 3) confusión alucinatoria, y 4) paranoia? Entran en cuenta: afecto, contenido de la representación y alucinaciones. [Véase cuadro.]

1. Histeria. La representación inconciliable no es admitida para su asociación con el yo. El contenido se conserva desintegrado, falta dentro de la conciencia, su afecto es [tramitado(247)] por conversión a lo corporal.

2. Representación obsesiva: Tampoco aquí la representación inconciliable es admitida para la asociación. El afecto se conserva; el contenido es sustituido.

3. Confusión alucinatoria: La representación inconciliable íntegra (afecto y contenido) es mantenida apartada del yo, lo cual sólo es posible a expensas de un desasimiento parcial del mundo exterior. Se llega a unas alucinaciones que son amistosas para con el yo y que sostienen la defensa.

4. Paranoia: Contenido y afecto de la representación inconciliable se conservan, en total oposición al caso 3, pero son proyectados al mundo exterior. Alucinaciones que se generan en variadas formas; son hostiles al yo, pero sostienen la defensa.

Por oposición a ello, las psicosis histéricas, en las que justamente cobran poder las representaciones que cayeron bajo la defensa. Tipo: ataque y é tat secondaire. Las alucinaciones son hostiles al yo.

La idea delirante es o bien el calco o bien lo opuesto de la representación que cayó bajo la defensa (delirio de grandeza). Paranoia y confusión alucinatoria son las dos psicosis de «desafío eso» o de «justamente es eso» {Trotz- oder – Justamentspsychosen}. La «referencia a sí propio» de la paranoia es análoga a las alucinaciones de la confusión, que justamente quieren aseverar lo contrario del hecho que cayó bajo la defensa. Así, la referencia a sí propio quiere demostrar siempre que la proyección es correcta.

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