Para el postmoderno solo existe el presente y la vida se concibe como una sucesión
perenne de instantes que no siempre tienen conexión entre ellos. Esta actitud ante la
vida la resume perfectamente el adagio latino “Carpe diem”: mide el día, vive el
momento. El presente es lo único que existe y hay que disfrutarlo a tope. El hombre de
hoy vive sin pasado que no conoce ni valora y no confía en el futuro. Solo cuenta lo
que se vive aquí y ahora. Por eso le cuesta ahorrar y se abandona a un consumismo
frenético. El joven entiende que tiene que construirse un futuro pero sin sacrificar
totalmente su presente. Todo se mide con la ley del “mínimo coste, máximo
beneficio”.
A este fenómeno responde la adolescencia prolongada en la que viven muchas personas que alargan su juventud hasta mediados los treinta años.
Durante ese tiempo se disfruta de las ventajas de ser adulto: dinero, autonomía,
libertad; y las prerrogativas de ser joven: provisionalidad, experimentación,
espontaneidad, no compromiso, etc. Junto a esto hay muy poca voluntad de asumir
también las cosas negativas de ambos mundos: la responsabilidad del adulto, la
dependencia del adolescente. Este afán de disfrutar el presente no es del todo festivo.
Muchas veces es una reacción natural de escape a la percepción que se tiene de que el
futuro es poco esperanzador. A veces la situación social, el difícil acceso al mercado de
tabajo, la hipoteca, etc., no permite que un joven viva efectivamente como un adulto.
Muchos jóvenes viven el futuro como algo incierto. Por eso se refugian en un presente
lúdico y festivo que es lo único que parece que se puede poseer.
Este presente centrado en la diversión esconde una cara amarga que es la de la
inseguridad y la profunda insatisfacción vital en la que viven muchos jóvenes que
perciben que lo que les espera en la vida es peor de lo que han vivido hasta ahora.
Como aspectos positivos: este aspecto recupera el valor del presente como algo que no
puede despreciarse por un futuro incierto. En realidad estamos llamados todos a
apoderarnos del presente como el único tiempo en el que podemos actuar: el pasado
ya no es, el futuro no ha llegado.
Como aspectos negativos: el problema del presentismo es que propone un presente cerrado sobre sí mismo, sin conexión con el pasado, lo ignora, y sin proyección al futuro. Es un presente que no es productivo porque no se vive como proyecto de construcción de
una personalidad, sino como mero disfrute de lo que ahora se tiene.