Adolescentes y la salud: centros de salud

La existencia de una problemática de salud significativa y las dificultades para relacionarse y trabajar con ellos aconsejan realizar un esfuerzo específico para desarrollar una política de salud hacia los adolescentes.
La polémica sobre si deben ser los centros de salud los encargados de llevarla a
cabo o se deben crear recursos específicos en nuestra opinión es falsa. Los centros de
salud no pueden permanecer indiferentes porque poco o mucho los adolescentes
van a dejarse ver por la consulta o sus padres van a acudir planteando cuestiones
relacionadas con ellos.
Pero también es cierto que desde instancias específicas
(programa joven) se puede facilitar el acceso de sectores, muchos de ellos de
alto riesgo, que no van a acudir a los servicios de salud habituales. Por lo tanto,
ambos recursos se deben considerar complementarios.
En todo caso es necesario informar a los adolescentes con qué servicios cuentan para atenderles y arbitrar mecanismos para facilitar su acceso.
Creemos que los profesionales de atención primaria pueden desarrollar una labor importante en esta época de desestabilización que supone la adolescencia.
Para ello tienen que abrir espacios en los que los adolescentes pasen a ser los protagonistas de su salud arrebatándoles esta prerrogativa a sus padres. Pero abrir estos espacios no es fácil porque el adolescente puede consultar solamente por problemas menores, mientras que los problemas psicosociales más importantes permanecen consulta en compañía de sus progenitores.
En las ocasiones que el adolescente acude por un problema menor es necesario abordar
no solamente el motivo concreto de consulta sino incluir la detección de los
factores de riesgo y llevar a cabo una educación para la salud personalizada. La
atención no debe limitarse a los problemas que ya han aparecido sino que se precisa
ayudar a los adolescentes y a sus padres para prepararse a los cambios y situaciones
conflictivas más comunes.
En estos momentos, en atención primaria y especialmente entre los médicos de
familia, se debe desarrollar un esfuerzo para conseguir una atmósfera acogedora
para los pacientes adolescentes, para que los profesionales tomen conciencia de las
necesidades y de las características de este grupo de población y sean capaces de
mostrar respecto y una actitud que tienda a establecer relaciones igualitarias y no
paternalistas. Si la atención dentro del centro de salud debe realizarse desde
pediatría o desde el médico de familia constituye otro debate.
La prolongación de
la adolescencia, los límites difusos de edad a la que ésta se supera (por el contrario su
comienzo es más homogénea) hace más lógico que sea la entrada en ésta la que marque el inicio de la relación con el médico de familia, que puede tener un valor simbólico como salida de infancia y de tomar en sus manos el cuidado de su salud.
De todos modos, realmente lo importante es que el trabajo con adolescentes lo hagan profesionales motivados y preparados.
Para trabajar con adolescentes se necesitan básicamente tres requisitos: predisposición personal, competencia en el manejo de los problemas de los adolescentes y capacidad de comunicar con ellos.
Es muy difícil que alguien pueda ser capaz de proporcionar atención y establecer una
relación eficaz con los adolescentes si éstos le disgustan o no se siente cómodos
con ellos. Es preciso entender cómo hay que establecer el contacto y la relación
con el paciente adolescente. La clave está en la identificación empática con su circunstancia,
ofreciéndole una imagen respetuosa y comprensiva por un lado, y sólida
por otro. Nosotros debemos mostrarnos ante ellos como adultos ubicados en la
trama social, no censuradores de sus valores inestables, pero sí como modelos referentes
de los que podrán aprehender aspectos que incorporar. La oferta ante el adolescente no es la sanción imperativa es el juicio y el criterio benevolente que podrá criticar, contrastar e incluso negar, pero que debemos asegurarnos que queda en ese lugar “flotante” al que el adolescente podrá recurrir buscando identificacionesque apuntalen sus sentimientos de ser uno mismo (“mismidad”).