La alimentación de los adolescentes, trastorno de la conducta alimentaria

La alimentación de los adolescentes es el campo propicio para ver los recursos propios de este grupo etario para pertenecer a su conjunto.
No es en vano que los diferentes sindromes agrupados bajo la denominación de «trastornos de la conducta alimentaria » se vuelven más graves para el sufriente adolescente en tanto este joven no pueda permanecer en su grupo.
Imponiéndose cuatro mensajes sociales:
– El ideal de salud propio de cada sistema nacional.
– El ideal estético femenino ligado a alcanzar o restaurar las formas que se anuncian en los medios masivos de comunicación. El acento puesto en la restauración tiene relación con los aprontes necesarios para las mujeres en épocas definidas como carenciadas: puerperio, menopausia, etc.
– El ideal de éxito: LA IMAGEN. Lo que no está expresado en términos de imagen mediática no existe.
– El ideal social: EL CONSUMIDOR.

Trastornos de la Conducta Alimentaria:
1) Establecer una adecuada distinción entre cronicidad y proceso, entendiendo proceso como la medición de eficacia y eficiencia en los cambios producidos en el transcurso de una situación terapéutica.
2) Dificultades en la transferencia, entendida, esta última, desde la teoría psicoanalítica. Permanente oscilación entre polos críticos de dependencia y autonomía.
3) Trauma infantil no reprimido: fallas en las funciones instituyentes que no logran bordear simbólicamente situaciones vividas como traumáticas y originadas tanto por las situaciones familiares como sociales (grupos de pertenencia).
4) Circuitos impulsivos (acting out y pasajes al acto) que responden, en muchas ocasiones, a verdades que «hacen hacer» en lugar de «hacer decir».
5) Baja expectativa en proyectos vitales: enunciados injuriantes durante la pubertad y la adolescencia que ponen en duda la atribución narcisística inicial del infans. Para la corriente inglesa actual de trabajo en trastornos de la conducta alimentaria, esto es descripto como emoción expresada (E.E.), grado de verbalización de una atribución negativa de un adulto hacia su/s hijo/s. Para Gerard Russell, estos fenómenos son, en sí mismos, un elemento a tener en cuenta para contraindicar el abordaje familiar conjunto en estos casos.
6) Situar sobre qué estatuto interdisciplinario trabaja cada equipo.