Klein: ANÁLISIS TEMPRANO. La resistencia del niño al esclarecimiento sexual (tercera parte)

 ANÁLISIS TEMPRANO La resistencia del niño al esclarecimiento sexual

Esto explica, además, mis interpretaciones a veces muy incompletas. En este caso, yo tenía una gran riqueza de material que en su mayor parte quedó sin interpretar. Igual que su teoría predominante, también podían percibirse varias otras teorías sobre el nacimiento y distintas cadenas de pensamientos, y aunque aparentemente corrían paralelas unas a otras, predominaba ora una, ora otra. La bruja de su fantasía mencionada en último término sólo introduce una figura (que reaparecía con frecuencia en esa época) que a mi parecer había obtenido por división de la imago materna. Veo también esto en la actitud ocasionalmente ambivalente hacia el sexo femenino, que en los últimos tiempos se hizo evidente en él. En general, su actitud hacia las mujeres y hacia los hombres es muy buena, pero observo ocasionalmente que considera a las niñas y también a las mujeres adultas con irracional antipatía. Esta segunda imago femenina que ha disociado de su madre amada, para conservarla tal como está, es la mujer con pene a través de la cual, lo que es también aparente para él, sale el camino hacia su homosexualidad, ahora claramente indicada. El símbolo de la mujer con pene es también en su caso la vaca, un animal que no le gusta, en tanto que le atrae mucho el caballo (35). Para dar sólo un ejemplo de esto, muestra disgusto por la espuma de la boca de la vaca y declara que ella quiere escupir a la gente, pero que el caballo quiere besarlo a él. Se revela inequívocamente que para él la vaca representa la mujer con pene, no sólo en su fantasía sino también en varias observaciones. Repetidamente, al orinar, ha identificado el pene con la vaca. Por ejemplo: «La vaca deja caer leche en la bacinilla» o, cuando abre su pantalón: «La vaca está mirando por la ventana.» El veneno que le ofrece la bruja probablemente podría estar determinado también por la teoría de la fecundación por la comida, que también tuvo. Algunos meses antes, casi nada podía notarse aún de esta actitud ambivalente. Cuando oía a alguien decir que cierta dama era desagradable, preguntaba asombrado: «¿Puede una dama ser desagradable?» Relató otro sueño asociado con sentimientos de angustia y nuevamente con fuertes indicaciones de resistencia. Explicó la imposibilidad de contarlo diciendo que era tan largo que necesitaría todo el día para contarlo. Le repliqué que entonces podía contarme solamente una parte: «Pero era justamente el largo lo que era horrible», fue su respuesta. Pronto cayó en la cuenta de que este «horrible largo» era el pipi del gigante a que el sueño se refería. Reapareció en varias formas como un aeroplano que la gente llevaba a un edificio, en el cual no podían verse puertas ni el suelo alrededor de él, y sin embargo las ventanas estaban abarrotadas de gente. Encima del gigante colgaba por todas partes gente que lo sujetaba también a él. Era una fantasía del cuerpo materno y paterno y también deseo del padre. También actúa en este sueño su teoría del nacimiento, la idea de que él concibe y tiene a su padre (otras veces a su madre) por vía anal. Al final de este sueño, él puede volar solo, y con la ayuda de otras personas que ya han salido del tren, encierra al gigante en el tren en movimiento y vuela llevándose la llave. El mismo, junto conmigo, interpretó gran parte de este sueño. Generalmente estaba muy interesado por interpretar y preguntaba si era bastante «profundo dentro de él» donde pensaba todas las cosas que no sabía sobre sí mismo, si todos los adultos podían explicarlo, etcétera. Sobre otro sueño comentó que era placentero pero que sólo podía recordar que había un oficial con un gran cuello de camisa y que también él se ponía un cuello similar. Salían juntos de algún lado. Estaba oscuro y él se caía. Luego de la interpretación de que se trataba otra vez de su padre y de que él quería un pipi similar, se le ocurrió de repente qué había sido lo desagradable. El oficial lo había amenazado, lo había sostenido, no le había dejado levantarse, etc. De las asociaciones libres que esta vez dio de buen grado, subrayaré sólo un detalle que se le ocurrió cuando le pregunté de dónde salía con el oficial. Se le ocurrió que le había gustado el patio de un comercio porque había pequeños vagones cargados que entraban y salían de él sobre vías angostas: nuevamente el deseo de hacerle a mamá simultáneamente con papá lo que este último le hace a ella, en el que sin embargo falla, y proyecta sobre su padre su propia agresividad contra este último. Me parece que aquí también actúan poderosos determinantes erótico-anales y homosexuales (indudablemente presentes en las numerosas fantasías sobre el diablo en las que éste vive en huecos o en una extraña casa). Después de este periodo de renovada observación durante aproximadamente seis semanas, con el análisis pertinente, en especial de los sueños de angustia, desapareció por completo la angustia. Otra vez no hubo problemas con el sueño y el momento de irse a dormir. El juego y la sociabilidad no dejaban nada que desear; junto con la angustia habla surgido una ligera fobia a los niños de la calle. Su fundamento real era que los muchachos callejeros lo habían amenazado y molestado repetidamente. Mostraba miedo a cruzar solo la calle y no podía convencérselo de que lo hiciera. Por estar de viaje no pude analizar esta fobia. Pero, aparte de esto, el niño daba una excelente impresión; cuando tuve oportunidad de verlo nuevamente pocos meses después, esta impresión se fortificó. Entretanto había perdido su fobia en la siguiente forma, como él mismo me informó. Poco después de mi partida corrió primero a través de la calle con los ojos cerrados. Después la cruzó mirando hacia otro lado, y finalmente la cruzó tranquilamente. Por otra parte mostró (probablemente como resultado de su intento de autocuración (¡me aseguró orgullosamente que ahora no tenía miedo a nada!) una decidida falta de inclinación por el análisis y también aversión a contar historias y escuchar cuentos; sin embargo, éste era el único punto en el que había aparecido un cambio desfavorable. ¿Fue la curación al parecer permanente de la fobia -que pude comprobar seis meses después- sólo un resultado de su intento de autocuración? O quizá fue, por lo menos en parte, un postefecto del tratamiento luego de interrumpir éste, como puede observarse a menudo en la desaparición de uno u otro síntoma después del análisis. Además preferiría no utilizar la expresión «tratamiento terminado en este caso. Estas observaciones, con interpretacio nes sólo ocasionales, no podrían considerarse un tratamiento; preferiría describirlo como un caso de «crianza con rasgos analíticos». Por la misma razón no quisiera aseverar que había terminado en el punto que he descrito hasta aquí. La manifestación de tanta resistencia al análisis, y el desagrado por los cuentos no parecen indicaciones de que probablemente su crianza posterior dará de cuando en cuando ocasiones para recurrir al análisis. Esto me lleva a la conclusión que extraeré de este caso. Creo que ninguna crianza debe hacerse sin orientación analítica, ya que el análisis proporciona una ayuda muy valiosa y, desde el punto de vista de la profilaxis, hasta ahora incalculable. Incluso, si puedo fundamentar esta pretensión en un solo caso en que el análisis resultó de mucha ayuda para la crianza, me baso también en muchas observaciones y experiencias que pude hacer en niños criados sin ayuda del análisis. Presentaré sólo dos casos de desarrollo infantil (36) que me son bien conocidos y que me parecen adecuados como ejemplo, ya que no llegaron ni a la neurosis ni a ningún desarrollo anormal, y que por consiguiente pueden ser considerados como normales. Los niños en cuestión están muy bien tratados y muy sensible y amorosamente criados. Por ejemplo, fue un principio de su crianza que se les permitiera toda pregunta y se las contestara de buen grado; también en otros aspectos se les permitió mayor naturalidad y libertad de opinión de la que generalmente se da pero, aunque tiernamente, se los guió con firmeza. Sólo uno de los niños hizo uso (y en grado muy limitado) de la entera libertad de hacer preguntas y obtener información, con el propósito de lograr esclarecimiento sexual. Mucho después -cuando era ya casi un adulto- el muchacho dijo que la respuesta correcta dada a su pregunta sobre el nacimiento le había parecido completamente inadecuada y que este problema había seguido ocupando su mente en grado considerable. Probablemente la información no había sido completa aunque correspondía a la pregunta, ya que no había incluido el papel del padre. Sin embargo, es notable que el muchacho, aunque ocupado interiormente con este problema, por razones que él mismo no advertía, nunca preguntó sobre dichas cuestiones, aunque no tenía ocasiones de dudar de la disposición a contestarle. Este niño a los cuatro años desarrolló una fobia al contacto con otras personas -en particular adultos- y además fobia a los escarabajos. Estas fobias duraron unos pocos años y gradualmente fueron casi superadas con la ayuda del afecto y el acostumbramiento. Sin embargo, nunca perdió el rechazo a animales pequeños. Tampoco después mostró nunca deseo de compañía, incluso aunque ya no le tuviera aversión directa. Por lo demás se ha desarrollado bien psíquica, física e intelectualmente, y es sano. Pero un marcado carácter insociable, reserva e introversión, así como algunos rasgos vinculados con éstos, me parece que son rastros de las fobias por otra parte felizmente dominadas y elementos permanentes en la formación de su carácter. El segundo ejemplo es una niña que en los primeros años de su vida demostró ser inusitadamente bien dotada y deseosa de conocimientos. Sin embargo, alrededor de los cinco años se debilitó mucho (37) el impulso a investigar y gradualmente se tomó superficial; no tenía impulso a aprender y ninguna profundidad de interés aunque indudablemente estuvieran presentes buenas capacidades intelectuales, y por lo menos hasta ahora (tiene quince años) ha mostrado sólo una inteligencia media. incluso aunque los buenos principios educativos aprobados hasta ahora han conseguido mucho para el desarrollo cultural de la humanidad, la crianza del individuo ha seguido siendo, como los buenos pedagogos sabían y saben, un problema casi insoluble. Quien tiene oportunidad de observar el desarrollo de niños, y de ocuparse con más detalle del carácter de los adultos, sabe que a menudo los niños mejor dotados fracasan repentinamente sin causa aparente y en las formas más variadas. Algunos hasta entonces buenos y dóciles se vuelven tímidos y difíciles de manejar o completamente rebeldes y agresivos. Niños alegres y amistosos se tornan insociables y reservados. Dotes intelectuales que prometían un florecimiento desusado, repentinamente quedan truncas. Niños de brillantes dotes fracasan a menudo en alguna pequeña tarea y luego pierden coraje y autoconfianza. Por supuesto que también sucede a menudo que estas dificultades del desarrollo se superan con éxito. Pero las dificultades menores, a menudo suavizadas por el afecto paterno, con frecuencia aparecen nuevamente en años posteriores en forma de dificultades grandes e insuperables que pueden llevar entonces a un trastorno o por lo menos a mucho sufrimiento. Son incontables los daños e inhibiciones que afectan el desarrollo, para no hablar de los individuos que posteriormente caen víctimas de la neurosis. Incluso si reconocemos la necesidad de introducir el psicoanálisis en la crianza, esto no implica deshacerse de los buenos principios educativos aceptados hasta ahora. El psicoanálisis tendría que servir a la educación como una ayuda -para completarla- sin tocar las bases hasta ahora aceptadas como correctas (38). Los pedagogos realmente buenos se han esforzado siempre -inconscientemente- por lo correcto, y con amor y comprensión trataron de ponerse en contacto con los impulsos más profundos, a veces tan incomprensibles y aparentemente reprensibles, del niño. No es a los pedagogos sino a sus recursos a los que hay que culpar si no tuvieron éxito o sólo lo tuvieron parcialmente, en este intento. En el hermoso libro de Lily Braun, Memoiren einer Sozialistin (Memorias de una socialista), leemos cómo en el intento de conquistar la simpatía y confianza de sus hijastros (niños, creo, de alrededor de diez o doce años) trató, tomando como punto de partida su parto cercano, de esclarecerlos sobre temas sexuales. Se siente triste e indefensa cuando se encuentra con abierta resistencia y rechazo y tiene que abandonar su intento. ¡Cuántos padres cuyo mayor deseo es preservar el amor y confianza de sus hijos se encuentran repentinamente con una situación en la que -sin entender por qué- tienen que reconocer que no han poseído nunca realmente ni el uno ni la otra! Volvamos al ejemplo que he descrito aquí detalladamente. ¿Con qué justificación se introdujo el psicoanálisis en la crianza de este niño? El niño sufría de una inhibición de juego acompañada de inhibición a escuchar o contar historias. Había también creciente taciturnidad, hipercriticismo, ensimismamiento e insociabilidad. Aunque el estado mental del niño en general no podía ser descrito en este estadío como «enfermedad», de cualquier modo se justifica suponer por analogía desarrollos posibles. Estas inhibiciones con respecto al juego, contar historias, escuchar, y además el hipercriticismo sobre cosas sin importancia y el ensimismamiento, podían haberse convertido en rasgos neuróticos en un estadío posterior y la taciturnidad e insociabilidad en rasgos de carácter. Debo agregar aquí lo siguiente, porque es significativo: las peculiaridades aquí indicadas estuvieron presentes en cierta medida -aunque en forma no tan llamativa- desde que el niño era muy pequeño; fue sólo cuando se desarrollaron y se les agregaron otras que produjeron la impresión que me llevó a considerar aconsejable la introducción del psicoanálisis. Pero antes de esto, y también después, tenía una expresión inusitadamente pensativa cuando empezó a hablar con mayor fluidez, que no tenía relación con las observaciones normales, nada brillantes, que profería. Su alegre locuacidad, su marcada necesidad de la compañía no sólo de niños sino también de adultos, con los que conversa con igual alegría y libertad, contrastan notablemente con su carácter anterior. Sin embargo, pude aprender algo más de este caso; a saber, qué ventajoso y necesario es introducir muy temprano el análisis en la crianza, para preparar una relación con el inconsciente del niño tan pronto como podemos ponernos en contacto con su ciencia. Probablemente así podrían removerse fácilmente las inhibiciones o rasgos neuróticos, en cuanto empiezan a desarrollarse. No hay duda de que el niño normal de tres años, probablemente incluso el niño más pequeño, que tan a menudo muestra intereses muy vívidos, es ya intelectualmente capaz de captar las explicaciones que se le dan, tanto como todo lo demás. Probablemente mucho mejor que el niño mayor, que ya está perturbado afectivamente en esas cuestiones por una resistencia más enraizada, mientras que el niño pequeño está mucho más cerca de estas cosas naturales mientras la crianza no haya extendido demasiado lejos sus influencias perjudiciales. Esta sería entonces, mucho más que en el caso del niño que ya tiene cinco años, una crianza con ayuda del análisis. Por grandes que puedan ser las esperanzas asociadas con una educación general de este tipo para el individuo y la colectividad, no es de temerse un efecto de enormes alcances. Siempre que nos enfrentemos con el inconsciente del niño muy pequeño, seguramente nos encontramos también con todos sus complejos. ¿En qué medida son estos complejos filogenéticos e innatos, y en qué medida adquiridos ontogenéticamente? Según A. Stärcke, el complejo de castración tiene una raíz ontogenética en el bebé, por la desaparición periódica del pecho materno, al que considera de su pertenencia. La expulsión de las heces se considera como otra raíz del complejo de castración. En el caso de este niño, con el que nunca se utilizaron amenazas y que mostraba con franqueza y sin temor su placer en la masturbación, apareció sin embargo un complejo de castración muy marcado que por cierto se había desarrollado en parte sobre la base del complejo de Edipo. Sin embargo en cualquier caso, en este complejo y en realidad en toda formación de complejo, las raíces yacen demasiado profundamente como para que podamos penetrar hasta ellas. En el caso descrito, los fundamentos de sus inhibiciones y rasgos neuróticos me parece que estaban antes incluso de la época en que empezó a hablar. Seguramente hubiera sido posible superarlos antes y mas fácilmente de lo que se hizo, aunque no abolir completamente las actividades de los complejos en que se originaron. Seguramente no hay razón para temer un efecto de enormes alcances por el análisis temprano, un efecto que pueda hacer peligrar el desarrollo cultural del individuo y con ello la riqueza cultural de la humanidad. Por lejos que podamos ir hay siempre una barrera ante la que forzosamente debemos detenernos. Mucho de lo que es inconsciente y entretejido de complejos seguirá activo en el desarrollo del arte y la cultura. Lo que el análisis temprano puede hacer es procurar protección de graves shocks y superar inhibiciones. Esto ayudará no sólo a la salud del individuo sino también a la cultura, porque la superación de inhibiciones abrirá nuevas posibilidades de desarrollo. En el niño que observé fue notable cuánto se estimuló su interés general luego de satisfacerse parte de sus preguntas inconscientes, y cuánto decayó nuevamente su impulso a investigar porque habían surgido más preguntas inconscientes que monopolizaban todo su interés. Por consiguiente, es evidente que, para entrar en más detalles, la influencia de los deseos e impulsos instintivos sólo puede debilitarse haciéndolos conscientes. Sin embargo, puedo afirmar por mis observaciones que, como en el caso del adulto, también en el niño pequeño esto sucede sin ningún peligro. Es cierto que comenzando con las explicaciones y aumentando notablemente con la intervención del análisis, el niño mostró un evidente cambio de carácter que fue también acompañado por rasgos «inconvenientes». El niño, hasta entonces amable y sólo ocasionalmente agresivo, se volvió agresivo, peleador, no sólo en su fantasía, sino también en la realidad. Junto con esto, apareció una declinación de la autoridad de los adultos, que de ningún modo es igual a la incapacidad de tener en cuenta a los otros. Un saludable escepticismo, que quiere ver y comprender lo que se le pide que crea, se combina con la capacidad de reconocer los méritos o habilidades de los otros, especialmente de su muy querido y admirado padre y también de su hermano Karl. Hacia el sexo femenino, debido a otras causas, se siente algo superior y bastante protector. Muestra la declinación de la autoridad principalmente en su actitud de amistosa camaradería, también en relación con sus padres. Valoriza mucho poder tener su propia opinión, sus propios deseos, pero le resulta difícil obedecer. Sin embargo, es fácil enseñarle cómo portarse mejor, y en general es lo bastante obediente como para complacer a su adorada madre, a pesar de que esto le resulta a menudo muy difícil. En general, su crianza no ofrece dificultades especiales a pesar de los rasgos «inconvenientes» que han aparecido. No ha disminuido de ningún modo su bien desarrollada capacidad para ser bueno; en realidad, se ha estimulado más. Da fácilmente y con alegría, se impone sacrificios en pro de la gente que ama; es considerado y tiene «buen corazón». Vemos aquí también lo que aprendimos en el análisis del adulto, que el análisis no afecta estas formaciones eficaces en forma perjudicial sino que las fortifica. Por eso me parece justificado argüir que el análisis temprano tampoco perjudicará las represiones, formaciones reactivas y sublimaciones ya existentes, sino que, por el contrario, abrirá nuevas posibilidades para otras sublimaciones (39). Debe mencionarse aún otra dificultad con respecto al análisis temprano. Por haber traído a la conciencia sus deseos incestuosos, su apasionado apego por la madre se advierte llamativamente en la vida cotidiana, pero no hace ningún intento de sobrepasar los limites establecidos y se comporta igual que cualquier niño afectuoso. Su relación con el padre es excelente a pesar (o a causa) de su conciencia de sus deseos agresivos. También en este caso es más fácil controlar cualquier emoción que se está volviendo consciente, que una inconsciente. Simultáneamente con el reconocimiento de sus deseos incestuosos, sin embargo, está haciendo intentos de liberarse de esta pasión y transferirla a objetos adecuados. Me parece que esto se infiere de una de las conversaciones citadas en la que sostenía con dolorosa emoción que por lo menos viviría entonces con la madre. Otras observaciones frecuentemente repetidas indican también que el proceso de liberación de la madre ya ha comenzado en parte, o por lo menos que lo intentará (40). Por consiguiente, puede esperarse que logrará su liberación de la madre por el camino adecuado; es decir, por la elección de un objeto que se parezca a la imago materna. Tampoco he sabido de muchas dificultades que puedan surgir del análisis temprano de un niño en contacto con un ambiente que piensa de otro modo. El niño es tan sensible incluso a los desaires más suaves, que sabe muy bien cuándo puede ser comprendido y cuándo no. En este caso el niño renunció completamente, luego de unos ligeros intentos infructuosos, a confiar en nadie más que su madre y yo misma, en estos asuntos. Al mismo tiempo siguió confiando mucho en otros con respecto a otras cosas. También resulta ser manejable otra cuestión que puede llevar fácilmente a inconvenientes. El niño tiene un impulso natural a utilizar el análisis como un recurso de placer. Por la noche cuando debería ir a dormir, afirma que se le ha ocurrido una idea que debe ser examinada de inmediato. O trata de atraer la atención durante el día con el mismo recurso, o bien en momentos inoportunos, con su fantasía, en resumen, trata en diversas formas de hacer del análisis el asunto de su vida. Un consejo que me dio el doctor Freund me proporcionó una excelente ayuda en este asunto. Establecí cierto horario -incluso aunque tuviera que cambiarlo ocasionalmente- destinado al análisis y aunque a causa de nuestro estrecho contacto diario yo estaba mucho con el niño, en seguida hubo adhesión a esto. El niño accedió perfectamente después de unos pocos intentos infructuosos. En forma similar desalenté firmemente su intento de descargar en cualquier otra forma algo de la agresividad hacia sus padres y hacia mí misma revelada por el análisis, le exigí la norma habitual de modales; en estas cosas también accedió pronto. Aunque se trataba aquí de un niño mayor de cinco años y por ello más sensible, de cualquier modo estoy segura de que con un niño más pequeño pueden encontrarse formas de evitar estos inconvenientes. En un niño más pequeño no será tanto cuestión de conversaciones detalladas sino más bien de interpretaciones ocasionales durante el juego o en otras oportunidades, que probablemente aceptará más fácil y naturalmente que un niño mayor. Además, siempre ha sido tarea de la crianza, incluso la habitual hasta ahora, enseñar al niño la diferencia entre fantasía y realidad, entre verdad y falsedad. La diferencia entre desear y hacer (y después también la expresión del deseo) puede vincularse fácilmente con estas diferencias. Los niños en general son tan fáciles de enseñar y tan culturalmente dotados que seguramente aprenderán con facilidad que aunque puedan pensar y desear todo, sólo una parte puede llevarse a cabo. Por consiguiente pienso que no hay necesidad de tener indebida ansiedad sobre estas cuestiones. No hay crianza sin dificultades, y seguramente las dificultades que actúan más bien desde afuera hacia adentro representan una carga menor para el niño que las que actúan inconscientemente desde adentro. Si uno está internamente convencido de que este método es correcto, entonces con poca experiencia se superarán las dificultades externas. Pienso también que un niño psíquicamente fortificado por un análisis temprano, puede tolerar con más facilidad y sin perjuicio los problemas inevitables. Puede surgir la cuestión de si todo niño requiere esta asistencia. Indudablemente hay una cantidad de adultos enteramente sanos, excelentemente desarrollados, y seguramente hay también niños que no muestran rasgos neuróticos, o los han superado sin dañarse. De cualquier modo, por la experiencia analítica puede afirmarse que son relativamente pocos los adultos y niños a los que esto se aplica. Freud en su «Análisis de la fobia de un niño de cinco años» (41) menciona expresamente que a Juanito no le hizo ningún daño sino que le hizo bien la plena conciencia de su complejo de Edipo. Freud piensa que la fobia de Juanito difiere de las fobias extraordinariamente frecuentes en otros niños sólo en que se la advirtió. Muestra que «en cierta medida representaba una ventaja para él ya que ahora está quizás a la cabeza de otros niños, pues no lleva ya dentro de sí ese germen de complejos reprimidos que siempre influyen en la vida posterior y al que en cierta medida se debe de seguro el desarrollo del carácter, si no la disposición a la neurosis posterior». Además dice Freud que «no puede trazarse una neta línea divisoria entre los niños nerviosos y los normales, que la enfermedad es una idea recapituladora puramente práctica, que la disposición y la experiencia deben combinarse para llegar a esta suma, que en consecuencia muchas personas sanas pasan a la categoría de nerviosas, etc. Escribe en «De la historia de una neurosis infantil» (42): «Se objetará que pocos niños escapan a perturbaciones tales como rechazo temporal de la comida o fobia a un animal. Pero éste es un argumento bienvenido. Estoy preparado para afirmar que toda neurosis del adulto se erige sobre la base de la neurosis infantil, pero que esta última no siempre es lo bastante grave como para atraer la atención y ser reconocida como tal». Sería entonces aconsejable prestar atención a los incipientes rasgos neuróticos de los niños; pero si queremos detener y hacer desaparecer estos rasgos neuróticos, entonces se convierte en una necesidad absoluta la intervención más temprana posible de la observación analítica y ocasionalmente del análisis. Creo que puede establecerse para este asunto una especie de norma. Si un niño, en la época en que surge y se expresa su interés por sí mismo y por las personas que lo rodean, muestra curiosidad sexual y trata paso a paso de satisfacerla; si no muestra inhibiciones en esto y asimila completamente el esclarecimiento recibido; si también en sus fantasías y juegos vivencia parte de los impulsos instintivos, especialmente el complejo de Edipo, sin inhibición; si por ejemplo escucha con placer los cuentos de Grimm sin manifestaciones subsiguientes de angustia, y en general se muestra bien equilibrado, entonces en estas circunstancias probablemente podrá omitirse el análisis temprano, aunque incluso en estos casos no demasiado frecuentes podría ser beneficiosamente empleado, ya que podrían superarse muchas inhibiciones que incluso las personas mejor desarrolladas sufren o han sufrido. He elegido especialmente el escuchar los cuentos de Grimm sin manifestaciones de angustia como indicación de la salud mental de los niños, porque de los diversos niños que conozco, sólo muy pocos lo hacen. Probablemente, en parte, por el deseo de evitar esta descarga de angustia han aparecido cierto número de versiones modificadas en estos cuentos y en la educación moderna se prefieren otros cuentos menos terroríficos, que no repercutan tanto -placentera y dolorosamente- sobre los complejos reprimidos. Sin embargo, tengo la opinión de que con la ayuda del análisis no hay necesidad de evitar estos cuentos sino que pueden usarse directamente como norma y como recurso. El miedo latente del niño, dependiente de la represión, se manifiesta más fácilmente con ayuda de ellos y entonces puede ser tratado con mayor detalle en el análisis. ¿Cómo ponerse en práctica una crianza con. principios psicoanalíticos? El prerrequisito, tan firmemente establecido por la experiencia analítica, de que los padres, niñeras y maestros estén ellos mismos analizados, probablemente seguirá siendo durante mucho tiempo un piadoso deseo. Incluso si se realizara este deseo, aunque podríamos tener cierta seguridad de que se llevaran a cabo las útiles medidas mencionadas al principio, de cualquier modo no tendríamos la posibilidad de análisis temprano. Quisiera hacer aquí una sugerencia que es sólo un consejo por necesidad actual, y que puede ser transitoriamente eficaz hasta que otros tiempos traigan nuevas posibilidades. Me refiero a la fundación de jardines de infantes dirigidos por mujeres analistas. No hay duda de que una analista que tiene bajo sus órdenes algunas niñeras entrenadas por ella puede observar a muchos niños como para reconocer la conveniencia de una intervención analítica y llevarla a cabo. Por supuesto que entre otras cosas puede objetarse que de este modo el niño en cierta medida y en edad muy temprana quedaría psíquicamente apartado de su madre. Pienso sin embargo que el niño tiene tanto que ganar de este modo, que la madre recuperaría en otros sentidos lo que quizás haya perdido en éste.

[NOTA, 1947. Las conclusiones educacionales incluidas en este artículo están necesariamente en relación con mis conocimientos psicoanalíticos de aquel entonces. Ya que en los siguientes capítulos no incluí sugerencias sobre educación, no se ve en este volumen el desarrollo de mis ideas sobre la educación, como, según creo, se ve el desarrollo de mis conclusiones psicoanalíticas. Valdría la pena entonces mencionar que, si fuera yo a presentar actualmente sugerencias pera la educación, formularía considerables ampliaciones y también restricciones a las ideas presentadas en este artículo.] 

Notas
(35) Por el material obtenido hasta aquí no estoy segura aún del significado del caballo, parece
representar a veces un símbolo masculino, otras veces femenino
(36) Los niños son hermano y hermana, hijos de una familia que conozco muy bien, de modo
que tengo conocimiento detallado de su desarrollo
(37) Esta niña no pidió nunca esclarecimiento sexual.
(38) En mi experiencia he encontrado que externamente es poco el cambio que parece sufrir lo
educacional. Han transcurrido alrededor de dieciocho meses desde la terminación de las
observaciones aquí relatadas. El pequeño Fritz va a la escuela, se adapta en forma excelente a
sus exigencias, y es considerado allí, como en todas partes, un niño bien educado, desenvuelto
y espontáneo, y que se comporta adecuadamente. La diferencia esencial, difícilmente notable
para el observador no iniciado, yace en una actitud básica completamente distinta con respecto
a la relación maestro-alumno. Así, aunque desarrolló una relación absolutamente franca y
amistosa, cumple con bastante facilidad las exigencias pedagógicas que de otro modo a
menudo sólo actúan cuando se las utiliza autoritariamente, y con dificultades; ya que las
resistencias inconscientes del niño ante esto fueron superadas por el análisis. Por consiguiente, el resultado de la educación ayudada por el análisis es que el niño cumple con los
requerimientos educativos habituales pero sobre la base de presupuestos enteramente
diferentes.
(39) En este caso sólo quedó superada su exageración y carácter compulsivo
(40) No durante el periodo que abarcan estas notas, sino casi un año después, luego de una
declaración de su afecto por ella, expresó nuevamente la pena de no poder casarse con su
madre. «Te casarás con una hermosa joven a la que amarás cuando seas grande» -replicó la
madre-. «Si -dijo él, ya bastante consolado-, pero tiene que parecerse exactamente a ti, con un
rostro como el tuyo y un pelo como el tuyo, y debe llamarse señora de Walter W., igual que
tú.» (Walter no es sólo el nombre del padre sino también el segundo nombre del niño.)
(41) O.C., t. 10
(42) O.C., t. 10.