Anna Freud: ESTABLECIMIENTO DEL PODER DEL ANALISTA Y LA VULNERABILIDAD DEL NIÑO

Anna Freud. Extensión del alcance del psicoanálisis: la psicología del yo

ESTABLECIMIENTO DEL PODER DEL ANALISTA Y LA VULNERABILIDAD DEL NIÑO

La tercera etapa del periodo preparatorio tuvo sus orígenes

en otra hábil maniobra diseñada para incrementar el creciente

aprecio del niño por su analista. «Lo hice darse cuenta

de que estar en análisis tenía grandes ventajas prácticas; por

ejemplo, que algunas acciones que ameritan castigo tienen

un resultado diferente y mucho más afortunado cuando se le

cuentan primero al analista y, sólo a través de él, a quienes

están a cargo del niño» (A. Freud, 1927, p. 13).

Al final el niño confiaba en Anna Freud para que lo protegiera

de los castigos por sus actos imprudentes, para que

ella se los contara a sus padres y para que regresara el dinero

robado antes de que lo descubrieran. El resultado principal

de esta etapa de preparación fue que Anna Freud no sólo

se había vuelto interesante, útil y sabia, sino también poderosa,

una persona «sin cuya ayuda ya no podía funcionar»

(1927, p. 13). Entonces llegó el momento decisivo en que

Anna Freud podía por fin solicitar su total cooperación para

descubrir sus secretos preciados y protegidos. Pudo pedirle

el equivalente a la regla analítica de los adultos: Decirlo todo.

No guardar secretos.

La fase preparatoria concluye cuando los niños han desarrollado

el insight suficiente para reconocer la necesidad

de recibir ayuda externa para sus dificultades. De hecho, los

niños deben aprender a entender que tienen dificultades. La

única señal clara de sincera disposición a intentar una autoexploración

prolongada y dolorosa se presenta cuando el niño

ha experimentado su propia vulnerabilidad y necesita conferir

al analista una absoluta y confiada dependencia. En resumen,

durante la fase preparatoria el analista se esfuerza mucho para

establecer una fuerte relación de transferencia positiva.

El analista debe convertirse en el yo ideal del niño para

que el tratamiento continúe y a la larga tenga éxito, lo cual

implica que desplaza a los padres de este papel y usurpa gran

parte de su autoridad: «Antes de que el niño pueda dar el

lugar más alto en su vida emocional, el de yo ideal, a este

nuevo objeto amoroso que está por encima de los padres,

necesita sentir que la autoridad del analista es incluso mayor

que la de ellos» (A. Freud, 1927, p. 60). En algunos casos,

cuando los padres son la fuente de los problemas del niño o

tienen una disposición negativa hacia el tratamiento, se hace

necesario que el analista infantil se oponga enérgicamente a

su influencia.

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