Continuadores de la doctrina freudiana, escuela psicoanalítica inglesa (Klein, Heiman, Isaacs, Riviere)

Los continuadores de la doctrina freudiana, que como concepción viva fue sufriendo no solamente modificaciones que significaron una desviación, sino agregados que tuvieron el sentido de un complemento, mencionando, en primer término, no en el orden del tiempo, pero sí en el orden de la jerarquía, el movimiento de la escuela psicoanalítica inglesa integrada, entre otros, por Melany Klein, Paula Heiman, Susan Isaacs y Joan Riviere. Melany Klein dice lo siguiente: los instintos más importantes del bebé son de tipo digestivo. El niño pequeño relaciona primero todo lo que le ocurre con el pecho materno, que es la primera percepción que valora y, después, con la madre, a la que ya percibe como persona. Pecho y madre son, pues, los primeros objetos instintivos del bebé. Como al mamar introduce en la boca el seno materno y en el tubo digestivo la leche, imagina interiorizarse, por el mecanismo introyectivo, primero el pecho y después a la madre o su sustituto, la nodriza. Esa representación psíquica se localiza no en el cerebro sino en el tubo digestivo, y se llama imagos o imágenes o personas u objetos internalizados a los objetos o personas mencionados. Ellos, los imagos, no muestran a la madre o a otra persona como son, sino como el niño las interpreta. Las personas internalizadas, ya en el niño como en el adulto, no quedan estáticas, sino que reciben vida de los instintos y continúan conduciéndose como lo hicieron en la realidad o como el bebé interpretó que lo hacían, cuando lo alimentaron, cuidaron o educaron. Esas personas internalizadas determinan en el niño o en el adulto, impulsos o normas de actuar que reflejan las que pecho, madre, padre tuvieron con el bebé o los comportamientos reactivos de este ante aquellos. Se constituyen, así, comienzos del comportamiento futuro del individuo y de la conciencia moral o superyó. Pero puede suceder un conjunto de contratiempos, entre ellos, el trauma del destete. Cualquier malestar digestivo será relacionado con una frustración o una agresión alimenticia provocada por la madre, a quien considerará como una persona mala, como objeto malo. Si tiene hambre o adelgaza, será porque pecho o madre o representantes internalizados “lo chupan por dentro”. Más adelante, cuando ya muerda, en situaciones penosas de hambre u otras, imagina que pecho o madre lo muerden o perforan el tubo digestivo con posibilidades de desplazamiento hacia otros órganos. Estos procesos psíquicos inconscientes perduran hasta el adulto e influyen en la formación del superyó. Como la interrelación de bebé y ambiente es sobre todo alimenticia, el superyó empieza teniendo aspectos alimenticios perdurables, como remordimientos que constituyen el prototipo de castigos imponibles, por los padres, la sociedad, el destino o la propia conciencia. Lo que muerde es lo inconsciente del superyó o madre internalizada. Así, en el superyó del niño se crea una madre internalizada mala, que amenaza chuparlo, morderlo, envenenarlo o perforarlo; como reacción surgen fantasías de destruir el pecho o a la madre con las mismas maniobras que la madre internalizada mala ejecuta contra él, o con la saliva, la orina o las heces. De ahí la identificación fantasista del niño con animales feroces. Como consecuencia de los contratiempos alimenticios, de la educación esfinteriana, del nacimiento de los hermanos o de las agresiones de la madre, surge el odio a la madre y luego la culpabilidad por ese odio que persiste en el adulto, caso de los santos, que despliegan su actividad mística en un clima de autoinculpación. Cuando la madre falte, cuando sus necesidades no le son satisfechas por su gran culpabilidad o su gran dependencia, el niño se forzará por verla como persona buena. No la culpa por el abandono. Explicará todo por haber sido hostil con ella y temerá su venganza por esa hostilidad. Para sobrellevar esos contratiempos y sus conflictos con los instintos, idealiza al pecho y a la madre y busca separar en su psiquismo las representaciones buenas de la madre de las representaciones malas, proyectándolas en otros seres malos. De ahí que conciba el pecho y la madre buena y el pecho y la madre mala. A esta fase oral digestiva siguen una fase anal, una fase genital, en relación con el complejo de Edipo, que se inicia con el primer año de edad y que dura hasta los cinco o seis, a diferencia de la concepción inicial de Freud, que ya hemos visto anteriormente. Las excitaciones edípicas se satisfarán en fantasías variadas, con la masturbación, pero esas fantasías variadas se apoyan en la experiencia de la fase oral-digestiva. La represión genital por educación impartida por los padres o por temor a la castración, hace renunciar a los deseos edípicos y reaviva una primera fijación a la madre, anterior a la genital. Es una fijación preedípica que se acompaña de idealización materna. La madre será un ser admirable, sin genitalidad, que se sacrifica por él.