El cuerpo en la modernidad líquida, su multipresencia a través de las redes

Vivencias de multipresencia favorecidas por las nuevas tecnologías y las formas de conciliar esto con la vida material y la unicidad del cuerpo. Cómo se maneja el cuerpo en estos nuevos contextos electrónicos, qué fantasías promueve y cuales son los costos de la conexión son elementos que se trabajan a punto de partida de algunas cuestiones como ser las patologías psicosomáticas, el piercing, los tatuajes y los deportes llamados extremos.

Se observa un sujeto que debe manejarse en dos mundos, uno material y uno fluido, de conexión, de fusión. La vuelta al cuerpo es sentida muchas veces como una pérdida no acorde con los parámetros de multipresencia e hiperconexión, lo que genera lo que hemos denominado vivencia de “hipocuerpo”.
Los límites sólidos de los cuerpos han dejado paso en la modernidad líquida a cuerpos también líquidos, disueltos, que deben ser atravesados por piercings para existir, apelar a los deportes extremos para volver a sentir esos bordes perdidos, enfermar o alcanzar límites musculares que los tornen fuertes, tonificados, sólidos, existentes.

Los cuerpos de esta era están expuestos a vivencias de multipresencia a través de las redes.
La radio, un invento a esta altura ya muy viejo, genera la ilusión de una doble presencia. El
radioescucha puede desempeñar sus tareas cotidianas mientras comparte su atención y su
cuerpo. Si bien está presente aquí, en algún sentido también está allá en el éter y en el
estudio de la emisora.
La televisión ejerce una fuerza aun más fuerte que la de la radio. Frente a la televisión el
cuerpo se abandona, se niega en parte y se traslada imaginariamente con la cámara a los
distintos lugares donde se desarrolla la acción. Con la computadora y las redes sucede algo
similar. El sujeto se funde con el objeto, desaparece, se disuelve como en la Matrix. Esa
doble o múltiple presencia, según el caso, presenta algunas complicaciones cuando el
cuerpo material reclama estar solamente aquí.
Las necesidades del cuerpo son sentidas como intrusismos que desarticulan la relación inmersiva con la red. Ese estado de fusión con el objeto que provee una ilusión de
simultánea presencia aquí; sentado; y allá en la escena observada, es un estado del cual es
difícil salir. Por eso, el “volver al cuerpo” es sentido por las personas como una limitación a
sus posibilidades de licuidificación y multipresencia a través de las redes. Volver,
desconectarse es molesto, obliga a recordar la existencia de un cuerpo limitado.

Paralelamente a la descorporeización en las redes, otro cuerpo ha quedado en foco: el cuerpo fragmentado, disperso, ubicable en una proliferación de patologías psicosomáticas que lo hacen estallar en pedazos en sus funciones.