El deseo parental. El ayer y hoy de una construcción compleja (Las nuevas generaciones)

El deseo parental. El ayer y hoy de una construcción compleja.

Elina Carril 

Las nuevas generaciones.

Planteé al inicio de este trabajo, mi intención de esbozar algunas líneas que nos permitieran pensar que lugar psíquico pueden ocupar los hijos en las nuevas generaciones de madres y padres. Es innegable que estamos asistiendo a cambios muy rápidos a nivel de las prácticas, lo que no necesariamente implica su incorporación subjetiva, ya que los tiempos históricos son siempre más rápidos que los tiempos subjetivos. 

Haciendo la necesaria – y redundante – salvedad que no me estoy refiriendo a un universo homogéneo, se pueden observar cambios en las modalidades del ejercicio maternal y paternal. 

La maternidad para las mujeres jóvenes , bascula por un lado entre el deseo de realizar un proyecto personal y el deseo de tener un hijo. La difícil articulación entre el egoismo -utilizado aquí no en un sentido peyorativo, sino en la línea planteada por Freud, del interés del yo por sí mismo- y las renuncias y postergaciones inevitables que implican el cuidado de otro. Aún cuando la crianza sea compartida y los cuidados se hagan » a dúo» con el padre. De todas maneras, ser madre no aparece ya como la única meta del proyecto de vida femenino, otros ideales se le han propuesto al Yo. El hijo entonces, no ocupa todo el espacio psíquico y aún considerando de que la relación de la mujer con su embarazo, facilita las fantasías de hijos productos del propio cuerpo, los hijos se conciben tanto conciente como inconscientemente, predominantemente como el fruto de un vínculo afectivo sexual con el hombre. Esto último, lleva implícito, que esa mujer, antes niña, pudiera incorporar durante su desarrollo el papel gestante del padre para la procreación

La intervención temprana del padre y la voluntad de los varones de implicarse cada vez más en la crianza de los hijos, parecería ser un indicador de los cambios respecto a la paternidad. Menos asustados de sus supuestos aspectos femeninos, los padres jóvenes -algunos , no todos- empiezan a disfrutar de un vínculo basado en la ternura, en la relación cuerpo a cuerpo con los hijos, que incluye también, la dimensión erótica necesaria para la futura capacidad deseante del hijo. Los padres divorciados, comienzan a reivindicar su derecho a participar en la educación y cuidados de los hijos, que por inercia social y resistencia de las mujeres a ceder espacios, aún siguen mayoritariamente a cargo de las madres. Ser padre, para algunos varones está dejando de ser una lista de obligaciones y se empieza a significar como algo más que una prédica docente sobre habilidades y destrezas. Quizás, los varones comienzan a conectarse más con el «niño que fueron». Niño escondido que, como decía J. Mc. Dougall (1977) es «la causa de su malestar y su sufrimiento psíquico, pero también, la fuente de la creatividad y de la riqueza de la existencia».5 Desde ahí, iniciar un vínculo distinto con sus hijos.

El deseo de hijo incluye, debería incluir también al otro y diferente de sexo, condición necesaria en nuestra especie para su reproducción. ¿De quien se quiere un hijo? El panorama actual en este terreno se nos presenta complejo y con movimientos contradictorios: mujeres que quieren tener hijos con prescindencia de quien sea el padre, hombres que reclaman su paternidad en esos casos de esperma donado; padres que se niegan a asumir una paternidad que no quisieron; parejas homosexuales que reclaman sus derechos a tener hijos. 

Los psicoanalistas, deberemos crear herramientas teóricas que nos permitan pensar cómo se va armando esa relación y dejar de sostener, que cuando un hombre hace algo más que separar al hijo de la madre, lo tiene que hacer en clave «femenina». Un padre que asume con placer las tareas de cuidados,( que no se remiten únicamente a cambiar pañales o dar mamaderas) no deberían interpretarse como que tienen «aspectos femeninos o maternales». Las conductas de apego pueden, si las condiciones de subjetivación cambian, brindarlas ambos géneros. 

Como sostiene M. Tort /(1994) nada impide en todo caso considerar una posible articulación de las funciones parentales que tenga en cuenta de otra forma la actividad de los deseos masculinos y femeninos y que haga de ella una ley.

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Notas:

 

5 McDougall, Joyce – «Pladoyer pour une certaine anormalité «. p. 15- Ed. Gallimard. 1978- Paris.