Pulsión de apoderamiento
Al.: Bernächtigungstrieb.
Fr.: pulsion d’emprise.
Ing.: instinct to master (o for mastery).
It.: istinto o pulsione d’impossessamento.
Por.: impulso o pulsáo de apossar-se.
Término utilizado ocasionalmente por Freud, sin que su empleo pueda codificarse con precisión.
Entiende por tal una pulsión no sexual, que sólo secundariamente se une a la sexualidad, y cuyo
fin consiste en dominar el objeto por la fuerza.
El término Bemächtigungstrieb resulta difícil de traducir(157). Los términos «pulsión de
sometimiento» o «instinto de posesión», a los que suele recurrirse, no parecen muy adecuados:
sometimiento hace pensar en una dominación controlada, posesión evoca la idea de tener que
conservar, mientras que sich bemächtigen significa apoderarse o dominar por la fuerza. Hemos
creído que hablando de pulsión de apoderamiento(158) respetábamos mejor este matiz.
¿Qué es esta pulsión para Freud? La investigación terminológica permite destacar
esquemáticamente dos concepciones:
1.ª En los trabajos anteriores a Más allá del principio del placer (Jenseits des Lustprinzips,
1920), el Bemächtigungstrieb se describe como una pulsión no sexual que sólo
secundariamente se une a la sexualidad; al comienzo se dirige hacia un objeto exterior y
constituye el único elemento presente en la crueldad primitiva del niño.
En los Tres ensayos sobre la teoría sexual (Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905) Freud
invoca por vez primera tal pulsión: el origen de la crueldad infantil se atribuye a una pulsión de
apoderamiento que en su origen no tendría como fin el sufrimiento del otro, sino que simplemente
no lo tendría en cuenta (fase previa tanto a la compasión como al sadismo); sería independiente
de la sexualidad, «[…] aun cuando puede unirse a ella en una fase precoz merced a una
anastomosis próxima a sus puntos de origen».
En La predisposición a la neurosis obsesiva (Die Disposition zur Zwangsneurose, 1913) se
trata del problema de la pulsión de apoderamiento a propósito del par antitético
actividad-pasividad, que predomina en la fase anal-sádica: así como la pasividad se apoya en el
erotismo anal, « […] la actividad se debe a la pulsión de apoderamiento en sentido amplio, pulsión
que especificamos con el nombre de sadismo cuando la encontramos al servicio de la pulsión
sexual».
En la edición de 1915 de los Tres ensayos, volviendo a examinar el problema de la actividad y de
la pasividad en la fase anal-sádica, Freud considera la musculatura como el soporte de la pulsión
de apoderamiento.
Por último, en Las pulsiones y sus destinos (Trieb und Triebschicksale, 1915), donde se
expone claramente la primera tesis freudiana acerca del sadomasoquismo, se define el primer fin
del sadismo como la humillación y el dominio por la violencia (überwältigung) del objeto. El hacer
sufrir no forma parte del fin originario; el fin de producir dolor y la unión con la sexualidad
aparecen en la vuelta hacia el masoquismo: el sadismo, en el sentido erógeno del término,
constituye el efecto de una segunda vuelta, el del masoquismo sobre el objeto.
2.ª Con la obra Más allá del principio del placer y la introducción del concepto «pulsión de
muerte», el problema de una pulsión específica de apoderamiento se plantea en forma diferente.
La génesis del sadismo se describe como una derivación hacia el objeto de la pulsión de muerte
que originariamente apunta a destruir el propio sujeto: «¿No nos vemos inducidos a suponer que
este sadismo, hablando en propiedad, es una pulsión de muerte que ha sido expulsada del yo
por la influencia de la libido narcisista, de forma que sólo se pone de manifiesto al referirse al
objeto? Entonces entra al servicio de la función sexual».
En cuanto a la meta del masoquismo y del sadismo (que a partir de entonces se conciben como
avatares de la pulsión de muerte), ya no se hace recaer el acento en el apoderamiento, sino en
la destrucción.
¿Qué sucede con la tendencia a asegurarse el apoderamiento del objeto? Ya no se atribuye a
una pulsión específica; aparece como una forma que puede adoptar la pulsión de muerte cuando
ésta «entra al servicio» de la pulsión sexual: «En la fase oral de la organización de la libido, el
apoderamiento en el amor (Liebesbemächtigung) coincide todavía con la aniquilación del objeto;
más tarde la pulsión sádica se separa y finalmente, en la fase en que se ha instaurado la
primacía genital, con vistas a la reproducción, asume la función de dominar el objeto sexual en la
medida en que le exige la realización del acto sexual».
Por otra parte, conviene señalar que, junto al término Bemächtigung, se encuentra con bastante
frecuencia el de Bewältigung, de significación bastante similar. Esta última palabra, que
proponemos traducir por «control», Freud la utiliza casi siempre para designar el hecho del
control de la excitación, sea ésta de origen pulsional o externo, y ligarla(159) (véase: Ligazón).
Con todo, esta distinción terminológica no es absolutamente rigurosa, y sobre todo, desde el
punto de vista de la teoría analítica, existen más de un punto de conexión entre el apoderamiento
asegurado sobre el objeto y el control de la excitación. Así, en Más allá del principio del placer
para explicar la repetición, tanto en el juego del niño como en la neurosis traumática, Freud
propone, entre otras, la hipótesis de que podría «[…] atribuirse esta tendencia a una pulsión de
apoderamiento […]». Aquí el apoderamiento sobre el objeto (estando éste simbólicamente a la
total disposición del sujeto) corre parejas con la ligazón del recuerdo traumático y de la energía
que lo catectiza.
Uno de los pocos autores que intentó utilizar las indicaciones dadas por Freud acerca del
Bemächtigungstrieb fue Ives Hendrick, quien, en una serie de artículos, trató de replantear el
problema dentro de una psicología genética del yo inspirada en las investigaciones sobre el
aprendizaje (learning). Sus tesis pueden resumirse esquemáticamente así:
1) existe un instinet to master, necesidad de controlar el ambiente, que los psicoanalistas han
descuidado a expensas de los mecanismos de búsqueda del placer. Se trata de una «pulsión
innata a hacer y a aprender a hacer»;
2) esta pulsión es originariamente asexual; puede libidinizarse secundariamente, aliándose al
sadismo;
3) comporta un placer específico, el placer de realizar una función con éxito: « […] se busca un
placer primario en la utilización eficaz del sistema nervioso central para la realización de
funciones integradas del yo, que permite al individuo controlar o modificar su ambiente»;
4) ¿por qué hablar de instinct de control y no considerar el yo como una organización que
procura formas de placer que no son gratificaciones instintivas? Ello es debido a que el autor
pretende «[…] establecer un concepto que explique cuáles son las fuerzas que hacen funcionar
el yo» y « [… ] definir el yo en términos de instinto», ya que, por otra parte, se trata, según él, de
«[…] un instinto, definido psicoanalíticamente como fuente biológica de tensiones que empujan a
esquemas (patterns) específicos de acción».
Esta concepción no deja de hallarse en relación con el sentido de la pulsión de apoderamiento tal
como hemos intentado deducirlo de los textos freudianos; pero aquí se trata de un control de
segundo grado, consistente en un control progresivamente adaptado de la acción misma.
Por lo demás, Freud no dejó de considerar esta idea de un dominio del propio cuerpo, de una
tendencia primaria a la dominación de sí misma, invocando como base de la misma «[…]los
esfuerzos que hace el niño por hacerse dueño (Herr werden) de sus propios miembros».