Diccionario de psicología, letra R, Renegación o desmentida

Renegación
[o desmentida]
 
s. f. (fr. déni; ingl. disavowal o denial; al. Verleugnung). Mecanismo psíquico por el cual todo niño
se protege de la amenaza de la castración; repudia, desmiente, reniega por lo tanto de la
ausencia de pene en la niña, la mujer, la madre, y cree por un tiempo en la existencia del falo
materno.
Elaboración dek concepto de renegación en Freud. Este concepto de renegación tomó su valor poco a poco en la obra de Freud. Pues si bien puede decirse que utiliza este término
esencialmente en 1927 para designar el mecanismo en juego en las perversiones y muy
particularmente en el «fetichismo», no es menos cierto que su investigación comienza mucho
antes. Si bien el término Verleugnung aparece por primera vez como tal en 1925, en Algunas
consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos, ya se trata de este
mecanismo en textos de 1905 y 1908: «El niño rechaza la evidencia, rehusa reconocer la
ausencia de pene en la madre. En su investigación de la vida sexual, el niño se ha forjado la
teoría según la cual todo ser humano está como él mismo provisto de un pene; al ver las partes
genitales de una hermanita, dirá: «Todavía es chiquito… cuando ella sea grande, le crecerá»».
Más adelante, en La organización genital infantil (1923), Freud es todavía más explícito: «Para el
niño, un solo órgano genital, el órgano masculino, juega un papel: es la primacía del falo». Los
pequeños, sean nenas o varones, niegan esta falta en la madre, la mujer o la niña; arrojan un
velo sobre la evidencia de lo que ven, o más bien no ven, y creen a pesar de todo ver un
miembro. Hay allí una contradicción entre la percepción y la idea o la teoría que se han forjado.
Hay que destacar que, en este texto, el término utilizado es negar [leugnen]; el término
renegación [Verleugnung] sólo aparece como tal en la obra freudiana en 1925 (Algunas
consecuencias…); concierne al rechazo de la aceptación del hecho de la castración y a la
obstinación en la idea de que la mujer, en primer lugar la madre, posee un pene. Freud observa
entonces: «la renegación no parece ni rara ni muy peligrosa para la vida mental del niño, pero, en
el adulto, introduciría una psicosis».
De este modo, durante la fase llamada «fálica», en la que, para los dos sexos, sólo el órgano
masculino es tenido en cuenta, y en la que reina la ignorancia con relación a los órganos
genitales femeninos, la renegación es por así decirlo normal, tanto para el pequeño como para la
pequeña, cuando no se prolonga más allá de esta fase. Freud cuenta la historia de aquel hombre
que, escéptico primero en cuanto a la aserción freudiana de este mecanismo infantil (escéptico o
creyéndose una excepción a esa ley general), llega a acordarse de que, efectivamente, en la
época de la investigación sexual infantil, al contemplar los órganos genitales de una niña, vio
claramente un pene «igual que el mío», y que, después, las estatuas femeninas desnudas lo
sumergían en el desconcierto, por lo que inventó entonces la siguiente estratagema: «Apretando
los muslos, logré hacer desaparecer entre ellos mis órganos genitales y comprobé con
satisfacción que, de esa manera, nada diferenciaba ya mis órganos de los de una mujer
desnuda. Evidentemente, yo me imaginaba que las figuras femeninas desnudas habían
disimulado de la misma manera sus órganos genitales». Así, también en él, el horror a la
castración provocó una renegación: renegó de la realidad pero salvó su propio pene. Como se
sabe, la representación de la mujer con pene puede volver a aparecer en los sueños de los
adultos.
El fetichismo. Hasta aquí, nada es anormal. Pero puede suceder que el niño persista en su
creencia en el pene de la mujer; o, más exactamente, que conserve su creencia en la existencia
del falo materno y, al mismo tiempo, la haya abandonado; este es especialmente el caso del
fetichismo, que tiene ante esta creencia un comportamiento dividido. Se puede decir que, aunque
la renegación no tenga relación directa con la represión, sufre en cierto modo los efectos del
deseo inconciente. ¿Qué va a hacer este niño? Va a elegir una parte del cuerpo, un objeto, al
que le atribuirá el papel de pene, y del que no podrá prescindir. Se trata de un compromiso; el
fetiche es en cierto modo el testigo de que la realidad comprobada, si bien renegada, no ha
dejado de jugar un papel; el fetiche aparece como un sustituto del falo materno. El fetichista
responde así al conflicto por medio de dos reacciones opuestas, dos opiniones contradictorias
que persistirán a lo largo de toda su vida sin influirse mutuamente.
Renegación y escisión del Yo. En este artículo de 1927, Freud habla de escisión del yo: hay allí
un giro en la elaboración del concepto de renegación, porque si, al comienzo de su teorización,
Freud usó la renegación para designar la entrada en la psicosis, de ahí en adelante, y con mayor
claridad aún en 1938 (La escisión del yo en el proceso defensivo), la renegación es planteada
como parte de la estructura del psiquismo en numerosos casos, en los que aparece entonces
como una medida a medias, una tentativa imperfecta de apartar al yo de la realidad. Dos
actitudes opuestas, independientes la una de la otra, se instauran, lo que desemboca en una
escisión del yo.
Freud da el ejemplo de dos jóvenes en los que el análisis revela un desconocimiento respecto de la muerte del padre amado, tal como el fetichista desconoce la castración de la mujer. Ninguno de los dos jóvenes en cuestión desarrolló una psicosis. Había en ellos dos corrientes psíquicas contradictorias que coexistían: una fundada en la realidad (la muerte del padre), la otra en el deseo; una tenía en cuenta la muerte del padre, la otra no la reconocía. Hay que marcar sin embargo la diferencia entre este proceso y lo que ocurre en las neurosis, donde también pueden coexistir dos actitudes psíquicas diferentes, opuestas, independientes la una de la otra: en este caso, una de las actitudes corresponde al yo, mientras que la otra, la opuesta, la que está reprimida, emana del ello. La diferencia entre neurosis y perversiones parece ser de naturaleza topográfica y estructural. Es interesante destacar que J. Lacan retomará las nociones de topografía y de estructura en la elaboración de las categorías de lo real, lo imaginario y lo
simbólico. (Véase topología.)
Si, en el caso de las neurosis, el proceso operante es la represión, en el fetichismo y otros
casos semejantes se trata de la renegación, en la que debemos vernos con esa paradoja
psíquica que consiste en que ciertos sujetos a la vez saben y no saben algo, o simplemente no
quieren saber nada de algo.
La terminología lacaniana. Lacan, por su parte, privilegió el término Verwerfung, que él traduce -en francés- como «forclusion», para dar cuenta del proceso en juego en las psicosis, a pesar de la opinión de algunos que le aconsejaban servirse del término Verleugnung («renegación»), término que él prefiere traducir como «desmentida» [«démenti»]. A este último término lo había reservado para un desarrollo ulterior, relacionado con el analista: «Durante años reservé, puse aparte el término Verleugnung, que Freud por cierto hizo surgir a propósito de un momento ejemplar de la Spaltung («división del sujeto»); quería reservarlo, hacerlo vivir allí donde
seguramente es llevado al punto más alto de lo patético, al nivel del analista mismo».
(Conferencia de junio de 1968.) En efecto, quizás hay algo en la posición del psicoanalista que
puede hacer pensar en la escisión que comporta la renegación: el analista acepta hacer la
función de sujeto- supuesto-[al] -saber cuando sabe que todo el proceso de la cura tenderá a
desalojarlo de ese lugar.