Diccionario de Psicología, letra E, Ego psychology (psicología del yo)

Diccionario de Psicología, letra E, Ego psychology (psicología del yo)

Junto al neoFreudismo culturalista (Karen Horney, Abram Kardiner, etcétera), al annaFreudismo, a la Escuela de Chicago (Franz Alexander), y después a la Self Psychology , más tardía, la Ego Psychology, representada por inmigrantes como Rudolph Loewenstein, Ernst Kris, Erik Erikson, David Rapapport (1911-1960), y sobre todo Heinz Hartmann, es una de las grandes corrientes de la historia del Freudismo norteamericano, y la principal componente de lo que se denomina Escuela de Nueva York, la poderosa New York Psychoanalytic Society (NYPS) que le sirvió de soporte. En este sentido, la denominación «psicología del yo» es impropia. No da cuenta del carácter Freudiano de esta corriente, conocida en todo el mundo con su nombre de origen. La Ego Psychology tiene en común con todas las otras corrientes del Freudismo norteamericano el hecho de que se basa en la idea de una posible integración del hombre a una sociedad, a una «comunidad», incluso, después de 1970, a una identidad sexual, a una diferencia (locura, margen), a un color, a una etnia. En consecuencia, no es simplemente una imitación servil de los ideales del American way of life, como se afirma con demasiada facilidad en Francia, sobre todo siguiendo a Jacques Lacan. Si bien apunta a la adaptación pragmática de todo sujeto a la sociedad, toma en cuenta de manera crítica los desarraigos y las diferencias ligados al ideal adaptativo norteamericano. Si existe ortodoxia, es de naturaleza técnica. En efecto, la Ego Psychology sirvió como referencia doctrinaria principal, en la segunda mitad del siglo, a esas curas interminables y minuciosas, coaguladas en el silencio, reservadas a la rica burguesía urbana y practicadas por médicos ansiosos de obtener prestigio social y rentabilidad económica. Esta técnica psicoanalítica fue por otra parte violentamente criticada en el interior mismo de la International Psychoanalytical Association (IPA) por todos los renovadores del Freudismo: desde Heinz Kohut hasta Donald Woods Winnicott, pasando por Michael Balint, Siegfried Bernfeld y Melitta Schmideberg. De manera general, el Freudismo norteamericano, en todas sus tendencias, privilegia al yo (ego), el self o el individuo, en detrimento del ello, el inconsciente y el sujeto. En consecuencia, opone a la supuesta decadencia de la vieja Europa una ética pragmática del hombre, basada en la noción de una profilaxis social o de higiene mental. De allí la generalización de un psicoanálisis medicalizado y asimilado a la psiquiatría, contra el antiguo psicoanálisis vienés profano, obsesionado por la muerte, el anonadamiento del individuo y el nihilismo terapéutico. Las diferentes corrientes de este Freudismo norteamericano, sean cuales fueren sus (numerosas) variantes, están casi siempre atravesadas por una religión de la felicidad y la salud, contraria tanto a la concepción vienesa del malestar en la Kultur como al recentramiento kleiniano del sujeto en una pura realidad psíquica, o a la visión lacaniana del Freudismo como peste subversiva. Por otra parte, en razón de esta contradicción radical entre las interpretaciones europeas y norteamericanas del psicoanálisis, el kleinismo, el lacanismo, el Freudismo «original» (vienés y alemán) no pudieron implantarse como tales en los Estados Unidos. En cuanto a los partidarios de la «izquierda Freudiana» (agrupados alrededor de Otto Fenichel), fueron obligados a renunciar a sus actividades, porque se las consideró «subversivas» en el suelo americano. Después de haber sufrido los ataques del macartismo, tuvieron que medicalizarse, reprimir su pasado europeo y convertirse en técnicos de la adaptación. De allí esa ortodoxia burocrática que terminará por desacreditar la imagen del psicoanálisis y dejar el campo libre a la supremacía de los laboratorios farmacéuticos proveedores de «píldoras de la felicidad», o a las diversas terapias de la New Age (curas chamánicas, experiencias de espiritismo, videncia o telepatía). La corriente de la Ego Psychology se desarrolló a partir de 1939 en el interior de la IPA. Está más cerca de la doctrina clásica de Sigmund Freud que la tradición naturalista, aunque procede a una revisión completa de la segunda tópica. En este sentido, el hecho de que el Ich Freudiano haya sido traducido al inglés por James Strachey con el vocablo latino ego no careció de importancia para el florecimiento de todas las teorías del yo y de la persona en lengua inglesa, y sobre todo en el pasaje del ego al seIf, y des pués, de la Ego Psychology a la Self Psychology. Mientras que en 1923 Freud afirmó la primacía del inconsciente sobre el consciente, y trastocó el campo de estudio de las pulsiones con la introducción de la pulsión de muerte, los partidarios de la Ego Psychology sostienen una posición que va en sentido contrario a ese descentramiento. Según ellos, el yo se autonomiza (se convierte en un yo autónomo) al controlar las pulsiones primitivas, lo que le permite adquirir independencia frente a la realidad externa. No obstante, la autonomía sigue siendo relativa: del lado de las pulsiones, el yo busca una garantía contra su esclavización por el ambiente. del lado del ambiente, reclama las mismas garantías contra las exigencias del ello. La adaptación del yo a la doble coacción del ello y la realidad pasa por un justo medio que asegura el equilibrio necesario para el florecimiento de la vida humana. Pero si el yo tiende a adaptarse para realizar su autonomía, la identificación deja de ser un proceso inconsciente para convertirse en un comportamiento imitativo. También la teoría de la sexualidad es objeto de una torsión: vertida en la sublimación, la libido asegura una desexualización de las pulsiones agresivas. Cuando más fuerte es el yo, más refuerza su quantum de energía neutralizada. Cuanto más débil es, menos actúa la neutralización. En 1950, en «Comments on the psychoanalytic theory of the ego», Hartmann introdujo una distinción entre el yo (ego), como instancia psiquica, y el sí-mismo (self, en el sentido de personalidad o persona propia. El término fue retomado por Winnicott, quien le añadió una referencia fenomenológica, y por Kohut, que hizo del self una instancia específica, y la única capaz de explicar los trastornos narcisistas. De modo que la Ego Psychology , soslaya la pulsión de muerte, y recentra el inconsciente en el preconsciente. En cuanto al concepto de transferencia, también sufre modificaciones, puesto que, en la cura, el terapeuta del ego debe ocupar el lugar de ese yo «fuerte» al que el paciente quiere asemejarse para conquistar la autonomía del yo. En el plano técnico, la revisión de la Ego Psychology se traduce en el privilegio acordado al análisis de las resistencias, en detrimento de la interpretación de los contenidos. De allí su vínculo con el annaFreudismo. En Francia, Jacques Lacan criticó la Ego Psychology , ese psicoanálisis norteamericano», según sus palabras, al realizar una lectura totalmente distinta de la segunda tópica. Sobre todo, introdujo en la doctrina Freudiana una teoría no fenomenológica del sujeto, lo que le permitió distinguir, no un ego y un self, sino un je y un moi, y construir entonces el concepto del «sujeto representado» por un significante.