Diccionario de Psicología, letra F, Forclusión [o preclusión]

Diccionario de Psicología, letra F, Forclusión [o preclusión]

s. f. (fr. forclusion; ingl. repudiation o foreclosure; al. Verwerfung). Según J. Lacan, «defecto que le da a la psicosis su condición esencial, en la estructura que la separa de la neurosis» (De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, 1957). El funcionamiento del lenguaje y las categorías topológicas de lo real, lo simbólico y lo imaginario permiten especificar este defecto de la siguiente manera: el significante que ha sido rechazado del orden simbólico reaparece en lo real, por ejemplo alucinatoriamente. Las perturbaciones que se siguen de ello en los tres registros de lo real, lo simbólico y lo imaginario (R.S.I.) dan a las psicosis sus diferentes configuraciones. El efecto radical de la forclusión sobre la estructura se da no sólo en el cambio de lugar del significante, sino también en el estatuto primordial de lo que es excluido: el padre como símbolo o significante del Nombre-del-Padre, cuyo significado correlativo es el de la castración. Por eso es que, en ciertas condiciones, el sujeto psicótico se encuentra enfrentado con una castración no simbólica, sino real. El hombre de los lobos. La alucinación del dedo cortado, referida por el Hombre de los Lobos en su psicoanálisis, permitió a Freud poner en evidencia un mecanismo distinto tanto de la represión neurótica como de la desmentida perversa: la Verwerfung , que está en la base de la psicosis. El término Freudiano significa «rechazo». Lacan terminó por traducirlo como «forclusión». Esta opción tiene el mérito de poner el acento, con una gran precisión, sobre esta característica: lo que ha sido rechazado no puede retornar al mismo lugar de donde ha sido excluido. Este proceso se distingue, por consiguiente, de la represión, pues lo reprimido retorna en su lugar de origen, lo simbólico, donde primitivamente fue admitido. La forclusión recae entonces sobre el significante. En el texto de Freud, la Verwerfung marca cada vez la relación del sujeto con la castración: «La rechazó y se mantuvo en el statu quo del comercio por el ano. Cuando digo: la rechazó, el sentido inmediato de esta expresión es que no quiso saber nada de ella en el sentido de la represión. Esto quiere decir que propiamente no se formuló ningún juicio sobre su existencia, sino que fue como si ella nunca hubiera existido». Ya con ocasión de su análisis del mecanismo de la paranoia, en el caso Schreber, Freud se había visto llevado a precisar que la alucinación no era un mecanismo proyectivo: «Más bien reconocemos que lo que ha sido abolido en el interior vuelve del exterior». La interpretación de Lacan. El episodio alucinatorio del Hombre de los Lobos autoriza varias observaciones. Como este fenómeno está sustraído de las posibilidades de la palabra, se acompaña de efectos cuyos rasgos principales fueron señalados por Lacan: el embudo temporal en el que se hunde el sujeto, su mutismo aterrado, su sentimiento de irrealidad. El sujeto choca con el símbolo cercenado, que por ello no entra en lo imaginario -donde su posición femenina le quita todo sentido a su mutilación alucinatoria- sino que constituye para él algo que no existe. Este es un modo de interferencia entre lo simbólico y lo real. Lacan se sirvió del artículo de Freud sobre la denegación para aislar el proceso de la forclusión en una de las dos fases de la dialéctica que es propia de la denegación: la primera, de simbolización o Bejahung -admisión que consiste en una «introducción en el sujeto»-, no ha tenido lugar. La segunda, «de expulsión fuera del sujeto», constituye lo real en tanto subsiste fuera de la simbolización. La forclusión «es exactamente lo que se opone a la Bejahung primaria y constituye como tal lo que es expulsado». De allí, en ese mismo texto de los Escritos, la formulación de Lacan: «Lo que no ha nacido a la luz de lo simbólico aparece en lo real». La relación del sujeto con el significante. Si la castración se produce en lo real, ¿en qué registro se sitúa el agente? Mientras que Freud considera la relación del sujeto con el padre, Lacan, en el caso Schreber, aborda la cuestión de la relación del sujeto con el significante: «La atribución de la procreación al padre no puede ser sino el efecto de un significante puro, de un reconocimiento no del padre real, sino de lo que la religión nos ha enseñado a invocar como el nombre del padre». Es el padre en su función simbólica de castración. Dicho de otro modo, en el orden del lenguaje, él instaura el limite, el corte y al mismo tiempo la vectorización de la cadena o de su sentido (fálico). Que un sujeto en condiciones electivas se encuentre con «un padre real» que «llegue a ese lugar en el que no ha podido llamarlo antes» es desencadenante de la psicosis. Pues, en lugar de encontrar correlativamente el apoyo del símbolo, no encuentra en ese lugar sino el agujero abierto en lo simbólico por el efecto de la forclusión. «En el punto donde (…) es llamado el padre real, puede por lo tanto responder en el Otro un puro y simple agujero, el que, por carencia del efecto metafórico, provocará un agujero correspondiente en el lugar de la significación fálica». En esta coyuntura, puesto que el padre no es un significante, sólo puede ser una figura imaginaria a la que el símbolo carente no puede hacer límite. Por lo tanto, la relación inconmensurable del sujeto con él termina situada «en el orden de la potencia y no en el orden del pacto». La marca de la forclusión. La forclusión de ese significante primordial se registra por sus efectos en el decir de un paciente psicótico. En ninguna otra parte, dice Lacan, el síntoma está tan claramente articulado en la estructura misma. La cadena hablada se presenta sin límite y sin vectorización. La perturbación de la relación con el significante se manifiesta en los trastornos del lenguaje como los neologismos, las frases estereotipadas, la ausencia de metáforas. Al haber cedido o no haberse establecido nunca los puntos de «capitonado» del discurso -puntos de enlace fundamental entre el significante y el significado-, ocurre su desarrollo separado, con la preeminencia del significante como tal, vaciado de significación. Se da la emergencia de fenómenos automáticos en los que el lenguaje se pone a hablar solo, alucinatoriamente. Es entonces lo real mismo lo que se pone a hablar. La regresión «no genética, sino tópica al estadio del espejo», sitúa al sujeto en la alienación de una captura imaginaria radical, reduciéndolo a una posición intimidada. Pero este registro le ofrece también al sujeto una muleta. Pues, como dice Lacan en el Seminario III , 1955-56, «Las psicosis» (1981), «tendrá que llevar la carga [de la aniquilación del significante], y asumir su compensación por medio de una serie de identificaciones puramente conformistas». Es así como la forclusión declina sus efectos de estructura en los tres registros, real/imaginario/simbólico.