Diccionario de Psicología, letra F, Francia

Diccionario de Psicología, letra F, Francia

Aunque la creación de la primera sociedad psicoanalítica fue más tardía (1926) que en las otras grandes áreas geográficas de implantación Freudiana de principios de siglo (Gran Bretaña, Estados Unidos), Francia es el único país del mundo donde se reunieron a lo largo de un lapso prolongado (desde 1914 hasta fines del siglo XX), y sin ninguna interrupción, las condiciones necesarias para la implantación del psicoanálisis en todos los sectores de la vida cultural y científica, tanto por la vía médica y terapéutica (psiquiatría, psicología, psicología clínica) como por la vía intelectual (literatura, filosofía, política, universidad). Esta implantación exitosa no se realizó sin convulsiones y, en este sentido, conviene observar que Francia es también uno de los países donde la resistencia patriotera al psicoanálisis y el odio a Sigmund Freud fueron más virulentos. Desde este punto de vista, existe una evidente «excepción francesa». Sus orígenes se encuentran en la Revolución de 1789 (que dotó de legitimidad científica y jurídica a la mirada de la razón sobre la locura, firmando así el acta de nacimiento institucional de la psiquiatría), y después en el affaire Dreyfus, que le permitió tomar conciencia de sí misma a la clase intelectual. Al designarse «vanguardia», podía apropiarse de las ideas más innovadoras y hacerlas fructificar a su manera. A esto se añade el nacimiento de una modernidad literaria en la que -a través de Charles Baudelaire (1821-1867), Arthur Rimbaud (1854-1891) y Lautréamont (1846-1870)- se enunció la idea de cambiar al hombre a partir del «yo es un otro». La excepción tiene también que ver con el estatuto acordado desde el Antiguo Régimen a la gramática, las palabras, el vocabulario, el léxico. Lejos de considerar su idioma como un puro instrumento de comunicación, las elites francesas siempre lo valorizaron, haciendo de su forma escrita el símbolo de una nación homogénea, y después, símbolo de la República. La lengua francesa era el ideal al fin alcanzado de la lengua. De allí la importancia atribuida no sólo a la Academia, cuya función es legislar sobre el «bien hablar» y el «bien escribir», sino a los escritores en general. Esta concepción de la lengua es totalmente extraña a la mayoría de los otros países de Europa. En todo caso, explica que un gramático (Édouard Pichon) haya podido desempeñar un papel tan importante en la génesis de la conceptualización francesa del Freudismo, y tener tanta influencia sobre los dos grandes maestros del psicoanálisis de este país: Jacques Lacan, formalista mallarmeano de una lengua del inconsciente, y Françoise Dolto, vocera de un léxico del terruño perfectamente adaptado a la identidad nacional. Es conocido el mito de la abolición de las cadenas de los alienados, creado por Scipion Pinel (1795-1859) y Jean-Étierme Esquirol (1772-1840) bajo la Restauración. Ese mito presenta a Philippe Pinel (1745-1826), fundador de la psiquiatría en Francia, como un antijacobino, opuesto a los señores del terror, cuando en realidad debía su designación en el Hospicio de Bicétre a un decreto de la Convención montagnarde del 11 de septiembre de 1793. Según el mito, en esa época Pinel recibió la visita de Couthon (1756-1794), miembro del Comité de Salud Pública, que buscaba sospechosos entre los locos. Todos temblaron ante el aspecto del fiel de Robespierre (1758-1794), quien había abandonado su silla de paralítico para hacerse llevar a pulso. Pinel lo condujo a ver a los agitados, lo que le provocó pánico. Recibido con insultos, se volvió hacia el alienista y le dijo: «Ciudadano, ¿estás tú mismo loco, que quieres liberar a semejantes animales?» El médico respondió que los insensatos eran tanto más intratables cuanto que se encontraban privados de aire y libertad. Couthon aceptó entonces la eliminación de las cadenas, pero puso en guardia a Pinel contra su presunción. Lo llevaron a su carroza, y el filántropo pudo comenzar su obra: había nacido el alienismo. Lo mismo que el mito de la peste, el de la abolición de las cadenas ha sido cuestionado por todos los historiadores de la psiquiatría, quienes dicen que este gesto simplemente no existió. Pero los mitos fundadores tienen la característica de pesar más que la realidad de las cosas. Contemporáneo de William Tuke (1732-1822) en Inglaterra, y de Benjamin Rush (1746-1813) en los Estados Unidos, Pinel creó de hecho el tratamiento moral a partir de la idea de que la locura contiene siempre un resto de razón. Cien años más tarde, en el Hospital de la Salpêtrière , Jean Martin Charcot adujo ese mito al recurrir a la hipnosis para demostrar que la histeria era una enfermedad funcional, y liberar así a las mujeres de la acusación de que simulaban. En la historia de los orígenes del psicoanálisis, los mitos ligados a la liberación, la servidumbre, la Revolución y la abolición de las cadenas desempeñan un papel considerable. En su viaje de 1885 a París, donde conoció a Charcot, y después en su estada en Nancy, donde visitó a Hippolyte Bernheim, Sigmund Freud fue impregnado por esos mitos fundadores, a los cuales él mismo recurrió muchos años más tarde. Después del derrumbe de la doctrina de la herencia-degeneración y del desmembramiento de la enseñanza de Charcot realizado por Joseph Babinski, fue Pierre Janet quien encarnó, a continuación de Théodule Ribot (1839-1916), la tradición francesa en psiquiatría dinámica. Ribot fue el promotor de la psicología experimental, cuyo heredero sería Alfred Binet (1857-1911), a su vez asociado con Henri Beaunis (1830-1921), mientras que Janet fue el artífice de la psicología clínica, en la que se basarían Daniel Lagache y Juliette Favez-Boutonier. Partidario de la idea del automatismo mental, en el congreso de medicina de Londres de 1913 Janet pronunció su famosa conferencia sobre el «psicoanálisis», con la cual popularizó la idea de que éste era un producto puro de la sensualidad y la inmoralidad de la ciudad de Viena. Asociado a la germanofobia, en una Francia obsesionada por el nacionalismo y el antisemitismo, esa convicción iba a alimentar los ataques contra el pansexualismo de Freud. Caracterizada entonces como fruto de la barbarie alemana, la doctrina de la sexualidad fue considerada poco compatible con la bella latinidad francesa, símbolo del espíritu cartesiano. De allí la reacción de los pioneros, por ejemplo Angelo Hesnard, que intentaron «afrancesar» la doctrina de Freud y asimilarla a los ideales de lo que entonces se llamaba «el genio latino». Después de la Primera Guerra Mundial, y con la intensificación del odio a Alemania, el psicoanálisis fue calificado de «ciencia boche», ciencia alemana, lo mismo, por otra parte, que la teoría de la relatividad de Albert Einstein (1879-1955). A las reacciones virulentas de la prensa se sumó el antiFreudismo salvaje de dos grandes figuras de la psicopatología francesa: Georges Dumas (1866-1946) y Charles Blondel. Alumno de Janet, Y célebre por sus notables presentaciones de enfermos, seguidas por los estudiantes de filosofía, Dumas no cesó de atacar la nueva doctrina «sexual». En cuanto a Blondel, amigo del historiador Marc Bloch (1886-1944) y profesor en Estrasburgo, en 1924 dedicó todo un estudio al psicoanálisis, tratándolo de «obscenidad científica». En un artículo de la misma época, un miembro del Instituto escribió lo siguiente: «Sus ideas [las de Freud] se aplican a los judíos, sus hermanos de raza, particularmente predispuestos al pansexualismo libidinoso congénito, por fatalidad étnica». Uno de los pocos autores que se sustrajeron a esta visión chovinista era médico en Poitiers: Pierre Ernest Morichaut-Beauchant (1873-1951). Freud, en una carta a Carl Gustav Jung del 3 de diciembre de 1910 lo reconoció como el primer francés que había adherido abiertamente a la «causa» del psicoanálisis. Entre 1912 y 1922, Morichaut-Beauchant publicó cuatro artículos, en los cuales enfrentó las tesis vigentes sobre el pansexualismo Freudiano. Por otra parte, reconocía explícitamente el papel de la sexualidad en los vínculos que unen al paciente con el médico, y tradujo por primera vez al francés el concepto Freudiano de transferencia como rapport affectif (relación afectiva). En general patriotero, el ambiente médico sólo adhirió a una concepción terapéutica del psicoanálisis. El ambiente literario, por su parte, acogió de buen grado la doctrina ampliada de la sexualidad, negándose a considerar el Freudismo como «cultura germánica», y defendiendo de buena gana el análisis profano. Entre los escritores de todas las tendencias se veía al sueño como la gran aventura del siglo, se inventó la utopía de un inconsciente hecho de lenguaje y abierto a la libertad y la subversión, y se admiraba por sobre todo el coraje con el que un sabio austero se había atrevido a escandalizar, desafiando a lo más íntimo del conformismo burgués. A partir de 1920, el psicoanálisis logró un éxito considerable en los salones literarios parisienses, y numerosos escritores hicieron la experiencia de una cura, en particular Michel Leiris (1901-1990), René Crevel (1900-1935), Antonin Artaud (1896-1948), Georges Bataille (1897-1962) y Raymond Queneau (1903-1976). El descubrimiento vienés contó con el apoyo de las revistas, entre ellas la Nouvelle Revue française (NRF), grupo que rodeaba a André Gide (1869-1951) y Jaeques Rivière (1886-1925); La Révolution surréaliste, en la que desempeñaba un papel determinante André Breton (1896-1966), y finalmente Philosophies, donde Georges Politzer (1903-1942) concibió su psicología concreta, inspirándose en el Freudismo antes de renegar de él en nombre del comunismo, y después comprometerse en la lucha antinazi. Otros dos escritores que se volvieron hacia el Freudismo fueron Romain Rolland, quien mantuvo correspondencia con Freud, y Pierre Jean Jouve (1887-1976), cuya esposa, Blanche Reverchon-Jouve (1897-1974), fue psicoanalista y traductora de los Tres ensayos de teoría sexual. Jouve utilizó el método psicoanalítico en su obra en prosa, basándose en el material clínico que le proporcionaba la mujer. De tal modo construyó sus grandes novelas a partir de figuras femeninas cuyo modelo eran mujeres locas. En cuanto a su poesía, la concebía como «una catástrofe» directamente inspirada por el inconsciente según Freud. Formado como psiquiatra, e interno de Joseph Babinski, André Breton descubrió la fuerza del automatismo mental con los soldados afectados de neurosis de guerra. A partir de esa experiencia clínica concibió la existencia de una «sobrerrealidad». Después trató de alcanzarla mediante la escritura automática, publicando con Philippe Soupault (1897-1990), en 1919, el primer gran texto surrealista: Les champs magnétiques. En 1921 viajó a Viena para encontrarse con Freud, pero la visita resultó decepcionante. Apegado a una visión tradicional de la literatura, y poco abierto a la vanguardia francesa, Freud no comprendió en absoluto la apertura surrealista, ni la concepción del inconsciente defendida por Breton. En 1932, los dos hombres intercambiaron una correspondencia que atestigua ese malentendido. En 1925 se organizó el primer grupo Freudiano francés en torno a la revista L’Évolution psychiatrique. Entre sus diferentes guías figuraron tanto psicoanalistas (por ejemplo, René Laforgue, Sophie Morgenstern y Rudolph Loewenstein) como psiquiatras marcados por la tradición dinámica o la fenomenología (por ejemplo, Eugéne Minkowsk¡, Paul Schiff, y más tarde Henri Ey). La revista y el grupo iban a convertirse en uno de los altos niveles de difusión del Freudismo médico en Francia. En noviembre de 1926 se creó la primera asociación de psicoanálisis: la Société psychanalytique de Paris (SPP), compuesta por doce miembros: René Laforgue, Marie Bonaparte, Édouard Pichon, Charles Odier, Raymond de Saussure, Rudolph Loewenstein, René Allendy, Georges Parcheminey (1888-1953), Eugénie Sokolnicka, Angelo Hesnard, Adrien Borel, Henri Codet (1889-1939). Al año siguiáte apareció el primer número de la Revue française de psychanalyse. Hubo que aguardar hasta 1934 para que, gracias al aporte financiero de Marie Bonaparte, se formara un instituto según el modelo del Berliner Psychoanalytisches Institut (BPI). Con una quincena de años de atraso respecto de los otros pioneros europeos y norteamericanos, la primera generación psicoanalítica francesa (segunda en el plano mundial) se integró a la International Psychoanalytical Association (IPA) en el momento en que ésta acababa de imponer reglas precisas para el acceso al análisis didáctico y al control. Ahora bien, los franceses no estuvieron dispuestos a adaptarse a ese funcionamiento burocrático, cuya necesidad no advertían. La SPP se escindió entonces en dos fracciones: por un lado, los internacionalistas, formados fuera de Francia y conducidos por Marie Bonaparte, Loewenstein y Saussure, y por otro lado los patrioteros, apegados al terruño psiquiátrico francés, y animados por Pichon, Borel, Codet y Hesnard. Los primeros se manifestaban favorables a una adaptación rápida del movimiento a la ortodoxia de la IPA , mientras que los segundos eran partidarios de la conservación de una identidad francesa en el movimiento, y pretendían «afrancesar» el vocabulario y los conceptos del psicoanálisis. En el corazón del dispositivo, René Laforgue no logró ocupar el lugar de un jefe de escuela, ni unificar un movimiento víctima de una disputa insuperable. En realidad, ninguno de los miembros de esta primera generación tuvo la envergadura de un Ernest Jones, un Sandor Ferenczi, un Otto Rank, o incluso de un Wilhelm Reich. Ninguno de ellos produjo una obra innovadora, y ninguno fue capaz de unificar el movimiento en torno a una doctrina, una palabra, una política, una enseñanza o una filiación. Por ello, en 1932 ese papel pasó a manos de la segunda generación (la tercera en el plano mundial): Sacha Nacht, Daniel Lagache, Maurice Bouvet, Jacques Lacan, Françoise Dolto. Ahora bien, en el seno de esta nueva generación, que emergió en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Lacan fue el único que se impuso como iniciador de un sistema de pensamiento original, basado en el Freudismo y la filosofía hegeliana. Ni chovinista ni internacionalista, fue dándole progresivamente al movimiento una solución que no era la búsqueda de una identidad imposible. Proveniente de la tradición psiquiátrica, formado por Gaétan Gatian de Clérambault, analizado por Loewenstein y marcado por el surrealismo, él fue además el único, en el período de preguerra, que logró sintetizar las dos vías de implantación del psicoanálisis (la médica y la intelectual). De allí la posición única que ocuparía durante cincuenta años, junto con Françoise Dolto, quien en 1945 surgió como fundadora del psicoanálisis de niños, después de las experiencias desdichadas de SokoInicka y Morgenstern. Gracias a Marie Bonaparte, que interrumpió las actividades de la SPP en 1939, y gracias también a Henri Ey y al grupo de L’Évolution psyquiatrique, partidario de la resistencia, el movimiento francés se sustrajo a cualquier compromiso bajo la Ocupación. Marginado desde 1935, René Laforgue trató solitariamente de instaurar en París un instituto «arianizado», según el modelo de Matthias Heinrich Góring. No logró hacerlo. En cuanto a Georges Mauco, el único psicoanalista francés partidario del nazismo, fue también el único colaboracionista. De modo que el movimiento francés salió indemne del período de la Ocupación. Pudo entonces expandirse en el momento en que, en Europa, sólo Gran Bretaña se encontraba a la vanguardia del Freudismo internacional, sobre todo gracias a la solidez de su escuela clínica, que aunque escindida en tres corrientes (el kleinismo, el annaFreudismo y los Independientes), pertenecía totalmente a la IPA. Como en todos los otros países, la expansión del psicoanálisis se tradujo en Francia en un fenómeno de escisiones en cadena, en las que estaban en juego la cuestión del análisis profano y la formación didáctica. La primera escisión se produjo en 1953, en torno a la creación de un nuevo instituto de psicoanálisis. Los representantes de la profesión médica se opusieron a los universitarios liberales, partidarios del análisis profano. Agrupados alrededor de Nacht y Serge Lebovici, los primeros quisieron asegurar el dominio del poder médico sobre la formación de los psicoanalistas. Representados por Dolto, Lagache y Lacan (y apoyados por los alumnos en rebelión contra la autoridad), los segundos fueron protegidos por Marie Bonaparte. Asustada por el desorden (y sobre todo muy hostil a Lacan), esta última apoyó finalmente al grupo de Nacht, provocando el éxodo de los liberales, que fundaron la Société française de psychanalyse (SFP), arrastrando con ellos a la mayoría de los alumnos de la SPP , es decir, a la tercera generación francesa (cuarta en el plano mundial). Durante diez años, en torno a Dolto, Lagache y Lacan, la SFP se convirtió en el lugar de una formidable expansión del Freudismo francés: implantación universitaria, traducción de los textos de la escuela inglesa y norteamericana, creación de colecciones de psicoanálisis en las editoriales parisienses, y sobre todo de una revista prestigiosa, La Ps ychanalyse. Durante este período nació el lacanismo, verdadera escuela francesa del Freudismo. Lacan no sólo formó a los mejores alumnos de esta generación, sino que también elaboró los grandes conceptos que harían de él un maestro de pensamiento, a la vez adulado y odiado. Desde su fundación, la SFP trató de hacerse reconocer como sociedad componente de la IPA. Ahora bien, a pesar de los esfuerzos de WIadimir Granoff, Serge Leclaire y Franlois Perrier, que consagraron los mejores años de sus vidas a esa política de reintegración, la dirección de la IPA , después de años de negociación, se negó a acordar el título de didactas a Lacan y Dolto. A Lacan se le reprochaban sus innovaciones técnicas, y sobre todo la práctica de las sesiones breves, no conformes a la duración normalizada (cincuenta minutos), y a Dolto, una práctica demasiado «carismática,’. En el verano de 1964, la SFP estalló, escindiéndose en dos grupos: la École Freudienne de Paris (EFP), fundada por Lacan, y la Association psychanalytique de France (APF), donde se encontraban, en torno a Lagache, Didier Anzieu, Juliette Favez Boutonier y WIadimir Granoff, algunos de los mejores alumnos de Lacan, sobre todo Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis (quien publicaría en Gallimard la Nouvelle Revue de psychanalyse), así como Daniel Widlöcher. Frente a la SPP , la APF se convirtió en la segunda componente francesa de la IPA. Más intelectual y más liberal, realizó una reforma del cursus, suprimiendo la distinción entre psicoanálisis didáctico y psicoanálisis personal. En cuanto a la EFP , también la integraban una cantidad importante de clínicos franceses de la misma generación: Moustapha Safouan, Octave Mannoni, Maud Mannoni, Jenny Aubry, Ginette Raimbault, Lucien Israél (1925-1996), Jean Clavieul, y otros. Contrariamente a sus homólogos norteamericanos e ingleses, los terapeutas franceses, de todas las tendencias, nunca constituyeron una escuela homogénea que pudiera acoger a las grandes corrientes del Freudismo internacional: la Ego Psychology , el kleinismo, el annaFreudismo o la Self Psychology. Durante cincuenta años, fue el lacanismo, y sólo el lacanismo, el que dividió en dos polos opuestos al campo psicoanalítico francés: los antilacanianos de un lado, y los lacanianos del otro. En cuanto a los «neutrales», seguirán siendo antes que nada clínicos independientes (por ejemplo, André Green o Conrad Stein), sin pertenencia precisa, deseosos sin embargo de afirmar su propia concepción del psicoanálisis. Se puede citar en tal sentido a Michel de M’Uzan, notable teórico de la perversión, a Joyce MacDougall, especialista en estados límite y trastornos de la identidad sexual, a Nicolas Abraham y, finalmente, a Julia Kristeva, a la vez psicoanalista, novelista y ensayista, cuyas tesis fueron retomadas por las feministas norteamericanas. Rechazada en el movimiento psicoanalítico internacional, la obra lacaniana ocuparía en adelante un lugar central en la historia del estructuralismo. Diez años después del momento fecundo de su elaboración, el retorno lacaniano a Freud salió en efecto al encuentro de las preocupaciones de una especie de filosofía de la estructura derivada de los interrogantes de la lingüística saussureana y convertida ella misma en punta de lanza de una oposición a la fenomenología clásica. La efervescencia doctrinaria, que se concretó en torno a los trabajos de Louis Althusser (1918-1990), Roland Barthes (1915-1980), Michel Foucault (1926-1984) y Jacques Derrida, y que tomaba como objetos de estudio la primacía del lenguaje, el antihumanismo, la desconstrucción o la arqueología, se desplegó en el interior de la institución universitaria, preparando el terreno para la rebelión estudiantil de mayo de 1968. La revista Tel Quel, impulsada por Philippe Soler, desempeñó un papel idéntico al de la vanguardia surrealista en el período de entreguerras. En 1969, la aplicación en la EFP del procedimiento del pase dio lugar a una nueva escisión, la tercera en la historia del movimiento francés. Hostiles a ese sistema, François Perrier, Piera Aulagnier, Cornelius Castoriadis y Jean-Paul Valabrega renunciaron, para fundar la Organisation psychanalytique de langue française (OPLF) o Quatriéme Groupe. De inspiración Freudiana, este grupo no se unirá a las filas de la IPA , sino que se organizó en torno a una nueva revista: Topique. Esta última escisión marcó la entrada del lacanismo en un proceso de burocratización y dogmatismo, y fue totalmente distinta de las anteriores. En efecto, hasta entonces Lacan había encarnado la renovación de la doctrina Freudiana, y las escisiones se realizaban con él. En este caso, se abandonaba a Lacan para fundar una escuela más liberal. La crisis que afectó a la EFP después de 1968 fue el signo de una masificación del movimiento. Contrariamente a lo que sucedió en otros países, donde el psicoanálisis soportó en este período la competencia de múltiples escuelas de psicoterapia en expansión, Francia siguió siendo casi exclusivamente Freudiana. De pronto, la expansión se produjo en el interior mismo del Freudismo, mientras que, en otras partes, se desplegaba fuera del psicoanálisis o en sus márgenes. A partir de 1970 los grupos psicoanalíticos se vieron afectados por un formidable gigantismo. Los estudiantes formados en psicología clínica en la universidad fueron convirtiéndose progresivamente en la base de las escuelas psicoanalíticas. Este fenómeno gravitó aún más en la EFP que en las otras asociaciones. Mientras que la APF lograba mantener una jerarquía sólida, negándose a acordar a los alumnos en formación el estatuto de miembros, la SPP , por el contrario, chocó de frente con una crisis institucional que duraría diez años. Miembro de la SPP , René Major abrió entonces una vía teórica y política a la disidencia de los años 1975-1980, y de tal modo influyó sobre los cuatro grandes grupos Freudianos. Basándose en las tesis de Jacques Derrida, creó una nueva revista y un grupo que tomaron el nombre de Confrontation. De allí la emergencia de una corriente derridiana de psicoanálisis, que se utilizará para criticar todas las formas del dogmatismo institucional. Después de la disolución de la EFP y la muerte de Lacan, el paisaje de la Francia Freudiana fue transformándose radicalmente a lo largo de un proceso infinito de estallidos y atomización de los grupos lacanianos. A fines de la década de 1990, junto a dos sociedades componentes de la IPA y de la OPU , diecisiete asociaciones provenientes de la EFP se dividen el campo Freudiano francés: École de la Cause Freudienne (ECF, 1981), Association Freudienne internationale (AFI, 1982), Cercle Freudien (CF, 1982), Cartels constituants de l’analyse Freudienne (CCAF, 1983), École Freudienne (EF, 1983), Fédération des ateliers de psychanalyse (FAP, 1983), Convention psychanalytique (CP, 1983), Coût Freudien (1983), Errata (1983), École lacanienne de psychanalyse (ELP, 1985), Psychanalyse actuelle (1985), Séminaires psychanalytiques de Paris (SéPP, 1986), Association pour une instance des psychanalystes (Apui, 1990), Analyse Freudienne (1992), École de psychanalyse Sigmund Freud (1994), Espace analytique (EA, 1994), Société de psychanalyse Freudienne (SPF, 1994). A estos grupos se suman dos sociedades de historia ( la Société international d’histoire de la psychiatrie et de la psychanalyse, SIHPP, 1983, y la Association internationale d’histoire de la psychanalyse, AIHP, 1985), una escuela (la École propédeutique á la connaissance de I’inconscient, EPCI, 1985), numerosos grupos provinciales, y varias asociaciones de tipo federativo que aspiran a reunir a otros grupos de Europa o del mundo. Observemos que el lacanismo ha producido una sola asociación internacional comparable a la IPA: la Association mondiale de psychanalyse (AMP). A fines del siglo, el número de los psicoanalistas franceses de todas las tendencias se eleva a aproximadamente cinco mil, para una población de cincuenta y ocho millones de habitantes; mil de esos profesionales (incluidos los alumnos) están alineados con las dos sociedades pertenecientes a la IPA , de modo que hay ochenta y seis psicoanalistas por millón de habitantes, el porcentaje más alto del mundo. Puede decirse que, Jacques Lacan, ayudado por Françoise Dolto, logró hacer de Francia el país más Freudiano: el único, inmediatamente antes de la Argentina, donde el psicoanálisis se ha convertido a la vez en una componente principal de la vida intelectual y en una verdadera terapia de masas.