Diccionario de Psicología, letra G, Género

Diccionario de Psicología, Letra G, Género

Diccionario de Psicología, letra G Género

Definición El concepto de Género, según T. De Barbieri define «el conjunto de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores que las sociedades elaboran a partir de la diferencia anatomo -fisiológica que dan sentido a la relación entre las personas», es decir, tramas de relaciones sociales en tanto personas sexuadas. Por su parte G. Rubin propone la idea del sistema sexo-género como «el dispositivo mediante el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y mediante el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas».

Origen e historia del término

En 1955, John Money, médico e investigador de problemas de hermafroditismo en el Hospital de la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.) traslada la palabra género de la gramática a las ciencias de la vida y la salud, alertado por la sobresignificación que pesaba sobre el término sexo. Efectivamente existe un sexo genético, gonadal, hormonal, anatómico, fisiológico, psíquico, social, además de la importancia fundamental y la significación especial que el psicoanálisis otorga a la sexualidad como determinante de la conducta humana. A partir de una importante casuística, Money y otros comprueban la fuerza determinante que la asignación de un determinado sexo tiene sobre la futura identidad. Efectivamente, tanto los casos de ambigüedad anatómica en relación a trastornos genéticos, como los casos de anatomía normal no calificada o no promovida debidamente por los criadores primarios, muestran el valor decisivo de la creencia y el deseo parental en la experiencia temprana del sexo de crianza, más allá de la determinación biológica. Desde el campo del psicoanálisis, Stoller, R. y otros corroboran los hallazgos de Money, J., es decir la fijeza que adquiere el sentimiento de ser nene o nena una vez establecida esa categorización: «Bajo el sustantivo Género se agrupan los aspectos psicológicos, sociales y culturales de la femineidad/masculinidad. Reservándose Sexo para los componentes biológicos, anatómicos y para el intercambio sexual en sí mismo «. Laplanche, J. prefiere llamar Género a «las determinaciones físicas, psíquicas, fantasmáticas que conducen a la distinción masculino-femenino. Y Sexo, a las mismas determinaciones orientadas por el placer sexual. Stoller denomina «experimentos de la naturaleza » los raros casos de ambigüedad anatómica, en relación a trastornos genético-hormonales, casuística en que la asignación de un sexo se ve dificultada. Y el ordenador de la futura identidad de género es el deseo parental. Otros casos son los denominados «transexuales primarios», estos niños crecen en la siguiente constelación familiar: madre que no promueve la masculinidad de sus hijos, padre ausente afectiva y sexualmente. La narcisización materna se vehiculiza a través de elogios a un niño suave, bello y encantador. La prolongada permanencia con esta madre fortifica un ideal de femineidad, no interceptada por ningún tercero. Freud describía la duradera e íntima relación amorosa con la madre en la historia de los homosexuales. En el caso de los transexuales, se habla de madres que feminizan sin erotizar. Ambos observables -anatomía ambigua, o anatomía no calificada- enfatizan la fuerza decisiva de la creencia, del deseo, del fantasma en la determinación del género. Y armonizan con la idea freudiana de un cuerpo erógeno cuya anatomía no es necesariamente su destino. R. Stoller introduce entre naturaleza y cultura, un tercer término: período crucial, en el que la asignación de un sexo imprime un sello a la identidad de género que difícilmente pueda revertirse pasados los tres años. Y sostiene una serie de proposiciones: Los aspectos de la sexualidad que caen bajo el dominio del género son determinados por la cultura. La madre es el agente cultural privilegiado, luego el padre y la sociedad. Las fuerzas biológicas reforzarán o perturbarán una identidad de género ya estructurada. La identificación es la operación psíquica que lidera este proceso. Este núcleo genérico se establece antes de la etapa fálica. La angustia de castración y la envidia del pene complejizaran esta estructura, Plantea la existencia de una protofemineidad, para varones y mujeres, consecuencia de esa relación fundadora con la madre. De esta forma la constitución de la masculinidad presenta dificultades especiales: el niño deberá hacer una fuerte formación reactiva para desligarse de esa identificación y del miedo a la pasividad. Equivalente de lo que la envidia del pene es para la mujer (Freud, S.). Parte importante de las conductas ligadas a la «masculinidad»: temeridad, riesgo, sobreexigencia, hiperactividad, pueden resignificarse como compensación a la tendencia a la pasividad. Por otro lado, desarrollos recientes de la biología corren parejos con estas ideas. No solo que, embriológicamente, el clítoris no es masculino. La fórmula XY como figura cromosómica del macho posee todos los genes presentes en la XX de la hembra y además el Y, que debe revertir la tendencia gonádica a producir un ovario. Los embriones masculinos tienen más dificultades para el desarrollo y evolución.