Diccionario de Psicología, letra I, Ilusión

Diccionario de Psicología, letra I, Ilusión

La originalidad de la concepción freudiana de la ilusión surge al confrontarla con el artículo consagrado al término en el Diccionario filosófico de Eisler, cuyas quince referencias son precedidas por la definición siguiente: construcción psicológica de la imaginación (pshychologische pliantastische); representación (Vorstellung) que, por asimilación, se produce en condiciones tales que no es captada en el sentido de lo que es efectivamente percibido (des wirklich Walirgerioninienen) (el término «asimilación», tomado de Wundt, designa para éste, según la misma fuente, la asociación «simultánea» que interviene en la modificación de las imágenes psíquicas debido a la integración de elementos provenientes de otras imágenes), pero su significación se basa al mismo tiempo en el hecho de que su asociación con lo percibido es captada como objetivamente (objektiv) efectiva (wirklich). Además se denomina ilusión toda la experiencia del engaño de sí mismo (die ganze Erscheinung der Selbsttaüschung). La ilusión estética tiene una gran significación para el goce (Genuss) estético. Las ilusiones prácticas (praktische) son engaños de sí mismo (Selbsttaüschung) acerca del valor de bienes de toda naturaleza (über den Wert von Gütern aller Art). En síntesis, aquí se invocan como característicos dos aspectos de la ilusión: la afinidad representativa con lo percibido, y la creencia en la efectividad de lo representado, No obstante, bajo la égida del «engaño de si mismo» en el dominio de la estética y de los valores, se hace referencia a una extensión del campo conceptual. Si comparamos esta definición con la que propone Freud, encontramos que es a la vez próxima y distinta. Distinta, en primer lugar, en cuanto Freud hace intervenir la participación del deseo como esencial para la creencia constitutiva de la ilusión. «En efecto -se lee en el capítulo 6 de El porvenir de una ilusión-, una ilusión no es lo mismo que un error; una ilusión no es tampoco necesariamente un error. La opinión de Aristóteles según la cual los insectos parásitos son engendrados por la suciedad -opinión que es aún la de las personas ignorantes- era un error, lo mismo que la opinión de los médicos de una generación anterior según la cual la tabes dorsalis era consecuencia de excesos sexuales. Sería impropio llamar ilusiones a esos errores, mientras que era una ilusión de Cristóbal Colón su creencia de que había encontrado una nueva ruta marítima a las Indias. La participación de su deseo en este error es manifiesta. Se puede calificar de ilusión la afirmación de ciertas nacionalidades, según la cual los indogermanos serían las únicas razas humanas capaces de cultura, o incluso la creencia de que el niño es un ser desprovisto de sexualidad, creencia ésta destruida por el psicoanálisis. Lo que caracteriza la ilusión es que deriva de los deseos humanos; en tal sentido se relaciona con la idea delirante en psiquiatría, pero se distingue también de esta última. La idea delirante posee una estructura más complicada y aparece en abierta contradicción con la realidad.» Pero, hemos dicho, la definición freudiana es también próxima a la anterior, en cuanto Freud, empleando la misma acepción que sus predecesores, designa con el término W¡rklichkeit o «realidad» la referencia objetal de la ilusión. Además, en el artículo «Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico», las obras de arte son evocadas como «una nueva especie de realidades» (ein neue Art Wirklichkeiten). Además convendrá situar esta noción freudiana de la ilusión en el contexto del ensayo donde es desarrollada, El porvenir de una ilusión, que en este caso es la ilusión de la religión. En efecto, allí se unen dos modalidades del sujeto: narcisismo e ideal del yo. Desde esta perspectiva, la ilusión podrá definirse como la puesta a disposición del yo de la capacidad cuya fuente es propia del ideal del yo en tanto que heredero de la omnipotencia paterna.