Diccionario de Psicología, letra L, Library of Congress

Diccionario de Psicología, letra L, Library of Congress

Situada en Washington, Estados Unidos, la Library of Congress, o Biblioteca del Congreso, es una de las más grandes del mundo. Allí, en el departamento de manuscritos, fueron depositados los archivos de Sigmund Freud (cartas, manuscritos, etcétera) y los de muchos otros psicoanalistas de diferentes países. La iniciativa fue tomada por Siegfried Bernfeld. Kurt Eissler, también psicoanalista de origen vienés, y autor de varios libros sobre Freud, asumió, después de la Segunda Guerra Mundial, la responsabilidad principal por ese gran depósito de saber y memoria que ha tomado el nombre de Sigmund Freud Archives (SFA) o Archivos Freud. Él reunió documentos apasionantes, entrevistando a todos los sobrevivientes de la saga freudiana y conservando los diálogos con ellos en cintas magnéticas. Acordó con Anna Freud reglas de conservación draconianas que, aunque respetando las voluntades de los donantes, han vedado el acceso a ese fondo a la mayoría de los investigadores externos a la International Psychoanalytical Association (IPA). Bajo su muy ortodoxa dirección, en 1979, como reacción al espíritu de censura, se produjo un giro revisionista en la historiografía freudiana, sobre todo a propósito de la edición de las cartas de Freud a Wilhelm Fliess, confiada por el propio Eissler a un investigador poco escrupuloso: Jeffrey Mussaieff Masson. De modo que la censura y la desconfianza terminaron por favorecer una empresa historiográfica violentamente antifreudiana. La colección Sigmund Freud, dividida en series (A, B, E, F, Z), cuyos derechos de publicación dependen de Sigmund Freud Copyrights (representante de los intereses económicos de los derechoabientes), está ahora abierta a todos los investigadores. Su reglamento prevé ciertas restricciones, a veces justificadas y conformes a las leyes en vigor, pero otras veces cuestionables. En cuanto a la serie Z, que será progresivamente liberada hasta el año 2100, se considera que encierra documentos concernientes a la vida privada de personas (pacientes, psicoanalistas, etcétera) que es preciso proteger. En realidad, esa serie Z está formada por algunos textos que no contienen nada confidencial, otros que no suponen ninguna revelación estruendosa aunque conciernan a secretos de familia o de diván, y finalmente otros cuya inclusión en esa categoría es incomprensible: por ejemplo, contratos de Freud con sus editores, cartas con una organización deportiva judía, documentos sobre Josef Freud ya conocidos por los historiadores. En una notable conferencia de 1994, Patrick Mahony y el historiador Josef Hayim Yerushalmi denunciaron el reglamento de la organización de esta serie. Yerushalmi subrayó que ocultar «secretos a voces» lleva mucho más a alimentar rumores inútiles, y que la única manera de evitarlos consistiría en abrir los archivos llamados secretos. Recordó la frase de Lord Acton: «Cerrar los archivos a los historiadores equivaldría a dejar nuestra historia en manos de nuestros enemigos». Y concluyó como sigue: «Vivimos en una época en que la información, en todos los ámbitos, nos sepulta en un diluvio al que no se sustrae la investigación sobre Freud. Ésta se ha convertido en una industria en sí misma. El control de orden estrictamente bibliográfico de sus productos es ahora imposible.»