Efectos de la agresividad y la violencia, el trato de los padres a los hijos (comportamiento agresivo)

Los padres que gritan, insultan o golpean a sus hijos, o muestran hacia ellos un grado relativo de, agresividad, estimulan una actitud violenta y desafiante por parte de sus hijos. Las secuelas, a veces irremediables, pueden quedar grabadas en los niños antes incluso de que lleguen al colegio. Un estudio de la Universidad de Washington (Seattle) llega a la conclusión de que la pretensión de algunos padres de ejercer el control de los niños mediante gritos y castigos tiene un resultado directo en el nivel de agresividad de los hijos a medida que crecen.
Los resultados, publicados en la revista Child Development, se derivan del trabajo desarrollado durante siete años por un equipo de psicólogos infantiles. El estudio trata de las consecuencias de la agresividad en el desarrollo infantil. Las conclusiones no pueden ser más contundentes:
cuanto más agresivo es el comportamiento de los padres, cuanto más duros son los castigos, peores efectos tiene en el desarrollo del niño. Gritar a un niño no es tan malo como insultarle, e insultarle no tan malo como pegarle; pero no es sólo el grado de agresividad de los padres lo que cuenta, sino también la frecuencia con que los niños son víctimas de los malos tratos.
Así, pues, la agresividad de los padres hacia los hijos empieza a almacenarse a una edad mucho más temprana de lo que se puede imaginar. Esta es una de las conclusiones más importantes, porque significa que la prevención y la corrección deben llegar cuando los niños son bebés.
Otro dato demostrado es que, a medida que crecen, los chicos muestran más agresividad que las chicas. En esto hay una combinación de factores; el más importante es la forma diferente en que niños y niñas expresan su agresividad. Los niños lo hacen de una forma más física, más obvia, y las niñas tienden a mostrar lo que llamamos «agresividad relacional» : excluyen de su entorno a las personas que no desean, emplean expresiones y miradas indirectas, etc.

¿Son irremediables los efectos de la agresividad de los padres sobre los hijos?
En la mayoría de los casos hay un factor que marca un antes y un después a la posible superación de las secuelas: el colegio. Si el niño ha desarrollado una personalidad problemática a causa de la agresividad con que los padres le han tratado, es más complicado que cambie y que mejore una vez que ha entrado en la vida escolar. El estudio concluye: «Son los padres los que necesitan terapia, no los hijos… tienen que tratar a sus hijos sin gritos, insultos o golpes, deben animarles cuando hacen las cosas bien, estar con ellos, y no sólo dirigirse a los niños cuando han hecho algo mal».
Sin embargo, la agresividad y violencia en los niños y adolescentes también puede aparecer cuando no han sido educados con la autoridad adecuada por parte de los adultos: ¿qué significa esto? Pues que toda criatura que crece, se desarrolla y va interrelacionándose con el mundo social ha de poder respetar normas, prohibiciones y leyes que rigen la vida en común. Los padres son los primeros representantes de ese marco de convivencia, y han de poder marcar los límites de lo que
se puede y no se puede hacer en cada situación y circunstancia. La tendencia espontánea de los niños y los adolescentes es la de satisfacer deseos y dar rienda suelta a sus pulsiones más primitivas. Ello no siempre es posible ni conveniente, por lo que se hace inevitable frustrar en
muchas ocasiones esos impulsos desiderativos… con palabras esclarecedoras, y a veces sin excesivas explicaciones.
Por otro lado, no podemos pensar que todo recae exclusivamente sobre la conducta de los padres. Hay también otros factores que contribuyen decisivamente a fomentar la violencia y la agresividad en los niños, como los medios de comunicación, que tienen mucha influencia en ellos. Para controlarla, en Canadá (donde la serie de televisión Power Rangers ha sido prohibida) y en Estados Unidos se está probando el «chip antiviolencia» en cientos de hogares, y su generalización podría darse a finales de este año 1999.
De hecho, la sensibilidad de los canadienses ante la violencia gratuita es mayor que la que existe en los Estados Unidos, y allí la insistencia de los propios padres ha sido el principal motivo para la instalación sistemática del chip, ya que solicitaban continuamente que se pusieran
a su disposición los instrumentos necesarios para decidir lo que sus hijos ven por televisión. El chip V es el medio para resolver el problema: hace que los padres «estén» en casa aunque no estén físicamente, y representa la primera oportunidad que tienen de controlar la televisión.
Es más, en las pruebas que se están llevando a cabo en Ontario, los padres tienen a su disposición cuatro categorías diferentes de calificación para los programas de la televisión.
En definitiva, tal como dice Kevin Watkins, experto en desarrollo humano, «invertir en educación y salud protege a la gente contra las crisis… si un estado invierte en aspectos básicos como educación primaria y salud, la gente tendrá un escudo contra las crisis. Enseñanza y salud son la inversión verdaderamente productiva. La cuestión no es cuánto se invierte, sino si la gente puede acceder a esos servicios».