EL CASO DEL SEÑOR B.

EL CASO DEL SEÑOR B.
Trataré de dar algunos fragmentos de un historial para ilustrar la importancia de algunos de los factores analizados más arriba en la adopción de la posición homosexual. B., un hombre de entre 30 y 40 años, vino al tratamiento por graves inhibiciones en el trabajo y depresiones profundas. Su inhibición en el trabajo, de la que sufría desde hacía mucho tiempo, había aumentado a un grado tal por un cierto acontecimiento de su vida, que citaré, que lo obligó a renunciar a un trabajo de investigación que había comenzado y a abandonar su puesto de maestro. Se vio que aunque el desarrollo de su carácter y de su yo había sido exitoso y estaba dotado intelectualmente más de lo común, sufría de profundos trastornos en su salud mental. Sus crisis de depresión se remontaban a su temprana infancia, pero en los últimos años se hicieron tan agudas que lo llevaron a un estado general de depresión y a que se alejara en gran parte de la gente. Tenía miedo aunque sin causa de que su aspecto alejara a la gente, y esto hacía aun mayor su disgusto por la sociedad. Sufría también de una grave manía de duda, que cubría el campo de sus intereses intelectuales de un modo cada vez más extendido y que era especialmente dolorosa para él.
Detrás de estos síntomas manifiestos pude deducir la presencia de una profunda hipocondría , de fuertes ideas de persecución y referencia, que por momento tomaban el carácter de delirios, pero que parecían serle curiosamente indiferentes. Por ejemplo, este hombre, durante su estada en una pensión veraniega, tenia la impresión de que una de las huéspedes le provocaba sexualmente y amenazaba su vida. Una indisposición sin importancia le pareció provocada por un pan que esta señora le había comprado. Creía que lo había envenenado. Por eso el señor B. abandonó enseguida esta pensión, pero volvió a ella un año más tarde. Y lo hizo sabiendo que iba a encontrarse otra vez con esta mujer. Se acercaron y establecieron una relación amistosa. Pero a pesar de eso, B. siguió con su antigua sospecha. Se tranquilizó, pensando que ella, como amiga suya, no iba a repetir su intento de envenenamiento. Lo notable era que no le guardaba rencor por el supuesto intento. Esta actitud se basaba en parte en su amplio desplazamiento afectivo y en parte en su actitud comprensiva y tolerante frente a la psiquis de otras personas. Pudo ocultar a todos estas ideas de referencia, persecución y ansiedad hipocondríaca y aun, en cierto sentido, sus graves síntomas obsesivos. Este extraordinario poder de disimulo iba junto con sus características paranoides, que eran muy fuertes. Aunque sentía que era observado y espiado por la gente y desconfiaba mucho de ella, su sutileza psicológica fue tan grande que pudo ocultar sus pensamientos y sentimientos completamente. Pero junto con este esfuerzo calculador de disimulo, en él había una gran frescura y espontaneidad de sentimientos, que surgía de su positiva relación de objeto y se remontaba a su fuerte sentimiento optimista originado en las profundas capas de su mente; estos últimos le ayudaron también a ocultar su enfermedad, pero en los últimos años había perdido casi toda su eficacia.
B. era un verdadero homosexual. Aunque tenía buenas relaciones con la mujer (y con el hombre) como seres humanos, como objetos sexuales los rechazaba tan completamente que no podía comprender cómo podían poseer alguna atracción . Desde el punto de vista físico ellas eran algo raro, misterioso y sobrenatural para él. Las formas de sus cuerpos le repelían, especialmente los pechos y las nalgas y su falta de pene . Su aversión a los pechos y nalgas se basaba en impulsos sádicos muy fuertes. Tenía fantasías de golpear «aquellas partes salientes» hasta que se hiciera «planas» y «reducidas», y quizá de este modo, él decía, podría amar a las mujeres. Estas fantasías estaban determinadas por su idea inconsciente de que la mujer estaba tan llena de penes del padre y excrementos peligrosos equiparados al pene, que éstos le habían deformado el cuerpo produciendo las saliencias del mismo. Así, su odio a las partes salientes estaba realmente dirigido contra los penes internalizados, que volvían a emerger . En su imaginación el interior del cuerpo de la mujer era un espacio enorme donde acechaban toda clase de peligros y muertes, y ella misma era una cosa que contenía penes terroríficos y excrementos peligrosos. Consideraba su tez delicada y todos sus otros atributos femeninos como una envoltura superficial que cubría la destrucción que había sido hecha en su interior, y aunque lo atraían, las temía, tanto más como que eran signos de su naturaleza engañosa y traicionera.
Equiparando el pene aterrador a pedazos de excrementos, mi paciente extendió aun más su desplazamiento del miedo surgido al pene del padre hacia el cuerpo de la madre, y lo aplicó también a los excrementos envenenados, y peligrosos de su padre. En este sentido buscó esconder dentro del cuerpo de su madre todas las cosas que él había odiado y temido. Que este proceso de desplazamiento había fracasado puede inferirse del hecho de que B. volvió a sus ocultos objetos de ansiedad bajo la forma de pechos y nalgas femeninas. Ellos simbolizaban perseguidores que salían del cuerpo de la mujer y lo observaban; y según me contó, con evidente displacer y ansiedad, nunca hubiera osado pegarle o atacarla porque tenía demasiado miedo de tocarla.
Al mismo tiempo que había desplazado de este modo hacia el cuerpo de su madre todas estas cosas que lo asustaban, haciendo de ella un objeto de horror, idealizó el pene y el sexo masculino en un grado muy elevado. Para él, el hombre, en quien todo se veía con claridad y que no ocultaba secretos en su interior, era el solo objeto hermoso y natural . De modo similar, había reprimido muy fuertemente todo lo que se relacionaba con el interior de su propio cuerpo y había concentrado su interés en todo lo que estaba en la superficie y era visible, especialmente en el pene. Pero lo fuerte de sus dudas, aun sobre este asunto, se vio en el hecho de que cuando tenía 5 años preguntó a su niñera qué era lo peor: «lo de adelante o lo de atrás» (significando pene o ano), y había quedado muy turbado cuando ésta le dijo: lo de adelante. También recordó que cuando tenía 8 años estaba en lo alto de una escalera, miró hacía abajo y odió las medias negras que llevaba . Sus asociaciones mostraron que la casa de sus padres le había parecido siempre triste, «muerta», y que se hacía a sí mismo responsable de esto en el significado simbólico del cuerpo de su madre y el suyo propio arruinado por sus peligrosos excrementos (las medias negras), que los habían dañado a ambos, a él y a madre. A consecuencia de la represión extensiva de su «interior» su desplazamiento de éste a su «exterior», B. había llegado a odiar temer a este último, no sólo en cuanto a su aspecto personal, aunque esto fue una continua fuente de preocupaciones y cuidados para él, sino también en cuanto a otros temas ligados a éste. Por ejemplo, tenía por ciertas vestimentas, especialmente la ropa interior, el mismo odio que tuvo por sus medias negras, y sentía como si ellas fueran sus enemigos que lo estaban cercenando, hundiéndolo al pegarse tan íntimamente con su cuerpo . Representaban sus objetos internalizados y excrementos que le perseguían desde el interior. En virtud del desplazamiento de su miedo a peligros internos, hacia el mundo externo, sus enemigos dentro de él se habían transformado en enemigos fuera de él.
Volvamos ahora a considerar la estructura del caso. El paciente había sido criado con biberón; el hecho de que estos componentes libidinales no habían sido gratificados por su madre; habían impedido su fijación oral de succión al pecho de la misma. Debido a su frustración, también sus impulsos destructivos contra el pecho había aumentado, transformando esta parte del cuerpo en bestias y monstruos peligrosos en su imaginación (en su inconsciente había asimilado el pecho de las mujeres con arpías). Este proceso había sido auxiliado por su equiparación del pecho con el pene del padre, que pensó había sido puesto en el. interior del cuerpo de la madre y luego había vuelto a surgir. Además había comenzado muy tempranamente a equiparar el biberón con el pene lleno, y, a consecuencia de su frustración del pecho, se dirigió a él con especial avidez, como un objeto de gratificación de sus deseos orales de succión. Su adopción d una actitud homosexual había sido ayudada grandemente por hecho de haber sido seducido muy tempranamente en su vida aproximadamente en su segundo año por su hermano, que era dos años mayor que él. Puesto que el acto de fellatio gratificaba sus deseos orales de succión hasta entonces insatisfechos, este hecho lo llevó a una fijación en el pene exageradamente fuerte. Otro factor fue que su padre, que hasta entonces había sido un hombre poco demostrativo, se hizo más afectuoso con la influencia de su hijo menor. El niñito se había propuesto conquistar su amor y lo había conseguido. El análisis mostró que el niño consideró esta victoria como una prueba de que era capaz de transformar el pene «malo» del padre en uno «bueno». Y sus esfuerzos para realizar una transformación de esta clase y disipar así un número de miedos se convirtió en años posteriores en uno de los motivos de tener relaciones con los hombres.
B. tenía dos hermanos. Por Leslie, el que lo había seducido y que era 2 años mayor que él, sentía gran admiración aun desde pequeño, y para él representó el pene «bueno», en parte sin duda a causa de la temprana gratificación de sus deseos orales que había recibido de su hermano mediante el acto sexual. Su mayor ambición fue hacerse digno de su amistad y seguir sus pasos, y, en efecto, eligió la misma profesión. En cuanto a su otro hermano, David, que era cuatro años mayor que él, tuvo una actitud muy diferente. Este hermano era hijo de su padre en un matrimonio anterior, y B. sintió, probablemente con exactitud, que su madre mostraba preferencia por sus propios hijos. No quería a este hermano y había tratado de superarlo cuando pequeño, a despecho de la diferencia de edades. Esto se debía en parte a la actitud masoquística de David, y en gran parte a su gran superioridad mental. Desahogaba contra su hermano, con el que también mantuvo relaciones sexuales en la temprana infancia , sus impulsos sádicos contra el pene «malo», y al mismo tiempo lo consideraba como la madre peligrosa que contenía los penes del padre. Sus hermanos, se verá, fueron los sustitutos de las imagos parentales, y fue contra ellos que activó sus relaciones con estas imagos, porque aunque quería a su madre en la vida real, y mucho más que a su padre, estaba poseído en la fantasía, como sabemos, por imagos del mágico pene «bueno» (su padre) y de una madre terrorífica. Nunca llegó a querer a David, aun siendo adulto, y esto fue en parte, según lo mostró el análisis, debido a que se sentía culpable frente a él.
Mientras, un número de factores animaban a B. a que adoptara una actitud homosexual, otros, externos, trabajaban ya tempranamente contra el establecimiento de una posición heterosexual. Su madre fue muy cariñosa con él, pero el niño pronto descubrió que no era muy afectuosa con su padre y que tenía una aversión a los genitales masculinos en general. Tenía, probablemente, razón en su impresión de que ella era frígida y desaprobaba los deseos sexuales del niño, y su amor muy pronunciado al orden y a la limpieza lo corroboraban. Las niñeras que había tenido desde pequeño eran adversas también a todo lo que fuera sexual o instintivo (el lector recordará la contestación de la niñera de que lo de «adelante» era peor que lo de «atrás»). Otra cosa que se opuso al establecimiento de la posición heterosexual, fue que no tuvo compañeritas de juego en su temprana infancia. No hay duda de que su miedo al interior misterioso del cuerpo de la mujer hubiera disminuido grandemente si hubiera tenido una hermana, porque entonces hubiera satisfecho su curiosidad sexual en cuanto a los genitales femeninos más tempranamente. De este modo no lo logró hasta que tuvo 22 años, cuando al observar el cuadro de una mujer desnuda se dio cuenta, conscientemente, de qué modo el cuerpo de la mujer difería del hombre. Se vio en el análisis que las polleras voluminosas y anchas que usaban las mujeres de su tiempo aumentó en forma múltiple su idea del enorme, desconocido y peligroso interior de sus cuerpos. Su «ignorancia» de estos temas ignorancia que surgió de su ansiedad pero que fue aumentada por los factores externos ya descritos contribuyó a su rechazo de la mujer como objeto sexual.
En mi descripción del desarrollo del hombre he mostrado que la centralización de su potencia sádica en el pene es un paso importante en el establecimiento de su posición heterosexual, y que para efectuar tal paso su yo tiene que haber adquirido una capacidad suficiente para tolerar su sadismo y ansiedad en los tempranos estadíos de su desarrollo. En B. esta capacidad fue muy poca. Su creencia en la omnipotencia de sus excrementos fue más fuerte que lo usual en los niños . Sus impulsos genitales y sus sentimientos de culpa, por otra parte, habían tomado la delantera muy tempranamente y habían traído consigo buenas relaciones con sus objetos y una adaptación satisfactoria con la realidad. El prematuro fortalecimiento de su yo tuvo como consecuencia la de ejercer una represión violenta de sus impulsos sádicos, especialmente los dirigidos contra la madre, de modo que no tuvieron suficiente contacto con sus objetos reales y permanecieron ligados a las imagos fantásticas, especialmente en lo que concernía a su madre . El resultado de esto fue que junto con la buena relación con los objetos de ambos sexos, había todavía un miedo profundo y dominante por sus imagos fantásticas y malas, y estas dos actitudes frente a sus objetos corrían un curso paralelo, pero separado, sin estorbarse una a la otra en ningún punto.
No sólo no pudo B., por las razones arriba citadas, emplear su pene como órgano de ejecución de su sadismo contra su madre, sino que no pudo realizar sus deseos de restaurarla por medio de su pene «bueno» en el acto sexual . En lo referente al pene de su padre, su sadismo estaba reprimido con mucho menos fuerza. Sin embargo, esto no influyó suficientemente en sus tendencias edípicas directas, porque los factores ya analizados trabajaban muy poderosamente contra el logro de una posición heterosexual. Su odio al pene de su padre no pudo así ser modificado de un modo normal. Esto tuvo que ser en parte sobrecompensado por una creencia en el pene «bueno» y esto formó la base de su posición homosexual.
En el curso de esta fuga de todo aquello que era anal y de todo lo relacionado con el interior del cuerpo, y ayudado por su fuerte fijación oral de succión sobre el pene y por los factores ya descritos, B. desarrolló muy tempranamente en su vida una gran admiración por el pene de los otros muchachos, admiración que en ciertos casos llegaba hasta la adoración. Pero el análisis mostró que a consecuencia de su intensa represión de lo anal, el pene había tomado cualidades anales en alto grado. Veía a su pene como inferior y feo (y sucio por completo), y su admiración por el pene de otros hombres y muchachos estaba sujeta a ciertas condiciones. Un pene que no cumpliera estas condiciones era repulsivo para él, porque entonces tomaba las características del pene peligroso de su padre y de «malos» pedazos de excrementos. A pesar de esta limitación, sin embargo logró una posición homosexual bastante estable. No tenía sentimientos de culpa consciente o de inferioridad por sus actividades homosexuales, porque en ellas sus tendencias restitutivas, que no habían podido aparecer en su posición heterosexual, desarrollaron su capacidad por completo.
La vida erótica de B. estaba dominada por dos tipos de objeto. El primero, al que se había dirigido persistentemente desde sus días escolares, consistía en muchachos y más tarde en hombres que no eran atractivos y que con razón se sentían en segundo plano. Este tipo respondía a su hermano David. B. no sentía placer en las relaciones sexuales con estas personas, porque sus impulsos sádicos jugaban con demasiada fuerza y él se daba cuenta que hacía que los otros sintieran su superioridad y los atormentaba de todos los modos posibles. Al mismo tiempo, sin embargo, era un buen amigo de ellos y ejercía una influencia mental favorable y los ayudaba de distintos modos. El segundo tipo correspondía a su otro hermano, Leslie. Acostumbraba a enamorarse muy profundamente con este tipo de personas y tenía una real adoración por su pene .
Ambos tipos servían para gratificar a B. en sus tendencias restitutivas y aliviar su ansiedad. En sus relaciones con el tipo primero, copular significaba restaurar el pene del padre y de su hermano David, que a causa de sus poderosos impulsos sádicos contra ellos creyó haber destruido. Al mismo tiempo se identificaba con este objeto inferior y castrado, de modo que el odio al objeto iba también dirigido contra sí mismo, y su restitución del pene del objeto implicaba una restitución de su propio pene. Pero, en el análisis posterior, las tendencias restitutivas frente al pene servían al propósito de restaurar a su madre; se traslucía que el haber castrado a su padre y a su hermano significaba haber atacado a los niños dentro de su madre y que sentía una culpa profunda frente a ella por esta causa. Restaurando el pene del padre y del hermano, trataba de devolver a su madre un padre ileso, niños ilesos y un interior ileso. La restauración de su propio pene significaba, además, que tenía un pene «bueno» y que podía dar a su madre gratificación sexual.
En la relación de B. con el tipo Leslie, su deseo de realizar restitución era menos evidente, porque en este caso se trataba del pene «perfecto». Este pene «perfecto» que fue el objeto de su admiración intensa, representaba un gran número de contrapruebas mágicas contra sus miedos. Y desde que se identificaba con su objeto de amor, el que éste poseyera un pene «perfecto» era la prueba de que su propio pene también era «perfecto»; y también mostró que el pene de su padre y hermano estaban intactos y fortaleció su creencia en el pene «bueno» en general, y también en la que el cuerpo de su madre estaba intacto. En su relación con el pene admirado, sus impulsos sádicos también encontraron salida, aunque de un modo inconsciente; porque aquí sus actividades homosexuales significaban la castración de su objeto de amor, en parte a causa de sus celos del mismo, y en parte, debido a que quería asir el pene «bueno» para poder de todos modos tomar el lugar del padre con la madre.
Aunque la posición homosexual de B. había sido establecida muy temprana y fuertemente, y aunque conscientemente rechazaba la heterosexual, había mantenido siempre inconscientemente fines heterosexuales frente a los cuales cuando niño había luchado ardientemente en su imaginación y a los que nunca había renunciado. Para su inconsciente, las diversas actividades homosexuales representaban caminos distintos que lo llevaban a un fin heterosexual.
Los standards que su superyó impuso a sus actividades sexuales eran muy altos. Al copular debía reparar cada cosa que había destruido en su madre. Su trabajo de restauración por medio del acto sexual comenzó, por las razones que hemos visto, con la restauración del pene, y allí también terminó. Fue como si una persona hubiera querido hacer una casa particularmente hermosa pero estuviera llena de dudas sobre si había puesto bien o mal los cimientos. Continuaba tratando de que estos cimientos fueran más sólidos, y no era nunca capaz de trabajar en el resto del edificio.

EL CASO DEL SEÑOR B I