EL SIGNIFICADO DE LAS SITUACIONES TEMPRANAS DE ANSIEDAD

EL SIGNIFICADO DE LAS SITUACIONES TEMPRANAS DE ANSIEDAD EN EL DESARROLLO DEL YO
Uno de los principales problemas del psicoanálisis es el de la ansiedad y sus modificaciones. Las diversas enfermedades psiconeuróticas del ser humano surgen de la mayor o menor capacidad para dominar la ansiedad. Pero junto a estos métodos de modificar la ansiedad, que pueden considerarse patológicos, hay un número de métodos normales que tienen una enorme importancia en el desarrollo del yo. Son algunos de ellos los que consideraré en las siguientes páginas.
En los comienzos de su desarrollo el yo está sometido a la presión de las tempranas situaciones de ansiedad. Como todavía es débil, está expuesto por una parte a las violentas exigencias del ello y por la otra a las amenazas de un cruel superyó, y tiene que ejercer sus poderes en toda su amplitud para satisfacer a ambos. La descripción que Freud hace del yo: «una pobre criatura sometida a tres amos y consecuentemente amenazada por tres diferentes peligros «  es especialmente verdadera tratándose del débil e inmaduro yo del niño pequeño, cuya labor principal es dominar la presión de la ansiedad subyacente .
Aun los niños mas pequeños tratan de vencer en su juego las experiencias desagradables. Freud describió cómo un niño pequeño de un año y medio quiso resarcirse del acontecimiento doloroso de la temprana ausencia de su madre arrojando un carretel de madera que estaba atado a un hilo de modo de hacerlo desaparecer y aparecer una y otra vez . Freud reconoció en esta conducta una función de general importancia en el juego del niño. Por su intermedio el niño transforma las experiencias sufridas pasivamente en activas, y cambia el dolor en placer, dando a estas experiencias primitivamente dolorosas un final feliz.
Los análisis tempranos muestran que en el juego el niño no sólo vence una realidad dolorosa , sino que también domina sus miedos instintivos y los peligros internos proyectándolos al mundo exterior .
El esfuerzo realizado por el yo al desplazar procesos intrapsíquicos al mundo exterior y dejar que sigan su curso allí, está ligado a otra función mental que Freud nos ha hecho conocer al tratar los sueños de neuróticos en relación con los traumas que han sufrido. Dice: «estos sueños son intentos de restaurar, desarrollando angustia, el control de estímulos cuya omisión ha llegado a ser la causa de la neurosis traumática. Ellos nos suministran así una visión de una función del aparato psíquico que, sin estar en contradicción con el principio del placer, es, sin embargo, independiente de él y aparece siendo de un origen más temprano que el propósito de obtener placer y evitar displacer» . Me parece que el esfuerzo siempre renovado del niño para dominar la ansiedad en sus juegos también involucra «un control de estímulos por medio del desarrollo de angustia» . Un desplazamiento de esta clase de peligros internos e instintivos hacia el mundo externo, capacita al niño no sólo para dominar mejor su miedo a ellos, sino para prepararlo más completamente contra ellos.
El desplazamiento al mundo externo de la ansiedad del niño surgida de causas intrapsíquicas desplazamiento que va junto con la desviación al exterior de sus instintos destructivos tiene el efecto agregado de aumentar la importancia de sus objetos, porque es en relación con aquellos objetos, que se movilizarán ahora tanto sus impulsos destructivos como sus tendencias positivas y reactivas . Así, sus objetos se transforman en una fuente de peligro para el niño, y, sin embargo, siempre que sean bondadosos representan también un refugio contra la ansiedad.
Además del alivio que produce permitiendo que los estímulos instintivos internos sean tratados como si fueran estímulos externos, el mecanismo de proyección, al desplazar la ansiedad en relación con los peligros internos al mundo externo, trae ventajas adicionales. Los instintos de saber del niño, que junto a sus impulsos sádicos se han dirigido al interior del cuerpo de la madre, son intensificados por temor a los peligros y actos de destrucción que continúan allí y dentro de él, y que no tiene medio de conocer. Pero cuando los peligros a que está expuesto son reales y externos, es capaz de descubrir algo más acerca de su naturaleza y saber si las medidas adoptadas contra ellos han tenido éxito; y tiene así más posibilidades de vencerlos. Este modo de probar por medio de la realidad, tan necesaria al niño, es un fuerte incentivo para el desarrollo de su deseo de saber, así como para el de otros tipos de actividades. Pienso que podemos decir que todas las actividades que ayudan al niño a defenderse del peligro, que refutan sus miedos y que le permiten restituir el objeto, tienen por propósito dominar la ansiedad en relación tanto a peligros internos como externos, reales o imaginarios, no menos que las primeras manifestaciones de su impulso a jugar.
Como resultado de la interacción de introyección y proyección proceso que corresponde a la interacción de la formación del superyó y las relaciones de objeto , el niño encuentra una refutación de sus temores en el mundo externo y al mismo tiempo disminuye su ansiedad por la introyección de los «buenos» objetos reales. Desde que la presencia y amor de sus objetos reales le ayudan también a disminuir el miedo a sus objetos introyectados y sus sentimientos de culpa, su miedo a los peligros internos aumenta su fijación a la madre y aumenta su necesidad de amor y de ayuda. Freud ha explicado que estas expresiones de ansiedad en niños pequeños, que nos son inteligibles , tienen últimamente una sola causa «la ausencia de la persona amada o deseada», y remonta esta ansiedad a estadíos en que el individuo inmaduro dependía enteramente de su madre. Estar solo, sin la persona amada o deseada, experimentar una pérdida de amor o una pérdida de objeto como peligro, tener miedo de estar en la oscuridad solo o con una persona desconocida, son según mi experiencia formas modificadas de las tempranas situaciones de ansiedad, es decir, del temor de los niños pequeños a los peligrosos objetos internalizados o externos. En un estadío más tardío del desarrollo se agrega a este miedo del objeto el miedo por el objeto, y el niño teme entonces que su madre muera como consecuencia de sus ataques imaginarios contra ella y quedar abandonado y desamparado. Freud dice con respecto a esto: «el niño pequeño no puede todavía distinguir entre ausencia temporaria y pérdida permanente. Cuando su madre no aparece él se comporta como si fuera a no volver a verla nunca; y sólo experiencias repetidas le enseñan que las desapariciones de esta índole son seguidas de un retorno seguro» .
De acuerdo con mis observaciones, la razón por la cual el niño necesita tener siempre a la madre junto a sí, es no sólo para convencerse de que ella no muere, sino de que ella no es una madre «mala» que lo ataca. Requiere la presencia de un objeto real para combatir el miedo a los aterradores objetos introyectados y a su superyó. A medida que avanza su relación con la realidad el niño hace un uso creciente de sus relaciones con los objetos y sus actividades varias y sublimaciones como puntos de apoyo contra el miedo a su superyó y a sus impulsos destructivos. Ya se ha dicho que la ansiedad estimula el desarrollo del yo. Lo que sucede es que en sus esfuerzos por dominar la ansiedad, el yo del niño hace que vengan en su ayuda sus relaciones con los objetos y con la realidad. Estos esfuerzos son, por lo tanto, de fundamental importancia para la adaptación del niño a la realidad y para el desarrollo de su yo.
El superyó del niño pequeño y los objetos no son idénticos; pero está continuamente tratando de hacerlos intercambiables, en parte para disminuir el temor a su superyó, y en parte para estar mejor capacitado para cumplir con los requerimientos de sus objetos reales, los que no coinciden con las exigencias fantásticas de los objetos introyectados. Vemos así que en la cima del conflicto entre el superyó y el ello y de la oposición entre los distintos requerimientos hechos por el superyó, tal como está compuesto por diferentes imagos que se han formado en el curso del desarrollo, el yo del niño pequeño está abrumado por estas diferencias entre los standards de su superyó y los standards de sus objetos reales, con el resultado de que está vacilando constantemente entre sus objetos introyectados y los reales, entre su mundo de fantasía y el de la realidad.
El intento de conseguir un ajuste entre el superyó y el ello no puede ser exitoso en la primera infancia, porque las exigencias del ello y la correspondiente severidad del superyó absorben toda la energía del yo. Cuando al comienzo del período de latencia el desarrollo de la libido y la formación del superyó se han completado, el yo es más fuerte y puede enfrentar la tarea de realizar un ajuste con una base más amplia entre los factores diferentes. El yo fortalecido se une con el superyó en la construcción de un standard común que incluye sobre todo el sometimiento del ello y su adaptación a las exigencias de los objetos reales y del mundo externo. En este período de su desarrollo, el ideal del yo del niño es el chico «bueno», bien educado, que satisface a sus padres y maestros. Esta estabilización, sin embargo, es quebrada en el período anterior a la pubertad y especialmente en la pubertad misma.
El resurgimiento de la libido que tiene lugar en este período aumenta las exigencias del ello, aunque a la par aumenta la presión del superyó. El yo es presionado una vez más y se enfrenta con la necesidad de llegar a un nuevo ajuste, porque el viejo ha fracasado y los impulsos instintivos no pueden ser mantenidos y reprimidos como antes. La ansiedad del niño está aumentada porque sus instintos pueden abrirse camino más fácilmente en la realidad y con consecuencias más serias que en la primera infancia.
El yo, de acuerdo con el superyó, por lo tanto, instala su nuevo standard. Es decir, que el individuo debe liberarse de los objetos de amor originarios. Vemos que a menudo el adolescente está reñido con su medio circundante y busca siempre objetos nuevos. Tal necesidad armoniza una vez más con la realidad, la que impone obligaciones diferentes y más importantes en esa edad; y en el curso posterior de su desarrollo, esta fuga de sus objetos originarios lo conduce a un alejamiento parcial de los objetos personales en general y a la sustitución de principios e ideales.
La estabilización final del individuo no se logra hasta que ha pasado la pubertad. Al terminar este período su yo y superyó pueden trabajar juntos creando standards adultos. En vez de depender del medio circundante, el individuo se adapta a un mundo más amplio y reconoce sus exigencias, pero como algo que corresponde más a sus standards autoimpuestos internos e independientes, que ya no muestran signos evidentes de haberse originado por sus objetos. Un ajuste de esta clase se basa en el reconocimiento de una nueva realidad y se logra con la ayuda de un yo más fuerte. Y una vez más, como en el primer período de expansión de su vida sexual, la presión que surge de la amenazante situación creada por las exageradas exigencias del ello por una parte y del superyó por la otra, contribuyen con mucho al fortalecimiento del yo. Por el contrario, el efecto inhibidor de tal presión se observa en la nueva limitación de su personalidad, por lo general permanente, que lo domina en la terminación de este período. La ampliación de su vida imaginativa, que acompaña, aunque en menor grado que en el primer período de la niñez, esta segunda aparición de su sexualidad es una vez más por lo general severamente restringida al final de la pubertad. Tenemos ahora el adulto «normal».
Otro punto. Hemos visto que en la primera niñez el superyó y el ello no pueden reconciliarse el uno con el otro. En el período de latencia se consigue la estabilidad cuando el yo y el superyó se unen en prosecución de un fin común. En la pubertad se crea una situación similar al primer período y está seguida una vez más por una estabilización mental del individuo. Ya hemos discutido las diferencias existentes entre estas dos clases de estabilización y podemos ver ahora lo que tienen de común. En ambos casos el ajuste se alcanza por el acuerdo entre el yo y el superyó sobre un standard común y el establecimiento de un ideal del yo que tiene en cuenta las demandas de la realidad .
En los primeros capítulos de este libro he tratado de mostrar que el desarrollo del superyó cesa junto con el de la libido al comienzo del período de latencia. Querría ahora recalcar como un punto de importancia capital que lo que debemos considerar en los distintos estadíos que siguen a la declinación del complejo de Edipo, no son cambios en el superyó sino un desarrollo del yo que involucra una consolidación del superyó. El proceso general de estabilización que ocurre en el niño durante el período de latencia se efectúa, creo, no por una alteración real del superyó sino por el hecho de que su yo y superyó persiguen el fin común de lograr una adaptación al ambiente y adoptar ideales del yo pertenecientes a ese medio ambiente. Debemos ahora pasar de la discusión del desarrollo del yo a considerar cómo se produce este proceso en relación con el dominio de las situaciones de ansiedad que han sido señaladas como uno de los factores esenciales para que se produzca.
He dicho que la actividad de juego en el niño pequeño, al constituir un puente entre fantasía y realidad, le ayuda a dominar sus temores a los peligros del mundo interno y externo. Tomaremos el juego típico de las niñas pequeñas: «jugar a la madre». El análisis de niñas normales muestra que estos juegos, junto al cumplimiento de deseos, contienen las más profundas ansiedades correspondientes a las situaciones tempranas de ansiedad, y que detrás de este repetido deseo de la niña de tener más hijas las muñecas, yace una necesidad de consuelo, y de aliento. La posesión de sus muñecas es una prueba de que su madre no le ha robado los niños, de que su cuerpo no ha sido destruido por ella y de que será capaz de tener niños. Además, criando y vistiendo sus muñecas, con las que se identifica ella misma, tiene pruebas de que su madre la ama, y disminuye su miedo a ser abandonada y quedar sin hogar y sin madre. Este propósito también sirve, en cierto modo, para otros juegos realizados por niños de ambos sexos, como, por ejemplo, juegos de amueblar casas y viajes. Estos juegos surgen del deseo de encontrar un nuevo hogar, es decir, de redescubrir a la madre.
Un juego típico de los niños donde se ven bastante claramente los componentes masculinos es el juego de los carros, caballos y trenes. Simbolizan forjar un camino hacia el cuerpo de la madre. En estos juegos los chicos efectúan, una y otra vez, y con muchísimas variantes, escenas de lucha con el padre dentro de la madre y de copulación con ella. La valentía, habilidad y astucia con la que se defienden a si mismos de sus enemigos en sus juegos de lucha, les asegura que pueden combatir con éxito contra su padre castrador, y disminuye así el temor que le tienen. Por este medio y representándose a sí mismo, repetidas veces, copulando con su madre de varias maneras y mostrando su valentía en ello, el chico trata de demostrarse que posee un pene y potencia sexual, dos cosas cuya pérdida le ha hecho esperar sus profundas situaciones de ansiedad. Y desde que junto con sus tendencias agresivas surgen sus tendencias de restauración hacia la madre en estos juegos, se prueba también a si mismo que su pene no es destructivo, y en este sentido alivia su sentimiento de culpa .
El profundo placer que obtienen del juego los niños no inhibidos en el juego, procede no sólo de la gratificación por el cumplimiento de sus deseos, sino también del dominio de la ansiedad que el juego le ayuda a lograr. Pero en mi opinión no es meramente cuestión de dos funciones diferentes que se realizan juntas, lo que ocurre es que el yo emplea todos los mecanismos de cumplimiento de deseos también con el propósito de dominar la ansiedad. Así, por un complicado proceso en el que se utilizan todas las fuerzas del yo, el juego de los niños efectúa una transformación de la ansiedad en placer. Examinaré después cómo este proceso fundamental afecta la economía de la vida mental y del desarrollo del yo del adulto.
No obstante, en lo que concierne a los niños pequeños, el yo sólo parcialmente puede lograr su fin de dominar la ansiedad por medio del juego. Sus juegos no le ayudan completamente a vencer su miedo a los peligros internos. La ansiedad opera siempre en ellos. Mientras es latente opera como una impulsión a jugar, pero tan pronto como se hace manifiesta pone fin al juego.
Al comenzar el período de latencia el niño domina mejor su ansiedad y muestra al mismo tiempo una mayor capacidad para cumplir los requerimientos de la realidad. Por otra parte, sus juegos pierden contenido imaginativo, y, gradualmente, toma su lugar el trabajo escolar. La preocupación del niño con las letras del alfabeto, números y dibujos, que tiene al principio el carácter de juego, reemplaza ampliamente el juego con juguetes. Su interés por el modo en que se combinan las letras, lograr bien su forma y ordenación y hacerlas de igual tamaño, y su satisfacción cuando logra exactitud en cada uno de estos detalles, todo surge de las mismas causas internas, como su anterior actividad constructiva de hacer casas y jugar con muñecas. Un cuaderno lindo y ordenado tiene el mismo significado simbólico para la niña que la casa y el hogar, es decir, el de un cuerpo saludable e ileso. Las letras y los números representan para ella a los padres, hermanos y hermanas, niños, genitales y excrementos, y son vehículos para sus tendencias agresivas originarias tanto como para las tendencias reactivas. La refutación de sus temores, que antes obtenía por el juego con muñecas y el amoblamiento de casas, lo consigue ahora mediante una actividad escolar exitosa. El análisis de niños en este período muestra que no sólo cada detalle de su trabajo escolar, sino todas las diversas actividades manuales, dibujos, etc., son utilizadas en su imaginación para restaurar sus propios genitales y su cuerpo tanto como el cuerpo de su madre y sus contenidos, el pene del padre, sus hermanos y hermanas, etc. Del mismo modo, cada artículo propio o de la vestimenta de sus muñecas (cuellos, puños, echarpes, pulseras, gorras, medias, cinturón, zapatos) tiene un significado simbólico .
En el curso normal del desarrollo el cuidado que el niño prodiga al «dibujo» de letras o números equivale al que el adulto normal otorga a sus trabajos intelectuales. Pero aun así, su satisfacción en dichos trabajos depende en gran parte de la apreciación que reciben de las personas de su medio circundante; es un medio de lograr la aprobación de los mayores. En el período de latencia vemos por esto que el niño encuentra una refutación de sus situaciones de peligro en gran parte, en el amor y aprobación de sus objetos reales, y que da una importancia exagerada a estos objetos y a su mundo real.
En el varón, escribir es la expresión de sus componentes masculinos . Su habilidad para escribir palabras y el golpe de su pluma con el que forma las letras representan la realización activa de un coito y son una prueba de su posesión de un pene y de su potencia sexual. Libros y cuadernos representan los genitales o cuerpo de su madre y hermana . Para un niño de seis años, por ejemplo, la letra L representaba un hombre sobre un caballo (él mismo y su pene) cabalgando a través de una arcada (los genitales de su madre); la I era su pene y él mismo; la E los genitales de la madre y ella misma, y la IE la unión de los dos en el coito . Las fantasías de copulación activa de los varones se evidencian en juegos activos y en los deportes, y vemos expresarse las mismas fantasías tanto en los detalles de esos juegos como en sus lecciones. El deseo del varón de sobrepasar a sus rivales y de obtener seguridad contra el peligro de ser castrado por el padre conducta que corresponde al modo masculino de proceder con las situaciones de ansiedad y que son de importancia mayor más tarde en la pubertad aparecen ya cuando está todavía en el período de latencia. En general, el varón depende menos que la niña de la aprobación de su medio aun en este período, y un trabajo realizado sin otro interés que el del trabajo mismo juega una mayor parte en su vida psicológica que en la de las niñas.

EL SIGNIFICADO DE LAS SITUACIONES TEMPRANAS DE ANSIEDAD I