Extractos de las notas de Freud a su traducción de Charcot, Leçons du mardi

Extractos de las notas de Freud a su traducción de Charcot, Leçons du mardi

[Charcot había dado una descripción del ataque histérico.]

. . . Aprovecho la ocasión que el texto me proporciona para exponer al lector un punto de vista personal sobre el ataque histérico. El «tipo» de Charcot, con sus modificaciones, con la posibilidad de que cada estadio se vuelva autónomo y subrogue al ataque íntegro, etc., es sin duda suficiente para abarcar todas las formas observadas del ataque, pero precisamente por eso muchos pondrán en duda que constituya una genuina unidad.

He intentado asir el problema del ataque histérico en otros términos que los descriptivos, y merced al examen de histéricos en el estado hipnótico he llegado a resultados nuevos, de los cuales comunicaré algunos aquí. El núcleo del ataque histérico, cualquiera que sea la forma en que se manifieste, es un recuerdo, la revivencia alucinatoria de una escena significativa para la contracción de la enfermedad. Es este proceso el que se exterioriza de manera perceptible en la fase de las «attitudes passionelles», pero también está presente allí donde el ataque sólo contiene, en apariencia, fenómenos motores. El contenido del recuerdo es por regla general el trauma psíquico apto por su intensidad para provocar el estallido histérico en el enfermo, o bien el suceso que por su ocurrencia en un momento determinado se convirtió en trauma.

En casos de la histeria llamada «traumática», este mecanismo salta a la vista en la observación más gruesa, pero también se lo puede comprobar en una histeria que no presente un gran trauma único. En estos casos uno descubre traumas más pequeños repetidos o, si prevalece el factor de la predisposición, unos recuerdos a menudo indiferentes en sí mismos, elevados a la condición de traumas. Un trauma se podría definir como un aumento de excitación(138) dentro del sistema nervioso, que este último no es capaz de tramitar suficientemente mediante reacción motriz. El ataque histérico quizá se deba concebir como un intento de completar la reacción frente al trauma. – Puedo remitir aquí a un trabajo sobre este tema iniciado en colaboración con el doctor Josef Breuer.

[Charcot había descrito casos de muchachos «de inmejorables maneras y la más refinada educación» que padecían de ataques histéricos con estallidos de lenguaje obsceno.]

¿Será casual que esos jóvenes, cuya buena educación y maneras Charcot alaba, se desaten en rabia y denuestos en sus ataques? Yo creo que es tan poco casual como el conocido hecho de que en sus delirios histéricos las monjas se desbocaban en blasfemias e imágenes eróticas. Uno puede conjeturar aquí un nexo que permite arrojar una profunda mirada sobre el mecanismo de los estados histéricos. En los delirios histéricos se instala aquel material de representaciones y de impulsiones (Antrieb) de acción que la persona sana ha desestimado e inhibido -que a menudo ha inhibido con gran empeño psíquico- Algo semejante es válido para muchos sueños, que siguen devanando unas asociaciones que durante el día habían sido desestimadas o interrumpidas. Sobre esto he fundado la teoría de la «voluntad contraria histérica» que abarca un buen número de síntomas histéricos.

[Charcot elucidaba un caso que presentaba tics y representaciones obsesivas.]

Mencionaré aquí un caso interesante, que he observado hace poco, y que permite discernir una nueva variante en la relación entre tic y representación obsesiva. Un hombre de veintitrés años me consultó a causa de unas representaciones obsesivas de naturaleza típica. Desde su octavo hasta su decimoquinto año padeció de un vivo tic, que desde entonces le ha desaparecido. Las representaciones obsesivas aparecieron en el duodécimo año y en los últimos tiempos se reforzaron mucho.

[Freud agrega una larga nota al pie sobre una extensa elucidación de Charcot, quien afirmaba que en ciertos casos podía sobrevenir, a causa de un tipo particular de lesión orgánica central, una hemianestesia completa, idéntica a la hemianestesia histérica. Charcot negaba, en particular, que en esos casos hubiera hemianopsia.]

… Cierta vez que me tomé la libertad de interpelarlo sobre este punto y señalarle que eso contradecía la doctrina de la hemianopsia, oí de él la hermosa frase: «La théoríe, ¿est bon. mais ça n’empéche pas d’exister(141)». Siempre que uno sepa cómo son las cosas …

[Charcot había afirmado que la herencia era la «causa efectiva» de los ataques histéricos, del vértigo y de la agorafobia de un enfermo.]

Aventuro en este punto una contradicción. La causa más frecuente de la agorafobia, así como de la mayoría de las otras fobias, no reside en la herencia, sino en anormalidades de la vida sexual. Además, se puede indicar la modalidad de abuso de la función sexual que cuenta en cada caso. Estas neuropatías pueden ser adquiridas con cualquier intensidad, aunque, desde luego, a igual etiología son más intensas si el afectado tiene lastre hereditario.

[Charcot elucidaba un caso de enfermedad de Basedow.]

Es probable que algunos lectores se subleven junto conmigo contra la doctrina etiológica de Charcot, que no separa la predisposición para las neurosis de la que inclina a las afecciones nerviosas orgánicas, no toma en cuenta el papel (nada desdeñable) de las afecciones nerviosas adquiridas, y computa como predisposición neuropática hereditaria el artritismo de algún pariente. La sobrestimación del factor hereditario acaso explique que Charcot no mencione, a raíz de la enfermedad de Basedow, el órgano en cuya alteración debemos buscar, según fuertes indicios, la genuina causa de la afección. Desde luego, me refiero a la glándula tiroides y, acerca del examen del hecho de que predisposición hereditaria y traumas psíquicos desempeñan un gran papel en el desarrollo de la afección, remito al notable ensayo de Moebius (1891) sobre la enfermedad de Basedow.

[Charcot examinaba el distingo entre afasia orgánica e histérica.!

Cuando en 1886 abandoné la Salpétrière, recibí de Charcot el encargo de llevar a cabo un estudio comparativo de las parálisis orgánicas e histéricas sobre la base de las observaciones hechas allí. Realicé el trabajo, pero no lo he publicado; su resultado fue un desarrollo de la tesis formulada aquí por Charcot: las parálisis histéricas se caracterizan por dos factores, y en particular por la conjunción de ambos. En primer lugar, son capaces de la máxima intensidad, y en segundo lugar, del más neto aislamiento; y divergen de las parálisis orgánicas sobre todo si reúnen intensidad y aislamiento. Una monoplejía del brazo, de causa orgánica, puede limitarse exclusivamente al brazo; pero casi nunca es absoluta. Tan pronto como aumenta su intensidad, aumenta también su extensión, y es regla general que después la acompañará un esbozo de paresia en el rostro y en la pierna. Sólo la parálisis histérica puede limitarse únicamente al brazo y ser además absoluta .

[Charcot había dado consejos técnicos sobre el empleo de la sugestión: «Los ingleses, que por cierto son gente práctica, nos dan en su lengua esta advertencia «Do not prophesy, unless you be sure» {«No hagas profecías, a menos que tengas la certeza»}. Yo adheriría a ese apotegma y les recomendaría también a ustedes seguirlo. Y en verdad, si en un caso indudable de parálisis psíquica ustedes dicen al enfermo, con total seguridad: ‘Levántese y ande», y realmente lo hace así, tienen todo el derecho de atribuir a ustedes mismos y a su diagnóstico el milagro que han realizado. Pero les aconsejo que no se aventuren demasiado, y desde el comienzo mediten acerca de cómo habrán de asegurarse la retirada «en orden» si sobreviene un eventual fracaso»]

Con estas sabias palabras Charcot pone al descubierto uno de los mayores inconvenientes con que debe contar el uso práctico de la sugestión en la vigilia y en la hipnosis ligera. Ni médico ni paciente toleran, a la larga, la contradicción entre la tajante negativa de la dolencia en la sugestión y su necesario reconocimiento fuera de ella.

[Charcot había descrito un caso de histeria masculina en que la enfermedad era resultado, en apariencia, de una intoxicación con mercurio.]

Es probable que todos los lectores de estas conferencias sepan que P. Janet, Breuer y yo, así como otros autores, hemos intentado esbozar en los últimos tiempos una teoría psicológica de los fenómenos histéricos que se apuntala en los trabajos de Charcot (para el esclarecimiento de las parálisis histero-traumáticas). Por vigorosa y promisoria que nos parezca esta teoría, la prudencia exige confesar que hasta ahora no se ha dado paso alguno para subsumir bajo la idea fundamental de esa concepción la histeria por intoxicación, la analogía entre la hemiplejía histérica con la orgánica o la génesis de contracturas histéricas. Espero que esta tarea no resulte irresoluble o, al menos, que estos hechos no prueben ser inconciliables con la teoría psicológica.

[Charcot caracterizaba el diagnóstico diferencial entre monoplejías orgánicas e histéricas.]

En un breve trabajo («Quelques considérations pour une étude comparative des paralysies motrices organiques et hystériques», Archives de Neurologie, Nº 77, 1893), he procurado desarrollar esta puntualización de Charcot, y elucidar su nexo con la teoría de la neurosis.

[Charcot describía los diversos ataques de una muchacha histérica.]

Por cierto que no sería comprender mal a Charcot si de sus manifestaciones acerca de una «hystéro-épilepsie à crises mixtes» y «à crises séparées» se infiriera que la designación «hystéro-épilepsie» debe ser desechada y sacada por completo de circulación. Algunos de los enfermos aquí incluidos padecen de histeria sin más; los otros, de histeria y epilepsia, dos afecciones que tienen escaso parentesco interno y sólo por azar coinciden en una misma persona. Quizá no huelgue esta manifestación, pues en muchos médicos parece dominar la opinión de que «histeroepilepsia» sería un acrecentamiento de histeria o una transición de esta a la epilepsia. Es evidente que la creación del término «hystéro-épilepsie» obedeció al propósito de pronunciarse en ese sentido, pero hace mucho que Charcot se ha alejado de semejante concepción, y no tenemos motivo alguno para quedar a la zaga de él.

[Charcot había formulado sus puntos de vista sobre el problema del exceso de trabajo mental como causa de la «cerebrastenia».]

Todas estas elucidaciones etiológicas con respecto a la neurastenia son incompletas en la medida en que no se considera una nocividad sexual que, según mi experiencia, constituye el factor etiológico más importante y el único indispensable.

[Sobre una elucidación de las causas hereditarias de las neurosis. 1

… La doctrina de la «jamille névropathique» ha menester sin duda de urgente revisión.