André Green. El pensamiento clínico: contemporáneo, complejo, terciario (El pensamiento clínico y el paradigma de la complejidad)

André Green. El pensamiento clínico: contemporáneo, complejo, terciario

Fernando Urribarri

Fuente: (2012) Revista uruguaya de Psicoanálisis (en línea) (114): 154-173

El pensamiento clínico y el paradigma de la complejidad

Desde un punto de vista epistemológico puede decirse que el pensamiento clínico es la forma psicoanalítica del pensamiento hipercomplejo (Morin, Atlan, Castoriadis). Su autor inscribe explícitamente al pensamiento clínico (y a su vez procura inscribir al pensamiento psicoanalítico contemporáneo) dentro del paradigma de la complejidad –del que señala que Freud ha sido un precursor–. Es lo que en otros términos (anteriores pero aún vigentes) Green llama «lógica de la heterogeneidad» (1998).

Esta perspectiva se remonta al fin de los años 70, en que nuestro autor inicia un fecundo y prolongado diálogo interdisciplinario con los pensadores «complejos». Un intercambio cuyos frutos pueden leerse tempranamente.

Un ejemplo: «La vida es un desorden fecundo» (1979) sostiene en línea con las nuevas teorías de la autorganización que reformulan las relaciones entre organización y caos, entre azar y determinismo. Otro ejemplo: en «Pensar la epistemología de la práctica» (1986) considera al psiquismo como un «sistema abierto» y define al proceso analítico como «una autodesorganización bajo libertad vigilada».

Epistemológicamente en la formulación de la noción de «pensamiento clínico» la referencia a la clínica tiene un sentido preciso y programático.

Por un lado refiere a la singularidad del pensamiento psicoanalítico por su afinidad con los procesos inconscientes, a nivel intrapsíquico tanto como intersubjetivo. Afinidad en cuanto a sus contenidos heterogéneos y a sus diversas lógicas. Por otro lado la referencia a la clínica define a este pensamiento en relación con una praxis motorizada por un proyecto de transformación, orientado hacia la emergencia de una subjetividad autónoma. En estos sentidos el psicoanálisis es un modo de pensamiento singular, irreductible al pensamiento corriente tanto como al pensamiento tradicional, científico o filosófico.

«Insistiré en nuestro apasionante objeto de estudio, ejemplo de complejidad epistemológica» (2002b). La idea de la especificidad del objeto, su recorte gracias al encuadre como condición del método, ha marcado el pensamiento de André Green desde sus tempranas diferencias con Jacques Lacan (a quien critica las extrapolaciones de otras disciplinas como la lingüística o la antropología) hasta sus tardías polémicas con el ex presidente de la ipa Robert Wallerstein. En su último intercambio en el Newsletter de ipa a fines de los años 90 encontramos lo que me parece uno de los antecedentes inmediatos de las ideas que cristalizan en el concepto de «pensamiento clínico». Oponiéndose a cierta ideología positivista ligada a la «investigación cuantitativa» y a los ideales empiristas de objetividad, Green subraya la singularidad del pensamiento del analista durante la sesión y su importancia epistemológica para la investigación y la producción en psicoanálisis.

Al final de su artículo «¿Qué clase de investigación para el psicoanálisis?» (1996a) leemos: Habiendo reflexionado mucho acerca de la presente crisis del psicoanálisis tal como se manifiesta en los congresos de la ipa, he llegado a la conclusión de que el mayor riesgo para el futuro del psicoanálisis es la declinación y posible caída del pensamiento psicoanalítico, del espíritu del psicoanálisis, del estado mental específico que habita al analista durante su trabajo y su pensar. Nuestra misión es mantener vivo este espíritu.

Su interlocutor es el impulsor de una iniciativa para superar la grave fragmentación del psicoanálisis en escuelas rivales, que propone que la clínica podría ser una base en común («common ground»).

Dice que no entiende a qué se refiere Green con eso del «espíritu» del psicoanálisis. Para aclararlo, en su «respuesta a Robert S. Wallerstein» (1996b) escribe: En cuanto al «espíritu» del psicoanálisis, estoy seguro de que cualquier analista practicante de «tiempo completo» (full time) puede comprender a qué quiero aludir. Podríamos decir que se trata de aquello que constituye el fundamento (ground) de la identidad psicoanalítica trabajando […].

A veces hay una sensación de que esta (identidad) se encuentra bajo la amenaza de eclipsarse o desaparecer bajo diversas influencias. Algunas corresponden a factores externos y otros internos al psicoanálisis. Mi énfasis en el estado mental del analista operando en la sesión quizás pueda aclararse más. En el contexto de la presente discusión hablar del abordaje altamente subjetivo del analista no solo implica oponerlo a los métodos «objetivos» de la investigación cuantitativa; sino subrayar el peculiar –si no único– funcionamiento de la escucha del psicoanalista.

Luego agrega: Aludo a las oscilantes, alternantes y provisionales construcciones que van teniendo lugar, a veces simultáneamente y a veces consecutivamente, durante el trabajo psíquico. Este trabajo psíquico debe ser puesto en relación con conocidos procesos análogos como el trabajo del sueño, el trabajo de duelo y demás.

Y concluye: Todavía se está buscando un método de investigación que sea coherente, no solo con el contenido del psicoanálisis sino con el tipo de pensamiento que es su verdadero objeto. Lamento decir que mi impresión es que el método adoptado hasta ahora [de la investigación empírica y cuantitativa] ha distorsionado la naturaleza del objeto. Si como dice un dicho «la prueba del budín está en comerlo», que éste sea indigerible debería ser una evidencia aun más fuerte.

En 2001 escribe el artículo «La crisis del entendimiento analítico» para un número especial internacional de la Revista Francesa de Psicoanálisis («Principales corrientes del psicoanálisis contemporáneo») que él mismo idea y edita. El texto es recogido para cerrar El pensamiento clínico. Allí señala que en lugar de extrapolar los métodos (e ideologías) de otras disciplinas, se requiere una «investigación sobre la investigación» para desarrollar un abordaje apropiado al objeto del psicoanálisis. «El sentido no es un observable», dice Green. «La psique hace señales»: se las puede reconocer y estudiar como signos, pero no mediante un abordaje directo, empírico ni cuantificable. El dispositivo metodológico ideal para esta investigación es el del encuadre analítico, condición de posibilidad de la relación analítica y de la constitución del objeto analítico.

Entre otros peligros Green advierte contra la amalgama y la dilución de la teoría analítica en una psicología general, de raíz evolutiva, cognitiva o neurocientífica. También contra la extrapolación de protocolos de investigación provenientes de diversos ámbitos académicos.

Creo que lo esencial de la investigación en psicoanálisis debe situarse del lado de la práctica y la clínica psicoanalítica, cuya referencia es indispensable para mantener el rumbo del pensamiento en ese ámbito. El psicoanálisis es la ciencia fundamental del psiquismo y no remite a otras ciencias fundamentales de las que sería tan solo una aplicación [2002b].

Para la construcción de un paradigma contemporáneo, el autor de La causalidad psíquica apuesta por la relación interdisciplinaria con la epistemología de la complejidad. En «Hacia un psicoanálisis del futuro» (2002c) –su ponencia en el histórico coloquio «El trabajo analítico» que organizó en la unesco– concluye del siguiente modo:

Henos aquí procurando orientar la investigación futura. Para afrontar el psicoanálisis del mañana se requiere un pensamiento nuevo. Está en germen en la obra freudiana aunque se lo suele ignorar. Es el pensamiento hipercomplejo que Edgard Morin nos ha ayudado a conocer mejor. El mismo reposa sobre tres principios:

• La complejidad dialógica, que afirma que la relación es más importante que los términos que ella reúne. Ella supone al menos dos términos. No voy a desarrollar, pero sí a mencionar, la coincidencia con lo que el psicoanálisis contemporáneo denomina la terceridad.

• La recursividad, que nos obliga a no separar esquemáticamente las causas y los efectos. Pues la causa produce efectos que retroactúan sobre la causa; y el efecto deviene a su turno causa. Es lo que se denomina «curva recursiva». Y el après-coup y la resignificación nos han preparado para comprender fácilmente esta causalidad no lineal.

• El punto de vista hologramático: la parte está en el todo que se reencuentra él mismo dentro de la parte. Y el todo está en la parte que a su vez está en el todo.

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