Identificación (Freud- Lacan)

Identificación (Freud- Lacan)

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Identificación

Al.: Identifizierung. Fr.: identification. Ing.: identification. It.: identificazione. Por.: identicação. Proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones. 1.° Dado que la palabra « identificación » forma parte tanto del lenguaje corriente como del lenguaje filosófico, conviene precisar ante todo, desde un punto de vista semántico, los límites de su utilización en el vocabulario del psicoanálisis. El substantivo identificación puede tomarse en un sentido transitivo, correspondiente al verbo identificar, o en un sentido reflexivo, correspondiente al verbo identificarse. Esta distinción se encuentra en los dos sentidos del término que diferencia Lalande: A) «Acción de identificar, es decir, de reconocer como idéntico; ya sea numéricamente, como por ejemplo «la identificación de un criminal», ya sea en su naturaleza, como por ejemplo cuando se reconoce un objeto como perteneciente a una determinada clase o también cuando se reconoce una clase de hechos como asimilable a otra […].» B) «Acto en virtud del cual un individuo se vuelve idéntico a otro, o en virtud del cual dos seres se vuelven idénticos (en pensamiento o de hecho, totalmente o secundum quid)». Estas dos acepciones se encuentran en Freud. Éste describe como típico del trabajo del sueño el proceso que traduce la relación de similitud, el «como si», por la substitución de una imagen por otra o «identificación». Esto corresponde ciertamente al sentido A) de Lalande, pero la identificación no posee aquí un valor cognitiva: constituye un proceso activo que reemplaza una identidad parcial o una similitud latente por una identidad total. Pero el término, en su empleo psicoanalítico, corresponde principalmente al sentido de « identificarse ». 2.° La identificación (en el sentido de identificarse) reúne en su empleo corriente toda una serie de conceptos psicológicos, tales como: imitación, Einfühlung (empatía), simpatía, contagio mental, proyección, etcétera. Para aclarar las ideas, se ha propuesto distinguir en este campo, según el sentido en que se efectúa la identificación, entre una identificación heteropática (Scheler) y centrípeta (Wallon), en la cual es el sujeto quien identifica su propia persona a otra, y una identificación idiopática y centrífuga en la que el sujeto identifica al otro con la propia persona. Por último, en los casos en que coexisten ambos movimientos, nos hallaríamos en presencia de una forma de identificación más compleja, invocada en ocasiones para explicar la formación del «nosotros». El concepto de identificación ha adquirido progresivamente en la obra de Freud el valor central que más que un mecanismo psicológico entre otros, hace de él la operación en virtud de la cual se constituye el sujeto humano. Esta evolución cursa paralelamente al hecho de situar en primer plano el complejo de Edipo en sus efectos estructurales, así como a la modificación aportada por la segunda teoría del aparato psíquico, en la cual las instancias que se diferencian a partir del ello vienen definidas por las identificaciones de las cuales derivan. Sin embargo, la identificación fue utilizada muy pronto por Freud, sobre todo en relación con los síntomas histéricos. Los hechos llamados de imitación, de contagio mental, se conocían ciertamente desde mucho tiempo antes, pero Freud va más lejos al explicarlos por la existencia de un elemento inconsciente común a las personas entre las que se produce el fenómeno: «[…] la identificación no es una simple imitación, sino una apropiación basada en la presunción de una etiología común; expresa un «como si» y se refiere a un elemento común que existe en el inconsciente . Este elemento común es un fantasma: así la paciente agorafóbica se identifica inconscientemente con «una mujer de la calle», y su síntoma constituye una defensa contra esta identificación y contra el deseo sexual que ella supone». Por último, Freud observa muy pronto que pueden coexistir varias identificaciones: «[…] el hecho de la identificación autoriza quizás a un empleo literal de la expresión: pluralidad de las personas psíquicas» . Ulteriormente la noción de identificación se enriqueció con diversas aportaciones: 1.° El concepto de incorporación oral fue establecido durante los años 1912-1915 (Tótem y tabú [Totem und Tabu], Duelo y melancolía [Trauer und Melancholie]). Freud muestra especialmente su función en la melancolía, en la cual el sujeto se identifica según un modo oral con el objeto perdido, por regresión a la relación objetal típica de la fase oral (véase: Incorporación; Canibalístico). 2.» Se establece el concepto de narcisismo. En Introducción al narcisismo (Zur Einführung des Narzissmus, 1914) Freud inicia la exposición de la dialéctica que enlaza la elección objetal narcisista (el objeto se elige sobre el modelo de la propia persona) con la identificación (el sujeto, o alguna de sus instancias, se constituyen según el modelo de sus objetos anteriores: padres, personas del ambiente). 3.° Los efectos del complejo de Edipo en la estructuración del sujeto se describen en términos de identificación: las catexis sobre los padres son abandonadas y substituidas por identificaciones. Una vez establecida la fórmula generalizada del Edipo, Freud muestra que estas identificaciones forman una estructura compleja, en la medida que el padre y la madre son, cada uno de ellos, a la vez objeto de amor y de rivalidad. Por lo demás, es probable que la presencia de esta ambivalencia con respecto al objeto sea esencial para la constitución de toda identificación. 4. La elaboración de la segunda teoría del aparato psíquico viene a demostrar el enriquecimiento y la importancia creciente del concepto de identificación: las instancias de la persona ya no se describen en términos del sistema donde se inscriben imágenes, recuerdos, «contenidos» psíquicos, sino como los restos de diversos tipos de las relaciones de objeto. Este enriquecimiento del concepto de identificación no ha conducido, ni en Freud ni en la teoría psicoanalítica, a una sistematización que ordene sus modalidades. El propio Freud se declara insatisfecho de sus formulaciones a este respecto . La exposición más completa que intentó dar se encuentra en el capítulo VII de Psicología de las masas y análisis del yo (Massenpsychologie und Ich-Analyse, 1921). En este trabajo distingue finalmente tres modos de identificación: a) como forma originaria del lazo afectivo con el objeto. Se trata aquí de una identificación pre edípica, marcada por la relación canibalística, que desde un principio es ambivalente (véase: Identificación primaria); b) como substitutivo regresivo de una elección objetal abandonada; c) en ausencia de toda catexis sexual del otro, el sujeto puede, no obstante, identificarse a éste en la medida en que tienen un elemento en común (por ejemplo, deseo de ser amado): por desplazamiento, la identificación se producirá sobre otro punto (identificación histérica). Freud también indica que, en ciertos casos, la identificación afecta, no al conjunto del objeto, sino a un «rasgo único» de éste. Finalmente, el estudio de la hipnosis, de la pasión amorosa y de la psicología de los grupos le lleva a contraponer la identificación que constituye o enriquece una instancia de la personalidad con el proceso inverso, en el cual es el objeto el que se «pone en lugar» de una instancia, por ejemplo en el caso del líder que viene a reemplazar el ideal del yo de los miembros de un grupo. Se observará que, en este caso, existe también una identificación recíproca de los individuos entre sí, pero ésta exige, como condición, tal «puesta en lugar de […]». Aquí pueden encontrarse, ordenadas desde un punto de vista estructural, las distinciones que hemos establecido más arriba: identificación centrípeta, centrífuga y recíproca. El término «identificación» debe diferenciarse de las palabras afines como incorporación, introyección, interiorización. Incorporación e introyección constituyen prototipos de la identificación o, por lo menos, de algunas de sus modalidades en las que el proceso mental es vivido y simbolizado como una operación corporal (ingerir, devorar, guardar dentro de sí, etc.). La distinción entre identificación e interiorización es más compleja, ya que hace intervenir opciones teóricas referentes a la naturaleza de aquello a lo cual el sujeto se asimila. Desde un punto de vista meramente conceptual, puede decirse que la identificación se efectúa con objetos: persona («asimilación del yo a un yo ajeno») , o rasgo de una persona, objetos parciales, mientras que la interiorización es la de una relación intersubjetiva. Falta saber cuál de estos dos Procesos es el primero. Se observará que generalmente la identificación de un sujeto A con un sujeto B no es global, sino secundam quid, lo que remite a un determinado aspecto de la relación con él: yo no me identifico con mi jefe, sino con un determinado rasgo suyo que está ligado a mi relación sadomasoquista con él. Pero, por otra parte, la identificación permanece siempre marcada por sus prototipos primitivos: la incorporación se refiere a cosas, confundiéndose la relación con el objeto en el que se encarna; el objeto con el que el niño mantiene una relación de agresividad se convierte, como substancialmente, en el «objeto malo», el cual es entonces introyectado. Por otra parte, y éste es un hecho esencial, el conjunto de las identificaciones de un sujeto no forma un sistema relaciona] coherente; así, por ejemplo, dentro de una instancia como el superyó, se encuentran exigencias diversas, conflictuales, heteróclitas. Asimismo el ideal del yo se forma por identificaciones con los ideales culturales, que no siempre se hallan en armonía entre sí.