1958: Desde “ De una cuestión preliminar…”, Lacan parece tomar en
cuenta la posibilidad de una suplencia a la forclusión del Nombre del
Padre: “Nadie duda que la figura del Pr. Flechsig (…) no haya podido
reemplazar el vació súbitamente apercibido de la Verwerfung inaugural”;
1963: El 20 De noviembre en lugar de la sesión única del seminario
interrumpido sobre los Nombres del Padre que Lacan comentara en el
R.S.I., que si su titulo era en plural, estaba bien por tener alguna
idea de la suplencia;
1966: En una presentación de las Memorias del presidente Schreber en
su traducción francesa, Lacan define la paranoia como “una
identificación del goce en el lugar del Otro como tal”. El tema del goce
va tomar una importancia creciente en la obra de Lacan, en la medida en
donde, a partir de los años 1960, la psicosis va ser caracterizada no
solamente por un desencadenamiento del significante, pero también por la
invasión de un goce no regulado;
1967: En el “Pequeño discurso a los psiquiatras”, Lacan dice del
psicótico que tiene el objeto a – resto, causa del deseo, de la doble
operación (alineación y separación) de causación del sujeto – en su
bolsillo, dicho de otra manera dice que en la psicosis, el sujeto no
esta separado del objeto;
1972: Introducción del nudo borromeo en el seminario “Ou pire”;
1973: retoma del nudo borromeo al fin del seminario “Encore”;
Identificación de los tres círculos a los tres registros de lo
Imaginario, de lo Simbólico y de lo Real en el seminario “Les Non dupes
errent”;
1974–75: En el seminario R.S.I., que inaugura, después de la era de lo
Imaginario y aquella de lo Simbólico, la era de lo Real, Lacan pone al
día, con los nudos borromeanos, la equivalencia de los tres registros –
que tiene la misma consistencia – y la necesidad de adjuntar una
instancia nombrada, el Nombre del Padre, transformando así el nudo
borromeo en tres círculos en un nudo borromeo con cuatro círculos.
Indicando la posibilidad de una disyunción entre ese cuarto elemento y
el Simbólico, Lacan introduce el concepto de suplencia del Nombre del
Padre y cierra su seminario sobre tres nominaciones: aquella de lo
Imaginario como inhibición, aquella de lo Real como angustia y aquella
del Simbólico como síntoma. Ese seminario anticipa largamente sobre los
temas que serán desarrolladas el siguiente año, de un punto de vista más
clínico en El síntoma.
1. La psicosis, defecto del nudo borromeo de la estructura
1.1. La estructura nodal de la subjetividad
Desde su “identificación”, en 1953, Lacan recure a los registros de lo
Real, de lo Simbólico y de lo Imaginario (R.S.I.) para rendir cuenta de
la realidad humana:
“Por una parte, la interacción de esas tres instancias comprueban lo
isomorfo a la dialéctica edipiana (…) por otra parte, el nudo de esos
tres registros esboza el modo de estructuración de la subjetividad”. Es
con ese doble titulo que lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real son de
nuevo convocados en 1975 – 1976, en El Síntoma.
Refutando el postulado cartesiano de la disyunción del pensamiento y de
la superficie, Lacan va hacer de la figura topológica del nudo borromeo
el suporte de nuestra consistencia. Que el nudo sea el soporte del
sujeto aparece claramente en la formula “Es de la presión del nudo que
el sujeto se condiciona” y el la escritura misma del nudo, $, en donde
se reconocerá la escritura del sujeto tachado por el orden significante.
Los círculos del nudo figurando los tres registros de la subjetividad,
aquellos toman común medida en lo que Lacan llama “La tranza subjetiva”.
Esta equivalencia de los registros pone un termino al primado de lo
Simbólico que caracteriza la teoría estructural de los años 1950.
Con el nudo borromeo, Lacan reconsidera la cuestión de la estructura a
la luz de lo que califica de “lógica de saco y cuerda”: “Hay una
dinámica de los nudos, ça ne sert à rien, mais en fin ça serre”; “ce que
la corde prouve, c’est qu’un sac n’est clos qu’à le ficeler” Ese nudo
supone el pasaje de una triplicidad a una cuaternidad.
1.2. La cuaternidad, soporte del sujeto
“Tous les tabourets n’ont pas quatre pieds. Il y a qui se tiennent
debout avec trois. Mais alors, il n’est plus question qu’il en manque un
seul, sinon ça va très mal” Esa citación del seminario III dejar pensar
que desde 1956, Lacan tenia algunas intuiciones de la estructura
cuaternaria del sujeto. Si había subtitulado R.S.I. 123 (el uno hablando
de lo Simbólico, el dos de lo Imaginario y el tres de lo Real es bajo
el signo del cuatro, soporte de la nominación que plaza El Síntoma.
En R.S.I., Lacan reaporta el desbloqueo de esas tres dimensiones a su
lectura de Freud. Observa que, en ese ultimo. Lo Simbólico, lo
Imaginario y lo Real, implícitos, no tienen que agregarle un cuarto
termino, aquel de la realidad psíquica, que no es otro que el complejo
de Edipo, el cual consiste principalmente en un nuevo anudamiento:
“Porque anudarse de otra forma, es lo que hace el esencial del complejo
de Edipo, y es en lo que opera el análisis”
En El Síntoma, Lacan reafirma que es porque el ser humano se especifica
de tres funciones distintas que es necesario una cuarta, aquella del
Padre o del Síntoma, para anudar y “es necesario desde entonces suponer
tetrádico el lazo borromeo”
Esta teorización de la estructura del sujeto es correlativa de una modelización de su destructuración.
1.3. La psicosis, “lapsus del nudo”
Si el sujeto se condiciona del cierre del nudo, conviene entonces
examinar las consecuencias de su denudamiento y de considerar la
psicosis como una modalidad de ausencia o de fracaso de la nodalizacion
subjetiva. En efecto, dice Lacan, “Hay unos fallidos del nudo como del
inconsciente” Nos apoyaremos para rendir cuenta de esos fallidos de la
nodalidad borromea de la estructura, sobre un articulo de Pierre
Skriabine, (La clínica del nudo borromeo), que escribió en 1989,
integrando unos elementos teóricos salidos de seminarios anteriores y
posteriores de “El Síntoma”.
El anudamiento borromeo, que contiene – tres o cuatro consistencias – puede fracasar:
porque hay una rotura o inconsistencia de uno de los registros o del
cuarto elemento, Es por ejemplo lo que se produce para el presidente
Schreber referente al llamado del significante forcluido, encuentra le
deficiencia el Simbolico;
Porque hay una indistinción o una puesta en continuidad de los registros. Es el caso en la posición paranoica;
Porque los registros son profundamente disociados, como eso sobreviene
en “la locura común” que evoca Lacan en R.S.I. y en “EL Síntoma”;
Por fin porque han sobrevenidos unos errores de nudamiento ligados a
la carencia paternal, como lo ilustra el caso de James Joyce.
Esas diversas modalidades de “lapsus del nudo” se traducen entonces por
“diferentes clases de arreglos o de rearreglos de R. de S. y de I.”
2. Una teoría de la suplencia del Nombre del Padre
2.1 Joyce o “la evasión de la psicosis”
“¿Joyce era loco? Se pregunta Lacan en El Síntoma, dejando de lado toda
consideración nosológica. Diferentes aspectos de la vida y de la obra
del escritor lo lleva a esta pregunta:
a) en primer lugar, el estilo de Joyce, que Lacan califica “de enigma
llevada a la potencia de la escritura” “al punto que termina por
romper, disolver el lenguaje mismo” y que atribuye a una cierta relación
impuesta a la palabra. Lacan observa que el nombre mismo de Joyce tiene
una relación a joy, al goce y que “ese goce es la única cosa de su
texto que podamos atrapar. Ahí es su síntoma”. Joyce maneja entonces “la
carta fuera de los efectos de significado con fines de goces puros” y
que Joyce espera de eso el renombre, nota Lacan quien se inclina
entonces sobre la relación del escritor a la figura paternal.
b) La relación de Joyce a la figura paternal. No es tan, en efecto, el
deseo de renombre en si, que intriga Lacan que el hecho que este se
inscriba en la relación de Joyce con su padre de quien dice que lo
reniega, quedando al mismo tiempo arraigado en él. En consideración, las
formulas lacanianas, pudiendo a menudo ser interrogativas, son al menos
insistentes: “Joyce tiene un síntoma que parte de que su padre era
carente, radicalmente carente (…) es de ese querer un nombre que
Joyce ha hecho la compensación de la carencia paternal”; “El deseo de
joyce de ser un artista que ocuparía todo el mundo (…) ¿no es
exactamente el compensatorio del hecho que su padre nunca fue para él un
padre? No hay ahí como una compensación de esta demisión paternal de
esta Verwerfung de hecho que en eso que Joyce se sintió imperiosamente
llamado (…) a valorizar el nombre que le es propio a costa del padre?
Es a ese nombre que el quiso que se haya rendido homenaje que él mismo
rechazo a quienquiera”
c) La relación de Joyce a su cuerpo propio, ilustrado por dos episodios –
relatados en una obra autobiográfica – en donde el comprueba de un
inhabitual despego frente a él mismo, describiéndolo como “ alguna cosa
que solamente pide irse, que tiene que dejar como un pellejo”: el
episodio de la golpiza recibida o de “una cierta potencia quitándola de
este enojo súbitamente tejido, tan fácilmente que una fruta se deshace
de su piel tierna y madura” y de las manos doloridas que “se quejaban
como si no fuesen de él y que de ellas hubiera tenido piedad”. Lacan
observa que esa deflación narcisista, esta “forma de dejar caer del
cuerpo propio es totalmente sospechoso para un análisis” y lo devuelve a
un defecto del nudamiento de lo Imaginario.
d) Las creencias de Joyce y , en primer lugar, su creencia de sus dones
artísticos: “Ese pobre diablo se ha concebido como un héroe”, donde
“piensa que de artista es el único, que ahí, es singular”. Lacan subraya
que, en su arte, Joyce encuentra su punto de expresión. En secundo
lugar su creencia mística. Se hubiera creído, en alguna medida,
redentor. Lacan subraya, que en todo tiempo, esta creencia se inscribe
en una relación al padre. Por fin, su creencia en los dones de
telepatía de su hija Lucia: hay ahí un punto de certeza para Joyce y el
testimonio, según lacan, de la carencia paternal;
e) Las “epifanías” de Joyce, es decir los momentos de éxtasis relatados
en su obra, que representan la manifestación de lo que en el lapsus del
nudo , Real e inconsciente se anudan y tienen entonces en lugar del goce
falico que Lacan sitúa, en el nudo borromeo, a la intercesión de lo
Real y de lo Simbólico;
f) En último lugar, la relación de Joyce y su esposa Nora, de la cual
Lacan dice, a contra corriente de su formula, que es una relación
sexual, porque “no hay relación que si hay síntoma”. De Nora, lacan
habla como del nudo.”Ella no sirve absolutamente de nada”; “Non
seulement il faut qu’elle lui aille comme un gant, mais il faut qu’elle
serre comme un gant”. Haciendo de aquella para Joyce como de toda mujer
para un hombre, un síntoma.
2.2. El síntoma como suplencia
El síntoma, es, según la bella formula de Jean-Jacques Racial “ce fil
quatrième qui permet à la structure, quelle qu’elle soit de ne pas se
dénouer dans une confusion mentale”. Esta definición presenta el interés
de poner en evidencia la identidad de la función sintomática – real –
con la función paternal – simbólica – las dos siendo el nudamiento. Es
por el hecho que el viene “ en lugar mismo en donde el nudo fracasa en
donde hay un lapsus del nudo”
Lacan propone en su sesión del 10 de Febrero de 1976, de considerar el
caso de Joyce como una modalidad de suplencia al rompimiento de la
estructura. Es en la nominación que resida esta suplencia en donde más
exactamente el renombre, es decir, “una secunda operación de nominación”
necesitada por la “reducción del nombre propio al nombre común” que
evoca Lacan al termino de esta lección. Según Lacan, Joyce no se priva
de usar lógicamente del síntoma, haciendo de su arte “el verdadero
garante de su falo” y apuntando, por él, el cuarto termino del nudo.
El instrumento de esta modalidad de suplencia es lo que nombra Lacan el
ego, que define como siendo “la idea suya como cuerpo”, Si uno se
refiere a esta definición, el ego de Joyce, como lo atestigua el
episodio de la golpiza es desfalleciente. Pero Lacan precisa, en su
sesión del 11 de Mayo de 1976, que Joyce tiene un ego de otra naturaleza
que aquel que funciona en el momento de la paliza, un ego para el cual
la escritura es esencial y que llena una función de suplencia.
Joyce presenta entonces un defecto de nudamiento borromeo de la
estructura, traduciéndose por un defecto de nudamiento de lo Imaginario,
al cual la suplencia lleva un proceso de compensación nombrado síntoma
que, a la vez restituye la nodalidad borromeana y la exonera de la
psicosis.
2.3. La psicosis exorable
¿Por qué Joyce no habría sido loco? Se interroga Lacan porque “en la
mayoría, lo simbólico, lo imaginario y lo real son mezclados al punto de
continuarse el uno en el otro (…) y por lo tanto no es un privilegio
de ser loco”
En 1975 como en 1955, el punto de referencia diagnostico en Lacan se
funda sobre las categorías de lo Simbólico, de lo Imaginario y de lo
Real. Sin embargo la analogía se queda aquí, ya no hay primado de lo
Simbólico, pues de la función paternal, pero con Joyce, la forclusión
del Nombre del padre parece de estructura.
“Es un error de pensar que ese nudo sea una norma para la relación de
las tres funciones que existen en el ser que por ese hecho se cree
hombre (…) El cuarto en la ocasión es el síntoma. Es también
igualmente el Padre (…) el Padre es por fin solamente un síntoma
(…) La existencia del síntoma es implicada por la posición misma por
el lazo de lo imaginario, de lo simbólico y de lo real enigmático”.
Según la teoría forclusiva, la función paternal era presente en la
neurosis y faltante en la psicosis. A la luz del borromeanismo, se
vuelve un suplemento sintomático en la neurosis y puede ser
“suplenciable” en la psicosis.
La pérdida de la exclusividad de la función paternal es correlativa de
una pluralización de los Nombres del Padre y de modalidades de suplencia
de la forclusión:
* por el síntoma, en el sujeto neurótico;
* por el síntoma, así como lo construye Joyce en ¿?
* por unas suturas y puestas en continuidad, como en la paranoia;
* por una metáfora delirante, como aquella que construye Schreber, dicho
de otra manera, por lo Imaginario y lo Real, como por lo Simbólico.
Esta generalización, vía el síntoma, de la función paternal vuelve esté
por supuesto muy necesario, que el Padre se vuelve superfluo: “ Es
porque en el psicoanálisis, de lógralo, prueba que el Nombre del Padre,
no se puede tomar en cuenta a condición de utilizarlo”
Con esas premisas, la psicosis, lapsus del nudo, ya no es ineluctable
consecuencia del fracaso del rechazo originario, y el síntoma en su
función de suplencia, se vuelve un instrumento de equilibrio de la
estructura. Es entonces a un verdadero derrumbamiento dialéctico que se
libra Lacan al fin de su recorrido.
Concluimos sobre el borromeanismo diciendo que si la forclusión es
general y la función normativa del padre sintomático, entonces sin duda
Joyce esta loco, pero con una locura común, y es en el buen uso del
síntoma que él nos introduce.
Conclusión
Al término de este estudio diacrónico y critico de la teoría lacaniana
de las psicosis, emergen tres grandes enfoques etiopatogénicos que una
mirada retrospectiva podría calificar de respectivamente centrados sobre
los registros de lo Imaginario, de lo Simbólico y de lo Real,
devolviéndolos por ese hecho, particularmente ilustrativos de ese
corpus:
1) Un enfoque organogenético (1932 – 1938), reagrupando los modelos
dichos personal y complexual, que sitúa la inducción de los fenómenos
psicóticos en una agenesia del Yo y del objeto – ligado a una fijación
libidinal del sujeto en un estado más o menos arcaico de su desarrollo
(narcisismo primario o secundario) – correlado a un trastorno orgánico
generalmente contemporáneo del desencadenamiento de la enfermedad. Esta
organogénesis se arraiga en la teorización de un determinismo andrógeno
de la psicosis;
2) Un enfoque estructural (1955 – 1958), correspondiente al modelo
forclusivo, que se caracteriza por un defecto de simbolización de la Ley
ligada al fracaso del rechazo originario y a la forclución de un
significante primordial – el Nombre del Padre -,operador conceptual
discriminando la psicosis de la neurosis, Este segundo enfoque vuelve
caduco el recurrir a la organogénesis;
3) Un enfoque topológico (1974 – 1976) representado por el modelo
borromeo y caracterizado por un defecto de nudamiento de los tres
registros constitutivos de la estructura del objeto, que puede ser
sustituida por un cuarto termino teniendo lugar de Nombre del Padre.
Este tercero enfoque, centrado sobre lo real del nudo y correlativo de
una pluralización de los Nombres del Padre, constituye una reformulación
de la noción de estructura psíquica y una reevaluación de la función
paternal.
Estas diferentes modelizaciones del tropiezo de la constitución
subjetiva son subtendidas por una evolución del estatuto del síntoma, de
la concepción del sujeto y de su estructura, de las perspectivas
terapéuticas y, más generalmente de la definición de lo normal y de lo
patológico.
Hecho, en los años 1930, de una fijación evolutiva con un complemento
orgánico y, en los años 1950, del fracaso de la metáfora paternal, el
síntoma toma, con el borreanismo, una dimensión del todo singular del
nudamiento de la estructura del cual se vuelve solidario. Esta función
nueva de suplencia le valdrá de ser renombrado sínthome.
El sujeto, él, es, para Lacan , el sujeto del inconsciente ; vale decir
que antes de 1936, es cuestión que de persona. La primera concepción
lacaniana del sujeto descansa sobre lo Imaginario: a partir de una
teorización del estado del espejo, Lacan puede afirmar que “Es en el
otro que el sujeto se identifica y hasta se experimenta ante todo”.
Desde ese entonces, la condición de alineación del sujeto lacaniano
surge. Con la llegada de la teoría estructural de los años 1950, “es el
orden significante que causa el sujeto estructurándolo en un proceso de
división que hace surgir el inconsciente” El sujeto lacaniano es
entonces dividido por el lenguaje, atrancado a el mismo, sometido a la
orden significante quien lo determina, heterónomo. La tercera
teorización lacaniana del sujeto es topológica y hace de aquel un efecto
de nudamiento de los registros R.S.I., que limita el goce y encierra el
objeto por causa del deseo.
La impotencia de la referencia de la orden natural (instinctual) para
rendir cuenta de los fenómenos humanos tan normales que patológicos
había conducido Lacan a identificar, en los años 1950, los tres
registros esenciales de la realidad humana y a afirmar la preeminencia
de uno de ellos, lo Simbólico, en la constitución del sujeto, antes de
darles, en los años 1970, su valor y, por consecuente, de retirar a lo
Simbólico la exclusividad de su función de nudamiento de la estructura
por la cual viene a preguntarse – con la teoría de la suplencia- la
cuestión de su mutabilidad, y eso, además: que el concepto mismo de
forclución es remanejado: esta ultima se generaliza a la neurosis – la
cual no es ejemplo de fenómenos de real – y se vuelve suplente.
Conviene entonces preguntarse sobre el estatuto de la forclusión del
Nombre del Padre al fin de la obra de Lacan: si este operador conceptual
queda operatorio en la clínica, ¿puede todavía considerarlo de un
punto teórico, como patognomónico de la psicosis?
La conceptualización de lo que algunos lacanianos llaman la forclusion
generalizada ¿no invalida en ese caso la forclusión tanto como criterio
metapsicológico discriminante de la psicosis? Entonces la obra de Lacan,
igual que la de Freud, dejarían el problema para volver a pensarlo.
Las perspectivas terapéutica efectúan una revolución completa:
arrancando , en 1932, la psicosis a las tesis constitucionalistas y
degenerativas, Lacan había predicado su posibilidad de curación al menos
por una de sus formas. La introducción de acercamiento estructural, en
los años 1950, lo había vuelto irreversible, hasta que la teoría
borromeana le restituye, en los años 1970, una modalidad de tratamiento.
Por fin, el pensamiento lacaniano no ha sido sin trastornar la
definición no solamente de la entidades clínicas, pero también de lo
normal y de lo patológico: salido de una critica de unas teorías
deficitarias de la psicosis, Lacan no ha cesado de afirmar una
concepción de más en más humanizada de la locura. Más todavía, la
estructura de la psicosis no es al final de su recorrido una variante de
la neurosis, como lo ilustraba el esquema I “el modelo del nudo real de
todo síntoma” incluyendo el neurótico. Así es sobre un movimiento de
acercamiento, inverso al movimiento inicial de distinción, de lo normal y
de lo patológico que se termina ese recorrido lacaniano sobre la
psicosis cuyo alcance exceda el campo de la psicopatología, pudiendo
ser psicoanalítica, para encontrase con la antropología filosófica.
AUTOR: Dr. Jean-Claude Maurice Dijon-Vasseur