El juego como fundamento de la cultura: «Homo Ludens» de Johan Huizinga (1938)

Homo Ludens. Johan Huizinga

Desde la aparición del libro de Johan Huizinga, Homo Ludens, en 1938, el estudio de los juegos constiuye un campo de indagación en el compiten varias disciplinas. Desde la perspectiva de la psicología ha sido estudiada por Jean Piaget  y por Jean Chateau. El interés por los psicólogos por el juego parece residir más bien, como nota Roger Caillois , en la función que éste tendría en la formación de la personalidad del futuro adulto. Desde el punto de vista de los psicólogos, «el juego se presenta como una educación -sin fin predeterminado- del cuerpo, del carácter o la inteligencia». Para los matemáticos, en cambio, el estudio de los juegos ha dado lugar a un nuevo campo de investigación que desde los trabajos de John von Neumann y Oskar Morgenstern conocemos bajo el nombre de «teoría de los juegos». Esta teoría parte de la distinción entre las reglas que estructuran el juego y las varias opciones de los participantes, entre las reglas de base y las reglas de estrategia. Las reglas de base constituyen modelos mecánicos o paradigmas ideales de lo que la gente debe hacer, mientras que las reglas de estrategia son modelos estadísticos de lo que la gente realmente hace. El nivel de reglas de base concierne a la sociología, mientras que el nivel de las reglas de estrategia ocupa en especial a la psicología. La teoría de los juegos intenta formular en términos matemáticos los relaciones entre dos tipos de reglas.

Los estudios de Huizinga y Roger Caillois representan aproximaciones menos especializadas, y por lo mismo más interesadas en el juego como actividad humana, sin aplicación inmediata a la ciencia o disciplina. Constituyen algo así como la respuesta de las humanidades al interrogante de los juegos.

Las definiciones de juego de Huizinga y Caillois coinciden en situar su esfera de actividad fuera de los limites de nuestro acontecer histórico. Para Huizinga el juego «es una actividad libre ejecutada ‘como si’ y situada fuera de la vida diaria, pero, al mismo tiempo, capaz de absorber por completo al jugador. Es una actividad que no ofrece interés material alguno o utilidad de ningún tipo. Se ejecuta dentro de un determinado tiempo, un determinado espacio según un orden y reglas fijadas de antemano».

La definición de juego de Caillois ordena los rasgos anotados por Huizinga de seis características fundamentales: libertad, definición de límites, inseguridad en los resultados, improductividad, reglamentación y carácter ficticio. En los dos últimos rubros Caillois afirma que «el juego es una actividad sometida a concepciones que suspenden  las leyes ordinarias y que instauran momentáneamente una legislación nueva, que es la única que cuenta, y que es una actividad ficticia en el sentido de que está acompañada de una conciencia específica de realidad segunda o de franca irrealidad en relación a la vida corriente.

En ambas definiciones en juego es un actividad desarticulada de la vida corriente y funda un orden que suspende o cancela el orden histórico, los dos ven en el juego una entidad autónoma y uno de los términos de una dicotomía donde juego implica pasatiempo, y vida corriente, en cambio, seriedad. Esta polarización entre vida y juego esta reforzada por el vocabulario que tanto Huizinga como Caillois emplean para distinguir la una del otro. A la seriedad de la vida se contrapone el carácter lúdico del juego la utilidad y fecundidad de la primera, lo gratuito y lo estéril del segundo; la vida corriente esta asociada con el trabajo y la actividad científica y constituye la realidad; el juego, en cambio, esta asociado al ocio y la literatura y habita un mundo irreal. Un dualismo tan radical deja entrever la falacia que sirve de apoyo a sus precisiones. Postular la irrealidad y gratuidad del juego sin antes definir los límites y el sentido de lo que en la vida corriente se ha adoptado como «realidad» equivale a suponer fundamentos donde quizá no los haya.

Huizinga reconoce que la cultura humana brota del juego y en él se desarrolla. Y en otro lugar, casi contradiciendo la orientación general que sigue su libro, afirma que «no se trata del lugar que el juego corresponde entre las demás manifestaciones de la cultura, sino en que grado la cultura misma ofrece un carácter de juego»

Su interés puramente investigativo cede a un esfuerzo filosófico por entender ya no las manifestaciones convencionales del juego, sino al hombre mismo como un ser cuyo «hacer no es mas que un jugar» De esta comprensión del hombre emerge la noción de Homo Ludens que Huizinga opone a la Homo Sapiens porque, explica, esta designación «no convenía tanto a nuestra especie como se había creído en un principio, ya que, a fin de cuentas, no somos tan razonables como gustaba creer en siglo XVIII en su ingenuo optimismo». Huizinga reconoce también que «el juego es más antiguo que la cultura» y que su realidad «no puede basarse en ninguna conexión de tipo racional»

Tomado de: ALAZRAKI, Jaime (1994): Hacia Cortázar: aproximaciones a su obra. Barcelona, Anthropos, pp. 92-97.