La técnica del chiste (contin. 1)

La técnica del chiste

El chiste apuntaba a un hombre joven que por su familia, su educación y sus cualidades personales parecía llamado a ocupar alguna vez la jefatura de un gran partido y, a la cabeza de este, alcanzar el gobierno. Pero los tiempos cambiaron, ese partido se volvió incapaz de llegar al pode!, y era previsible que tampoco llegaría a nada el hombre predestinado a ser su jefe. La versión reducida a su máxima brevedad, por la cual se podría sustituir este chiste, rezaría: «El hombre ha tenido delante suyo un gran futuro, que ahora ya no cuenta». «Ha tenido» y la frase consecuente son relevadas por la pequeña alteración en la frase principal, la que remplaza el «delante» por un «detrás», su contrario. Casi de la misma modificación se valió el señor N. en el caso de un caballero que se había convertido en ministro de Agricultura sin más títulos que el de administrar él mismo su finca. La opinión pública tuvo oportunidad de advertir que era el menos dotado de cuantos habían ocupado ese cargo. Cuando dimitió para volver a ocuparse de sus intereses agrarios, el señor N. dijo acerca de él: «Como Cincinato, se ha retirado a ocupar su puesto delante del arado». El romano, a quien lo llamaron para ocupar un cargo público cuando trabajaba en su finca, volvió luego a su puesto detrás del arado. Delante de este, en aquel tiempo como hoy, sólo anda… el buey. Una lograda condensación con modificación leve es la de Karl Kraus, quien, acerca de uno de esos periodistas llamados amarillos, informa que ha viajado con el Orienterpresszug a uno de los países de los Balcanes. Indudablemente, en esta palabra se encuentran otras dos: Orientexpresszug {tren expreso del Oriente} y Erpressung {extorsión}. Por el contexto, el elemento «extorsión» sólo se hace valer como modificación de «Orientexpresszug», exigida por el verbo [viajar]. Este chiste, en tanto semeja un error de imprenta, tiene todavía otro interés para nosotros. Podríamos engrosar mucho la serie de estos ejemplos, pero opino que no necesitamos de nuevos casos para captar con certeza los caracteres de la técnica en este segundo grupo: condensación con modificación. Si ahora comparamos este grupo con el primero, cuya técnica consistía en una condensación con formación de una palabra mixta, vemos que las diferencias no son esenciales y las transiciones son fluidas. Tanto la formación de una palabra mixta como la modificación se subordinan bajo el concepto de la formación sustitutiva y, si queremos, podemos describir la formación de una palabra mixta también como una modificación de la palabra base por el segundo elemento. Pero aquí podemos hacer un primer alto y preguntarnos con qué factor conocido por la bibliografía coincide total o parcialmente nuestro primer resultado. Es evidente que con la brevedad, llamada por Jean Paul «el alma del chiste» Ahora bien, la brevedad no es en sí chistosa; de lo contrario, todo laconismo sería un chiste. La brevedad del chiste tiene que ser de un tipo particular. Recordamos que Lipps ha intentado describir con más precisión la especificidad de la abreviación en el chiste. En este punto, justamente, intervino nuestra indagación demostrando que la brevedad del chiste es a menudo el resultado de un proceso particular que ha dejado como secuela una segunda huella en el texto de aquel: la formación sustitutiva. Pero, aplicando el proceso reductivo, que se propone deshacer el peculiar proceso de condensación, también hallamos que el chiste depende sólo de la expresión en palabras producida por el proceso condensador. Y, desde luego, todo nuestro interés se dirige ahora a este raro proceso, casi no apreciado hasta hoy. Es que todavía no alcanzamos a comprender cómo puede generarse desde él todo lo valioso del chiste, la ganancia de placer que este nos aporta. ¿Ya se han vuelto notorios en algún otro campo del acontecer anímico procesos semejantes a los que liemos descrito aquí como técnica del chiste? Así es; en un único campo, muy, alejado en apariencia. En 1900 he publicado un libro (La interpretación de los sueños) que, como lo indica su título, procura esclarecer lo enigmático del sueño presentándolo como retoño de una operación anímica normal. Allí encuentro motivos para oponer el contenido manifiesto del sueño, a menudo extraño, a los pensamientos oníricos latentes, pero enteramente correctos, de los cuales aquel deriva; y me interno en la indagación de los procesos que crean al sueño a partir de los pensamientos oníricos latentes, así como de las fuerzas psíquicas que han participado en esa trasmudación. Al conjunto de los procesos trasmudadores lo llamo trabajo del sueño, y como una pieza de este último he descrito un proceso de condensación que muestra la máxima semejanza con el empleado por la técnica del chiste y que, lo mismo que él, lleva a una abreviación y a formaciones sustitutivas de igual carácter. Cada quien podrá familiarizarse, por el recuerdo de sus propios sueños, con los productos mixtos de personas y también de objetos que aparecen en el soñar; y aun el sueño los forma con palabras que luego el análisis es capaz de descomponer (p. ej., «Autodidasker» = = «Autodidakt» + «Lasker»). Otras veces, y por cierto con frecuencia mucho mayor, el trabajo condensador del sueño no engendra productos mixtos, sino imágenes que se asemejan por entero a un objeto o a una persona, salvo un agregado o variación que proviene de otra fuente; vale decir, modificaciones en un todo semejantes a las de los chistes del señor N. No hay duda alguna de que tanto aquí como allí estamos frente al mismo proceso psíquico, que podemos discernir por sus idénticos rendimientos. Una analogía tan vasta entre la técnica del chiste y el trabajo del sueño acrecentará, ciertamente, nuestro interés por la primera y moverá en nosotros la expectativa de conseguir mucho, para esclarecer el chiste, de su comparación con el sueño. Pero nos abstenemos de emprender ese trabajo, pues nos decimos que sólo hemos explorado la técnica en un número muy escaso de chistes, de suerte que no podemos saber si en verdad seguirá en pie esa analogía por la que nos guiaríamos. Por eso dejamos de lado la comparación con el sueño y volvemos a la técnica del chiste; por así decir, dejamos pendiente en este lugar de nuestra indagación un hilo que quizás habremos de retomar luego. Lo siguiente que averiguaremos es si el proceso de la condensación con formación sustitutiva es pesquisable en todos los chistes, de suerte que se lo pueda establecer como el carácter universal de la técnica del chiste. Aquí me acuerdo de un chiste que ha quedado en mi memoria a raíz de particulares circunstancias. Uno de los grandes maestros de mi juventud, a quien considerábamos incapaz de apreciar un chiste, así como nunca habíamos escuchado uno de sus labios, llegó un día riendo al Instituto e informó, mejor dispuesto que de ordinario, acerca de la ocasión de su alegre talante, «Es que he leído un excelente chiste. En un salón de París fue presentado un joven, supuesto pariente del gran Jean-Jacques Rousseau y que también llevaba ese nombre. Era pelirrojo. Pero su comportamiento fue tan torpe que la dama de la casa dijo al caballero que lo había presentado, a modo de crítica: «Vous m’avez fait connaître un jeune homme roux et sot, niais non pas un Rousseau»». Y mi maestro echó a reír de nuevo. De acuerdo con la nomenclatura de los autores, este es un chiste fonético, y por cierto de tipo inferior: Uno que juega con el patronímico, como el chiste del sermón del monje capuchino en Wallensteins Lager, sermón que, como es sabido, copia la manera de Abraham a Santa Clara: «Se hace llamar Wallenstein y en efecto es para todos {allen} nosotros una piedra {Stein} de escándalo y enojo». Ahora bien, ¿cuál es la técnica de este chiste? Es evidente que el carácter que esperábamos quizá pesquisar como universal ya falla en este primer caso nuevo. Aquí no estamos frente a una omisión, y difícilmente haya una abreviación. La dama enuncia en el chiste mismo casi todo lo que nosotros podemos suponer en su pensamiento. «Usted me ha creado la expectativa de conocer a un pariente de Jean-Jacques Rousseau, acaso un pariente espiritual, y en cambio veo a un joven pelirrojo y tonto, a un roux et sol». Es cierto que he podido hacer un agregado, una intercalación, pero ese intento reductivo no cancela el chiste. Este permanece y adhiere a la homofonía de: Rousseau Roux-sot Así queda demostrado que la condensación con formación sustitutiva no contribuye en nada a la producción de este chiste. Pero, ¿qué otra cosa hay? Nuevos intentos de reducción pueden enseñarme que el chiste sigue resistiendo hasta que sustituyo el nombre Rousseau por otro. En su lugar pongo, por ejemplo, Racine, y al punto la crítica de la dama, que sigue siendo tan posible como antes, pierde todo asomo de chiste. Ahora sé dónde debo buscar la técnica de este chiste, pero tal vez vacile aún sobre su formulación; ensayaré la siguiente: La técnica de chiste reside en que una y la misma palabra -el apellido- aparece en acepción doble, una vez como un todo y Iuego dividida en sus sílabas como en una charada. Puedo citar unos pocos ejemplos idénticos a este por su técnica. Se cuenta que una dama italiana se vengó de una falta de tacto del primer Napoleón mediante un chiste basado en esta misma técnica de la acepción doble. Durante un baile en la corte, Napoleón le dijo, señalándole a sus compatriotas: «Tutti gli Italiani danzano si male»; y ella replicó con prontitud: «Non tutti, ma buona parte». (Brill, 1911.) Cierta vez que se representó en Berlín la Antígona [de Sófocles], la crítica halló que le faltaba carácter antiguo. El gracejo {Witz} de Berlín se apropió de esta crítica de la siguiente manera: «Antik? Oh, nee». En círculos médicos corre un chiste análogo por partición en sílabas. Al preguntar a un joven paciente si alguna vez se ha masturbado, no se recibirá sino esta respuesta: «O na, nie! ». La misma técnica del chiste en los tres ejemplos, que han de bastar para su género. Un nombre recibe acepción doble, una vez entero, la otra dividido en sus sílabas, trasmitiendo otro sentido al separárselo así. La acepción múltiple de la misma palabra, una vez con siderada íntegra y luego según las sílabas en que admite ser descompuesta, fue el primer caso que encontramos de una técnica que diverge de la condensación. Pero tras breve reflexión debimos colegir, por la multitud de los ejemplos que nos afluían, que la técnica recién descubierta difícilmente podría limitarse a ese recurso. Es evidente que existe un número, no abarcable a primera vista, de posibilidades de explotar en una frase una misma palabra o el mismo material de palabras para su acepción múltiple. ¿Tropezaremos con todas estas posibilidades como recurso técnico del chiste? Parece que sí; lo demuestran los siguientes ejemplos de chiste. Primero, puede tomarse el mismo material de palabras y alterar sólo algo en su ordenamiento. Mientras menor sea el cambio y más se reciba por ello la impresión de que un sentido diverso se ha enunciado con las mismas palabras, mejor será el chiste en su aspecto técnico. «El matrimonio X tiene un buen pasar. En opinión de algunos, el marido debe de haber ganado mucho ¡viel verdient} y luego con ello se ha respaldado Un poco {ctivas zurückgelegt}, mientras otros creen que su esposa se ha respaldado un poco {etwas zurückgelegt} y luego ha ganado mucho {viel verdient}». ¡Un chiste endiabladamente bueno! ¡Y cuán escasos recursos ha requerido! Ganado mucho-respaldado un poco, respaldado un poco-ganado mucho; en verdad, nada más que la transposición de las dos frases, mediante la cual lo enunciado sobre el marido es diverso de la alusión respecto de la mujer. Pero tampoco en este caso se agota en ello toda la técnica del chiste. Un rico espacio de juego se abre a la técnica del chiste cuando la «acepción múltiple del mismo material» se amplía de modo que la palabra -o las palabras- de que depende el chiste se usan una vez sin cambio y la otra con una leve modificación. Demos como ejemplo otro chiste del señor N.: Escucha a un señor, él mismo de origen judío, que dice algo odioso respecto de los judíos. «Señor consejero áulico -le responde-: su antisemitismo me era conocido, su antisemitismo es para mí algo nuevo». Aquí se ha alterado una sola letra, modificación que en una elocución descuidada apenas se notaría. El ejemplo recuerda a los otros chistes por modificación, de este mismo señor N. pero, a diferencia de aquellos, le falta la condensación: en el chiste mismo se dice todo lo que se quiere decir. «Yo sé que usted antes fue judío; me asombra entonces que justamente usted insulte a los judíos». Notable ejemplo de uno de estos chistes por modificación es la conocida exclamación: «Traduttore-Traditore» {«¡Traductor, traidor!»). La semejanza entre las dos palabras, que llegan casi a ser idénticas, figura de una manera muy impresionante la fatalidad de que el traductor deba hacer traición a su autor. La diversidad de las modificaciones leves posibles es tan grande en estos chistes que ninguno se asemeja por entero a los otros. He aquí un chiste que, dicen, se produjo durante un examen de derecho. El candidato debe traducir un pasaje del Corpus Jurís: «»Labeo ail. . . «: Yo caigo, dice él … ». «Usted cae, digo yo», replica el examinador, y el examen ha llegado a su término. Es que no se merece nada mejor quien ha confundido el nombre del gran jurisconsulto con un vocablo, que por añadidura recuerda mal. Pero la técnica del chiste consiste en el empleo de casi las mismas palabras que atestiguan la ignorancia del examinando para su castigo por el examinador. El chiste es además un ejemplo de «prontitud», técnica que, como se verá, no difiere mucho de la que estamos ilustrando. Las palabras son un plástico material con el que puede emprenderse toda clase de cosas. Hay palabras que en ciertas acepciones han perdido su pleno significado originario, del que todavía gozan en otro contexto. En un chiste de Lichtenberg se rebuscan justamente aquellas circunstancias en que las palabras descoloridas vuelven a recibir su significado pleno. «¿Cómo anda?». preguntó el ciego al paralítico. «Como usted ve», fue la respuesta de este al ciego. En alemán existen también palabras que pueden tomarse en diferente sentido, y por cierto en más de uno, en su acepción plena o en la vacía. O sea, pueden haberse desarrollado dos retoños diferentes de un mismo origen, convirtiéndose uno de ellos en una palabra con significado pleno, y el otro en una sílaba final o sufijo descoloridos, teniendo ambos, empero, el mismo sonido. Esta homofonía entre una palabra plena y una sílaba descolorida puede también ser casual. En ambos casos la técnica del chiste puede aprovechar tales constelaciones del material lingüístico. A Schleiermacher se atribuye un chiste que es para nosotros importante como ejemplo casi puro de ese recurso técnico: «Eifersucht {los celos} son una Leidenschaft {pasión} que con Eifer sucht {celo busca} lo que Leiden schafft {hace padecer} ». Esto es indiscutiblemente gracioso {witzig}, aunque no muy eficaz como chiste. Aquí faltan una multitud de factores que pueden despistarnos en el análisis de otros chistes cuando los tomamos separadamente como objeto de indagación. El pensamiento expresado en el texto carece de valor; en todo caso proporciona una definición harto insuficiente de los celos. Ni hablar de «sentido en lo sin sentido», de «sentido oculto», de «desconcierto e iluminación». Ni aun con el máximo empeño se hallará un contraste de representación, y sólo forzando mucho las cosas, un contraste entre las palabras y lo que ellas significan. No hay ninguna abreviación; al contrario, el texto impresiona como prolijo. Pese a ello, es un chiste, y aun muy perfecto. Su único carácter llamativo es simultáneamente aquel con cuya cancelación el chiste desaparece, a saber, que las mismas palabras experimentan una acepción doble. Puede escogerse entre situarlo en la subclase en que las palabras se usan una vez enteras y la otra divididas (como Rousseau, Antígona), o en aquella otra en que la diversidad es producida por el significado pleno o descolorido de las palabras componentes. Fuera de este, sólo hay otro aspecto digno de nota para la técnica del chiste. Se ha establecido en este caso un nexo insólito, se ha emprendido una suerte de unificación al definirse los celos {Eifersucht} por su nombre, en cierto modo por medio de ellos mismos. También esta, como veremos, es una técnica del chiste. Por lo tanto, estos dos aspectos tendrían que ser suficientes por sí, conferir a un dicho el buscado carácter de chiste. Si nos internamos un poco más en la diversidad de la «acepción múltiple» de la misma palabra, advertimos de pronto que estamos frente a formas de «doble sentido» o de «juego de palabras» desde hace mucho tiempo conocidas y apreciadas universalmente como técnica del chiste. ¿Para qué nos hemos tomado el trabajo de descubrir algo nuevo que habríamos podido recoger del más superficial estudio sobre el chiste? Para justificarnos sólo podemos aducir por ahora que nosotros destacamos, sin embargo, otro aspecto de este mismo fenómeno de la expresión lingüística. Lo que en los autores aparece destinado a demostrar el carácter de «juego» del chiste cae en nuestro abordaje bajo el punto de vista de la «acepción múltiple». Los otros casos de acepción múltiple que bajo el título de doble sentido pueden reunirse también en un nuevo, un tercer grupo, se dividen con facilidad en subclases que por cierto no se distinguen entre sí por diferencias esenciales, como tampoco lo hace el tercer grupo en su conjunto respecto del segundo. Tenemos aquí en primer lugar: a. Los casos de doble sentido de un nombre y su significado material; por ejemplo: «¡Descárgate de nuestra compañía, Pistol!» (en Shakespeare). «Más Hof {cortejo} que Freiung {matrimonio}», dijo un vienés chistoso acerca de unas hermosas muchachas que desde hacía años eran muy festejadas pero ninguna había encontrado marido. «Hof» y «Freiung» son dos lugares contiguos de la ciudad de Viena. «Aquí en Hamburgo no gobierna el cochino Macbeth, aquí manda Banko» (por Banquo) (Heine). Cuando el nombre no es susceptible de uso -se diría de abuso- sin introducirle cambios, se puede extraerle el doble sentido por medio de una pequeña modificación, ya familiar para nosotros: «¿Por qué -se preguntaba antiguamente- han rechazado los franceses a Lohengrin?». Y se respondía: «Por causa de Elsa {Elsa’s wegen}» (Elsass, Alsacia}. b. Una profusa fuente para la técnica de chiste es el doble sentido del significado material y metafórico de una palabra. Cito un solo ejemplo. Un colega médico con fama de chistoso dijo cierta vez al poeta Arthur Schnítzler: «No me asombra que te hayas convertido en un gran poeta. Ya tu padre puso el espejo a sus contemporáneos ». El espejo que manejaba el padre del poeta, el famoso médico doctor Schnitzler, era el laringoscopio; de acuerdo con una consabida sentencia de Hamlet, la finalidad del drama, y por tanto también de su creador, es, «por así decir, ponerle el espejo a la naturaleza; mostrar a la virtud sus propios rasgos, a la infamia su imagen, y a la edad y cuerpo del tiempo su forma y estampa» (acto III, escena 2). c. El doble sentido propiamente dicho o juego de palabras, al cual podríamos llamar el caso ideal de la acepción múltiple; aquí no se ejerce violencia sobre la palabra, no se la divide en sus componentes silábicos, no hace falta someterla a ninguna modificación ni trocar por otra la esfera a que pertenece (p. ej., la de los nombres propios). Tal como ella es, y como se encuentra en la ensambladura de la frase, puede, merced a ciertas circunstancias favorables, enunciar un sentido doble. Disponemos de abundantes ejemplos de esto: Una de las primeras acciones de gobierno de Napoleón III fue, como es sabido, la expropiación de los bienes de los Orléans. Corrió en aquel tiempo un notable juego de palabras: «C’est le premier vol de l’aigle». «Vol» significa «vuelo», pero también «robo» {«Es el primer vuelo = robo del águila»}. Luis XV quiso poner a prueba la graciosa inventiva {Witz} de uno de sus cortesanos, de cuyo talento le habían hablado; en la primera oportunidad ordenó al caballero hacer un chiste sobre su propia persona; él mismo, el rey, quería ser «sujet» {«asunto»} de ese chiste. El cortesano respondió con esta hábil agudeza: «Le roi n’est pas sujet». «Sujet» significa también «súbdito» {«El rey no es asunto=no es súbdito» }. El médico que viene de examinar a la señora enferma dice, moviendo la cabeza, al marido que lo acompaña: «No me gusta nada su señora». «Hace mucho que tampoco a mí me gusta», se apresura a asentir aquel. El médico se refiere desde luego al estado de la señora, pero ha expresado su preocupación por la enferma en palabras tales que el marido puede hallar confirmada en ellas su aversión matrimonial. Heine dice, acerca de una comedia satírica: «Esta sátira no habría sido tan mordaz si su autor hubiera tenido más para morder». Este chiste es más un ejemplo de doble sentido metafórico y común que un genuino juego de palabras. Pero, ¿quién podría atenerse aquí a unas fronteras tajantes? Otro buen juego de palabras es referido por los autores (Heymans, Lipps) en una forma tal que no permite entenderlo bien. No hace mucho hallé la versión y formulación correctas en una recopilación de chistes en lo demás poco utilizable: «Saphir se encontró (zusammenkommen} cierta vez con Rothschild. Apenas habían platicado un ratito cuando Saphir dijo: «Escuche, Rothschild: me he quedado con poco dinero en caja; ¿podría usted prestarme 100 ducados?». «Muy bien -replicó Rothschild-; eso no es problema para mí {darauf soll es mir nicht ankommen}, pero sólo bajo la condición de que usted haga un chiste». «Eso no es problema tampoco para mí (darauf soll’s mir ebenfalls nicht ankommen}», arguyó Saphir. «Bueno, entonces venga {kommen Sie} mañana a mi escritorio». Saphir se presentó puntualmente, «¡Ah! -dijo Rothschild cuando lo vio entrar-. Usted viene por sus 100 ducados {Sie kommen um Ihre 100 Dukaten}». «No -replicó aquel-. Usted pierde sus 100 ducados {Sie kommen um Ihre 100 Dukaten}, pues hasta el día del juicio Final no se me ocurrirá devolvérselos»». « ¿Qué representan {vorstellen; también «ponen delante»} estas estatuas? », pregunta un extranjero a un berlinés nativo a la vista de un grupo escultórico en una plaza pública. «Y bueno -responde el segundo-; la pierna derecha o la izquierda». «Por lo demás, en este momento no guardo en mi memoria todos los nombres de estudiantes, y entre los profesores hay muchos que todavía no tienen ningún nombre». Acaso nos ejercitemos en la diferenciación diagnóstica citando a continuación otro conocidísimo chiste sobre profesores. «La diferencia entre profesores ordinarios {ordentlich} y extraordinarios {ausserordentlich} consiste en que los ordinaroos no hacen nada extraordinario y los extraordinarios nada ordinarío».