LA VIDA SEXUAL INFANTIL

LA VIDA SEXUAL INFANTIL
    Una de las conquistas importantes del psicoanálisis es el descubrimiento de que los niños poseen una vida sexual que encuentra expresión tanto en las actividades sexuales directas corno en las fantasías sexuales.
    Sabemos que generalmente la masturbación tiene lugar en el período de lactancia y que se prolonga comúnmente en mayor o menor medida hasta el período de latencia (No necesito decir que no esperamos encontrar niños, incluso los más pequeños, masturbándose abiertamente.) En el período anterior a la pubertad y particularmente durante la pubertad misma, la masturbación vuelve a ser muy frecuente. El período en el cual las actividades sexuales del niño son menos pronunciadas es en el período de latencia. Esto es debido a que la declinación del complejo de Edipo va acompañada por una disminución en la fuerza de las tendencias instintivas. Por otra parte, existe todavía el inexplicable hecho de que es en este mismo período que la lucha del niño contra la masturbación está en su apogeo. En su libro Inhibición, síntoma y angustia, 1926, Freud dice que durante el período de latencia las energías del niño parecen estar ocupadas principalmente en la tarea de resistir a la tentación de masturbarse. Su afirmación parece apoyar la idea de que incluso durante el período de latencia la presión del  «ello» no ha disminuido hasta el grado que se supone comúnmente o bien que la fuerza ejercida por el sentimiento de culpa del niño contra las tendencias del «ello» ha aumentado.
    En mi opinión, el excesivo sentimiento de culpa que surge en el niño por su actividad masturbatoria está realmente dirigido hacia las tendencias destructivas que existen en las fantasías que acompañan a la masturbación. Es este sentimiento de culpa el que incita a los niños a interrumpir la masturbación totalmente y es el que, si logra su propósito, a menudo conduce a los niños a una fobia a tocar. Un temor de esta clase es una indicación tan importante de un trastorno del desarrollo, como la masturbación obsesiva, y se hace evidente en los análisis de adultos, en los cuales vemos cómo el temor exagerado del paciente a la masturbación conduce a menudo a serias perturbaciones de su vida sexual. No se observan trastornos de este tipo en el niño, pues sólo emergen en la vida posterior como impotencia o frigidez de acuerdo con el sexo del individuo; pero su existencia puede deducirse de la presencia de otras dificultades que son concomitantes invariablemente con un desarrollo sexual deficiente.
    Los análisis de las fobias a tocar muestran que una supresión demasiado completa de la masturbación no sólo conduce a la aparición de toda clase de síntomas, tales como tics , sino que causando una excesiva represión de las fantasías de masturbación, coloca un grave obstáculo en el paso por el período de latencia en lo que se refiere a la capacidad de sublimación, función que es de enorme importancia desde el punto de vista cultural . Porque las fantasías de masturbación no son solamente la base de todas las actividades de juego del niño sino que constituyen también un componente de sus posteriores sublimaciones. Cuando estas fantasías reprimidas son liberadas por el análisis, se puede ver a los niños pequeños empezar a jugar y a los mayores a aprender y a desarrollar sublimaciones e intereses de todas clases. Mientras que al mismo tiempo, si ha sufrido de una fobia a tocar se empezará a masturbar nuevamente. Recíprocamente, en casos de masturbación obsesiva la cura de esta compulsión  irá acompañada, entre otras cosas, de una mayor capacidad de sublimación. En este caso, sin embargo, como ha sido demostrado en detalle en otra parte , el niño continuará masturbándose, aunque en un grado más moderado y no obsesivamente. Así, en lo que se refiere a la capacidad de sublimación y la actividad masturbatoria, el análisis de la masturbación compulsiva y el de las fobias a tocar conducen al mismo resultado. Parece ser, pues, que la declinación del complejo de Edipo se produce normalmente en un período en el cual los deseos sexuales del niño disminuyen, aunque de ningún modo se pierden completamente, y que una cantidad moderada de masturbación no obsesiva es un hecho normal en todas las etapas de la vida.
    Los factores subyacentes a la masturbación compulsiva influyen en otra forma de actividad sexual infantil. Como he dicho varias veces, según mi experiencia es común que los niños pequeños tengan relaciones sexuales con otros. Además, los análisis de niños en el período de latencia y pubertad han mostrado que actividades mutuas de esta clase se han prolongado dentro y más allá del período de latencia o han sido esporádicamente reanudadas durante este tiempo. Se encontró que los mismos factores operaban básicamente en todos los casos. Los dos ejemplos siguientes en los que pude analizar a la pareja, ilustrarán una situación de esta clase.
    El primer caso se refiere a dos hermanos, Franz y Gunther, de cinco y seis años respectivamente. Habían sido educados en circunstancias familiares pobres pero no desfavorables. Sus padres se llevaban bien; y a pesar de que la madre tenía que hacer ella sola todo el trabajo de la casa, tomaba un interés activo e inteligente en sus hijos. Envió a Gunther para que fuera analizado debido a su carácter extraordinariamente inhibido y tímido y a su carencia evidente de contacto con la realidad. Era un niño callado y extremadamente receloso, aparentemente privado de verdaderos sentimientos afectivos. Franz, por otra parte, era agresivo, sobreexcitable y difícil de manejar. Los hermanos se llevaban muy mal y parecía que Gunther cedía ante su hermano menor .
    Mediante el análisis pudimos remontarnos a sus relaciones sexuales desde las edades de 3 años y medio y 2 y medio respectivamente . Pero es muy posible que hubieran empezado más temprano. Resultó que mientras ninguno de ellos tenía un sentimiento de culpa consciente por estos actos (aunque los escondían cuidadosamente), ambos sufrían de un fuerte sentimiento de culpa inconsciente. Para el hermano mayor que había seducido al menor y a veces lo había forzado a realizar actos que comprendían fellatio, masturbación mutua y tocar el ano con los dedos, éstos equivalían a castrar a su hermano. Fellatio significaba arrancar de un mordisco su pene y destruir completamente su cuerpo cortándolo y reduciéndolo a pedazos, envenenándolo o quemándolo y así sucesivamente. El análisis de las fantasías que acompañaban a estos actos demostró, que no solamente representaban ataques destructivos sobre su hermano, sino que representaban al padre y a la madre de Gunther juntos en la relación sexual. Así, pues, su modo de comportarse era en cierto sentido la realización, aunque de un modo mitigado, de sus fantasías sádicas de masturbación contra sus padres . Además, haciendo estas cosas a veces por la fuerza, a su hermano menor, trató de asegurarse él mismo de que saldría vencedor en su peligrosa lucha con el padre y también con su madre. El miedo abrumador a sus padres incrementaba sus impulsos a destruirlos; y en consecuencia, se agregaban a este miedo los ataques imaginarios a sus padres . Además, su miedo a que el hermano pudiera traicionarlo, intensificaba su odio a él y su deseo de matarlo por medio de sus prácticas con él.    De acuerdo con esto, la vida sexual del niño, en la que se evidenciaba un enorme sadismo, carecía casi por completo de elementos positivos.
En su mente, los varios procedimientos sexuales que emprendía, no eran sino una serie de torturas crueles y sutiles con la finalidad de llevar a su objeto a la muerte. Sus relaciones con su hermano hicieron surgir continuamente ansiedad en este sentido y fueron acrecentando dificultades que lo condujeron a un desarrollo psicosexual completamente anormal.
    En cuanto al hermano menor, Franz, su inconsciente había sondeado el significado inconsciente de estas prácticas, y por esto, su terror a ser castrado y matado por su hermano mayor se había exaltado exageradamente. Sin embargo, nunca se había quejado a nadie ni había dejado traslucir sus relaciones. Reaccionaba a estas actividades que lo aterraban, con una grave fijación masoquista y con sentimientos de culpa, aunque era él quien había sido seducido. Las siguientes son algunas de las razones de esta actitud:
En sus fantasías sádicas Franz se identificaba él mismo con su hermano que lo había forzado y obtenía así gratificación a sus tendencias sádicas, siendo estas tendencias, como sabemos, una de las fuentes del masoquismo. Pero en esta identificación con el objeto de su miedo, trataba también de dominar su ansiedad. En su imaginación él era entonces el asaltante, y el enemigo al que sojuzgaba era su «ello»  y también el pene de su hermano, internalizado dentro de si, y que representaba el pene de su padre su peligroso superyó y que veía como un perseguidor. Este perseguidor interno sería destruido por los ataques que fueron hechos en su propio cuerpo .
Pero dado que el niño no podía mantener esta alianza con un cruel superyó contra su «ello» y sus objetos internalizados, porque constituían una amenaza demasiado grande para su yo, su odio era continuamente desviado hacia los objetos externos que representaban su yo débil y odiado. Así, por ejemplo, era brutal a veces con niños más pequeños o más débiles que él. Estos desplazamientos también se veían en el odio y rabia que me mostraba a veces durante su hora analítica. Acostumbraba, por ejemplo, amenazarme con una cuchara de madera tratando de ponerla dentro de mi boca y llamándome pequeña, estúpida y débil. La cuchara simbolizaba el pene de su hermano metido por la fuerza dentro de su propia boca. Se había identificado con su hermano y de este modo el odio a su hermano se volvía contra sí mismo. Y había pasado su rabia a sí mismo por ser débil y pequeño, a otros chicos menos fuertes que él e incidentalmente a mí en la situación de transferencia. Alternativamente, con el empleo de este mecanismo, acostumbraba en su imaginación a invertir sus relaciones con su hermano mayor, de modo que consideraba los ataques de Gunther contra él como algo que él, Franz, hacía a Gunther. Pero desde que para él su hermano también tenía el significado de sus padres en sus fantasías sádicas, se había puesto en la situación de cómplice de su hermano en un ataque conjunto contra los mismos, y en consecuencia compartía el sentimiento de culpa inconsciente de Gunther y el temor a ser descubierto por ellos. Así, pues, tenía como su hermano, un fuerte motivo inconsciente para mantener secreta toda la relación.
    Un número de observaciones de esta clase me han conducido a la conclusión de que es la presión excesiva ejercida por el superyó la que, no sólo causa una supresión completa de las actividades sexuales, como hemos visto, sino la que hace surgir realmente la compulsión a permitirse dichas actividades es decir, que la ansiedad y sentimiento de culpa refuerzan las fijaciones libidinales y exaltan los deseos libidinales .
Hasta donde he podido ver, un sentimiento de culpa excesivo y también una gran ansiedad actúan en el sentido de impedir que las necesidades instintivas del niño disminuyan cuando comienza el período de latencia.
    No debemos olvidar que en ese período aun una actividad sexual muy disminuida trae reacciones de culpa excesivas. La estructura y magnitud de la neurosis del niño determinarán cuál será el resultado de la lucha en el período de latencia. La fobia a tocar por una parte y la masturbación compulsiva por otra son los dos extremos de una serie complementaria que presenta un número casi infinito de gradaciones y variaciones posibles.
    En el caso de Gunther y Franz se hizo claro que la compulsión a tener relaciones sexuales entre ellos estaba determinada por un factor que parecería tener un significado general en la compulsión de repetición. Cuando la ansiedad se refiere a un objeto irreal dirigido contra el interior de su cuerpo, el individuo está impelido a transformar este peligro en uno real y externo. (En este ejemplo, el miedo de Franz al pene internalizado de su hermano como un perseguidor y su temor a sus padres «malos» internalizados lo impulsaba a dejar que su hermano lo asaltara.) Franz producía continuamente situaciones de peligro externo de un modo compulsivo, desde que la ansiedad surgida, por grande que fuera, no lo era tanto como la ansiedad que sentía por el interior de su cuerpo, y podía así, en cierto modo, tolerarla mejor .
Finalmente, hubiera sido imposible impedir las relaciones sexuales de los hermanos utilizando medidas externas, puesto que su casa no era lo suficientemente grande como para que cada uno de ellos tuviera un dormitorio, y aunque esta medida hubiera sido practicable, habría fracasado, pienso, especialmente en un caso como éste en que por ambas partes la compulsión era tan fuerte. Dejados solos, aunque fuera por unos pocos minutos en el día, a menudo encontraban tiempo para comenzar toqueteos sexuales que tenían para su inconsciente el mismo significado que una realización completa de sus varios actos imaginados sádicamente. Fue sólo después de un largo análisis de ambos niños, durante el cual no traté nunca de influirlos para que abandonaran sus prácticas , sino que me limité a esclarecer la causa determinante de las relaciones sexuales entre ellos de un modo puramente analítico, que sus actividades sexuales comenzaron a cambiar gradualmente. Al principio se hicieron de un carácter menos compulsivo y finalmente cesaron del todo no porque los dos se hubieran vuelto indiferentes a ellas, sino porque cuando su sentimiento de culpa fue menos agudo y más susceptible de modificación se transformó en el mismo factor que los impulsó a abandonar sus prácticas. Es decir que, mientras que una ansiedad exagerada y sentimiento de culpa originados en estadíos tempranos de desarrollo fueron los responsables de su compulsión, reforzando sus fijaciones, la disminución del sentimiento de culpa, operando en otro sentido, los capacitó para abandonar estas relaciones. Junto con la alteración gradual y cesación de sus prácticas sexuales, su actitud personal entre ellos sufrió un cambio considerable. Habiendo sido visiblemente anormal y hostil, comenzó a ser bastante normal, amistosa y benevolente.
    Pasando al segundo caso, encontramos que actuaban causas muy arraigadas, similares a las que acabo de describir, aunque, es claro, diferentes en ciertos detalles. Un breve relato será suficiente. Ilse, de 12 años, y Gert, de 13 y medio, acostumbraban a permitirse, de tiempo en tiempo, actos similares al coito, actos que acontecían de repente, y a menudo después de largos intervalos. La niña no mostraba sentimientos de culpa consciente por ello, pero el varón, que era bastante más normal, sí. Su análisis mostró que ambos habían tenido relaciones sexuales entre sí desde la temprana infancia y las habían interrumpido sólo temporariamente al comienzo del período de latencia. Ambos sufrían de un abrumador sentimiento de culpa que les obligaba a repetir estos actos de tiempo en tiempo de un modo compulsivo. Estos actos se habían hecho sin embargo no sólo más raros en cuanto a su incidencia, sino más limitados en cuanto a su alcance, durante ese período , Los niños abandonaron la fellatio y el cunnilingus y por algún tiempo no fueron más allá de tocarse y hacer una inspección mutua de sus genitales. Durante la prepubertad, sin embargo, comenzaron a tener otra vez contactos similares al coito. Fue el hermano quien inició esos actos, y tenían carácter compulsivo. Acostumbraban a realizarlos por un impulso súbito y nunca pensaban en ello antes o después. El acostumbraba a «olvidar» completamente el hecho durante los intervalos. Tenía una amnesia parcial similar para un número de situaciones conectadas con estas relaciones sexuales, especialmente en lo que se refería a su temprana infancia. En cuanto a su hermana, si bien fue a menudo la parte activa en la primera infancia, más tarde sólo jugaba un papel pasivo.
    A medida que las causas más profundas comenzaron a surgir durante el análisis, la conducta compulsiva del hermano y la hermana se disipó gradualmente, hasta que al final las relaciones sexuales cesaron completamente, como en el caso de Franz y Gunther. Y, del mismo modo, sus relaciones personales que antes habían sido muy malas, mejoraron considerablemente.
    En el análisis de estos dos casos y de otros similares he encontrado que, paso a paso con el alejamiento del carácter compulsivo de lo actos, se va produciendo un número de cambios importantes e interconectados. La disminución del sentimiento de culpa del niño se acompaña de una disminución de su sadismo y de una emergencia más fuerte de su fase genital; y estos cambios se evidencian en cambios correspondientes en sus fantasías de masturbación y si es todavía muy pequeño, en las fantasías que introduce en su juego.
    En análisis de púberes, encontramos una nueva y especial alteración en sus fantasías de masturbación. Gert por ejemplo no tenía al principio fantasías conscientes de masturbación pero en el curso de su tratamiento comenzó a tener una sobre una niña desnuda de la que sólo se veía el cuerpo sin cabeza. Más adelante la cabeza comenzó a aparecer más y más clara, hasta que pudo reconocer a su hermana. Cuando sucedió esto, sin embargo su compulsión ya había desaparecido y sus relaciones sexuales con la hermana habían cesado Esto muestra la conexión entre la represión excesiva de sus deseos y fantasías frente a su hermana y su impulso obsesivo a tener relaciones sexuales con ella. Más tarde sus fantasías sufrieron un nuevo cambio y relató otras en las que imaginaba niñas desconocidas. Finalmente tuvo fantasías sobre una amiga de su hermana. Esta alteración gradual iba registrando el proceso de cómo se desligaba libidinalmente de su hermana, proceso que no hubiera podido realizarse hasta que su fijación compulsiva en la hermana, mantenida por el excesivo sentimiento de culpa, hubiera desaparecido en el curso del análisis .
En general, en cuanto a la existencia de relaciones sexuales entre niños, especialmente entre hermanos y hermanas puedo decir sobre la base de mis observaciones, que son la regla en la temprana infancia, pero que se prolongan en el período de latencia y pubertad sólo en los casos en que el sentimiento de culpa del niño es excesivo y no ha sido modificado con éxito . Hasta donde he podido juzgar el efecto del sentimiento de culpa durante el período de latencia es permitir que el niño continúe masturbándose aunque en menor grado que antes, pero al mismo tiempo lo hace abandonar sus actividades sexuales con otros niños, sean o no sus propios hermanos y hermanas, siendo como es una realización demasiado real de sus deseos incestuosos y sádicos. Durante la pubertad, el alejamiento de estas relaciones continúa en concordancia con los fines de este período que involucran el retiro de la libido de los objetos incestuosos. Pero en un estadío posterior de la pubertad el individuo entrará, bajo circunstancias normales, en relaciones sexuales con nuevos objetos, relaciones basadas en el alejamiento progresivo de la libido de los antiguos objetos y mantenidas por diferentes corrientes de afectos contraincestuosos.
    Podemos ahora considerar hasta dónde relaciones de esta clase pueden evitarse. Parece muy dudoso que fuera posible hacerlo sin dañar en otro sentido, desde que, por ejemplo, los niños deberían estar mantenidos bajo una vigilancia muy regular y seriamente coartados en su libertad. En todo caso, aunque fueran estrictamente vigilados, también dudo de que pudieran evitarse del todo. Además, aunque tempranas experiencias de esta clase pueden en algunos casos hacer daño, en otros su efecto sobre el desarrollo general del niño puede ser favorable. Porque además de gratificar la libido del niño y su deseo de conocimiento sexual, relaciones de esta clase sirven de importante función para disminuir un sentimiento de culpa excesivo, por esta razón: las fantasías que el niño introduce en estas relaciones se basan, como sabemos, sobre fantasías sádicas de masturbación, alrededor de las cuales están centrados sus más intensos sentimientos de culpa; por lo tanto, el conocimiento de que las fantasías prohibidas contra los padres son compartidas con otra persona, le dan el sentimiento de tener un cómplice y disminuyen así grandemente el peso de su ansiedad  Por otra parte, una relación de esta clase provoca la ansiedad y sentimiento de culpa por si misma. Si este efecto será últimamente bueno o malo si protegerá al niño de su ansiedad o la aumentará, parece depender de la cantidad de sadismo presente en él y más especialmente de la actitud de su pareja. Por mi conocimiento de numerosos casos diría que donde predominan los factores positivos y libidinales, tal relación tiene una influencia favorable sobre la relación de objeto del niño y su capacidad de amor ; pero cuando, como en el caso de Gunther y Franz, dominan impulsos destructivos y actos de coerción, pueden dañar gravemente el desarrollo total del niño.
Tratándose de las actividades sexuales del niño, el conocimiento psicoanalítico, aunque nos muestra el significado total de ciertos factores de desarrollo, no nos capacita para sugerir ninguna medida realmente profiláctica. Citaré un pasaje de Freud :
    «Este estado de cosas tiene un cierto interés para los que recurren a la pedagogía para prevenir las neurosis mediante una temprana intervención en el desarrollo sexual del niño. Siempre que la atención se dirige especialmente a las experiencias sexuales infantiles, uno creería que, en el sentido de la profilaxis de futuras neurosis, todo estaría hecho si nos aseguráramos que su desarrollo sea retardado y que el niño esté a salvo de esta clase de experiencia. Pero sabemos que las condiciones causantes de una neurosis son más complicadas y que no pueden ser influidas de un modo general atendiendo a un solo factor. Una rigurosa vigilancia ejercida sobre el niño pierde valor, porque no puede influir frente al factor constitucional; más aun, es más difícil de realizar que lo que imaginan los especialistas en educación, e involucra dos nuevos riesgos que no deben ser descuidados. Puede realizar demasiado y favorecer un grado exagerado de represión sexual, perjudicial en sus efectos y que introduce al niño en la vida sin el poder suficiente para resistir las urgentes demandas de la sexualidad que deben esperarse en la pubertad. Por lo tanto se hace muy dudoso el hecho de si puede traer ventajas como profilaxis en la infancia y si más bien un cambio de actitud frente a la vida no constituiría un mejor punto de partida para lograr prevenir la neurosis».