Lacan, Seminario 18: Clase 8, del 19 de Mayo de 1971

Comenzaremos en suma por lo que hay de abrupto en lo que tengo que decirles, que puede expresarse así, en lo que exploramos a partir de un cierto discurso, en éste caso el mío, el mío en tanto que es el del analista, digamos que eso determina las funciones en otros términos, las funciones sólo se determinan a partir de un cierto discurso. Entonces en ese nivel, en fin, de las funciones determinadas por un cierto discurso, se pueden establecer las equivalencias: lo escrito, es el goce. Naturalmente, éste sólo puede anularse en el interior de esta primera articulación de las funciones determinadas por un discurso. Digamos que eso ocupa exactamente el mismo lugar en el interior de esas funciones. Esto ha sido anunciado así, de manera abrupta, ¿por qué?. Si la ponen a prueba, verán que siempre llevan a alguna parte, e incluso preferentemente a algo exacto. Esto, no me dispensa del trabajo de introducirles por vías que convienen, aquellas no que le justifiquen para mi, desde donde les hablo, pero aquellas por las cuales este puede explicarse. Supongo -y no me supongo forzosamente- que me dirijo aquí siempre a analistas; es por mi parte lo que hace que mi discurso no se siga fácilmente, es exactamente en la medida en que hay algo que, a nivel del discurso del analista, obstaculiza cierto tipo de inscripción, esta inscripción sin embargo, es lo que lega, lo que propongo, es lo que espero que pasará de un punto de donde, si se puede decir, el discurso analítico tomará un nuevo impulso.

Entonces se trata de hacer sensible de que manera la transmisión de una letra tiene alguna relación con algo esencial, fundamental, en la organización del discurso, cualquiera sea el saber del goce. Para eso es preciso que a cada momento les ubique en el tema de la cosa. ¿Cómo hacerlo?, sino es recordando el ejemplo de base del cual partí, sabiendo que se trata precisamente y muy expresamente de estudiar la letra como tal, ¿en tanto qué?. En tanto que ella, -como ya lo he dicho-, tiene un efecto feminizante, yo abro mis ESCRITOS. Esta carta en suma -la última vez lo volví a subrayar- funciona específicamente por el hecho de que nadie sabe nada de su contenido, y hasta el final de la cuenta nadie sabrá nada. Ella es muy ejemplar porque, naturalmente, sólo al inocente y aún pienso que incluso al inocente no se le ocurrió la idea de que esta carta es algo tan sumario, tan grosero como algo que llevaría el testimonio de eso que comúnmente se llama una relación sexual, aunque sea escrito igualmente por un hombre, y como se dice -está subrayado- por un grande y a una Reina: es evidente que no es éste lo que haría un drama de esta carta, que este es propio de la dignidad de una carta, si puedo expresarme así, es decir algo fundamentado -es la mejor definición que puede darse sobre la distribución del goce, es digno de una carta, en esta distribución, para lo que se llama hablando con propiedad la relación sexual en su lugar, es decir muy exactamente y evidentemente el más bajo. Nadie extrae de ahí como notable, los servicios que una gran dama puede a ese título recibir de un lacayo. Con la Reina, por supuesto, -y justamente porque es la Reina- las cosas deben tomar otro giro. Pero en principio, por consiguiente, se plantea aquello que es por experiencia, que un hombre nacido es aquel que, si puedo decirlo, por raza sólo podría sentirse celoso de una relación de su esposa en la medida de su decencia, es decir de las formas respetadas. La única cosa que podría objetar éste, por supuesto, la introducción de un bastardo en la descendencia. Pero incluso eso, después de todo, puede servir al rejuvenecimiento de un lugar. Donde se ve evidentemente aquí, en un marco que, por no estar especialmente presentificado en la sociedad actual, no es menos ejemplar y fundamental en cuanto a razonar relaciones sociales en lo que se ve, digo, en suma, que no hay nada más que un orden fundado en el artificio para hacer aparecer este elemento que, en apariencia es justamente esto que en lo real debe aparecer irreductible, o sea la función de la necesidad.

Si les dije que hay un orden en el cual, está ubicado por entero en su lugar de sujeto, por más alto que este ubicada, se reserva esta parte de goce irreductible, su parte mínima que no puede ser sublimada, como Freud se expresa categóricamente, sólo un orden fundado sobre el artefacto de la nobleza de ese segundo artefacto de una distribución ordenada del goce, sólo allí la necesidad puede encontrar decentemente su lugar, la necesidad expresamente especificada como tal, y la necesidad sexual. Sólo que aquello que por un lado parece especificar lo natural, ser aquello que, diría, desde el punto de vista de una teorización en suma biológica de la relación sexual, podría hacer partir de una necesidad aquel que debe resultar de ella, a saber la reproducción, constatamos, que si el artefacto por un lado es satisfactorio para cierta teorización primaria, por el otro deja evidentemente lugar e éste: es que la reproducción puede muy bien en este caso no ser la reproducción, diría, -entre comillas-, «legítima». Esta  necesidad, este irreductible en la relación sexual, se puede admitir, por supuesto, que siempre existe, y Freud lo afirma. Pero lo que hay de cierto, es que no es mensurarle, mientras no lo sea expresamente -y no puede serle más que en el artefacto y en el artefacto de la relación con el Otro- no es mensurable… y es en este elemento de indeterminación donde se reconoce lo que hay de fundamental: es precisamente que la relación sexual no se puede inscribir, no se puede fundamentar como relación. Es en que la letra, la letra de la que partí para abrir mis escritos, se designa con aquella que ella es y con aquella que ella indica todo lo que el mismo Freud desarrolla, es que si ella guarda algo que es del orden del sexo, no es por cierto la relación sexual, sino una relación digamos sexuada.

Esta es la diferencia entre las dos, lo que Freud demuestra, lo que aportó de decisivo, es que por intermedio del Inconsciente, entrevemos que todo lo que pertenece al lenguaje tiene que ver con el sexo, está en cierta relación con el sexo, pero precisamente a partir de que la relación no puede, al menos hasta el presente, de ninguna manera inscribirse allí.

La pretendida sexualización por la doctrina freudiana de aquello que resultan de las funciones que pueden llamarse subjetivas a condición de situarlas bien, de situarla en el orden del lenguaje, la pretendida sexualización consiste esencialmente en que lo que debería resultar del lenguaje, a saber que de alguna forma cualquiera la relación sexual pueda inscribirse allí, muestra precisamente, y en los hechos, muestra su fracaso: no se puede escribir. Ustedes ya ven ahí funcionar esto que forma parte de este efecto de desviación, este efecto de división que es aquel con el cual regularmente siempre tiene- (……….)  para que sea- es enunciada en el lenguaje, pero justamente eso no es enunciado lo que he dicho: es inscribible porque lo que se exige para que haya función, es que en el lenguaje pueda producirse algo que  es la escritura expresamente como tal de la función, a saber ese algo que ya les he simbolizado más de una vez de la forma más simple, a saber éste:      en cierta relación con:  x ,  x.

Por consiguiente en el momento de decir que el lenguaje es algo que no da cuenta de la relación sexual, ¿en qué no da cuenta?. Que de la inscripción que es capaz de fomentar, no puede hacer más que esta inscripción, o sea -porque consiste en eso- lo que definí como inscripción efectiva de algo que sería la relación sexual en tanto que ella pondría en relación los dos polos, los dos términos que se titularían hombre y mujer, en tanto que este hombre y esta mujer son sexos respectivamente especificados de lo masculino y de lo femenino, ¿en quién, y en qué?. En un ser que habla, dicho de otra manera que, habitando el lenguaje, se encuentra sacando de él ese uso que es aquel de la palabra. Es en este que aquí no hay más que anteponer la letra con propiedad como en cierta relación, relación de la mujer con aquello que, de ley escrita, se inscribe con el contexto en que se ubica la cosa, a saber por el hecho de que ella es, a título de Reina, la imagen de la mujer como consorte del Rey; es en tanto que algo es aquí simbolizado impropiamente y típicamente de la relación como sexual -y no es inútil que precisamente ella no puede encarnarse más que en seres de ficción- en tanto esté el hecho de que se le dirija una carta toma el valor que designa para leerme, para enunciarme en mis propios propósitos: este signo, este signo -se trata de la carta- es aquel que la mujer, por lo que ella hace valer de su ser, fundándolo fuera de la ley, que siempre la contiene, por el efecto de sus orígenes, en posición de significante, incluso de fetiche. Es claro que sin la introducción del psicoanálisis, tal enumeración que sin embargo es aquella de la cual procede, diría la rebelión de la mujer, una enunciación semejante, como decir: la ley siempre la contiene, por el efecto de sus orígenes, en posición de significante, incluso de fetiche, no podría, por supuesto, lo repito, fuera de la introducción del psicoanálisis ser enunciada.

Por consiguiente es precisamente en este que la relación sexual es, si puedo decirlo, estatizada, es decir al estar encarnada en el del Rey y la Reina valorizando la verdad de la estructura de ficción, es a partir de allí que toma función, efecto, la letra que se plantea seguramente por estar en relación, con la deficiencia, la deficiencia marcada por cierta formación en cierta medida arbitraria y ficticia de la relación sexual y que es allí que, al tomar su valor, ella nos hace su pregunta. De todas formas aquí tenemos una ocasión -no crean que esto se pone en marcha en cierta medida de una manera directa sobre la que acabo de recordar, por esa clase de saltos, de desfasajes, son requeridas por el punto al que quiero elevarlos -es una ocasión para marcar que aquí se confirma por supuesto esto de que la verdad no progresa más que a partir de una estructura de ficción-, es a saber que justamente en su esencia, es porque se promueve en alguna parte una estructura de ficción, que es propiamente la esencia misma del lenguaje, que pueda producirse algo que no sabemos que es. Pero justamente, pero esta clase de interrogación, esta clase de prenda de ajuste, que pese a la verdad, -si puedo decirlo-, entre la espada y la pared de la verificación. Eso no es otra cosa que la dimensión de la ciencia, donde se muestra justamente la vía, se justifica, -si puedo decirlo-, la vía por la cual vemos que la ciencia progresa, en que la parte que la lógica tiene allí no es débil. Cualquiera sea el carácter originalmente, fundamentalmente, profundamente ficticio de lo que hace forma el material por el cual se articula el lenguaje, es claro que hay una vía que llamo, vía de verificación, es aquella que se consagra a comprender donde comienza la ficción, si puedo decirlo así, y aquella que la detiene. Está claro que aquí, no importa lo que nos ha permitido inscribir -verán luego lo que eso quiere decir- el progreso de la lógica, quiero decir la vía escrita por donde ella ha progresado, es claro que ese tope es totalmente eficaz por inscribirse en el interior mismo del sistema de la ficción: ella se llama la contradicción si la ciencia aparentemente progresó de una manera distinta a las de la vías de la tautología eso no le saca nada al alcance de mi observación a saber que, que la intimación elevada de cierto punto a la verdad de ser verificable, es precisamente eso lo que a forzado a abandonar todas las otras premisas pretendidamente intuitivas y si insistí vivamente sobre las carácterísticas de todo lo que ha precedido, abierta la vía al descubrimiento newtoniano, por ejemplo, es precisamente porque ninguna ficción se revelaría satisfactoria salvo una entre todas ellas, que precisamente debería abandonar todo recurso a la intuición y atenerse a cierto inscribible. Por consiguiente es a eso lo que resulta de lo inscribible en esta relación con la verificación.

Por supuesto, para terminar con lo que dije acerca del efecto de la letra en la carta robada, ¿qué dije precisamente?. Ella feminiza a aquellos que se encuentran estar en una posición que es la de permanecer a su sombra.

No cabe duda, de que ahí se percibe la importancia de esta noción de función de la sombra en la medida en que ya la última vez en lo que les enuncié a propósito de lo que estaba precisamente escrito, quiero decir algo que se presentaba en forma literal o literaria en ese momento. La sombra necesita una fuente de luz para ser introducida. Si, ¿Acaso nunca fueron sensibles a eso que hay en la Aufklärung y que conserva una estructura de ficción?, hablo de la época histórica, que fue insignificante y de la cual quizás me será útil -le es aquí- y lo que hago con ese volver a recorrer sus vías a retenerlas, pero en sí mismas. Es evidente que aquella que aquí nos guía es lo que parte desde ese campo, que se define como aquel de la verdad; y es como tal, en tanto tal, que la luz que arroja en {falta una palabra} momento, debería tener ella misma ese efecto eficaz de la que marcaría una opacidad, proyecta una sombra, y que es esta sombra que produce algún efecto sobre esta verdad, siempre tenemos que interrogarla en su estructura de ficción.

Así resulta -está enunciado expresamente en este escrito- que la carta, por supuesto, no pertenece a la mujer, a la mujer de quien lleva la dirección, y que ella satisface cuando llega a su destino, sino al sujeto, para volver a definirlo de manera precisa, a lo que se divide en el fantasma, es decir a la realidad en tanto que la estructura de ficción la engendra. Así concluye el cuento, al menos tal como lo rehago en un segundo {cambio de página en el original referente} más exhaustiva lo que ocurre con la carta y en la medida en que este no ha sido hecho para realizarlo, debo prolongar este discurso sobre la carta.

Bien de todas maneras debemos comenzar desde aquí: no es en vano que les pido que no dejen de emitir lo que se produce en la lógica. Por cierto no es para que se obliguen a seguir sus construcciónes y redes, en ninguna parte como en estas construcciónes que se dan a si mismas el nombre de lógica simbólica, en ninguna parte aparece mejor el déficit de estas posibilidades de reflexión. Quiero decir que nada es más confuso, y todos lo saben, que la introducción de un tratado de lógica. La imposibilidad que tiene la lógica de interrogarse a ella misma de alguna manera justificable, es algo que sorprende; es en ese título que la experiencia de la lectura de esos tratados -y son muchos más sorprendentes, por supuesto, a medida que son más modernos, que están más en el delante de lo que constituye efectivamente y muy efectivamente un progreso de la lógica es tanto que es el del progreso de la inscripción de lo que se llama articulación lógica, siendo ella misma incapaz de definir sus fines o sus principios, ni lo que sea que se parezca a una materia. Es extraño, es muy extraño y por eso muy sugestivo, porque está justo ahí aquello que nos permite abordar, profundizar lo que ocurre con algo que sólo se localiza seguramente con el lenguaje y comprender, si es posible, que en ese lenguaje, nada de lo que se adelanta a sí mismo de manera torpe como siendo de ese lenguaje, digamos, un uso correcto no puede enunciarse más que por no poder justificarse sino es de la manera más confusa a través de toda clase de tentativas que son por ejemplo aquellas que consisten en dividir el lenguaje en un lenguaje objeto y en un metalenguaje, lo que es exactamente lo contrario de aquello que demuestra toda la serie, o sea que no hay posibilidad ni por un instante de hablar de ese lenguaje pretendidamente objeto sin valores, por supuesto, no de un metalenguaje, sino por entero del lenguaje corriente.

Pero en este fracaso mismo puede denunciarse todo lo que ocurre con la articulación que precisamente tiene una relación muy estrecha con el funcionamiento del lenguaje, es decir la articulación siguiente: que la relación, la relación sexual, no se puede escribir.

Entonces, por esa razón y con el único fin, si puedo expresarme así, de hacer algunos movimientos que nos recuerdan la dimensión en la cual nos desplazamos, recordaré aquellos, es decir de qué forma se presenta, primero, lo que inaugura el trazado de la lógica, como lógica formal y en Aristóteles. Por supuesto, no voy a reprenderles aunque eso sería muy instructivo, sería muy instructivo, pero, después de todo cada uno de ustedes puede, si sólo se toman el trabajo de abrir las primeras Analíticas ver como resisten esta reactivación. Que abran entonces las primeras analíticas y verán allí lo que es el silogismo; y el silogismo después de todo, es necesario partir de él, al menos allí retomo las cosas, ya que en nuestro ante último encuentro terminé con ese. No voy a retomarlo ejemplificándolo con todas las formas de silogismos. Me basta con realzar rápidamente lo que ocurre con lo Universal y lo Particular, y en sus formas simplemente afirmativas. Voy a tomar el silogismo llamado {falta una palabra}, es decir formado por una manera de presentar las cosas, sólo sepan que a quien ningún caso algo puede funcionar si no se sustituye en la trama del discurso, si no sustituye {falta una palabra} significante, el agujero {falta una palabra} reemplazarlo por la letra. Porque si enunciamos esto, para {falta una palabra} sólo de Darli, que, para emplear los términos de Aristóteles, Todo hombre es bueno, el todo hombre pertenece a la Universal y muchas veces les subrayé, bastantes preparados en todo caso para entender éste -sin más quiero recordarlo- para mantenerse la Universal no tiene necesidad de existencia de ningún hombre. Todo hombre es bueno puede querer decir que sólo hay hombres buenos y que aquello que se no es bueno no es hombre.

Segunda articulación: Algunos animales son hombres y tercera articulación que se llama conclusión siendo menos la segunda: Algunos animales son -por consiguiente- buenos. Esta claro que éste, específicamente no se sostiene más que por el uso de la letra por la razón de que evidente que, salvo si se soporta la letra, no hay equivalencia entre el todo hombre, el todo hombre sujeto de la Universal, que juega aquí el papel de aquello que se llama el término medio, y ese mismo término medio es el lugar en que es empleado como atributo, o sea que algunos animales son hombres; porque en verdad, esta distinción que bien puede ser hecha, exige sin embargo mucho cuidado. El hombre de todo hombre cuando es el sujeto, implica una función de la Universal que sólo se le da como soporte a partir de su estatuto simbólico, o sea que hay algo que se enuncia como el hombre. Bajos las especies del atributo, y para sostener que algunos animales sean hombres, conviene, por supuesto, -es la única que los distingue- enunciar que aquello que llamamos hombre es el animal en esta especie de animal que habita el lenguaje. Naturalmente, en ese momento se justifica plantear que el hombre es bueno, y es una limitación. Es una limitación por esto: aquello sobre lo cual se puede fundamentar que el hombre es bueno está relaciónado con esto, puesto en evidencia desde hace mucho tiempo y antes que Aristóteles la idea de lo bueno no podría instaurarse más que por el lenguaje… Para Platón, esta idea está en los fundamentos: no hay lenguaje, ni articulación posible, ya que para Platón el lenguaje es el mundo de las ideas, no hay articulación posible sin esta idea primaria del bien. Es muy posible interrogarse de otra manera respecto a lo que sucede con lo bueno en el lenguaje y simplemente, en este caso, tener que deducir las consecuencias que de allí resultan por la posición universal de ésta cuestión de que el hombre es bueno.

Como lo saben, es lo que hace Meng Tsen y que no por nada lo avancé en mis últimas charlas. Bueno, ¿qué quiere decir?. ¿Bueno, para qué?. O esa forma de decir y que se dice desde algún tiempo: Usted es bueno. Si las cosas han llegado hasta un cierto punto en el cuestionamiento de aquello que es la verdad y también del discurso es quizás en efecto por este cambio de acento que pudo tomarse en cuanto al uso de la palabra Bueno…Bueno…Bueno. Por necesidad de especificar  … Bueno para el servicio…, bueno para la guerra. Bueno para…. Es decir mucho. El Usted es bueno tiene su valor absoluto. En realidad ese es el lazo central: Lo que hay de bueno,… en el discurso. Desde el momento en que habitan cierto tipo de discurso, son buenos para que {falta una palabra}. Ahí es en donde somos conducidos a la función del significante Amo. Subrayé que no es inherente en sí al lenguaje. Y que el lenguaje no ordena, quiere decir no hace posible, que un cierto número determinado de discurso y que todos aquellos que al menos determinados hasta el presente, les he articulado especial que algunos animales son buenos no es en estas condiciones para nada una conclusión simplemente formal. Y a propósito de eso subrayaba hace un rato que el uso de la lógica no importa lo que ella enuncie, no se puede reducir a una tautología. Que algunos animales sean buenos justamente no se limitan a aquellos que son hombres, como lo implica la existencia de aquello que se llaman animales domésticos de los cuales subrayé hace mucho y no por nada que no se puede decir que no hagan uso de la palabra. Que les falta el lenguaje y por supuesto mucho más los resortes del discurso no les vuelve sin embargo menos sujeto a la palabra. Incluso eso es lo que lo distingue y los hace medio de producción. Esto, lo ven, nos abre una puerta que nos llevaría n poco más lejos. Le haré señalar que, -lo dejo para que mediten-, en los mandamientos llamados del Decálogo, la mujer es asimilada a los antedichos en la siguiente forma: No codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su buey ,ni a su asno, y por último una enumeración que es precisamente la de los medios de producción. No le doy esto para que tengan la ocasión de burlarse, sino para que reflexionen al relaciónar lo que hago señalar ahí a prescindir de aquella que antes había querido decir respecto a lo que se expresaba en los Mandamientos, o sea las leyes de la palabra, lo que limita su interés. Pero es importante limitar el interés de las cosas para saber realmente sobre que se apoyan.

Bien. Habiendo dicho esto y a fe mía, como pude, es decir por una vía que como de costumbre es la que estoy forzado a hacer, en fin la gran A invertida; de la cabeza del búfalo, del bulldozer, paso a la etapa siguiente, o sea la que nos permite inscribir el progreso de la lógica. Ustedes dicen que ocurrió algo, lo que por otra parte… Es muy, muy hermoso que haya esperado algo así como un poco más de diez mil años, ocurrió algo que se llama una reinscripción de ese primer ensayo hecho por medios de agujeros elevados al lugar correcto, o sea por el reemplazo de los términos por una letra de los términos llamado extremos y términos medios, mayor y menor siendo posiciones. Entonces verán que con la lógica inaugurada por las leyes de  De Morgan y Boole hemos llegado -inaugurada solamente por ellos, no los han fijado en si último punto- llegamos a las fórmulas que voy a escribir.

Acabo de hacer estos pequeños círculos para mostrarles que la barra no es una barra entre dos   de x, lo que por otra parte no querría decir nada sino que la barra que encuentran en la columna de la derecha, entre cada uno de los pares de   de x, esta barra está ligada únicamente al   de x que esta por debajo, es decir significa su negación. El punto de la operación de inscripción completa, aquello a que permitió, sugirió el progreso de la matemática, haya llegado por el álgebra a escribirse enteramente, que la idea pudo venir a servirse de la letra para otra cosa que no sea hacer agujeros, es decir para escribir de otra manera nuestras cuarto clases de proposiciones en tanto que ellas son centradas con el todo, con el alguno, o sea con palabras con las cuales no sería muy difícil mostrarles la ambigüedad que soportan. Entonces a partir de esta idea, se inscribió que lo que se presentaba en principio como sujeto, con la condición de afectarle con esta {falta una palabra}, pedíamos tomarlo como equivalente de todo x y a partir de allí se trataba de saber en que medida cierto todo x podía satisfacer una relación de  función. Pienso que aquí sólo tengo que subrayar -sin embargo es preciso que lo haga, de no ser así, todo esto parecería vacío- que la cosa tiene su sentido pleno en matemáticas a saber esta x de la derecha, en tanto que es desconocida, puede de forma legítima plantearse o no como pudiendo encontrar un lugar en lo que es la función que le responde, digamos ahí donde esa misma x esta tomada como variable. Para ir rápido voy a ilustrases: subrayé -lo he dicho, lo enuncié- que la x que está a la izquierda en la  x, es obviamente una incógnita.

Tomemos por ejemplo la raíz de una ecuación de segundo grado. Puede escribir: para toda raíz de una ecuación de segundo grado, ¿la incógnita puede inscribirse en esta función que define a la x como variable, aquella por la cual se instituyen los números reales?. Es muy claro que no es verdad que para toda   de x, o sea para toda raíz de la ecuación de segundo grado, se pueda decir que toda raíz de la ecuación de segundo grado satisfaga la función por la que se fundan los números reales. Muy simplemente porque hay raíces de la ecuación de segundo grado que son números imaginarios que no forman parte de la función de los números reales.

Esto es lo que quiero subrayarles: se cree haber dicho mucho con esto. No se dijo lo suficiente. Porque tanto lo que concierne a la relación de todo x como a la relación que se cree poder sustituir al alguno, o sea que hay raíces de la ecuación de segundo grado que satisfacen a la función de los números reales, y también que existen raíces de la ecuación de segundo grado que no satisfacen, pero que tanto en un caso como en el otro lo que de allí resulta, lejos de que podamos ver aquí la transposición puramente formal, la cronología completa de los Universales y de los Particulares, afirmativos y negativos respectivamente; es lo que quiere decir esto, no se trata de que la función no sea verdadera… ¿qué quiere decir que una función no sea verdadera?. Por el momento que ustedes escriben una función, ella es lo que es, incluso si desborda a la función de los números reales. Esto quiere decir que en lo que concierne a la incógnita que constituye la raíz de la ecuación de segundo grado, ya no puede escribir para ubicarla allí, la función de los números reales, lo que es muy diferente a la Universal negativa cuyas propiedades por otra parte ya estaban hechas para que los pongamos en suspenso, en su momento le señalé con insistencia. Ocurre lo mismo a nivel de existe una x. Existe una x a propósito de la cual… existen algunas x, algunas raíces de la ecuación de segundo grado, a propósito de las cuales puede escribir la función llamada de los números reales diciendo que las satisfacen. Hay otras a propósito de las cuales no se trata de negar la función de los números reales.

Y bien, esto es lo que va a introducirlos en la tercera etapa, que es aquella en suma, todo lo que acabo de decirles hoy esta hecho, por supuesto, para introducirles: es que, como ustedes lo han visto bien, me deslizo naturalmente, si me fío en el recuerdo de aquello que se trata de volver a articular, me deslizo hasta escribirlo, o sea que la función con esta pequeña barra encima:simbolizaba algo por entero inútil respecto de aquello que yo tenía efectivamente que decir. Quizás han observado que ni siquiera se me ocurrió, al menos hasta el presente, a ustedes tampoco, pensar que la barra de la negación quizás tenía algo que hacer, decir en las columnas, no de la derecha, sino de la izquierda. Probemos… ¿Qué partido se puede sacar?. Que se puede tener que decir a propósito comencemos por decirla: no es de toda x que la función  x puede inscribirse. No es a partir de una x existente que puede inscribirse la función de x. Pero… aún no he dicho si era inscribible o no. Pero si lo explico, así anuncio algo que no sólo tiene como referencia la existencia de lo escrito. Para decirlo de una vez, hay un abismo entre las dos negaciones; aquella que hace que no la escriba, que la excluya y, como se expresó en otro tiempo alguien que era un gramático bastante firme, es forclusivo: la función no será escrita, no quiere saber nada de eso. La otra es discordancial: no es en tanto que habrá una toda x que puedo escribir o no puedo escribir de x. No es en tanto que exista una x que yo puedo escribir o no escribir de x. Esto es propiamente en el corazón de la imposibilidad de escribir lo que ocurre con la relación sexual. Porque después que las estructuras de ficción bien conocidas hayan subsistido durante mucho tiempo, en lo que concierne a esa relación, aquellos sobre las reposan todas las religiones, hemos llegado, por la experiencia analítica, a la fundación de esto: esta relación no existe sin un tercer término: el falo, para hablar con propiedad.

Por supuesto, creo si puedo decirlo así, que se formula cierta comprenotte con ese tercer término…, pero eso anda sólo. Precisamente hay un tercer término por eso tiene que haber una relación.

Es muy difícil, por supuesto, poner eso en imagenes, mostrar que hay algo desconocido que allí es el hombre, que hay algo desconocido que es allí la mujer, y que el tercer término, en tanto que tercero, es este carácterizado por esto: que justamente no es un médium, que si se lo liga a uno de los dos términos, el término hombre, por ejemplo se puede estar seguro que no se comunicará con el otro e inversamente. Allí esta la carácterística específica del tercer término que, si por supuesto, se ha inventado incluso un día la función del atributo, porque éste no abría esta relación en los primeros pasos ridículos de la estructura de la apariencia que todo hombre es fálico y toda mujer no lo es. Ahora bien, lo que se debe establecer, es otra cosa, es que algún hombre lo es a partir de lo que aquí expresa la segunda fórmula, a partir de éste, que no es en tanto particular que lo es: el hombre es función fálica en tanto que todo hombre; y como ustedes lo saben hay muchas dudas para hacer al hecho de que todo hombre exista. Eso es lo que está en juego: él sólo puede ser a título de todo hombre, es decir de un significante, y nada más.

Y por el contrario, lo que les enuncié, lo que les dije, es que para La mujer, lo que está en juego es exactamente lo contrario o sea lo que expresa el enunciado discordancial de arriba, aquel que escribí si puedo decirlo así, que sin escribirlo, ya que les explico que se trata de un discordancial que no se sostiene desde el enunciado, es que La mujer, La mujer no puede llenar su lugar en la relación sexual, no puede hacerlo más que a título de una mujer. Como ya lo acentué fuertemente: no hay toda mujer.

Lo que hoy quise despejar, ilustrarles, es que la lógica lleva la marca del sin salida sexual. Que si la seguimos en su movimiento, en su progreso, es decir en al campo en que ella parece casi sin tener que ver con lo que esta en juego en eso que se articula a partir de nuestra propia experiencia, es decir la experiencia analítica, encontraran allí los mismos impasse, los mismos obstáculos, las mismas {falta una palabra} y, si puedo decirlo, la misma ausencia de cierre de un triángulo fundamental. Pienso que quizás les resultará fácil darse cuenta ustedes mismos de la conveniencia de esto, de donde por ejemplo resulta que nada puede ser fundado desde el estatuto del hombre, hablo según la experiencia analítica, salvo si hacemos coincidir artificial y míticamente ese todo hombre con aquel presunto padre mítico de TOTEM Y TABU, digamos lo que es capaz de satisfacer el goce de todas las mujeres. Pero inversamente son las consecuencias de la posición de una mujer, por esto: sólo a partir de ser una mujer ella puede instituirse en lo que se escribe por no serlo es decir permaneciendo abierta -asombrada de lo que es de la relación sexual, y que ocurra este tan legible- leíble en lo que ocurre con la función tan precisa de las histéricas: las histéricas son aquellas que dicen la verdad, con lo que ocurre con la relación sexual. No se ve muy bien de que manera hubiese podido abrirse esta vía del psicoanálisis si no las hubiésemos tenido.

Que las neurosis -que una neurosis al menos- lo demostraré igualmente para la otra- que una neurosis sea estrictamente el punto donde se articula la verdad de un fracaso que no es menos verdad en todas partes que allí donde la verdad es dicha, es de allí de donde debemos partir para dar su sentido al descubrimiento freudiano. Lo que la histérica articula es, esto por supuesto, que en cuanto al hacer el todo hombre, ella es tan capaz de eso como el todo hombre mismo, es decir por la imaginación. Por consiguiente, por este hecho, ella no tiene necesidad de él, pero si le interesa, el falo, o sea eso de lo cual ella no se concibe como castrado, como lo ha subrayado Freud, más que por el progreso del tratamiento, del tratamiento analítico, ella no tiene nada que hacer con él, ya que su goce, no es preciso creer que ella no lo obtenga por su lado, pero, que si por azar, la relación sexual le interesa, es necesario que ella se interese por este tercer elemento: el falo y como ella sólo se puede interesar en él por relación al hombre en tanto que él no esta seguro de que haya uno, toda su política se volverá hacia lo que llamo: tener uno al menos. Esta manera de al menos uno, voy a terminar con esto, verán que más adelante tendrá que ponerla en función con lo que ya, por supuesto, ustedes ven ahí articulado, a saber aquella del Uno en más, que por otra parte sólo esta aquí, no es cierto, tal como lo escribí la ultima vez.

Por algo lo escribí así, de todas maneras pienso que en algunos ha despertado algún eco. El al menos uno como función esencial de la relación en tanto que él sitúa a La mujer en relación al punto ternario clave de la función fálica, lo escribiremos así, de esta manera, porque ella inaugura una dimensión que es precisamente aquella sobre la cual insistí en suma para Un discurso que no sería de la apariencia: L’HOMMOINZUM