Los escritos técnicos de Freud contin.15

Los escritos técnicos de Freud contin.15

Ideal del Yo y Yo-Ideal
31 de Marzo de 1954
Freud línea a línea. Los engaños de la sexualidad. La relación simbólica define la posición
del sujeto en lo imaginario.
Leclaire, quien ha trabajado para nosotros el difícil texto de Introducción al narcisismo,
seguirá aportándonos hoy sus reflexiones e interrogantes. Vuelva usted a la segunda
parte, e intente hacer muchas citas.

DR. LECLAIRE: Es éste un texto que no puede resumirse. Habrá que citarlo casi
íntegramente. La primera parte plantea la distinción fundamental de la libido con
argumentos en base a los que usted construyó sus consideraciones acerca del plasma
germinal. En la segunda parte, Freud nos dice que el estudio de las demencias
precoces-lo que él llama el grupo de las parafrenias -, sigue siendo ciertamente el mejor
acceso para el estudio de la psicología del yo. Pero no seguirá examinándolas. Freud nos
muestra otras vías capaces de conducir a reflexiones sobre la psicología del yo. Parte de
la influencia de las enfermedades orgánicas sobre la distribución libidinal, que puede
considerarse como una excelente introducción a la medicina psicosomática. Se refiere a
una conversación que tuvo con Ferenczi al respecto, y parte de la comprobación que, en el
curso de una enfermedad, de un sufrimiento, el enfermo retrae sus cargas libidinales sobre
su yo para liberarlas de nuevo tras su curación. Freud piensa que ésta es una
consideración trivial, pero que, sin embargo, exige ser examinada. Durante la fase en que
retira su carga libidinal de los objetos, la libido y el interés del yo se confunden
nuevamente, tienen de nuevo el mismo destino, y es imposible distinguirlos.
¿Conoce usted a Wilhelm Busch? Es un humorista en el que usted debiera inspirarse. Hay
una creación suya inolvidable que se llama Balduin Bählamm, el poeta trabado. El dolor de
muelas que sufre interrumpe todos sus ensueños idealistas y platonizantes, así como su
inspiración amorosa. Por ese dolor olvida las cotizaciones de la bolsa, los impuestos, la
tabla de multiplicar, etc. Todas las formas habituales del ser pierden súbitamente su
atractivo, están anuladas. Y ahora, en el pequeño agujero, la muela habita. El mundo
simbólico de las cotizaciones de la bolsa y de la tabla de multiplicar se halla enteramente
cargado en el dolor.
DR. LECLAIRE:-Freud pasa luego a otro punto, el estado de reposo, en el cual también
hay una retirada narcisística de las posiciones libidinales. Vuelve luego a la hipocondría, a
sus diferencias y puntos en común con la enfermedad orgánica. Llega a la noción de que
la diferencia entre ambas, que quizá no tenga ninguna importancia, es la existencia de una
lesión orgánica. El estudio de la hipocondria le permite sobre todo precisar que en el
hipocondríaco también se producen, sin duda, cambios orgánicos del orden de las
perturbaciones vaso-motoras, perturbaciones circulatorias, y postula una similitud entre la
excitación de una zona cualquiera del cuerpo y la excitación sexual. Introduce la noción de
erogeneidad, de zonas erógenas que pueden, dice Freud, reemplazar lo genital y
comportarse como él, es decir, ser la sede de manifestaciones y descargas. Nos dice que
todo cambio de este tipo de erogeneidad en un órgano podría ser paralelo a un cambio de
carga libidinal en el yo. Lo que vuelve a plantear el problema psicosomático. De todos
modos, luego del análisis de la erogeneidad, y de las posibilidades de erogeneización de
cualquier parte del cuerpo, arriba a la suposición de que la hipocondría podría clasificarse
dentro de las neurosis que dependen de la libido del yo, mientras que las demás neurosis
actuales dependerían de la libido objetal. Tuve la impresión que este pasaje, que en el
conjunto de la segunda parte forma una especie de párrafo, es menos importante que el
segundo párrafo de la segunda parte, en el cual Freud define los dos tipos de elección
objetal.
El comentario esencial de Freud es que resulta casi indiferente que una elaboración de la
libido- saben lo difícil que es traducir Verarbeitung, y elaboración no es totalmente
adecuado- se produzca sobre objetos reales u objetos imaginarios. La diferencia sólo
aparece más tarde, cuando la orientación de la libido se efectúa sobre objetos irreales.
Esto conduce a Staunng, a embalsar la libido, lo cual nos introduce al carácter imaginario
del ego, puesto que se trata de su libido.
O. MANNONI:-Esa palabra alemana debe significar construcción de un dique. Parece tener
sentido dinámico, y significa a la vez elevación del nivel y, por consiguiente, una energía
cada vez mayor de la libido, lo que el inglés expresa bien con el damming.
Damming up, incluso. Freud cita al pasar cuatro versos de Enrique Heine en los
Schöpfungslieder, recopilados generalmente con los Lieder. Es un curioso grupito de siete
poemas, a través de cuya ironía y humor aparecen muchas cosas que conciernen a la
psicología de la Bildung. Freud se plantea el problema de saber por qué el hombre sale del
narcisismo. ¿Por qué el hombre está insatisfecho? En ese momento verdaderamente
crucial de su demostración científica, Freud nos ofrece los versos de Heine. Es Dios quien
habla, y dice: La enfermedad es el fundamento último del conjunto del empuje creador.
Creando me he curado.
DR. LECLAIRE:-Es decir que ese trabajo interior para el cual son equivalentes los objetos
reales y los objetos imaginarios…
Freud no dice que son equivalentes. Dice que, en el punto en que estamos de la formación
del mundo exterior, es indiferente considerar si es real o imaginario. La diferencia sólo
aparece después, en el momento en que el embalse produce sus efectos.
DR. LECLAIRE:- Llego pues al segundo subcapítulo de la segunda parte, donde Freud nos
dice que otro punto importante en el estudio del narcisismo es el análisis de la diferencia
de las modalidades de la vida amorosa en el hombre y en la mujer. Freud llega a distinguir
dos tipos de elección, que podemos traducir como anaclítica y narcisística, y estudia su
génesis. Escribe esta frase: «el individuo tiene dos objetos sexuales primitivos: él mismo y
la mujer que se ocupa de él». Podremos partir de aquí
El mismo, o sea, su imagen. Está bien claro.
DR. LECLAIRE:-Más adelante, Freud detalla la génesis, la forma misma de esta elección.
Comprueba que las primeras satisfacciónes sexuales autoeróticas cumplen una función en
la conservación de sí. Después, comprueba que las pulsiones sexuales se aplican primero
a la satisfacción de las pulsiones del yo y que sólo más tarde se hacen autónomas. Así, el
niño ama primero al objeto que satisface sus pulsiones del yo, es decir, a la persona que
se ocupa de él. Por último, Freud define el tipo narcisístico de elección objetal, patente
sobre todo, dice, en quienes el desarrollo libidinal estuvo perturbado.
Es decir, en los neuróticos.
DR. LECLAIRE:-Estos dos tipos fundamentales corresponden- nos lo había anunciado- a
los dos tipos fundamentales, masculino y femenino.
Los dos tipos: narcisístico y Anlehnung.
DR. LECLAIRE:-Anleknung tiene una significación de apoyo.
La noción de Anlehnung no carece de relación con la noción de dependencia desarrollada
posteriormente. Pero es una noción más amplia, y más rica. Freud hace una lista de los
diferentes tipos de fijación amorosa, que excluye toda referencia a lo que podría llamarse
una relación madura, ese mito del psicoanálisis. Existe ante todo, en el campo de la
fijación amorosa, de la Verliebtheit el tipo narcisístico. Está fijado pues se ama primero, lo
que uno mismo es, vale decir, como Freud lo precisa entre paréntesis, uno mismo;
segundo, por lo que uno ha sido; tercero, lo que uno quisiera ser; y cuarto, la persona que
fue una parte del propio yo. Es el Narzissmustypus.
El Anlehnungstypus no es menos imaginario, pues está fundado también en una inversión
de identificación. El sujeto se ubica entonces en una situación primitiva. Ama a la mujer
que alimenta y al hombre que protege.
DR. LECLAIRE:-Aquí, Freud anticipa cierto número de consideraciones que valen como
pruebas indirectas a favor de la concepciòn del narcisismo primario del niño, y que localiza
esencialmente- es curioso decirlo- en la manera como los padres ven a su hijo.
Se trata aquí de la seducción que ejerce el narcisismo. Freud señala lo fascinante y
satisfactorio que es, para todo ser humano, la aprehensión de un ser que presenta las
carácterísticas de ese mundo clausurado, cerrado sobre sí mismo, satisfecho, pleno, que
representa el tipo narcisístico. La compara con la seducción soberana que ejerce un bello
animal.
DR. LECLAIRE:-Dice- Su majestad el niño. El niño es lo que sus padres lo hacen en la
medida en que le proyectan el ideal. Freud precisa que dejará de lado los trastornos del
narcisismo primario del niño, aunque sea éste un tema muy importante, pues se vincula
con el complejo de castración. Aprovecha para ubicar más correctamente la noción de
protesta viril de Adler, colocándola en su justo lugar…
…que no es reducido, sin embargo.
DR. LECLAIRE:-…sí, que es muy importante, pero que Freud vincula a los trastornos del
narcisismo primario originario. Llegamos a esta importante pregunta: ¿en qué se convierte
la libido del yo en el adulto normal? ¿Debemos admitir que está confundida en su totalidad
con las cargas objetares? Freud rechaza esta hipótesis y recuerda que la represión existe,
en suma, con una función normalizarte. Hemos dicho que la represión -dice, y esto es lo
esencial de su demostración- parte del yo, con sus exigencias éticas y culturales. Las
mismas impresiones, los mismos acontecimientos que le sucedieron a un individuo, los
mismos impulsos que una persona deja surgir en ella o que por lo menos elabora de
manera consciente, serán rechazados con indignación por otra persona, o incluso
ahogados antes de volverse conscientes. Hay aquí una diferencia de comportamiento,
según los individuos, las personas. Freud intenta formular así esta diferencia: Podemos
decir que uno de los sujetos ha construido en sí un ideal, con el cual compara su yo actual,
mientras que el otro carece de semejante ideal. La formación de un ideal sería, por parte
del yo, la condición de la represión. A este yo ideal se consagra el amor ególatra de que
en la niñez era objeto el yo verdadero. Y prosigue… No es el yo verdadero, es el yo real:
das wirklich Ich.
Prosigue el texto: El narcisismo aparece desplazado sobre este nuevo yo ideal adornado,
como el infantil, con todas las perfecciónes. Como siempre en el terreno de la libido, el
hombre se demuestra aquí, una vez más, incapaz de renunciar a una satisfacción ya
gozada alguna vez.-Freud emplea aquí por primera vez el término yo ideal en la frase-. A
este yo ideal se consagra el amor ególatra de que en la niñez era objeto el yo verdadero…
Pero enseguida dice: No quiere renunciar a la perfección de su niñez… intenta conquistarla
de nuevo bajo la nueva forma de su ideal del yo(26). Figuran pues aquí las dos
expresiones, yo ideal e ideal del yo.
Dado el rigor de la escritura de Freud, uno de los enigmas de este texto, que Leclaire ha
señalado muy bien, es la coexistencia, en el mismo párrafo, de los dos términos.
DR. LECLAIRE:-Es curioso observar que la palabra forma sustituye a la palabra yo.
Perfectamente. Y Freud emplea aquí Ich-ldeal, que es exactamente simétrico y opuesto a
Ideal-Ich. Signo de que Freud designa aquí dos funciones diferentes. ¿Qué quiere decir
esto? Trataremos de precisarlo luego.
DR. LECLAIRE:-Lo que observo es que en el momento en que Freud sustituye el término
yo ideal por ideal del yo, hace preceder ideal del yo por nueva forma.
Por supuesto.
DR LECLAIRE:-La nueva forma de su ideal del yo es lo que él proyecta delante de sí como
su ideal.
El párrafo siguiente aclara esta dificultad. Por una vez, excepcional en su obra, Freud pone
los puntos sobre las íes a propósito de la diferencia entre sublimación e idealización.
Continúe.
DR. LECLAIRE: -Freud formuló pues la existencia del yo ideal, que luego llama ideal del
yo, o forma del ideal del yo. Dice que no hay sino un paso desde este punto a la
investigación de las relaciones entre la formación del ideal y la sublimación. La sublimación
es un proceso de la libido objetal. Por el contrario, la idealización concierne al objeto que
es agrandado, elevado, sin modificaciones en su naturaleza. La idealización es posible
tanto en el dominio de la libido del yo como en el de la libido objetal.
Es decir que, una vez más, Freud coloca ambas libidos en el mismo plano.
DR. LECLAIRE: -La idealización del yo puede coexistir con una sublimación falida. La
formación del ideal del yo aumenta las exigencias del yo y favorece al máximo la represión.
Uno está en el plano de lo imaginario, el otro en el plano de lo simbólico, ya que la.
exigencia del Ich-Ideal encuentra su lugar en el conjunto de las exigencias de la ley.
DR. LECLAIRE:-La sublimación ofrece, por lo tanto, el atajo para satisfacer esa exigencia
sin acarrear la represión.
En el caso de la sublimación satisfactoria.
DR. LECLAIRE:-Freud termina el breve párrafo relativo a las relaciones entre el ideal del
yo y la sublimación en este punto. No sería de extrañar que encontrásemos una instancia
psíquica especial encargada de velar por la satisfacción que se desprende del ideal del
yo(27), y que en cumplimiento de su función, vigila de continuo al yo actual. Esta hipótesis
de una instancia psíquica especial que cumpliría entonces una función de vigilancia y
seguridad nos conducirá, más tarde, al superyó. Freud apoya su demostración en un
ejemplo extraído de las psicosis, el síndrome de influencia, donde dice, esa instancia es
particularmente visible. Antes de hablar de síndrome de influencia aclara que, si una
instancia tal existe, no podemos descubrirla, sino suponerla como tal. Me parece muy
importante que, en esta primera forma de introducir el superyó, Freud diga que esta
instancia no existe, que no se la descubrirá, que sólo puede suponersela. Anade que lo
que llamamos nuestra conciencia cumple esta funcion, tiene esta carácterística. Los
enfermos de este tipo se quejan de estar vigilados, de oír voces, de que se conoce su
pensamiento, de que se los observa. Tienen razón dice Freud, esta queja está
perfectamente justificada y corresponde a la verdad. En todos nosotros, y dentro de la vida
normal, existe realmente tal poder, que observa, advierte y critica todas nuestras
intenciones. Encontramos después…
No es ese exactamente el sentido. Freud dice que si una instancia tal existe, no es posible
que sea algo que aún no hayamos descubierto. Los ejemplos que elige muestran que la
identifica con la censura. Vuelve a encontrar esta instancia en el delirio de influencia,
donde se confunde con el que ordena los actos del sujeto. La reconoce luego en lo que se
define como el fenómeno funcional de Silberer. Según Silberer, la percepción interna por
parte del sujeto de sus propios estados, de sus mecanismos mentales en tanto funciones,
en el momento en que se desliza en el sueño, jugaría un rol formador. El sueño daría de
esa percepción una transposición simbólica, entiéndase aquí simbólico simplemente en el
sentido de representado por imagenes. Veríamos aquí una forma espontánea de
desdoblamiento del sujeto. Freud siempre conservó ante esta concepción de Silberer una
actitud ambigüa, diciendo a la vez que este fenómeno es muy importante, y que no
obstante es secundario respecto a la manifestación del deseo en el sueño. Quizás esto se
deba al hecho- dice en alguna parte- de que su propia naturaleza es tal que este
fenómeno no tiene, en sus propios sueños, la importancia que puede tener en los de otras
personas. Esta vigilancia del yo que Freud destaca, perpetuamente presente en el sueño,
es el guardián del dormir, situado como al margen de la actividad del sueño y, muy a
menudo, listo, también él, a comentarla. Esta participación residual del yo es, como todas
las instancias que Freud presenta aquí con el título de censura, una instancia que habla,
es decir una instancia simbólica.
DR. LECLAIRE:-Hay luego, algo así como una tentativa de síntesis en la que se aborda la
discusión del sentimiento de sí en el individuo normal y en el neurótico. El sentimiento de
sí tiene tres orígenes: la satisfacción narcisista primaria, el criterio de éxito, es decir la
satisfacción del deseo de omnipotencia, y la gratificación recibida de los objetos de amor.
Estas son las tres raíces que Freud parece retener del sentimiento de sí. Creo que no es
necesario aquí abordar en detalle su discusión. Preferiría volver a la primera de las
observaciones complementarias. Esta me parece extremadamente importante: El
desarrollo del yo consiste en un alejamiento del narcisismo primario y crea una intensa
tendencia a reconquistarlo. Este alejamiento sucede mediante el desplazamiento de la
libido sobre un ideal del yo(28) impuesto desde el exterior, y la satisfacción es
proporcionada por el cumplimiento de este ideal. El yo pasa pues por una especie de
alejamiento, de término medio, que es el ideal, y vuelve después a su posición primitiva.
Se trata de un movimiento que, me parece, es la imagen misma del desarrollo.
O. MANNONI:-La estructuración.
Sí, la estructuración es muy acertado.
DR. LECLAIRE:-Sería preciso aclarar este desplazamiento de la libido sobre un ideal,
porque una de dos- o el desplazamiento de la libido se efectúa una vez más sobre una
imagen, sobre una imagen del yo, es decir, sobre la forma del yo, a la que se llama ideal,
porque no es semejante a la que está actualmente allí, o a aquella que allí ha estado- o
bien se llama ideal del yo a algo que está más allá de la forma del yo, que es propiamente
un ideal, y que se acerca más a la idea, a la forma.
De acuerdo.
DR. LECLAIRE:-En este sentido se advierte, me parece, toda la riqueza de la frase. Pero
también cierta ambigüedad. En la medida en que, si se habla de estructuración, es porque
se considera el ideal del yo como forma de ideal del yo. Pero esto no está precisado en el
texto.
SR. HYPPOLITE:-¿Podría usted volver a leer la frase de Freud?
DR. LECLAIRE:-El desarrollo del yo consiste en un alejamiento del narcisismo primario y
crea una intensa tendencia a conquistarlo de nuevo.
SR. HYPPOLITE:-¿Alejamiento es Entfernung?
Si, es Entfernung exactamente.
SR. HYPPOLITE:-¿Pero acaso hay que entender esto como engendramiento del ideal del
yo?
LECLAIRE:-No. Del ideal del yo Freud habla antes El alejamiento se efectúa por un
desplazamiento de la libido sobre un ideal del yo impuesto desde el exterior. La
satisfacción surge de la realización de ese ideal. Evidentemente, en la medida en que hay
realización de ese ideal…
SR. HYPPOLITE:-…irrealizable, porque a fin de cuentas es el origen de la trascendencia,
destructora y atrayente.
DR. LECLAIRE:-Sin embargo, no está explícito. La primera vez que Freud habla del yo
ideal, es para decir que ahora el amor a sí mismo se dirige hacia ese yo ideal.
O. MANNONI:-En mi opinión, a menudo se tiene la impresión de que se hablan varias
lenguas. Creo que quizás habría que distinguir entre desarrollo de la persona y
estructuración del yo. Algo así nos permitiría entendernos, porque lo que se estructura es
en efecto un yo, pero en un ser que se desarrolla.
Sí, estamos en la estructuración. Exactamente allí donde se desarrolla toda la experiencia
analítica, en la unión de lo imaginario y lo simbólico. Hace un rato, Leclaire planteó el
interrogante acerca de la función de la imagen, y la función de, lo que el llamó, la idea.
Sabemos bien que la idea nunca vive sola. Vive con todas las otras ideas, ya nos lo
enseñó Platón.
Para esclarecer un poco todo esto empecemos a hacer funcionar el aparento que les
muestro desde hace varias sesiones.

Partamos del animal, un animal también ideal, es decir, logrado, el animal no logrado es
aquel que hemos podido capturar. Ese animal ideal nos ofrece una visión de completitud,
de realización, porque supone el ajuste perfecto, incluso la identidad del Innenwelt y el
Umwelt. Allí reside la seducción de esa forma viva, que despliega armoniosamente su
apariencia.
¿Qué nos muestra, al respecto, el desarrollo del funcionamiento instintual? La extrema
importancia de la imagen. ¿Qué es lo que funciona en la puesta en marcha del
comportamiento complementario del pichón macho y del pichón hembra? Algunas
Gestalten.
Simplifiquemos, y consideremos este funcionamiento sólo en un momento determinado. El
sujeto animal, macho o hembra, está como captado por una Gestalt. El sujeto se identifica
literalmente al estimulo desencadenante. El macho está capturado en la danza en zig-zag
a partir de la relación que se establece entre él mismo y la imagen que ordena el
desencadenamiento del ciclo de su comportamiento sexual. La hembra también está
capturada en esa danza recíproca. No se trata solamente de la manifestación exterior de
algo que siempre tiene un carácter de danza, de gravitación de dos cuerpos. Es éste hasta
hoy uno de los problemas más difíciles de resolver en física, pero que en el mundo natural
se ha realizado armoniosamente en la relación de pareo. En ese momento, el sujeto es
totalmente idéntico a la imagen que dirige el desencadenamiento completo de determinado
comportamiento motor, el cual produce y remite al compañero, en determinado estilo, la
orden que le hace continuar la otra parte de la danza.
La manifestación natural de este mundo cerrado de dos nos ilustra la conjunción de la
libido objetar y la libido narcisistica. En efecto, el apego de cada objeto para con el otro
está hecho de la fijación narcisística a esa imagen, porque esa imagen, y sólo ella, es lo
que él esperaba. Tal es el fundamento del hecho que, en el orden de los seres vivos, sólo
el compañero de la misma especie- nunca se lo destaca suficientemente- puede
desencadenar esa forma especial llamada comportamiento sexual. Salvo ciertas
excepciones, que deben situarse en ese margen de error que presentan las
manifestaciones de la naturaleza.
Digamos que, en el mundo animal, todo el ciclo del comportamiento sexual está dominado
por lo imaginario. Por otra parte, es en el comportamiento sexual donde se manifiesta la
mayor posibilidad de desplazamiento, incluso en el animal. Lo empleamos ya a título
experimental cuando le presentamos al animal una trampa, una falsa imagen, un
compañero macho que no es más que una sombra provista de sus carácterísticas
principales. En ocasión de las manifestaciones del fenotipo que, en muchas especies, se
produce en ese momento biológico que llama al comportamiento sexual, basta presentar
esa trampa para desencadenar la conducta sexual. La posibilidad de desplazamiento, la
dimensión imaginaria, ilusoria, es esencial a todo lo que pertenece al orden de los
comportamientos sexuales.
¿Sucede o no lo mismo en el hombre? Esta imagen podría ser ese Ideal-Ich del que
hablábamos hace un rato. ¿Por qué no? No obstante, no se nos ocurre llamar Ideal-Ich a
esta trampa. ¿Dónde situarlo entonces? Aquí se revelan los méritos de mi aparatito.
¿Cuál es su alcance? Ya he explicado el fenómeno físico de la imagen real que puede ser
producida por el espejo esférico, ser vista en su lugar, insertarse en el mundo de los
objetos reales, ser enfocada al mismo tiempo que los objetos reales, aportar incluso a
estos objetos reales una ordenación imaginaria, incluirlos, excluirlos, situarlos,
completarlos.
Esto no es más que el fenómeno imaginario que les detallé en el animal. El animal hace
coincidir un objeto real con la imagen que está en él. Mas aún, diría, tal como está indicado
en los textos de Freud, que la coincidencia entre imagen y objeto real la refuerza, le da
cuerpo, la encarna. En ese momento, se desencadenan comportamientos que guiarán al
sujeto hacia su objeto, por intermedio de la imagen.
¿Se produce esto en el hombre?
Como sabemos, las manifestaciones de la función sexual en el hombre se carácterizan por
un desorden eminente. Nada se adapta. Esa imagen, en torno a la cual nosotros,
psicoanalistas, nos desplazamos, presenta, ya sea en la neurosis o en la perversión, una
especie de fragmentación, de estalido, de despedazamiento, de inadaptación, de
inadecuación. Existe una especie de juego de escondite entre la imagen y su objeto
normal, suponiendo que adoptemos el ideal de una norma en el funcionamiento de la
sexualidad. ¿Cómo podemos entonces representarnos el mecanismo por el cual esa
imaginación en desorden llega finalmente, sin embargo, a cumplir su función?
Trato de utilizar términos sencillos para guiarlos adecuadamente en el pensar. Se podrían
emplear otros más complicados. Pero se dan cuenta que ésta realmente es la pregunta
que se plantean apasionadamente los analistas, rascándose enérgicamente la cabeza
ante todo el mundo.
Tomen cualquier artículo, por ejemplo, el último que les leí, de nuestro querido Michael
Balint; cuya próxima visita y llegada a nuestra sociedad les anuncio. Plantea la cuestión de
saber qué es el fin del tratamiento. En la última sesión de nuestro ciclo de este trimestre,
quisiera-tal vez no lo haré, no sé, dependerá de mi inspiración- quisiera hablarles de la
terminación del análisis. Daremos así un salto ¿pero acaso nuestro análisis de los
mecanismos de la resistencia y de la transferencia no nos lo permite?
Pues bien ¿qué es el fin del tratamiento? ¿Es acaso análogo a la finalización de un
proceso natural? ¿El amor genital- ese El Dorado prometido de los analistas, y que con
toda imprudencia prometemos a nuestros pacientes- es acaso un proceso natural? Por el
contrario, ¿no se trata acaso de una serie de aproximaciones culturales que sólo pueden
realizarse en algunos casos? ¿Depende entonces el análisis, su terminación, de toda clase
de contingencias?
¿De qué se trata sino de ver cuál es la función del otro, del otro humano, en la adecuación
de lo imaginario y lo real?
Esquema simplificado de los dos espejos
Volvemos a encontrar el pequeño esquema. Le añadí en la última reunión un
perfecciónamiento que constituye una parte esencial de lo que intento demostrar. La
imagen real sólo puede verse de manera consistente en determinado campo del espacio
real del aparato, el campo que está delante del aparato constituido por el espejo esférico y
el ramillete invertido.
Hemos situado el sujeto en el borde del espejo esférico. Pero sabemos que la visión de
una imagen en el espejo plano es exactamente equivalente, para el sujeto, a lo que sería
la imagen del objeto real para un espectador que estuviese más allá de ese espejo, en el
lugar mismo en que el sujeto ve su imagen. Podemos pues reemplazar el sujeto por un
sujeto virtual, SV, situado en el interior del cono que delimita la posibilidad de la ilusión, o
sea en el campo x’y’. El aparato que he inventado muestra pues que, estando colocado en
un punto muy cercano a la imagen real, puede vérsela no obstante en un espejo en estado
de imagen virtual. Esto es lo que se produce en el hombre.
¿Cuál es su resultado? Una simetría muy particular. En efecto, el sujeto virtual, reflejo del
ojo mítico, es decir, el otro que somos, está allí donde primero hemos visto a nuestro ego:
fuera nuestro, en la forma humana. Esta forma está fuera nuestro, no en tanto está hecha
para captar un comportamiento sexual, sino en tanto está fundamentalmente vinculada
con la impotencia primitiva del ser humano. El ser humano sólo ve su forma realizada,
total, el espejismo de sí mismo, fuera de sí mismo. Esta noción no figura aún en el artículo
que estudiamos, sólo surgirá más tarde en la obra de Freud.
Lo que el sujeto, que sí existe, ve en el espejo es una imagen, nítida o bien fragmentada,
inconsistente, incompleta. Esto depende de su posición en relación a la imagen real.
Demasiado cerca de los bordes, se ve mal. Todo depende de la incidencia particular del
espejo. Sólo en el cono puede obtenerse una imagen nítida.
De la inclinación del espejo depende pues que veamos, más o menos perfectamente, la
imagen. En cuanto al espectador virtual, aquel al cual ustedes sustituyen mediante la
ficción del espejo para ver la imagen real, basta que el espejo plano esté inclinado de
cierto modo, para que esté en el campo desde donde se ve muy mal. Por este sólo hecho,
también ustedes ven muy mal la imagen en el espejo. Digamos que esto representa la
difícil acomodación de lo imaginario en el hombre.
Podemos suponer ahora que la inclinación del espejo plano está dirigida por la voz del
otro. Esto no existe a nivel del estadio del espejo, sino que se ha realizado posteriormente
en nuestra relación con el otro en su conjunto: la relación simbólica. Pueden comprender
entonces que la regulación de lo imaginario depende de algo que está situado de modo
trascendente -como diría Hyppolite- siendo lo trascendente en esta ocasión ni más ni
menos que el vínculo simbólico entre los seres humanos.
¿Qué es el vínculo simbólico? Para poner los puntos sobre las íes, digamos que,
socialmente, nos definimos por intermedio de la ley. Situamos a través del intercambio de
símbolos, nuestros diferentes yos los unos respecto a los otros: usted es Mannoni y, yo,
Jacques Lacan; estamos en determinada relación simbólica que es compleja, según los
diferentes planos en que nos coloquemos, según estemos juntos en la comisaría, en esta
sala, o de viaje.
En otros términos, la relación simbólica define la posición del sujeto como vidente. La
palabra, la función simbólica, define el mayor o menor grado de perfección, de completitud,
de aproximación de lo imaginario. La distinción se efectúa en esta representación entre el
Ideal-Ich y el Ich-Ideal, entre yo ideal e ideal del yo. El ideal del yo dirige el juego de
relaciones de las que depende toda relación con el otro. Y de esta relación con el otro
depende el carácter más o menos satisfactorio de la estructuración imaginaria.
Semejante esquema ilustra que lo imaginario y lo real actúan al mismo nivel. Para
comprenderlo, basta perfecciónar un poco más el aparato. Supongan que este espejo es
un vidrio. Ustedes se ven en el vidrio y ven los objetos que están más allá. Se trata
justamente de eso: de una coincidencia entre ciertas imagenes y lo real. ¿De qué otra
cosa hablamos cuando evocamos una realidad oral, anal, genital, es decir, cierta relación
entre nuestras imagenes y las imagenes? Hablamos justamente de las imagenes del
cuerpo humano, y de la humanización del mundo, su percepción en función de imagenes
ligadas a la estructuración del cuerpo. Los objetos reales, que pasan por intermedio del
espejo y a través de él, están en el mismo lugar que el objeto imaginario. Lo propio de la
imagen es la carga por la libido. Se llama carga libidinal a aquello por lo cual un objeto
deviene deseable, es decir, aquello por lo cual se confunde con esa imagen que llevamos
en nosotros, de diversos modos, y en forma más o menos estructurada.
Este esquema permite pues la representación de la diferencia- que Freud siempre
establece cuidadosamente, y que a menudo resulta enigmática para los lectores- entre
regresión tópica y regresión genética, arcaica, la regresión en la historia como también se
nos enseña a denominarla.
Según la inclinación del espejo, la imagen en el espejo esférico se obtiene, en forma más
o menos bien lograda, en el centro o en los bordes. Incluso puede concebirse que se la
pueda modificar. ¿Cómo se transforma finalmente la boca originaria en falo? Quizá
resultaría más fácil comprenderlo construyendo con este fin un divertido pequeño modelo
de física. Esto representa que, en el hombre, no puede establecerse ninguna regulación
imaginaria, verdaderamente eficaz y completa, si no es mediante la intervención de otra
dimensión. Esto es lo que busca al menos míticamente, el análisis.
¿Cuál es mi deseo? ¿Cuál es mi posición en la estructuración imaginaria? Esta posición
sólo puede concebirse en la medida en que haya un guía que esté más allá de lo
imaginario, a nivel del plano simbólico, del intercambio legal, que sólo puede encarnarse a
través del intercambio verbal entre los seres humanos. Ese guía que dirige al sujeto es el
ideal del yo.
La distinción es absolutamente esencial, y nos permite concebir lo que ocurre en el análisis
en el plano imaginario, y que se llama transferencia.
Para captarla- éste es el mérito del texto de Freud- hay que comprender que es la
Verliebtheit, el amor. EL amor es un fenómeno que ocurre a nivel de lo imaginario, y que
provoca una verdadera subducción de lo simbólico, algo así como una anulación, una
perturbación de la función del ideal del yo. El amor vuelve a abrir las puertas- como escribe
Freud sin ambages- a la perfección.
EL Ich-Ideal, el ideal del yo, es el otro en tanto hablante, el otro en tanto tiene conmigo una
relación simbólica, sublimada, que en nuestro manejo dinámico es a la vez semejante y
diferente a la libido imaginaria. El intercambio simbólico es lo que vincula entre sí a los
seres humanos, o sea la palabra, y en tanto tal permite identificar al sujeto. No hay aquí
metáfora: el símbolo da a luz seres inteligentes, como dice Hegel.
El Ich-Ideal, en tanto hablante, puede llegar a situarse en el mundo de los objetos a nivel
del Ideal-Ich, o sea en el nivel donde puede producirse esa captación narcisística con que
Freud nos machaca los oídos a lo largo de este texto. Observen que en el momento en
que se produce esta confusión, no hay ya ninguna regulación posible del aparato. Dicho
de otro modo, cuando se está enamorado, se está loco, como lo expresa el lenguaje
popular. Quisiera ilustrar aquí la psicología del flechazo. Recuerden a Werther cuando ve
por primera vez a Lotte cuidando un niño. Es una imagen perfectamente satisfactoria del
Anlehnungstypus en el plano anaclítico. Esta coincidencia del objeto con la imagen
fundamental para el héroe de Goethe, desencadena su apego mortal: habrá que elucidar,
la próxima vez, por qué ese apego es fundamentalmente mortal. Esto es el amor. En el
amor se ama al propio yo, al propio yo realizado a nivel imaginario.
Nos matamos intentando resolver este problema: ¿cómo puede producirse la transferencia
en los neuróticos, tan trabados en el plano del amor? La producción de la transferencia
tiene un carácter absolutamente universal, verdaderamente automático, mientras que las
exigencias del amor, por el contrario, son, como todos lo saben, tan específicas… No todos
los días encontramos lo que está hecho de tal modo que pueda brindarnos justo la imagen
de nuestro deseo. ¿Cómo es posible entonces que en la relación analítica la transferencia,
de igual naturaleza que el amor-Freud lo dice en el texto que di a examinar a Granoff-se
produzca incluso antes, puede decirse, que el análisis haya comenzado? Ciertamente,
quizá no sea del todo igual, antes y durante el análisis.
El tiempo pasa y no quiero retenerlos más allá de las dos menos cuarto. Retomaré las
cosas en este punto: ¿Cómo la función de la transferencia, desencadenada casi
automáticamente en la relación analizado/analista- e incluso antes de que ella haya
comenzado con la presencia y la función del análisis- nos permite hacer intervenir la
función imaginaria del Ideal Ich?