Nota introductoria:
En su primera publicación, a comienzos de 1913, en Internationale Zeitschrift für ärztliche Psychoanalyse, este trabajo precedía a otros de varios autores, reunidos bajo el título común de «Beiträge zur Traumdeutung» («Contribuciones a la interpretación de los sueños»). Presenta la peculiaridad de ser un análisis de segunda mano de un sueño. Aparte de ello, lo hace digno de nota el hecho de contener unas puntualizaciones notablemente claras sobre el papel que cumplen los pensamientos oníricos latentes en la formación de los sueños, y su insistencia en la necesidad de tener en cuenta la distinción entre los pensamientos oníricos y el sueño mismo.
James Strachey.
Una dama aquejada de una manía de duda y de un ceremonial obsesivo exige a sus enfermeras que no la pierdan de vista en ningún momento, pues de lo contrario empezaría a cavilar sobre las acciones prohibidas que pudo cometer en el lapso en que quedó sin vigilancia. Cierta velada en que reposa sobre el diván cree notar que la enfermera de servicio se. ha dormido. Pregunta: «¿Me ha visto usted?»; la enfermera se sobresalta y responde: «Sí, por cierto». Pero la enferma tiene ahora el motivo para una nueva duda y al rato repite la misma pregunta. La enfermera torna a aseverar; en ese instante, otra servidora trae la cena.
Lo narrado ocurre al atardecer de un viernes. A la mañana siguiente, la enfermera refiere un sueño que disipa la duda de la paciente.
SUEÑO: Le han confiado un niño, la madre ha partido de viaje y ella ha perdido al niño. En el camino pregunta a la gente que pasa por la calle si han visto al niño. Entonces llega a unas grandes aguas y las atraviesa por una estrecha pasarela. (Acerca de esto, luego, un complemento: Sobre esta pasarela apareció ante ella de pronto, como una «Fata Morgana» (ilusión óptica}, la persona de otra enfermera.) Después ella se encuentra en una comarca que te es familiar y ahí se topa con una mujer a quien ha conocido de muchacha, que en aquel tiempo era vendedora de comestibles en un negocio, pero luego se ha casado. Pregunta a la mujer, que está ante su puerta: «¿Ha visto usted al niño?». Pero la mujer no se interesa por esta pregunta, sino que le cuenta que ahora está separada de su marido, a raíz de lo cual añade que en verdad las cosas no siempre andaban bien en el matrimonio. Después se despierta tranquilizada y piensa que el niño ya se encontrará en casa de una vecina.
ANÁLISIS: La paciente supone que este sueño se refiere a la dormida que la enfermera negaba. Lo que esta, sin ser inquirida, le narró a propósito del sueño la puso en condiciones de emprender una interpretación de él suficiente en la práctica, si bien incompleta en muchos puntos. Yo escuché sólo el informe de la dama, y no hablé con la enfermera; luego que la paciente exponga su interpretación, agregaré lo que se pueda completar desde nuestra intelección general sobre las leyes de la formación de sueños.
«La enfermera dice que a raíz del niño del sueño piensa en un caso de cuya atención se ha sentido extraordinariamente satisfecha. Se trataba de un niño que no podía ver, afectado de inflamación ocular blenorreica. Pero la madre de este niño no partió de viaje, sino que participó en el cuidado. En cambio, yo sé que mi marido, que siente un gran aprecio por esta enfermera, me entregó a su guarda al despedirse, y ella le prometió entonces cuidarme… ¡como a un hijo! ».
Además, por el análisis de la paciente colegimos que ella misma se ha remontado a la infancia con su reclamo de no ser perdida de vista.
«Que ha perdido al niño -prosigue la paciente- significa que no me ha visto, que me ha perdido de vista. Es su confesión de que realmente ha dormitado un rato y después no me ha dicho la verdad».
El pequeño fragmento del sueño en que la enfermera pregunta por el niño a la gente que pasa por la calle permanecía oscuro para la dama; en cambio, sabe dar buena información sobre los otros elementos del sueño manifiesto.
«A raíz de las grandes aguas piensa en el Rin, pero agrega que sin embargo eran más grandes que el Rin. Entonces se acuerda de que la velada anterior yo le había leído la historia de Jonás y la ballena, y que yo misma había visto una vez una ballena en el Canal de la Mancha. Opino que las grandes aguas son el mar, vale decir, una alusión a la historia de Jonás.
»Creo, también, que la pasarela estrecha proviene de esta misma divertida historia, escrita en un estilo coloquial. En ella se narra que el maestro de religión expone a los escolares la maravillosa aventura de Jonás, tras lo cual un niño le objeta que no puede ser, pues en otra ocasión el maestro ha dicho que la ballena tiene un gaznate tan estrecho que sólo puede tragar animales muy pequeños. El maestro sale del paso con la explicación de que Jonás era judío, y los judíos se filtran por todas partes. Mi enfermera es muy creyente, pero inclinada a la duda religiosa, y por eso me reproché que acaso yo le atizaba sus dudas con mi lectura.
»Ahora bien, sobre esa estrecha pasarela ella vio la aparición de otra enfermera, conocida de ella. Me ha contado su historia: se arrojó al Rin porque la habían despedido de su puesto, tras incurrir en alguna falta. (1) Así pues, teme ser despedida también ella a causa de su dormida. Por lo demás, el día que siguió al episodio y al relato del sueño lloró mucho, y cuando le pregunté por los motivos respondió con brusquedad: «Usted lo sabe tan bien como yo, y ahora ya no confiará más en mí»».
Como la aparición de la enfermera ahogada era un agregado hecho con posterioridad, y de una particular nitidez, habríamos debido aconsejar a la dama que principiara por ese punto la interpretación del sueño. (2) Además, esta primera mitad del sueño, según informó la soñante, estuvo llena de la más violenta angustia; en la segunda parte se prepara la tranquilidad con la cual despierta.
«En el siguiente fragmento del sueño -prosigue la dama analizadora-, hallo otra prueba cierta para mi concepción de que ahí se trata del episodio de la tarde del viernes, pues la mujer que antes fue vendedora en un negocio de comestibles sólo puede ser la muchacha que entonces traía la cena. Hago notar que la enfermera se había quejado todo el día por bagatelas. La pregunta que ella dirige a la mujer: «¿Ha visto usted al niño?», deriva evidentemente de mi pregunta: «¿Me ha visto usted?», según la fórmula que yo usé, y que le acababa de plantear por segunda vez cuando entró la muchacha con las fuentes».
También en el sueño se pregunta por el niño dos veces.
Que la mujer no diera respuesta alguna, no se interesara, podríamos interpretarlo como un rebajamiento de la otra servidora en favor de la soñante, que en su sueño se eleva sobre la otra justamente porque tiene que luchar con unos reproches a causa de su desatención.
«La mujer que aparece en el sueño no está realmente separada de su marido. Todo el pasaje proviene de la biografía de la otra muchacha, que por la palabra autoritativa de sus padres es alejada -separada- de un hombre con quien quiere casarse. La frase de que por lo demás las cosas no andaban siempre bien en el matrimonio» es probablemente un consuelo que acaso acudió en la plática entre ambas. Y este consuelo se le convierte en el modelo de otro, con que el sueño acaba: «El niño ya se encontrará».
»Pues bien: de este sueño yo he deducido que la enfermera se durmió realmente aquella tarde y por eso teme ser despedida. He abandonado entonces la duda en mi propia percepción. Por otra parte, ella misma, tras relatar el sueño, agregó que lamentaba mucho no tener consigo algún libro sobre los sueños. Al replicarle yo que tales libros sólo contenían las peores supersticiones, opuso que no era supersticiosa, pero que todas las cosas desagradables de su vida le habían sucedido siempre en viernes. Además, ahora me trata mal, se muestra quisquillosa, susceptible, y me hace escenas».
Creo que debemos conceder a la dama haber interpretado y valorizado de manera correcta el sueño de su enfermera. Como es tan frecuente en el psicoanálisis a raíz de la interpretación de los sueños, para traducir este no cuentan sólo los resultados de la asociación, sino también las circunstancias concomitantes del relato del sueño, el comportamiento del soñante previo y posterior al análisis de aquel así como todo cuanto él exteriorice y deje traslucir de manera más o menos simultánea con el sueño -en la misma sesión del tratamiento-. Si consideramos la quisquillosidad de la enfermera, su referencia a que los viernes le traen infortunio, etc., corroboraremos el juicio de que el sueño contiene la confesión de que esa vez, cuando pretendió negarlo, realmente se había adormecido, y por ende temía ser despedida a causa del «hijo adoptivo». (3)
Ahora bien, este sueño, que para la dama poseía un valor práctico, despierta en dos direcciones el interés teórico en nosotros. Es cierto que el sueño desemboca en un consuelo, pero en lo esencial trae una confesión importante para el vínculo con su dama. ¿Cómo llega el sueño, siendo que está destinado al cumplimiento de deseo, a hacer las veces de una confesión que ni siquiera es ventajosa para la soñante? ¿Tendremos que admitir realmente que, además de los sueños de deseo (y de angustia), hay unos sueños de confesión, así como sueños de advertencia, reflexión, adaptación, etc.?
Aquí debo confesar que no comprendo del todo la razón por la cual el punto de vista que adopta frente a tales tentaciones mi obra La interpretación de los sueños tropieza con reparos en tantos psicoanalistas, y aun los más eminentes entre ellos. No me parece que el distingo entre sueños de deseo, de confesión, de advertencia, de adaptación, etc., tenga un sentido más rico que la diferenciación de los especialistas médicos en ginecólogos, pediatras y odontólogos, admitida en virtud de una necesidad. Me tomo la libertad de repetir de la manera más sucinta las elucidaciones de aquel libro mío sobre esto. (4)
Como perturbadores del dormir y formadores de sueños podrían funcionar los llamados «restos diurnos», unos procesos de pensamiento del día del sueño, investidos de afecto, que han ofrecido alguna resistencia a la degradación general del dormir. Uno descubre estos restos diurnos cuando reconduce el sueño manifiesto a los pensamientos oníricos latentes; son fragmentos de estos últimos, y por tanto pertenecen a las actividades -concientes o que permanecieron inconcientes- de la vigilia, las que tuvieron permitido proseguirse mientras se dormía. Y en consonancia con la diversidad de los procesos del pensar en lo conciente y lo preconciente, estos restos diurnos poseen los más variados y múltiples significados; pueden ser deseos o temores no tramitados, también designios, reflexiones, advertencias, intentos de adaptación a tareas inminentes, etc. En esa medida, tiene que parecer justificada la caracterización de los sueños que ahora consideramos, de acuerdo con el contenido de estos discernido por la interpretación. Pero estos restos diurnos no son todavía el sueño; antes bien, les falta lo esencial constitutivo de este. Por sí solos no son capaces de formar un sueño. En rigor, sólo son un material psíquico para el trabajo del sueño, así como los estímulos sensoriales y corporales que sobrevienen al acaso o en virtud de condiciones experimentales forman su material somático. Atribuirles el papel principal en la formación del sueño equivaldría a repetir en otro lugar el error preanalítico según el cual los sueños se explicarían pesquisando una mala digestión o una presión sobre la piel. Tan pertinaces son los errores científicos, y tan prestos, una vez rechazados, a volver a filtrarse bajo nuevas máscaras.
Hasta donde nosotros hemos discernido la relación de las cosas, nos vemos precisados a decir que el factor esencial de la formación del sueño es un deseo inconciente, por regla general uno infantil, ahora reprimido, que puede expresarse en aquel material somático o psíquico (vale decir, en los restos diurnos) y les presta entonces una fuerza tal que les permite penetrar en la conciencia aun durante la pausa nocturna del pensar. De este deseo inconciente es el sueño siempre cumplimiento, no importa cuál sea su restante contenido -advertencia, reflexión, confesión o lo que de la riqueza de la vida de vigilia preconciente entrare no tramitado en la noche-. Este deseo inconciente es el que confiere al trabajo del sueño su peculiar carácter como una elaboración inconciente de un material preconciente. El psicoanalista no puede caracterizar al sueño si no es como un resultado del trabajo del sueño; y a los pensamientos oníricos latentes no puede atribuirlos al sueño, sino al reflexionar preconciente, por más que sólo se haya enterado de ellos merced a la interpretación. (5) (Aquí la elaboración secundaria por la instancia conciente es incluida en el trabajo del sueño; no obstante, computarla por separado no alteraría en nada nuestra concepción. En ese caso habría que decir: el sueño, en el sentido psicoanalítico, abarca el trabajo del sueño propiamente dicho y la elaboración secundaría de su resultado.) (6) He aquí, pues, la conclusión de estas elucidaciones: no es lícito situar el carácter del sueño como cumplimiento de deseo en un mismo rango con su carácter de advertencia, confesión, intento de solución, etc., sin desmentir el punto de vista de la dimensión psíquica de lo profundo, vale decir, el punto de vista del psicoanálisis. (7)
Volvamos ahora al sueño de la enfermera para pesquisar en él este carácter profundo, el cumplimiento de deseo. Tenemos la prevención de que su interpretación por la dama no es completa. Restan las porciones del contenido del sueño de las cuales ella no pudo dar razón. Además, la aqueja una neurosis obsesiva, que, según mis impresiones, dificulta muchísimo la inteligencia de los símbolos oníricos, así como la dementia praecox los facilita. (8)
Nuestro conocimiento del simbolismo onírico nos permite comprender pasajes no interpretados de este sueño, y colegir un sentido más profundo tras los ya interpretados. No puede sino llamarnos la atención que parte del material que la enfermera emplea provenga del complejo del parir, del tener hijos. Las aguas grandes (el Rin, el canal donde se vio a la ballena) son sin duda aquellas de donde vienen los hijos. Y en verdad, llega a ellas «en busca del niño {hijo} ». A este mismo nexo pertenecen el mito de Jonás tras la determinación de esas aguas, la pregunta sobre cómo Jonás (el hijo) pasa por esa estrecha abertura. La enfermera afrentada que se arrojó al Rin ha ido al agua, vale decir, ha hallado, desesperando de la vida, un consuelo de simbolismo sexual en la manera de hallar la muerte. La estrecha pasarela sobre la cual le sale al paso la aparición puede interpretarse también, muy probablemente, como un símbolo genital, aunque debo confesar que aún no poseemos su discernimiento preciso. (9)
Por tanto, el formador del sueño desde lo inconciente parece ser el deseo «Quiero tener un hijo», y ningún otro parece más apto para consolar a la enfermera por la penosa situación de la realidad. «Me despedirán, perderé a mi hijo adoptivo. ¿Qué importa? A cambio me procuraré un hijo propio, carnal». Quizás aquel pasaje no interpretado, en que ella pregunta por el niño a toda la gente que pasa por la calle, corresponda a este contexto; cabría entonces traducirlo: «Y aunque tuviera que ofrecerme por la calle, sabré procurarme el hijo». Un desafío {Trotz} de la soñante, hasta entonces escondido, se expresa aquí de pronto en voz alta, y a él, precisamente, se ajusta la confesión: «Muy bien, yo he cerrado los ojos y he comprometido la confianza que me tienen como enfermera; ahora perderé el puesto. ¿Seré tan estúpida de arrojarme al agua como X? No, no seguiré siendo enfermera: yo quiero casarme, ser esposa, tener un hijo carnal; no podrán impedírmelo». Esta traducción se justifica considerando que «tener hijos» es sin duda la expresión infantil del deseo de tener comercio sexual, y también ante la conciencia puede escogerse como expresión eufemística de ese deseo chocante.
La confesión desventajosa para la soñante, hacia la cual ella mostró cierta inclinación en la vigilia, fue posibilitada entonces en el sueño porque un rasgo de carácter latente en la enfermera [el desafío] se sirvió de esa confesión para producir el cumplimiento de un deseo infantil. Nos está permitido conjeturar que este carácter mantiene un nexo íntimo (tanto temporal como de contenido) con el deseo de un hijo y de goce sexual.
Una ulterior averiguación a la dama a quien debo la primera parte de esta interpretación de un sueño sacó a la luz las siguientes, inesperadas noticias sobre las peripecias de vida de la enfermera. Antes de adoptar esta profesión, ella quería casarse con un hombre que la cortejaba con ardor, pero renunció a ello a consecuencia del veto de una tía con quien mantenía una curiosa relación, mezcla de dependencia y desafío. Esta tía que le prohibió casarse era superiora de una orden de hermanas enfermeras; la soñante siempre vio en ella a su modelo, está ligada a ella por miramientos de herencia, pero se le opuso no ingresando en la orden a la cual la tía la tenía destinada. El desafío que se denuncia en el sueño se refiere entonces a la tía. Hemos atribuido un origen anal-erótico a este rasgo de carácter, y consideremos además que son intereses de dinero los que la hacen dependiente de la tía; pensemos, también, que el niño prefiere la teoría anal del nacimiento. (10)
Este factor del desafío infantil quizá nos permita suponer un nexo más íntimo entre las escenas primera y última del sueño. La ex vendedora de comestibles en el sueño es, ante todo, la otra servidora de la dama, que entraba con la cena a la habitación en el momento de la pregunta « ¿Me ha visto usted?». Pero parece destinada a ocupar genéricamente el lugar de la competidora hostil. Es rebajada en su condición de asistidora pues no se interesa por el niño perdido, sino que responde con sus propios asuntos. Sobre ella, pues, es desplazada la indiferencia por el hijo adoptivo, postura hacia la cual la propia soñante se ha vuelto. A ella se le inventa el matrimonio infortunado y el divorcio que la soñante misma no podía menos que temer dentro de sus deseos más secretos. Ahora bien, sabemos que es la tía quien ha separado de su prometido a la soñante. Acaso la «vendedora de comestibles» (a quien no es necesario privar de un significado simbólico infantil) devenga la representante de la tía-superiora, de edad por otra parte no mucho mayor que ella, que ha asumido para nuestra soñante el papel tradicional de la madre-competidora. Una buena confirmación de esta interpretación reside en la circunstancia de que el sitio «familiar» en el sueño, donde ella encuentra a la persona en cuestión de pie ante su puerta, es el sitio donde vive esta tía como superiora.
Debido a la distancia que separa al analizador del objeto del análisis es muy aconsejable no avanzar más lejos por la trama de este sueño. Acaso se pueda decir que hasta donde fue asequible a la interpretación mostró ser rico en confirmaciones, así como en nuevos problemas.
Notas:
1) En este punto me he hecho culpable de una condensación del material, que pude corregir en una revisión de las notas de la dama informante. La enfermera que apareció como fantasma sobre la pasarela no había incurrido en ninguna falta en su trabajo. Fue despedida porque la madre del niño, obligada a partir de viaje, declaró que deseaba dejar a este, en su ausencia, con una cuidadora de más edad -por lo tanto, más digna de confianza-. Formaba serie con esto un segundo relato sobre otra enfermera que realmente había sido despedida a raíz de una negligencia suya, mas no se había ahogado por ello. El material preciso para la interpretación del elemento onírico se distribuye aquí, como no es raro que suceda, entre dos. fuentes. Mi memoria consumó la síntesis que llevaba a la interpretación. -Por añadidura, en la historia de la enfermera ahogada se encuentra el factor de la partida de la madre, que es referida por la dama a la partida de viaje de su propio marido. Como se ve, una sobredeterminación que perjudica la elegancia de la interpretación.
2) Cf. La interpretación de los sueños (1900a), AE, 5, pág. 513.
3) Por otra parte, la enfermera confesó a un tercero, días después, haberse dormido aquella tarde, ratificando así la interpretación de la dama.
4) (l900a), AE, 5, págs. 552-4.
5) Freud insistió en varios lugares de sus obras acerca de la importancia de distinguir entre el sueño y los pensamientos oníricos latentes; véase, por ejemplo, «Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico» (1914d), AE, 14, págs. 55 y 62, y una nota agregada en 1925 a La interpretación de los sueños (1900a), AE, 5, pág. 502, n. 25.
6) Freud señaló a menudo que la elaboración secundaria forma parte del trabajo del sueño (p. ej., en La interpretación de los sueños (1900a), AE, 5, pág. 487), pero en su artículo «Psicoanálisis» para la enciclopedia de Marcuse (Freud, 1923a) declaró de manera categórica que ese proceso «ya no pertenece propiamente al trabajo del sueño» (AE, 18, pág. 237).
7) Véanse, sobre esto, las extensas consideraciones contenidas en la 14º de las Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17).
8) En relación con este punto, en 1925 Freud hizo un agregado a La interpretación de los sueños (1900a), AE, 5, pág. 357.
9) Varios ejemplos que mostraban el nexo simbólico entre agua y nacimiento fueron agregados a partir de 1909 a La interpretación de los sueños (1900a), AE, 5, págs. 401 y sigs. Acerca del simbolismo de los puentes {o pasarelas}, hay unas breves consideraciones en la 29º de las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1933a), AE, 22, pág. 23.
10) Cf. «Sobre las teorías sexuales infantiles» (1908c).