PRIMEROS ESTADIOS DEL CONFLICTO DE EDIPO Y DE LA FORMACIÓN DEL SUPERYÓ

SITUACIONES TEMPRANAS DE ANSIEDAD Y SU EFECTO SOBRE EL DESARROLLO DEL NIÑO
PRIMEROS ESTADIOS DEL CONFLICTO DE EDIPO Y DE LA FORMACION DEL SUPERYÓ

En los capítulos siguientes intentaré agregar algo a nuestro conocimiento del origen y estructura del superyó. Las conclusiones teóricas que voy a exponer han sido obtenidas mediante un conocimiento directo de los primeros procesos del desarrollo mental, puesto que están basadas en análisis reales de niños de corta edad. Estos análisis han demostrado que las frustraciones orales que los niños padecen liberan sus impulsos edípicos y que el superyó comienza a formarse simultáneamente. Los impulsos genitales quedan ocultos al principio, puesto que generalmente no se afirman contra los impulsos pregenitales hasta el tercer año de vida. En este período comienzan a emerger claramente y el niño entra en una fase en la cual su temprana vida sexual alcanza su punto máximo y su conflicto de Edipo logra un desarrollo completo.
En las páginas siguientes describiré los procesos de desarrollo que preceden a esta primera expansión de la sexualidad y trataré de demostrar que los estadíos tempranos del conflicto de Edipo y de la formación del superyó, se extienden aproximadamente desde la mitad del primer año hasta el tercero de la vida del niño .
Normalmente, el placer del niño de chupar es seguido por el placer de morder. La falta de gratificación en el estadío oral de succión aumenta su necesidad de gratificación en el estadío oral de morder  La opinión de Abraham de que la incapacidad del niño para obtener suficiente placer en el período de succión depende de las circunstancias en las cuales es alimentado, ha sido plenamente confirmada por 1a observación analítica general. También sabemos que las enfermedades y deficiencias del desarrollo en los niños se deben en parte a la misma causa. Sin embargo, las condiciones desfavorables de nutrición que podemos considerar como frustraciones externas, no son, según parece, la única razón por la cual el niño obtiene muy poco placer en el período de succión. Esto se puede ver porque algunos niños son incapaces de gozar chupando son «malos comensales» (badfeeders) aunque reciban suficiente alimento. Creo que la inhabilidad de gozar chupando es la consecuencia de una frustración interna y se deriva, según mi experiencia, de un incremento anormal del sadismo oral . Parecería que la polaridad entre los instintos de vida y los instintos de muerte se manifiestan ya en estos fenómenos de la primera infancia, porque podemos considerar la fuerza de fijación del niño al estadío oral de succión, como una expresión de la fuerza de su libido, y análogamente, la temprana y pujante emergencia de su sadismo oral, como una señal de la preponderancia de sus componentes instintivodestructivos.
Tal como Abraham  y Ophuijsen han señalado, el fortalecimiento de las fuentes constitucionales de las zonas que están comprendidas en el morder, tales como los músculos de la mandíbula, es un factor fundamental en la fijación del niño en un estadío oral sádico. Las deficiencias más graves de desarrollo y las enfermedades psíquicas se producen cuando las frustraciones externas es decir, condiciones desfavorables de alimentación coinciden con un sadismo oral constitucionalmente fortalecido y que le impide gozar durante la succión. Por otra parte, un sadismo oral que no aparece ni muy temprano ni muy violentamente (y esto significa que el período de succión ha seguido un curso satisfactorio) parece ser una condición necesaria para el desarrollo normal del niño .
En este caso los factores temporales asumirán una nueva importancia, juntamente con los cuantitativos. Si se exaltan las tendencias oral sádicas del niño muy tempranamente y con violencia, sus relaciones con los objetos y la formación de su carácter serán demasiado dominadas por el sadismo y la ambivalencia , y el yo se desarrollará adelantándose sobre su libido, siendo esto, como sabemos, un factor en la producción de las neurosis obsesivas , porque la ansiedad que proviene de un aumento tan brusco de su sadismo oral ejercerá una gran presión sobre su yo todavía inmaduro.
En lo que concierne al origen de la ansiedad, Freud ha ampliado su concepción originaria y ahora sólo da una aplicación muy limitada a la hipótesis de que la ansiedad proviene de una conversión directa de la libido. Demuestra que cuando el lactante está hambriento, siente la ansiedad como el resultado de un aumento de tensión causado por su necesidad, pero esta temprana situación de ansiedad tiene un prototipo anterior. Dice: «La situación de estar insatisfecho, en la cual la cantidad de excitación alcanza un grado doloroso…, debe de ser análoga para el lactante a su experiencia de nacimiento y, por lo tanto, una repetición de esta situación de peligro. Ambas situaciones tienen de común el trastorno económico ocasionado por la acumulación de estímulos que requieren ser descargados. Este factor es, por consiguiente, el verdadero centro del «peligro» y en ambos casos se origina, como reacción, la angustia» . Por otra parte, tiene dificultad en conciliar el hecho de que «la angustia que pertenece a las fobias es una angustia del yo, es decir, proviene del yo y no emana de la represión, sino que ella misma es causa de la represión» , con su primera hipótesis de que en ciertos casos la ansiedad proviene de una acumulación de la libido. La suposición de que «en ciertas situaciones, tales como trastornos durante el coito, excitación interrumpida o abstinencia, el yo presiente el peligro y reacciona ante ellas con angustia»  no ofrece a su entender una solución satisfactoria del problema; y en otro pasaje, durante la discusión de otros puntos, vuelve a considerar la emergencia de la ansiedad, atribuyendo una vez más el problema a una «situación de peligro en la cual, como en la del nacimiento… el yo se encuentra impotente ante las demandas instintivas en aumento. Es decir, aquella situación que es la condición primera y originaria para la aparición de ansiedad» .
Define como núcleo de la situación de peligro «la admisión de nuestra impotencia contra dicha situación, una impotencia física si el peligro pertenece a la realidad y una impotencia psíquica si proviene de los instintos» .
La prueba más clara de la conversión de la libido insatisfecha en angustia es, según pienso, la reacción del lactante a las tensiones causadas por sus necesidades físicas. Tal reacción, sin embargo, es no sólo de ansiedad, sino también de rabia . Es difícil decir en qué momento ocurre esta fusión de los instintos destructivos con los libidinales. Hay suficiente evidencia para creer que ha existido siempre y que la tensión causada por la necesidad sirve solamente para reforzar los instintos sádicos del niño. Sabemos, no obstante, que el instinto destructivo es dirigido contra el propio organismo y por consiguiente debe ser considerado por el yo como un peligro. En mi opinión, es éste el peligro que el individuo experimenta como ansiedad .
Así, la ansiedad surge de la agresión . Pero desde que sabemos que la frustración libidinal aumenta los instintos sádicos, la libido insatisfecha indirectamente liberaría o aumentaría la ansiedad.
Sobre dicha teoría, la sugestión de Freud, de que el yo advierte un peligro en la abstinencia, sería después de todo una solución al problema. Mi única objeción es que son los instintos destructivos los que desencadenan este peligro que él denomina «impotencia psíquica frente al peligro instintivo».
Freud dice que la libido narcisística del organismo desvía el instinto de muerte hacía el exterior para impedir que destruya el organismo, y que este proceso está en lo más profundo de las relaciones individuales hacia sus objetos y en la base del mecanismo de proyección. Continúa diciendo: «Otra porción (del instinto de muerte) no está incluida en este desplazamiento al exterior; permanece dentro del organismo y queda ‘ligada’ allí libidinalmente con la ayuda de la excitación sexual antes mencionada. Esta porción debe ser reconocida como el masoquismo erógeno originario» . Me parece que el yo tiene aun otro medio de dominar los impulsos destructivos, todavía adheridos al organismo. Puede movilizar parte de ellos como una defensa contra la otra parte. De este modo el ello sufrirá una división que, según creo, es el primer paso para la formación de las inhibiciones instintivas y del superyó, lo cual puede ser similar a la represión primaria . Podemos suponer que una división de este tipo se hace posible por el hecho de que tan pronto como empieza el proceso de incorporación del objeto, el objeto incorporado se convierte en el arma de defensa contra los impulsos destructivos que están en el interior del organismo .
La ansiedad provocada en el niño por sus impulsos destructivos opera, según creo, de dos maneras: 1) en primer lugar lo hace temer ser exterminado por esos mismos impulsos, es decir, lo relaciona con un peligro instintivo interno , y 2) focaliza estos temores sobre su objeto externo, contra el cual se dirigen sus sentimientos sádicos, como origen del peligro. Este temor de un objeto parece tener su base más primitiva en la realidad externa, en el conocimiento progresivo que el niño tiene de la madre como de alguien que o bien da o bien retiene la gratificación y, del mismo modo, en un conocimiento creciente del poder de sus objetos en relación con la satisfacción de sus necesidades. (Conocimiento basado en el desarrollo de su yo y en su concomitante poder de probar las cosas por la realidad.) En conexión con esto parecería que él desplaza la carga completa de su inalterable temor de peligros instintivos sobre su objeto, intercambiando así peligros internos por externos. Su yo inmaduro busca entonces protegerse de estos peligros externos mediante la destrucción de su objeto.
Debemos ahora considerar de qué modo una desviación del instinto de muerte hacia el exterior influye en las relaciones del niño con sus objetos y conduce a la completa expansión de su sadismo. Su creciente sadismo oral alcanza su apogeo durante y después del destete y conduce a la completa activación y desarrollo de las tendencias sádicas procedentes de todas las fuentes. Tiene ciertas fantasías oral sádicas de un carácter completamente definido, que parecen formar un eslabón  entre los estadíos orales de succión y de morder, en el cual él se apodera del contenido del pecho de su madre por el acto de chupar y vaciar. Este deseo de chupar y vaciar, dirigido primeramente hacia el pecho materno, pronto se extiende al interior de su cuerpo . En mi articulo «Estadíos tempranos del complejo edípico», 1928, he descripto este temprano estadío de desarrollo que es gobernado por las tendencias agresivas del niño contra el cuerpo de su madre y en el cual el deseo predominante es robar al cuerpo sus contenidos y destruirlo.
Hasta donde hemos podido investigar, la tendencia sádica más íntimamente aliada al sadismo oral es el sadismo uretral. La observación ha demostrado que las fantasías de los niños de destrucción por inundación, ahogamiento, mojaduras, quemaduras y envenenamiento, mediante enormes cantidades de orina, son una reacción sádica contra el hecho de haber sido privados de liquido por su madre y están dirigidos fundamentalmente contra su pecho. Quisiera en relación con esto hacer notar la gran importancia, hasta aquí poco reconocida, del sadismo uretral en el desarrollo del niño  Las fantasías, familiares para los analistas, de inundación y destrucción de cosas mediante grandes cantidades de orina , y la más generalmente conocida relación entre jugar con fuego y mojar la cama , son simplemente los signos más visibles y menos reprimidos de los impulsos que están ligados a la función de orinar. Al analizar adultos y niños he encontrado constantemente fantasías en las cuales la orina es imaginada como un liquido disolvente y corrosivo y como un veneno insidioso y secreto. Estas fantasías sádicas uretrales tienen no poca parte en el hecho de dar al pene la significación inconsciente de un instrumento de crueldad y en ocasionar trastornos de potencia sexual en el hombre. En muchos casos he encontrado que el hecho de orinarse en la cama era causado por fantasías de este tipo.
Todos los otros vehículos de ataques sádicos que emplea el niño, tales como el sadismo anal y muscular, son en primer lugar utilizados contra el pecho frustrador de la madre, pero pronto son dirigidos hacia el interior de su cuerpo (de la madre), que así se transforma en el blanco de sus ataques sádicos provenientes de todas las fuentes y alcanzando su intensidad máxima. En los análisis tempranos estos deseos destructivos de los niños pequeños alternan constantemente entre deseos sádicos anales, deseos de devorar el cuerpo de su madre y deseos de mojarlo; pero su primitivo propósito de comer y destruir su pecho es siempre discernible en ellos .
La faz de la vida en la cual los ataques sádicos imaginarios del niño contra el interior del cuerpo de su madre son predominantes y en la cual este sadismo alcanza una fuerza máxima en cada una de las fuentes de donde surge, comienza por el período oral sádico de desarrollo y llega a su fin con la declinación del período anal sádico primario.
Abraham muestra en su obra que el placer que el niño obtiene mordiendo se debe, no sólo a la gratificación libidinal de sus zonas erógenas, sino que está en conexión con acentuados deseos destructivos cuyo propósito es dañarla y aniquilarla. Y es así, tanto más en la fase de máximo sadismo. La idea de que el niño de 6 a 12 meses trate de destruir a la madre por cada uno de los métodos a disposición de sus tendencias sádicas con los dientes, uñas y excrementos, y con el total de su cuerpo, transformado en su imaginación en toda clase de armas peligrosas, presenta a nuestro entendimiento un cuadro horripilante, por no decir increíble. Y a uno mismo se le hace difícil, según he visto por mi propia experiencia, llegar a reconocer que una idea tan aborrecible es exacta; pero la abundancia, fuerza y multiplicidad de las crueldades imaginarias que acompañan a estos deseos, se hacen tan evidentes durante los análisis tempranos, se ven con tal claridad y fuerza, que no dejan lugar a dudas.
Nosotros estamos ya familiarizados con aquellas fantasías sádicas del niño que culminan en el canibalismo y esto nos hace más fácil aceptar el hecho posterior de que estos métodos de ataques sádicos aumentan, en la medida en que las fantasías sádicas ganan plenitud y vigor. Este elemento de intensificación del impulso me parece ser la llave del asunto.
Si lo que intensifica el sadismo es la frustración libidinal, podemos entender perfectamente que los deseos de destrucción, que están ligados con los libidinales y que no pueden ser gratificados sobre todo los deseos oral sádicos, conduzcan a una intensificación posterior del sadismo y a una activación de todos sus métodos.
En los análisis tempranos he encontrado además que la frustración oral origina en el niño un conocimiento inconsciente de que sus padres disfrutan de placeres sexuales mutuos y una creencia, al principio, de que son de tipo oral. Bajo la presión de su propia frustración reaccionan a esta fantasía con envidia hacia sus padres y eso a su vez da lugar a odio hacia ellos. Sus deseos de vaciar y chupar, los conducen ahora a querer chupar y devorar todos los líquidos y otras sustancias que contienen sus padres (o mejor dicho, los órganos de éstos), incluyendo lo que han recibido el uno del otro durante la copulación .
Freud mostró que las teorías sexuales de los niños son una herencia filogenética, y de lo que ha sido dicho anteriormente resulta que ya en el primer período de desarrollo emerge un conocimiento inconsciente de este tipo sobre intercambio sexual entre los padres, conjuntamente con fantasías concernientes al mismo. La envidia oral es una de las fuerzas impulsoras que hace que los niños de ambos sexos deseen abrirse paso hacia el cuerpo de su madre, dando así origen al instinto epistemofílico aliado a este deseo . Los impulsos destructivos pronto dejan de estar dirigidos sólo contra la madre y comienzan a extenderse al padre. Porque ellos piensan que la madre incorpora el pene del padre durante la copulación oral, guardándolo dentro de si (imaginan así al padre provisto de gran cantidad de penes), de modo que los ataques a su cuerpo se dirigen también al pene dentro de ella.
Pienso que la razón por la cual en las capas más profundas de su mente el varón teme tanto a su madre como castradora y abriga la idea, íntimamente asociada con este temor, de la «mujer con pene», es que la teme como persona cuyo cuerpo contiene el pene del padre; así, finalmente, lo que teme es el pene de su padre incorporado a la madre .
El desplazamiento de los sentimientos de odio y ansiedad desde el pene del padre al cuerpo de la madre que lo alberga, me parece muy importante en la etiología de los trastornos mentales y es un factor subyacente en las perturbaciones del desarrollo sexual masculino y en la adopción de una actitud homosexual en el hombre, y pienso que el temor al imaginario pene de la madre es una etapa intermedia en este proceso de desplazamiento. Porque de este modo modifica el mayor temor del pene de su padre en el interior de la madre, temor que es completamente abrumador, porque en este primer estadío de desarrollo el principio de «pars pro toto» subsiste y el pene representa para él el padre en persona.
Así, el pene en el interior de la madre representa una combinación de padre y madre en una sola persona , y esta combinación es considerada particularmente amenazadora y terrorífica. Tal como ha sido señalado anteriormente, en este período de fuerza máxima, el sadismo del niño está centrado alrededor del coito de sus padres. Los deseos de muerte que siente contra ellos durante la escena primaria, o durante sus fantasías primarias, están asociados a fantasías sádicas, que son extraordinariamente ricas en contenido y que llevan implícita la destrucción sadística de sus padres, tanto por separado como en conjunto.
El niño tiene también fantasías en las cuales sus padres se destruyen mutuamente mediante sus genitales y excrementos, imaginados por él como armas peligrosas. Estas fantasías tienen efectos importantes y son muy numerosas, conteniendo ideas como aquella del pene incorporado a la madre, que se convierte en animal peligroso o en armas con sustancias explosivas, o la de que su vagina se transforma también en un animal peligroso o algún instrumento de muerte, por ejemplo, una ratonera envenenada. Puesto que estas fantasías son deseadas, y sus teorías sexuales se alimentan principalmente de deseos sádicos, el niño tiene un sentimiento de culpa por los daños que en su imaginación los padres se causan uno al otro.
Además del aumento cuantitativo que experimenta el sadismo del niño en cada punto de origen, se producen cambios cualitativos que lo aumentan todavía más. Al finalizar la fase sádica, los ataques imaginarios del niño sobre sus objetos, que son de naturaleza violenta y realizados por todos los medios a disposición de su sadismo, se extienden, incluyendo métodos más secretos y sutiles que los hacen aun más peligrosos. En la primera parte de esta fase, donde reina una franca violencia, los excrementos son considerados como instrumentos de ataque directo, pero más tarde adquieren un significado de sustancias explosivas o venenosas. Todos estos elementos juntos originan fantasías sádicas en cantidad, variedad y riqueza casi ilimitadas. Además, estos impulsos sádicos contra el padre y la madre en copulación, hacen que el niño espere castigo de ambos padres. En este estadío, no obstante, su ansiedad sirve para intensificar su sadismo y para aumentar su impulso a destruir los objetos peligrosos, así que se vale de una cantidad mayor de deseos sádicos y destructivos para atacar a sus padres conjugados y correspondientemente se asusta más de ellos como entidad hostil.
Según mis puntos de vista, el conflicto de Edipo aparece en el niño tan pronto como empieza a tener sentimientos de odio contra el pene del padre y al querer cumplir una unión genital con su madre y destruir el pene del padre que él imagina se encuentra en el interior de ella. Considero que estos primeros impulsos genitales y fantasías, a pesar de que aparecen durante la fase dominada por el sadismo, constituyen, en los niños de ambos sexos, los períodos más tempranos del conflicto de Edipo, porque satisfacen el criterio aceptado para el mismo.
Aunque los impulsos pregenitales del niño son todavía predominantes, ya ha comenzado a sentir, junto con los deseos orales, uretrales y anales, deseos genitales hacía el progenitor del sexo opuesto, y celos y odio por el progenitor del mismo sexo, y siente un conflicto entre su amor y su odio hacía este último. Podemos llegar a decir que el conflicto de Edipo debe su agudeza típica a esta temprana situación.
La niña pequeña, por ejemplo, mientras se aleja de la madre con sentimientos de odio y desengaño y dirige sus deseos orales y genitales hacía el padre, aún está ligada a la primera por el poderoso vinculo de sus fijaciones orales y por su desamparo en general; y el niño pequeño es atraído hacia su padre por un efecto oral positivo y desligado de él por los sentimientos de odio que nacieron en la primera situación de Edipo. Pero el conflicto no se hace visible claramente en este período de desarrollo del niño sino más tarde. Esto, creo, es en parte debido a que el niño pequeño tiene menos modos de expresar sus sentimientos y a que su relación con los objetos es aún confusa y vaga. Una parte de sus reacciones frente a los objetos se dirige a los objetos de su fantasía  y a menudo dirige la mayor parte de su ansiedad y odio hacía estos últimos en especial ésta es su actitud frente a los objetos internalizados, así que su actitud frente a los padres sólo refleja una parte de las dificultades que experimenta en su actitud frente al objeto. Pero estas dificultades encuentran su expresión de muchos otros modos. Ha sido invariablemente mi experiencia, por ejemplo, que los terrores nocturnos y fobias de los niños pequeños se deben a la existencia del conflicto de Edipo.
No creo que se pueda hacer una distinción bien definida entre los tempranos estadíos del conflicto de Edipo y los últimos . Puesto que, hasta donde llegan mis observaciones, los impulsos genitales aparecen al mismo tiempo que los pregenitales y los influyen y modifican, y puesto que como resultado de esta asociación temprana ellos mismos muestran huellas de ciertos impulsos pregenitales, a veces aun en los últimos estadíos de desarrollo, la llegada al estadío genital parece ser sólo un reforzamiento de los impulsos genitales.
El que los impulsos genitales y pregenitales se mezclen así, se ve por el hecho bien conocido de que cuando los niños son testigos de la escena primaria o la fantasean ambos de carácter genital experimentan impulsos pregenitales muy fuertes, tales como orinarse en la cama y defecar, acompañados por fantasías sádicas dirigidas contra sus padres en copulación.
De acuerdo con mis observaciones, las fantasías de masturbación en los niños tienen por núcleo las primeras fantasías sádicas centradas en sus padres en copulación. Son estos impulsos destructivos, fusionados con los libidinales, los que obligan al superyó a utilizar defensas contra las fantasías de masturbación e, incidentalmente, contra la masturbación misma. El sentimiento de culpa del niño acerca de su temprana masturbación genital se debe, pues, a sus fantasías sádicas dirigidas contra los padres. Y desde que, además, estas fantasías de masturbación contienen la esencia de su conflicto de Edipo y pueden por lo tanto ser consideradas como el punto focal de su vida sexual, el sentimiento de culpa que tienen, debido a sus impulsos libidinales, es realmente una reacción a los impulsos destructivos enlazados con ellos . Si esto es así, no solamente no serían las tendencias incestuosas las que darían lugar primero al sentimiento de culpa, sino que el temor del incesto mismo se derivaría de impulsos destructivos que han entrado en relación permanente con los más tempranos deseos incestuosos del niño.
Si es exacto suponer que las tendencias edípicas en el niño aparecen en la fase de mayor sadismo, ello nos lleva a aceptar la tesis de que son principalmente impulsos de odio los que ocasionan el conflicto de Edipo y la formación del superyó y los que gobiernan los más tempranos y decisivos estadíos de ambos. Esta tesis, aunque a primera vista parece contradictoria a la teoría psicoanalítica aceptada, coincide, no obstante, con nuestro conocimiento del hecho de que la libido se desarrolla hasta el período genital partiendo del pregenital.
Freud ha señalado repetidas veces que en el desarrollo del individuo el odio precede al amor. En Los instintos y sus destinos dice: «La relación de odio hacia los objetos es anterior a la de amor. Este hecho es debido al repudio originario del mundo externo por el yo narcisista, mundo de donde fluye la corriente de estímulos», (Obras completas, tomo IX, edición castellana) y además que: «el yo odia, aborrece y persigue con intención de destruir todos los objetos que son para él una fuente de displacer, sin tener en cuenta si significan para él una frustración de la satisfacción sexual o una gratificación de las necesidades de autoconservación» .
Desde el punto de vista ortodoxo, la formación del superyó comienza en la fase fálica. En «El final del complejo de Edipo» (1924) Freud sostiene que el complejo de Edipo es sucedido por el establecimiento del superyó; aquél se destruye y el superyó toma su lugar. De nuevo en Inhibición, síntoma y angustia leemos: «La ansiedad en la fobia de animales es así una reacción eficaz del yo ante el peligro, peligro que es la amenaza de ser castrado. No existe diferencia entre esta ansiedad y la ansiedad real que siente el yo normalmente en situaciones de peligro, excepto en que su contenido permanece inconsciente y sólo es percibido bajo una forma distorsionada. De acuerdo con esta tesis, la ansiedad que afecta a los niños hasta el principio de la latencia, se atribuiría solamente a un temor de castración en el caso del varón y temor a una pérdida de amor en el caso de la niña, y el superyó no empezará a formarse hasta que hayan sido dejados atrás los estadíos pregenitales y seria el resultado de una regresión al estadío oral». En El yo y el ello, (Obras Completas, tomo 19), Freud dice: «Al principio, en la fase oral primaria de la existencia del individuo, la catexis de objeto y la identificación son difíciles de distinguir una de otra, y el superyó es, en realidad, el precipitado de la primera catexis de objeto del ello y el heredero del complejo de Edipo después de la disolución de este último» . Mis propias observaciones me han conducido a la creencia de que la formación del superyó es un proceso más simple y más directo. El conflicto de Edipo y el superyó aparecen, creo, bajo la supremacía de los impulsos pregenitales, y los objetos que han sido introyectados en la fase oral sádica las primeras catexis de objetos e identificaciones forman los comienzos del temprano superyó . Además, lo que origina la formación del superyó y gobierna sus tempranos estadíos, son los impulsos destructivos y la ansiedad que ellos despiertan. Al considerar así los impulsos del individuo como el factor fundamental en la formación de su superyó, nosotros no negamos la importancia de los objetos mismos para ese proceso, pero lo vemos bajo una luz distinta. Las identificaciones tempranas del niño reflejan sus objetos de un modo irreal y desfigurado. Según sabemos por Abraham, en un estadío temprano del desarrollo, tanto los objetos reales como los introyectados están principalmente representados por sus órganos. También sabemos que el pene del padre es un objeto de ansiedad por excelencia y es comparado en el inconsciente con armas peligrosas de varias clases y animales aterradores, los cuales envenenan y; devoran, representando la vagina una entrada peligrosa . Los análisis tempranos demuestran que estas equivalencias son un mecanismo universal de importancia fundamental en la estructura del superyó. Hasta donde puedo juzgar, el núcleo del superyó se encuentra en la incorporación parcial que tiene lugar durante la fase canibalística del desarrollo , y las primeras imagos del niño toman la marca de estos impulsos pregenitales .
Que el yo considere el objeto internalizado como un enemigo cruel del ello, surge lógicamente del hecho de que el instinto destructivo que el yo ha desviado hacia el mundo externo, ha sido dirigido contra aquel objeto, del cual, por consiguiente, nada, sino hostilidad contra el ello, puede esperarse. Pero hasta donde llega mi experiencia, también está presente un factor filogenético en el origen de toda ansiedad temprana e intensa que el niño siente frente a los objetos internalizados. El padre, en la horda primitiva, era el poder externo que obligaba a una inhibición de los instintos . En el transcurso de la historia del hombre, el temor al padre, adquirido cuando empieza a internalizar sus objetos, servirá en parte como una defensa contra la ansiedad, a la que dio lugar el instinto destructivo .
En lo que se refiere a la formación del superyó, Freud parece seguir dos líneas de pensamiento, que son, en cierto modo, complementarias. Según una de ellas, la severidad del superyó se deriva de la severidad del padre real, cuyas prohibiciones y órdenes repite . De acuerdo con la otra, como ha indicado en uno o dos pasajes de su obra, su severidad es el resultado de los impulsos destructivos del sujeto .
El psicoanálisis no ha seguido la segunda línea de pensamiento.
Tal como muestra su literatura, ha adoptado la teoría de que el superyó se deriva de la autoridad de los padres y en ella ha fundado todas las investigaciones sobre el individuo. No obstante, Freud, en parte, ha confirmado recientemente mis puntos de vista , subrayando la importancia de los impulsos del individuo mismo como un factor en el origen del superyó y en el hecho de que su superyó no es idéntico a sus objetos reales .
Querría dar el nombre de estadíos «tempranos de formación del superyó» a las identificaciones primeras hechas por el niño, del mismo modo que he empleado la denominación de «tempranos estadíos del conflicto de Edipo». En los tempranos estadíos del desarrollo del niño, la precipitación de la catexis de objeto ejerce una influencia de un tipo que las caracteriza como un superyó, aunque difieran en calidad y en modo de actuar de las identificaciones que pertenecen a los últimos estadíos. Y aunque este superyó sea muy cruel, formado bajo la supremacía del sadismo, siempre toma la defensa del yo contra el instinto destructivo y es ya en estos primeros estadíos la fuerza de la cual proceden las inhibiciones instintivas.

PRIMEROS ESTADÍOS DEL CONFLICTO DE EDIPO Y DE LA FORMACION DEL SUPERYÓ