TID y esquizofrenia, la eterna confusión

* El TID como justificación de finales inesperados: la moda actual

En los últimos años vivimos una explosión de filmes que guardan un último as en la manga, un giro sorprendente e inesperado de guión que deja al espectador con la boca abierta en su butaca. Dentro de este gran conjunto de películas destacan las basadas en el TID, pues por sus características sintomáticas supone una de las mejores maneras de abordar y justificar estos giros de guión que de otra manera podrían resultar inverosímiles. Películas como Session 9 (2001), Identidad/ Identity (2003) o El escondite/Hide and Seek (2005) de John Polson son algunas de las más recientes.

En todas ellas, la clave consiste en presentar a dos o más personajes “diferentes” que sólo en los minutos finales se revelan como uno solo.

La trama de Session 9 gira en torno a dos compañeros de trabajo que al final resultan ser las dos personalidades de una misma persona. El gran problema surge a raíz de que durante toda la película sus compañeros les tratan como si realmente se tratara de dos personas distintas, de forma que el giro final no es coherente con el resto de la cinta. Brad Anderson no resuelve bien la dualidad del personaje e, irremediablemente, cuando llegamos al inesperado desenlace de la película el espectador nota que algo falla.

Identidad es hasta la fecha (exceptuando el telefilm Sybil y a la espera de que se estrene The Crowded Room (2008) de Joel Schumacher, una película basada en un asesino en serie que desarrolló dieciséis personalidades diferentes) la única película que se ha atrevido a elevar el número de personalidades a la enésima potencia. Se trata de nada menos que de once personalidades diferentes que se presentan al espectador durante casi toda la cinta como un grupo de personajes distintos encerrados en un motel de carretera en un día de lluvia. Uno a uno van siendo asesinados y todos se presentan como potenciales sospechosos. Sin embargo, lo que parece un thriller común y corriente resulta ser el interior de la mente de un asesino con once personalidades, que están siendo eliminadas una por una (de ahí la muerte de los personajes) por un psicólogo en un proceso terapéutico.

El escondite, protagonizada por el dúo Robert de Niro-Dakota Fanning narra la historia de un padre y una hija que, tras el fallecimiento de la madre, se mudan al campo para superar la pérdida. La pequeña parece tener un misterioso amigo invisible que termina siendo un asesino. Al final se descubre que el amigo era el propio padre, más bien, la segunda personalidad del padre. La película, que usó una estrategia de marketing innovadora, como es presentar varios finales diferentes en función del cine en el que se pasara, deja entrever en uno de ellos una secuela basada en una supuesta (y desde luego errónea) heredabilidad del trastorno, al pintar la pequeña un encantador dibujo en el que ella misma aparece con dos cabezas.

* El TID en la comedia

El trastorno de identidad disociativo ha sido objeto de tratamientos más laxos y divertidos. En 1915 se estrenaba Double Trouble, una comedia romántica dirigida por Christy Cabanne que gira en torno a un hombre (Douglas Fairbanks) con dos personalidades diferentes que se declaran una guerra abierta.

Florian es introvertido y le cuesta mucho relacionarse con los demás, especialmente con las mujeres.

Brassfield, en cambio, es sociable y extrovertido y está decidido a entrar en el mundo de la política.

Destaca la versión del doctor Jekyll y Mr. Hyde que realiza Jerry Lewis en El profesor chiflado/ The Nutty Professor (1963), en la que Julius Kelp, un poco agraciado y torpe profesor de Química, descubre una poción mágica que le convierte en Buddy Love, un atractivo y seductor galán. Así, aunque por la mañana continúa siendo el retraído profesor de Química, por la noche se convierte en el querido y aclamado Buddy Love. Por desgracia, los efectos del brebaje no son duraderos y desaparecen en los momentos más inesperados, provocando situaciones muy cómicas.

También merece una mención la hilarante e inteligente Zelig (1983) de Woody Allen. En esta ocasión, Allen interpreta a un hombre con la sorprendente capacidad de metamorfosearse en aquel que tiene al lado: gordo, asiático, médico, mafioso… Zelig adopta no sólo la personalidad sino la apariencia física de quien se ponga a su lado. Sólo la doctora Eudora Fletcher (Mia Farrow) parece capaz de conseguir la curación de Zelig a través de sus sesiones de terapia. Como explica la doctora Fletcher, al igual que el lagarto dotado con una increíble capacidad de protección natural que le permite cambiar de color y pasar desapercibido en su entorno, Zelig, el camaleón humano, también se protege al convertirse en quien le rodea. Tras el tono paródico y ficticio del caso de Zelig, Allen, amante del psicoanálisis, demuestra conocer en profundidad los entresijos de la personalidad humana. Y es que, aunque aparentemente pueda parecer absolutamente inverosímil, la base de la trama de esta comedia tiene elementos reales. Así, las diferentes personalidades de un paciente con TID pueden adoptar características sorprendentes: pueden, por ejemplo, tener diferente sexo, raza o edad; expresarse con vocabulario nuevo; hablar fluidamente en otra lengua o incluso desarrollar acentos propios de otros idiomas. El tipo de letra también puede variar de una personalidad a otra y puede haber algunas personalidades zurdas y otras diestras. Estos casos son los que refleja, llevados al extremo cómico, la película Zelig. (Artículo basado en 1)

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