El vocabulario de Michel Foucault: letra A. Acontecimiento

El vocabulario de Michel Foucault: letra A

Acontecimiento
(Événement). Foucault se sirve del concepto de acontecimiento para caracterizar la modalidad del análisis histórico de la arqueología y también su concepción general de la actividad filosófica. La arqueología es una descripción de los acontecimientos discursivos. La tarea de la filosofía consiste en diagnosticar lo que acontece, la actualidad. Como observa él mismo en L’Ordre du discours, se trata de una categoría paradójica, que plantea problemas “temibles” y que fue “raramente tomada en consideración por los filósofos” (OD, 59). En un primer momento, se puede distinguir dos sentidos de este término: el acontecimiento como novedad o diferencia y el acontecimiento como práctica histórica. En el primer sentido, Foucault habla de “acontecimiento arqueológico”; en el segundo, por ejemplo, de “acontecimiento discursivo”. El primero quiere dar cuenta de la novedad histórica; el segundo, de la regularidad histórica de las prácticas (objeto de la descripción arqueológica). Existe claramente una relación entre estos dos sentidos: las novedades instauran nuevas formas de regularidad. Así, por ejemplo, en Les Mots et les choses, el “acontecimiento” del paso de una episteme a otra instaura nuevos acontecimientos discursivos. Es necesario aclarar que acerca de esta relación entre novedad y regularidad, entre aparición y funcionamiento de las prácticas, también es posible distinguir dos posiciones de Foucault. En Les Mots et les choses, el acontecimiento arqueológico es pensado, como veremos enseguida, como una ruptura radical, sólo manifiesta en sus efectos. La regularidad que esta ruptura instaura, por otro lado, es pensada, aquí, en términos sólo discursivos. Véase: Episteme. A medida que Foucault extienda el dominio de análisis a lo no-discursivo (dispositivos, prácticas en general), la aparición de nuevas prácticas (acontecimientos en el segundo de los sentidos que hemos distinguido, aunque ya no sólo discursivos) dejará de ser pensada en términos de ruptura radical, de un acontecimiento en cierto sentido oculto. En efecto, ya no se trata tanto de afirmar la “aparición” de nuevas prácticas, sino, más propiamente, de analizar su formación. Así, en Les Mots et les choses, la biología, por ejemplo, en su regularidad, no es una transformación de la historia natural, sino que surge allí donde no había un saber sobre la vida. Pero más tarde, cuando Foucault encara la historia de la sexualidad, la “genealogía del hombre de deseo” es pensada como la historia de las sucesivas transformaciones de prácticas que desde la antigüedad han llegado hasta nosotros. En esta perspectiva, hay una cierta primacía del acontecimiento como regularidad. La novedad ya no es un acontecimiento oculto del que las prácticas serían las manifestaciones; las prácticas definen ahora el campo de las transformaciones, de la novedad. Ahora bien, tocamos aquí un punto medular del pensamiento de Foucault: ¿cómo pensar la relación entre novedad y regularidad sin hacer de la novedad una especie de “apertura” (“a la Heidegger”) ni convertir las prácticas en una especia de “a priori” de la historia, del acontecimiento como novedad? ¿Cómo pensar, al mismo tiempo, la transformación y la discontinuidad? Para ello Foucault debe encontrar un equilibrio entre el acontecimiento como novedad y el acontecimiento como regularidad que no sea una recaída en los viejos conceptos de “tradición” ni en el nuevo concepto de “estructura”, es decir, sin reintroducir ninguna instancia de orden trascendental. Se trata, en definitiva, de pensar esta relación asumiendo la discontinuidad de estas regularidades, el azar de sus transformaciones, la materialidad de sus condiciones de existencia (OD, 61). A tal fin Foucault se servirá de los conceptos de “lucha”, “tácticas”, “estrategias”. El término acontecimiento adquiere, entonces, un tercer sentido (en el que se percibe la presencia de Nietzsche): el acontecimiento como relación de fuerzas. “Las fuerzas que están en juego en la historia no obedecen ni a un destino ni a una mecánica, sino, más bien, al azar de la lucha” (DE2, 148). Las luchas, en la historia, se llevan a cabo a través de las prácticas de que se dispone, pero, en este uso, ellas se transforman para insertarse en nuevas tácticas y estrategias de la lucha. Aquí, Foucault no sólo se sirve del concepto de lucha; también atribuye un sentido al concepto de libertad. Pero no como opuesto a la causalidad histórica, sino como experiencia del límite. Véanse: Libertad, Lucha. En este tercer sentido, el concepto de acontecimiento se entrelaza con el concepto de actualidad. Véase: Diagnosticar. “Dicho de otra manera, nosotros estamos atravesados por procesos, movimientos de fuerzas; nosotros no los conocemos, y el rol del filósofo es ser, sin duda, el diagnosticador de estas fuerzas, diagnosticar la realidad” (DE3, 573). A partir de aquí, aparece un cuarto sentido del término “acontecimiento”: el que se encuentra en el verbo “événementialiser”, “acontemencializar”, como método de trabajo histórico. Resumiendo, podemos distinguir, en total, cuatro sentidos del término “acontecimiento”: ruptura histórica, regularidad histórica, actualidad, trabajo de acontemencialización. Acontecimiento arqueológico. La mutación de una episteme en otra es pensada como el acontecimiento radical que establece un nuevo orden del saber; de este acontecimiento sólo es posible seguir los signos, los efectos (la aparición del hombre como acontecimiento epistémico, por ejemplo). Por ello, la arqueología debe recorrer el acontecimiento en su disposición manifiesta (MC, 229-230). El acontecimiento que produce la mutación de una episteme es pensado en términos de apertura (MC, 232). En este sentido se puede hablar de acontecimiento arqueológico (MC, 307, 318). Véase: Episteme. Acontecimiento discursivo. La arqueología describe los enunciados como acontecimientos (AS, 40). Foucault opone el análisis discursivo en términos de acontecimiento a los análisis que describen lo discursivo desde el punto de vista de la lengua o del sentido, de la estructura o del sujeto. La descripción en términos de acontecimiento toma en consideración, en lugar de las condiciones gramaticales o de las condiciones de significación, las condiciones de existencia que determinan la materialidad propia del enunciado (AS, 40, 137-138). Nos hemos ocupado de ellas en los artículos Enunciado y Formación discursiva. Historia, serie. La noción de acontecimiento se opone a la noción de creación (OD, 56). “Las nociones fundamentales que se imponen ahora [en la descripción arqueológica] no son más aquéllas de la conciencia y de la continuidad (con los problemas de la libertad y de la causalidad que les son correlativos), no son tampoco aquéllas del signo y de la estructura; son el acontecimiento y la serie, con el juego de nociones que les están ligadas: regularidad, aleatoriedad, discontinuidad, dependencia, transformación” (OD, 58-59). Discursivo – no discursivo. “Pero si se aísla la instancia del acontecimiento enunciativo respecto de la lengua o del pensamiento, no es para tratarla como si fuese independiente, solitaria, soberana. Por el contrario, es para captar cómo estos enunciados, en cuanto acontecimientos y en su especificidad tan extraña, pueden articularse con acontecimientos que no son de naturaleza discursiva, sino que pueden ser de orden técnico, práctico, económico, social, político, etc. Hacer aparecer en su pureza el espacio donde se dispersan los acontecimientos discursivos no es intentar establecerlo como una ruptura que nada podría superar, no es encerrarlo en sí mismo, ni, con más razón, abrirlo a una trascendencia; por el contrario, es tomarse la libertad de describir entre él y los otros sistemas, exteriores respecto de él, un juego de relaciones. Relaciones que deben establecerse en el campo de los acontecimientos, sin pasar por la forma general de la lengua ni por la conciencia singular de los sujetos hablantes” (DE1, 707). Historia efectiva (wirkliche Historie). La historia efectiva, como la entiende Nietzsche, hace resurgir el acontecimiento (las relaciones de fuerza) en lo que puede tener de único y agudo. De este modo, se opone a la historia tradicional que lo disuelve en el movimiento teleológico o en el encadenamiento natural (DE2, 148). Deleuze. Foucault se ocupa de la noción de acontecimiento en la obra de Deleuze en su recensión de Logique du sens. Véase: Deleuze. “Acontecimencialización” (“événementialisation”). Con este neologismo Foucault hace referencia a una forma de proceder en el análisis histórico que se caracteriza, en primer lugar, por una ruptura: hacer surgir la singularidad allí donde se está tentado de hacer referencia a una constante histórica, a un carácter antropológico o a una evidencia que se impone más o menos a todos. Mostrar, por ejemplo, que no hay que tomar como evidente que los locos sean reconocidos como enfermos mentales. En segundo lugar, esta forma de proceder se caracteriza también por hallar las conexiones, los encuentros, los apoyos, los bloqueos, los juegos de fuerza, las estrategias que permitieron formar, en un momento dado, lo que luego se presentará como evidente. Según Foucault, esto implica una multiplicación causal: 1) un análisis de los acontecimientos según los procesos múltiples que los constituyen (por ejemplo, en el caso de la cárcel, los procesos de penalización del encierro, la constitución de espacios pedagógicos cerrados, el funcionamiento de la recompensa y de la punición); 2) un análisis del acontecimiento como un polígono de inteligibilidad, sin que sea posible definir de antemano el número de lados; 3) un polimorfismo creciente de los elementos que entran en relación, de las relaciones descritas, de los dominios de referencia (DE4, 24-25). “Hace ya bastante tiempo que los historiadores no aman mucho los acontecimientos y que hacen de la ‘desacontemencialización’ el principio de inteligibilidad histórica. Es lo que hacen refiriendo el objeto de su análisis a un mecanismo o a una estructura que debe ser lo más unitaria posible, lo más necesaria, lo más inevitable posible, en fin, lo más exterior posible a la historia. Un mecanismo económico, una estructura antropológica, un proceso demográfico como punto culminante del análisis. He aquí la historia desacontemencializada. (Ciertamente, sólo indico y de manera grosera una tendencia.) Es evidente que, respecto de este eje de análisis, en lo que yo propongo hay demasiado y demasiado poco. Demasiadas relaciones diferentes, demasiadas líneas de análisis. Y, al mismo tiempo, poca necesidad unitaria. Plétora del lado de las inteligibilidades. Déficit del lado de la necesidad. Pero esto es para mí la apuesta común del análisis histórico y de la crítica política. No estamos y no tenemos que ubicarnos bajo el signo de la necesidad única” (DE4, 25). Revolución, Iluminismo. A propósito de la célebre respuesta de Kant a la pregunta ¿Qué es el Iluminismo?, encontramos otro sentido del término “acontecimiento” en los textos de Foucault. Éste tiene que ver con lo que Kant considera un signo “rememorativum, demonstrativum, pronosticum”, es decir, un signo que muestre que las cosas han sido siempre así, que suceden también actualmente así y que sucederán siempre así. Un signo de estas características es el que permite determinar si existe o no un progreso en la historia de la humanidad. Para Kant, el acontecimiento de la Revolución Francesa reúne estas condiciones. Lo que constituye el valor de acontecimiento (de signo rememorativo, demostrativo y pronóstico) no es la Revolución misma, ni su éxito o su fracaso, sino el entusiasmo por la revolución que, según Kant, pone de manifiesto una disposición moral de la humanidad (DE4, 684-685). Foucault extiende estas consideraciones acerca de la Revolución al Iluminismo en general, como acontecimiento que inaugura la modernidad europea. “¿Qué es el Iluminismo?” y “¿qué es la revolución?” son las dos cuestiones que definen la interrogación filosófica kantiana acerca de la actualidad. Si con las Críticas Kant fundó una de las líneas fundamentales de la filosofía moderna –la analítica de la verdad que se pregunta por las condiciones del conocimiento verdadero–, con estas dos preguntas Kant inauguró la otra gran tradición: la ontología del presente, una ontología del presente que se pregunta por la significación filosófica de la actualidad (DE4, 686-687). “No son los restos de la Aufklärung lo que hay que preservar; es la cuestión misma de este acontecimiento y de su sentido histórico (la cuestión de la historicidad del pensamiento universal) lo que es necesario tener presente y conservar en el espíritu como lo que debe ser pensado” (DE4, 687). Por ello, se podría considerar como una filosofía del acontecimiento no sólo la arqueología de los discursos, sino también la ontología del presente en la que el propio Foucault se sitúa, esto es, la genealogía y la ética. Gobierno, verdad. “Mi problema es saber cómo los hombres se gobiernan (a sí mismos y a los otros) a través de la producción de la verdad (lo repito una vez más, por producción de la verdad no entiendo la producción de enunciados verdaderos, sino el ajuste de dominios donde la práctica de lo verdadero y lo falso puede ser, a la vez, reglada y pertinente). Acontemencializar (événementialiser) los conjuntos singulares de prácticas, para hacerlos aparecer como regímenes diferentes de jurisdicción y veridicción: he aquí, en términos extremadamente bárbaros, lo que quisiera hacer. Ustedes ven que no es ni una historia de los conocimientos, ni un análisis de la racionalidad creciente que domina nuestra sociedad, ni una antropología de las codificaciones que rigen nuestro comportamiento sin que lo sepamos. Yo quisiera, en definitiva, reubicar el régimen de producción de lo verdadero y de lo falso en el corazón del análisis histórico y de la crítica política” (DE4, 27).
Événement [629]: AS, 36-37, 40-41, 44, 83, 133-134, 137, 140, 143, 159, 162-163, 169-170, 185, 187, 215, 218, 224, 230-231, 246. DE1, 85, 155, 174-176, 191-192, 199, 202-203, 213-214, 235, 248, 258, 265, 277, 284, 286, 352, 370, 381, 424, 430, 456, 504, 511, 520, 598, 607, 673, 675, 704-707, 768, 770, 793, 796, 798. DE2, 77, 81-89, 92, 94, 148, 226, 237-238, 243, 273, 275-278, 283, 292, 295, 393, 400, 407, 466, 484, 503, 551, 594-595, 607, 633, 658, 677, 693-697, 712-715, 751. DE3, 10, 48, 80-82, 98-100, 116, 144-145, 162, 190, 244, 279-280, 302, 314, 385, 447, 467-468, 480-481, 524, 538, 551, 573-574, 579, 581, 600, 604, 622, 627, 676, 686, 713, 726, 745-746, 783, 788-789, 807. DE4, 23-24, 37, 76, 80, 112-113, 133, 179, 231, 249, 360, 382, 390, 424, 441, 454, 463, 467, 468-469, 471-472, 474, 479, 483, 490-492, 494, 497, 503, 522, 562-564, 571-572, 577, 615, 680-684, 686-687, 697, 800-801, 803, 815. HF, 9-10, 70, 105, 108, 133, 210, 226, 238, 243, 261, 279-281, 368, 371, 409, 455, 505, 553, 562, 580-581, 604, 659. HS, 11, 23, 84, 128, 174, 175, 177, 200, 203, 212, 214, 244, 255, 286, 301, 308-310, 312, 346, 430, 450-452, 454, 457-458. HS1, 86, 88. HS2, 149. HS3, 17, 22-25, 27-29, 32, 39, 44, 83, 123, 225. IDS, 7, 20, 88, 141, 144, 221. MC, 95, 141, 166, 229-230, 232, 249-251, 255, 259, 261-262, 264, 274, 293-294, 307, 318, 328, 333, 340, 356, 362, 382, 388, 398. MMPE, 17, 29. MMPS, 27, 29, 88, 94. NC, XI, XV, 24, 28, 61, 85, 97, 104, 109-110, 133, 139, 147, 155, 157. OD, 11, 23, 28, 53, 56-60. PP, 12, 35, 49, 222-233, 237-241, 245-246, 248, 256, 262, 292, 318-320. RR, 14, 53-54, 69, 72, 76, 109, 120. SP, 18, 45, 143, 190, 218.
Événementialisation [8]: DE4, 23, 25-26, 30.

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