El vocabulario de Michel Foucault: LETRA D. Disciplina

El vocabulario de Michel Foucault: LETRA D

Disciplina
(Discipline). En Foucault nos encontramos principalmente con dos usos del término “disciplina”: uno en el orden del saber (forma discursiva de control de la producción de nuevos discursos) y otro en el del poder (el conjunto de técnicas en virtud de las cuales los sistemas de poder tienen por objetivo y resultado la singularización de los individuos) (DE3, 516). Pero –es necesario subrayarlo– no se trata de dos conceptos sin relación. A pesar de que la cuestión de la disciplina desde el punto de vista del poder, es decir, de esa forma de ejercicio del poder que tiene por objeto los cuerpos y por objetivo su normalización, haya sido la que mayormente ha ocupado a los especialistas e interesado a los lectores, no se puede dejar de lado el uso discursivo del concepto de disciplina. Este uso resulta particularmente interesante para iluminar el modo en que Foucault concibe las relaciones entre el saber y el poder.
• La disciplina como técnica
política no ha sido inventada en el siglo XVIII, sino elaborada a partir del momento en el que el ejercicio monárquico del poder se volvió demasiado costoso y poco eficaz. La historia de la disciplina se extiende hasta los comienzos del cristianismo y la antigüedad; los monasterios son un ejemplo de ello (DE3, 514-515). Discurso. En L’Ordre du discours Foucault enumera los mecanismos de limitación de los discursos (OD, 331-338). Aquí aparece la disciplina como una de las formas internas de este control, es decir, como una forma discursiva de limitación de lo discursivo. Las otras dos formas internas que preceden a la disciplina son el comentario y el autor. A diferencia de este último, la disciplina define un campo anónimo de métodos, proposiciones consideradas como verdaderas, un juego de reglas y definiciones, técnicas e instrumentos (OD, 32). A diferencia del comentario, no persigue la repetición; más bien exige la novedad, la generación de proposiciones todavía no formuladas. La disciplina determina las condiciones que debe cumplir una proposición determinada para entrar en el campo de lo verdadero: establece de qué objetos se debe hablar, qué instrumentos conceptuales o técnicas hay que utilizar, en qué horizonte teórico se debe inscribir. Disciplinarización de los saberes. En “Il faut défendre la société” Foucault distingue entre historia de las ciencias y genealogía de los saberes: mientras la primera se articula en torno al eje estructura del conocimiento/exigencia de verdad, la segunda, en cambio, lo hace en torno al eje práctica discursiva/enfrentamiento de poderes. La tarea de una genealogía de los saberes es, ante todo, deshacer la estrategia del iluminismo: la modernidad no es el avance de la luz contra las sombras, del conocimiento contra la ignorancia, sino una historia de combates entre saberes, una lucha por la disciplinarización del conocimiento.
• Un ejemplo de genealogía de los saberes es la organización del saber técnico y tecnológico hacia fines del siglo XVIII. Hasta entonces, secreto y libertad habían sido las características de este tipo de saberes; un secreto que aseguraba el privilegio de quien lo poseía y la independencia de cada género de conocimiento que permitía, a su vez, la independencia de quien lo manejaba. Hacia fines del siglo XVIII, en ocasión de las nuevas formas de producción y de las exigencias económicas, se hace necesario ordenar este campo. Se instala, por decirlo de algún modo, una lucha económico-política en torno a los saberes. El Estado intervendrá aquí para disciplinar el conocimiento con cuatro operaciones estratégicas: a) Eliminación y descalificación de los saberes inútiles, económicamente costosos. b) Normalización de los saberes: ajustarlos unos a otros, permitir que se comuniquen entre ellos. c) Clasificación jerárquica: de los más particulares a los más generales. d) Centralización piramidal.
• Es en esta lucha económico-política en torno a los saberes donde debemos colocar el proyecto de la Enciclopedia y la creación de las grandes escuelas (de minas, de puentes, de caminos). Y es en este proceso de disciplinarización que surge la ciencia (previamente lo que existía eran las ciencias). La filosofía deja,
entonces, su lugar de saber fundamental; se abandona la exigencia de verdad, se instaura la de la ciencia.
• Es también en y por esta lucha que surge la universidad moderna: selección de saberes, institucionalización del conocimiento y, consecuentemente, la desaparición del sabio-amateur. Aparece también un nuevo dogmatismo que no tiene como objetivo el contenido de los enunciados, sino las formas de la enunciación: no ortodoxia, sino ortología (IDS, 159-165). Poder. La tercera parte de Surveiller et punir (135-229) está enteramente dedicada al análisis del poder disciplinario. Allí Foucault precisa en detalle qué entiende por poder disciplinario, cuál es su relación con las ciencias humanas y cuál es su significación para la historia social y política moderna. Se trata de una forma de poder que tiene como objetivo los cuerpos en sus detalles, en su organización interna, en la eficacia de sus movimientos. En este sentido, hay que distinguirla de las otras formas de poder que también tienen por objeto el cuerpo: la esclavitud (que establece una relación de propiedad), la domesticación (que se define por la satisfacción del capricho del amo), el vasallaje (una relación codificada entre el señor y los súbditos, pero lejana) y el ascetismo cristiano (marcado por la renuncia, no por el fortalecimiento de las capacidades corporales).
• La disciplina mantiene con el cuerpo una relación analítica. Según el lenguaje de Foucault, nos encontramos con una microfísica del poder, con una anatomía política del cuerpo cuya finalidad es producir cuerpos útiles y dóciles o, si queremos, útiles en la medida de su docilidad. En efecto, el objetivo de la disciplina es aumentar la fuerza económica del cuerpo al mismo tiempo que se reduce su fuerza política.
• Por ello debemos considerar la disciplina desde un punto de vista positivo o productivo como generadora de individualidad. La forma de la individualidad disciplinaria responde, según Foucault, a cuatro características: celular, orgánica, genética y combinatoria. Cada una de estas características corresponde a las técnicas del poder disciplinario: 1) La repartición de los cuerpos en el espacio. Para ello se utilizan varios procedimientos: la clausura (definición del lugar de lo heterogéneo), la cuadriculación (localización elemental; cada cuerpo en su lugar; tantos espacios como cuerpos), ubicaciones funcionales (articulación del espacio individual, por ejemplo, con los procesos de producción). La unidad del espacio disciplinar es el rango (a diferencia del territorio, unidad de dominación, y del lugar, unidad de residencia): un espacio definido a partir de una clasificación. En otras palabras, se trata de ordenar la multiplicidad confusa, de crear un cuadro viviente. 2) El control de la actividad: horario (actividades regulares afinadas en minutos), elaboración temporal del acto (ajuste del cuerpo a los imperativos temporales), correlación entre el cuerpo y los gestos (el cuerpo disciplinado favorece un gesto eficaz), articulación del cuerpo con los objetos, utilización exhaustiva del tiempo. 3) La organización de la génesis (el problema es cómo capitalizar el tiempo): división del tiempo en segmentos en los que se debe llegar a un término, serialización de las actividades sucesivas, el ejercicio como técnica que impone a los cuerpos tareas repetitivas y diferentes, pero graduadas. 4) La composición de las fuerzas: articulación y emplazamiento de los cuerpos, combinación de las series cronológicas, sistema preciso de mando. • Para generar la individualidad disciplinada, esta técnica de poder se sirve de instrumentos simples: 1) La vigilancia jerárquica. Se trata de una serie de técnicas, particularmente ligadas con la distribución del espacio (panoptismo) y del ver que inducen relaciones de poder. Las “piedras” de los edificios disciplinarios (a diferencia del “palacio”, construido para ser visto, y de la “fortaleza”, pensada para controlar el espacio exterior) vuelven a los individuos dóciles y cognoscibles. Se trata de hacer posible un poder del “ver sin ser visto” que asegure su funcionamiento múltiple, automático y anónimo. 2) La sanción normalizadora. Hay un modo específico de castigar en el dominio de lo disciplinario. Para la disciplina no se trata ni de expiar una culpa ni de reprimir, sino de referir las conductas del individuo a un conjunto comparativo, diferenciar los individuos, medir capacidades, imponer una “medida”, trazar la frontera entre lo normal y lo anormal. Por ello la “norma” se distingue del concepto jurídico de “ley” (que se propone diferenciar actos, distingue entre lo permitido y lo prohibido y tiene su referencia en los códigos). Mientras la ley separa y divide, la norma pretende homogeneizar. La norma funciona de acuerdo con un sistema binario de gratificación y sanción; para ella, castigar es corregir. 3) El examen. Esta técnica combina la mirada jerárquica que vigila con la sanción normalizadora. En ella se superponen relaciones de saber y de poder. En el examen se invierte la economía de la visibilidad en el ejercicio del poder; el individuo ingresa en un campo documental; cada individuo se convierte en un caso (la individualidad tal como se la puede describir). En contraposición con otras técnicas de poder, nos encontramos con una individualización descendente. El examen es la forma ritual de la disciplina.
• El proceso de disciplinarización de las sociedades occidentales modernas puede ser visto como un proceso que va del espacio de la cuarentena, para afrontar la peste, al espacio del panóptico tal como lo describe Bentham. La organización del espacio de la cuarentena disciplinaba el espacio de la exclusión. Se trataba de un estado de excepción que funcionaba a partir de la amenaza de muerte (para quien abandonara los límites de la cuarentena o el lugar que se le había asignado). El panóptico, en cambio, es un modelo generalizable de vida, una tecnología política que es necesario separar de todo uso específico. El panóptico es una máquina de disociar el ver del ser visto. De este modo reduce el número de quienes ejercen el poder, al mismo tiempo que aumenta el número de aquéllos sobre quienes se ejerce. El poder se automatiza (no es necesario el ejercicio actual y efectivo de la vigilancia; basta el lugar del control) y se desindividualiza (no se sabe quién vigila). Aunque discontinua en su acción, la vigilancia resulta permanente en sus efectos: la vigilancia exterior discontinua induce en los individuos un consciente y permanente estado interior de vigilancia continua.
Respecto de este proceso de disciplinarización se debe señalar además: 1) La inversión funcional de las disciplinas: no sólo evita un peligro; acrecienta la utilidad posible de los individuos. 2) La difusión de los mecanismos disciplinarios: su extensión y desintitucionalización. 3) La estatización de los mecanismos de la disciplina: la policía.
• No sólo la cárcel resulta de la aplicación de las técnicas de la disciplina; también el hospital, el asilo, la escuela, la fábrica. Las ciencias humanas, los saberes “psi”. Si la investigación judicial, tal como se delineó en el medioevo, fue la matriz jurídico-política de las ciencias empíricas, la disciplina ha sido la matriz política de las ciencias humanas. Mientras la primera pudo independizarse de su contexto político, ligado con las formas del poder, la segunda, en cambio, está íntimamente vinculada con él. “Todas las ciencias, análisis o prácticas con la raíz ‘psico-’ encuentran su lugar en este cambio histórico de los procedimientos de individualización. El momento en el que se pasó de los mecanismos histórico-rituales de formación de la individualidad a los mecanismos científico-disciplinarios, en el que lo normal relevó lo ancestral y la medida tomó el lugar del estatuto, sustituyendo de este modo la individualidad del hombre memorable por la del hombre calculable, este momento en el que las ciencias del hombre se hicieron posibles es aquél en el que fueron puestas en funcionamiento una nueva tecnología del poder y otra anatomía política del cuerpo. Y, si desde el fondo de la Edad Media hasta hoy ‘la aventura’ es el relato de la individualidad, el paso de la épica a lo novelesco, del gran hecho al secreto de la singularidad, de los largos exilios a la búsqueda interior de la infancia, de las justas a los fantasmas, también se inscribe en la formación de la sociedad disciplinaria” (SP, 195). • Como vemos, esta explicación de carácter genealógico de la formación de las ciencias humanas, es decir, esta explicación a partir de las formas del poder, es diferente de la explicación arqueológica, en el orden del discurso, que encontramos en Les Mots et les choses, aunque no se trata de explicaciones mutuamente excluyentes. Monarquía, democracia, derecho. Desde el momento en que se tuvo necesidad de un poder infinitamente menos dispendioso y brutal que la administración monárquica se concedió a cierta clase gobernante o a sus representantes una mayor participación en la elaboración de las decisiones. Al mismo tiempo, a modo de compensación, se puso en funcionamiento un sistema de disciplinamiento de las otras clases sociales y también de la burguesía. Por ello, “la disciplina es la otra cara de la democracia” (DE2, 722).
• La teoría de la soberanía y la organización de un código jurídico centrado en ella permitieron superponer a los mecanismos de la disciplina un sistema de derecho que ocultaba sus procedimientos y eliminaba lo que podía haber de dominación en la disciplina (DE3, 187; IDS, 33).
• El poder se ejerce en las sociedades modernas a través del juego entre un derecho público de soberanía y una mecánica polimorfa de la disciplina (IDS, 34). Normalización. La sociedad de normalización, la sociedad moderna, es una sociedad en la que se cruzan, en una articulación ortogonal, la norma de la disciplina de los individuos y la norma de la regulación de la población, la disciplina y el biopoder. La interpretación de la sociedad de normalización sólo en términos de disciplina es una interpretación insuficiente (IDS, 225). Por ello, no se trata de pensar la historia del poder moderno como el reemplazo de una sociedad de soberanía por una sociedad disciplinaria y, luego, de ésta por una sociedad de gobierno de las poblaciones. Actualmente nos encontramos más bien con un triángulo soberanía-disciplina-gestión gubernamental cuyo objetivo fundamental es la población y sus mecanismos esenciales son los dispositivos de seguridad (DE3, 654). Las grandes líneas de una historia de la disciplina. En el curso del 28 de noviembre de 1973 de Le pouvoir psychiatrique (PP, 65-94), Foucault esboza una historia de la disciplina. En ella se muestra cómo los dispositivos disciplinarios, que durante siglos habían permanecido anclados, como islotes, en los dispositivos de soberanía, comienzan a generalizarse a partir de los siglos XVII y XVIII. 1) En la Edad Media. En esta historia, tenemos que considerar en primer lugar las comunidades religiosas de la Edad Media. En el mundo cristiano estos dispositivos estaban subordinados a los dispositivos de soberanía, feudal y monárquica, pero han desempeñado también un papel crítico. Ellos han hecho posibles los diferentes procesos de reforma de las órdenes, de las prácticas, de las jerarquías y de la ideología religiosas. Foucault toma como ejemplo las reformas de la orden benedictina en los siglos XI y XII. En efecto, la reforma de Cîteaux ha sido un movimiento para alejar a la orden de los dispositivos de soberanía feudal, por los que había sido colonizada, y para regresar a un dispositivo disciplinario tal como el que se encontraba en sus reglas de vida más antiguas. Esta reforma permitió a la orden lograr determinadas innovaciones económicas (horarios de trabajo, anotaciones, contabilidad). Pero, por otro lado, también posibilitó ciertas innovaciones políticas. Las nuevas formas de los dispositivos de soberanía (la soberanía monárquica y papal) han utilizado estos dispositivos disciplinarios (la orden benedictina y dominicana, sobre todo) para desarticular los mecanismos de la soberanía feudal. Más tarde, en el siglo XVI, también los jesuitas desempeñaron este papel. Las disciplinas también permitieron innovaciones sociales, es decir, las reacciones frente a las jerarquías establecidas de acuerdo a los mecanismos de la soberanía feudal. Aquí debemos situar las órdenes mendicantes de la Edad Media y, en la vigilia de la Reforma, por ejemplo, los Hermanos de la Vida Común (aparecidos en Holanda en el siglo XIV). 2) La colonización pedagógica, los Hermanos de la Vida Común. A partir de los siglos XVII y XVIII, como dijimos, las disciplinas comienzan a generalizarse y extenderse. ¿Por qué? ¿Cómo? En primer lugar, como disciplinarización de la juventud estudiantil que, durante la Edad Media, formaba, junto con los maestros y profesores, comunidades relativamente móviles y hasta vagabundeantes. Esta colonización disciplinaria de la juventud estudiantil ha tenido su punto de partida con
los Hermanos de la Vida Común. Aquí el trabajo progresivo del individuo sobre sí mismo, el trabajo ascético, ha sido el primer modelo de colonización pedagógica de la juventud. “El acoplamiento tiempo-progreso es característico del ejercicio ascético y será también característico de la práctica pedagógica” (PP, 69). En las escuelas fundadas por los Hermanos de la Vida Común (en Deventer, en Liège, en Strasbourg) encontraremos, por primera vez, la separación por edades y por divisiones con programas de ejercicios progresivos. En segundo lugar, en este contexto aparecerá, también por primera vez, la regla de la inclaustración pedagógica, es decir, la necesidad de un espacio cerrado, con un mínimo de relaciones con el mundo exterior como condición del ejercicio pedagógico. En tercer lugar, la necesidad, para el ejercicio del trabajo del individuo sobre sí mismo, de la dirección constante de un guía, de un protector que asuma la responsabilidad del progreso. En cuarto lugar, en estas escuelas encontramos una organización de tipo paramilitar (grupos de trabajo, de meditación, de formación intelectual y espiritual). Un esquema que ya se encuentra en los conventos de la Edad Media y que se inspira en la organización de las legiones romanas. 3) La colonización de los pueblos, precisamente, colonizados; los jesuitas. Aquí, como contrapunto de la esclavitud, los mecanismos disciplinarios han sido aplicados y perfeccionados. “En efecto, los jesuitas, adversarios de la esclavitud (por razones teológicas y religiosas, por razones económicas igualmente), son quienes se han opuesto, en América del Sur, a esta forma ciertamente inmediata, brutal y altamente consumidora de vidas humanas, a esta práctica de la esclavitud tan costosa y tan poco organizada con otro tipo de distribución, de control y de explotación, con un sistema disciplinario. Y las famosas repúblicas, llamadas ‘comunistas’ de los guaraníes, en el Paraguay, eran, en realidad, microcosmos disciplinarios […]” (PP, 70-71). En ellas encontramos un sistema de vigilancia permanente y una especie de sistema penal permanente. 4) La colonización de los vagabundos, de los mendigos, de los nómades, de los delincuentes, de las prostitutas, y “todo el encierro de la época clásica”. 5) Siglos xvii y XVIII, la disciplinarización “secular”. Los procesos que hemos mencionado hasta aquí se apoyaban, ideológica e institucionalmente, en la religión; a partir de los siglos XVII y XVIII se ponen en funcionamiento mecanismos “seculares” (no conectados directamente con la religión) de disciplinarización: el ejército, las fábricas, las minas. Al respecto, Foucault menciona el papel fundamental que desempeñó Federico II de Prusia en la disciplinarización del ejército, esto es, en la transformación de un ejército que reclutaba, cuando era necesario, vagabundos y mercenarios en un ejército profesional (cuarteles, adiestramiento, prácticas, etc.). 6) El Panópticon de Bentham (1787). La obra de Bentham es una formalización de la microfísica del poder disciplinario. No se trata de un modelo para las prisiones, sino para toda una serie de instituciones (escuela, hospital, etc.). En realidad, ni siquiera se trata de un modelo institucional, sino de un
mecanismo para fortalecer las instituciones. El “panópticon” es un multiplicador, un intensificador de poder (PP, 75). 7) La familia (un dispositivo de soberanía). Del mismo modo que durante la Edad Media existían dispositivos disciplinarios en una sociedad dominada por los mecanismos de la soberanía, también en nuestra sociedad disciplinaria existen mecanismos de soberanía. Es el caso, para Foucault, de la familia. Por un lado, es necesario notar que la familia no ha servido de modelo al asilo (contrariamente a cuanto había sostenido en la Histoire de la folie à l’âge classique), a la escuela o al cuartel. En la familia encontramos los mecanismos del dispositivo de soberanía: la mayor individualización se encuentra en el vértice, el padre; se funda en un acontecimiento pasado (el matrimonio, el nacimiento); en ella, relaciones heterotópicas (nexos locales, contractuales, de propiedad, de compromiso personal y colectivo, etc.). Sin embargo, no se trata de una forma residual de las formas de soberanía, sino de un engranaje esencial de la sociedad disciplinaria. Ella funciona como la bisagra de articulación de diferentes dispositivos disciplinarios. Por un lado, la familia asegura la inserción del individuo en los diferentes dispositivos disciplinarios (escuela, trabajo, ejército); por otro, asegura el paso de uno a otro (de la escuela al trabajo, por ejemplo). No se trata de un residuo, además, porque a comienzos del siglo xix asistimos más bien a una crisis de la familia. El establecimiento de una sociedad disciplinaria requirió, de hecho, un fortalecimiento de la familia (la legislación de los poderes del padre, la exigencia de la unión legal para ingresar en el mundo del trabajo, etc.) y, al mismo tiempo, una limitación, su reducción a la célula de los padres e hijos. Ahora bien, cuando la familia se derrumba, cuando no juega más su función, entonces surgen toda una serie de mecanismos disciplinarios para paliar esta situación (los orfelinatos, por ejemplo). “Y es aquí, en esa organización de substitutos disciplinarios de la familia, con referencia a la familia, que ustedes ven aparecer lo que yo llamaría la función-Psi, es decir, la función psiquiátrica, psicopatológica, psicosociológica, psicocriminológica, psicoanalítica, etc. Y, cuando digo ‘función’, no entiendo sólo el discurso, sino la institución, pero también el individuo psicologizado en sí mismo. […] La función-Psi nació, pues, de este cara a cara en relación con la familia. La familia pedía la internación, el individuo era puesto bajo disciplina psiquiátrica y se suponía que debía refamiliarizarlo; y, luego, poco a poco, la función-Psi se extendió a todos los otros sistemas disciplinarios: a la escuela, al ejército, a la fábrica, etc. Es decir que la esta función-Psi ha desempeñado el papel de disciplina para todos los indisciplinables. […] Y luego, finalmente, a comienzos del siglo xx, la función-Psi se convirtió, a la vez, en el discurso y el control de todos los sistemas disciplinarios” (PP, 86). Cuerpo. “Con ello [poder disciplinario] yo no entiendo ninguna otra cosa que una determinada forma de algún modo terminal, capilar de poder, un último relé, una determinada modalidad por la cual el poder político, los poderes en general vienen, en el último nivel, a tocar los cuerpos, los muerden, se hacen cargo de los gestos, de los comportamientos, de los hábitos, de las palabras, la manera en la que todos estos poderes se concentran hacia abajo hasta tocar los cuerpos mismos individuales, trabajan, modifican, dirigen lo que Servan llamaba las ‘fibras mórbidas del cerebro’. Dicho de otra manera, yo creo que el poder disciplinario es un determinada modalidad, muy específica de nuestra sociedad, de lo que se podría llamar el contacto sináptico cuerpo-poder” (PP, 42). Escritura. “Para que el poder disciplinario sea global y continuo, el uso de la escritura me parece absolutamente requerido. Y me parece que se podría estudiar la manera en que, a partir de los siglos XVII y XVIII, se ve, tanto en el ejército como en la escuela, en los centros de aprendizaje e igualmente en los sistemas policiales o judiciales, etc., cómo los cuerpos, los comportamientos, los discursos de las personas han sido revestidos poco a poco por el tejido de la escritura, por una especie de plasma gráfico que los registra, los codifica, los transmite a lo largo de la escala jerárquica y acaba por centralizarlos. Ustedes tienen aquí una relación, creo, nueva, una relación directa y continua de la escritura con el cuerpo. La visibilidad del cuerpo y la permanencia de la escritura van a la par; y tienen por efecto evidentemente lo que se podría llamar la individualización esquemática y centralizada” (PP, 50-51). El alma del individuo moderno. Un efecto del carácter onmicomprensivo del dispositivo disciplinario es que éste tiende a intervenir no sólo de manera continua, sino también a nivel de las virtualidades, de las disposiciones, de la voluntad, es decir, a nivel de lo que puede denominarse el “alma”, “[…] un alma muy diferente de la que había sido definida por la práctica y la teoría cristianas” (PP, 54). “Ustedes tienen, entonces, en el poder disciplinario, una serie constituida por la función-sujeto, la singularidad somática, la mirada perpetua, la escritura, el mecanismo de la punición infinitesimal, la proyección de la psyché y, finalmente, la separación normal-anormal. Todo esto es lo que constituye el individuo disciplinario. Es todo esto lo que ajusta, finalmente, una a otro, la singularidad somática a un poder político” (PP, 57). • Acerca de la contraposición entre relaciones de soberanía y dispositivos disciplinarios, véase: Soberanía. Véanse también: Biopoder, Biopolítica, Dominación, Norma, Panóptico, Poder.
Discipline [545]: AN, 37, 48, 70, 95, 130, 149, 180, 240, 308-309. AS, 10, 13, 15, 64, 178-182, 233-234, 268, 271. DE1, 498, 586, 605, 687, 700, 721, 725, 738, 740-741, 790, 804, 832-833, 839. DE2, 8, 28, 38, 223, 272, 305, 347, 359, 423, 431, 469, 486, 521, 617, 643, 663, 679, 700, 715, 722, 731, 757, 759, 776, 824, 826. DE3, 28, 37, 57, 65, 67, 69, 71, 138, 147, 187-189, 194, 200-201, 210, 319, 327, 392, 395-396, 429-430, 434, 460, 514, 514-518, 521, 527, 531-533, 582, 588, 593, 618, 626, 654, 655, 722. DE4, 16, 24, 28, 90, 171, 187-188, 191-192, 194, 197-199, 235, 277, 390, 466, 565, 571, 590, 656, 661-662, 695, 763-764, 769, 808, 821, 824. HF, 98, 103, 123, 423, 536.
HS1, 39, 55, 184, 192-193. HS3, 21. IDS, 33-35, 135, 149, 153, 161-166, 213, 216, 219-220, 222-225, 232, 260. MC, 294, 392. MMPE, 24. MMPS, 24. NC, 34. OD, 32-38, 54, 65-68, 70. PP, 4, 23, 25, 27-28, 30, 41-44, 48-53, 55-59, 62, 66-67, 72, 74-75, 77, 83-84, 87-88, 95, 99, 113, 116, 123-125, 128, 131, 143, 150, 152, 154, 156, 165, 168, 176, 178, 186, 189, 196, 219, 248, 250, 252-253, 277, 289, 304, 325. SP, 124, 135, 139-143, 145-148, 150-152, 154-156, 163, 166-169, 171-173, 175, 179, 181-183, 185, 187-193, 195-196, 199-201, 210-214, 216-217, 219-225, 228, 238, 240, 252-253, 276, 297-298, 302-305, 307-311.

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