El trabajo del sueño (continuación): Cuentas y dichos en el sueño
Puesto que todos los presentes las conocían, mis infructuosos esfuerzos por hallar la solución me dejaron un poco en ridículo., Eran dos retruécanos con los vocablos «Nachkommen» y «Vorfahren». Rezaban, según creo, así:
«El amo lo manda, el cochero lo hace, todos lo tienen, en la tumba descansa». (Respuesta: «Vorfahren».) (1)
Lo embrollante era que la segunda adivinanza tenía una mitad idéntica a la primera:
«El amo lo manda, el cochero lo hace, no todos lo tienen, en la cuna descansa». (Respuesta: «Nachkommen».) (2)
Ahora bien, cuando vi al conde Thun seguir viaje con tanta prosopopeya, me sobrevino el talante de Fígaro, quien no veía otro mérito en los grandes señores que el de haberse tomado el trabajo de nacer (de ser descendientes); así las dos adivinanzas se conv irtieron en pensamientos intermediarios para el trabajo onírico. Puesto que a los aristócratas es fácil confundirlos con cocheros, y antes en los países de lengua alemana solía llamarse «Herr Schwager» {«cuñado»} al cochero, el trabajo de condensación pudo incluir a mi hermano en la misma figuración. Pues bien, he aquí el pensamiento onírico que ha operado detrás: «Es un disparate enorgullecerse de sus antepasados. Prefiero ser yo mismo un antepasado, el fundador de un linaje». Y a causa de ese juicio, «Es un disparate», se engendró el disparate del sueño. Ahora se resuelve también el último enigma de este oscuro pasaje onírico, a saber, que ya antes viajé {vorher gefahren} con el cochero, seguí viaje con él {vorgefahren, desciendo de los mismos padres que mi hermano!. Por consiguiente, el sueño se fabrica absurdo cuando en los pensamientos oníricos aparece, como uno de los elementos del contenido, el juicio «Es un disparate»; y, en general, cuando la crítica y la burla motivan uno de los itinerarios de pensamiento inconcientes del soñante. Así, lo absurdo se convierte en uno de los medios por los cuales el trabajo onírico figura la contradicción; en esto se asimila a la inversión de una relación material entre pensamientos oníricos y contenido del sueño, y al uso de la sensación de inhibición motriz. Pero lo absurdo del sueño no ha de traducirse por un simple «no», sino que está destinado a reproducir la disposición de los pensamientos oníricos y al mismo tiempo a escarnecer o ridiculizar con la contradicción. Sólo con este propósito brinda el trabajo onírico algo risible. También aquí convierte un fragmento del contenido latente en una forma manifiesta (3). En verdad, hemos tropezado ya con un convincente ejemplo de este significado de los sueños absurdos. Es el sueño, interpretado sin análisis, de la representación de Wagner que duró hasta las siete y cuarto de la mañana, y en que la orquesta era dirigida desde lo alto de una torre, etc. Manifiestamente quiere significar: Este es un mundo al revés y esta es una sociedad disparatada. El que lo merece no lo alcanza, y al que no le importa lo tiene; así la soñante comparaba su destino con el de su prima. Por otra parte, el hecho de que ofreciéramos primero los sueños sobre el padre muerto como ejemplos de lo absurdo no es obra del azar. Es que ahí se reúnen de manera típica las condiciones para la creación de sueños absurdos. La autoridad que es propia del padre despertó desde muy temprano la crítica del niño; las rigurosas exigencias por él impuestas movieron al niño a acechar, para su descargo, cualquier debilidad del padre; pero el halo de piedad que en nuestro pensamiento envuelve a la persona del padre, en especial tras su muerte, hace más rigurosa a la censura, que esfuerza a {abdrängen} las exteriorizaciones de esa crítica a no devenir concientes.
IV
Un nuevo sueño absurdo de padre muerto: Recibo una carta de la municipalidad de mi ciudad natal referente a las costas de una internación hospitalaria a que debió recurrirse en 1851 a causa de un ataque producido en mi casa. Ello me resulta cómico, pues en primer lugar en 1851 yo todavía no había nacido, y en segundo lugar mi padre, a quien el asunto podría referirse, ya está muerto. Voy a verlo a la habitación contigua, donde yace en la cama, y se lo cuento. Para mi asombro, se acuerda de que por 1851 se emborrachó una vez y debió ser encerrado o detenido. Era cuando trabajaba para la casa T. «¿Entonces tú has bebido también?», le pregunto. «¿Y poco después te casaste?». Hago la cuenta de que soy nacido en 1856, y me parece como si este año siguiera inmediatamente al otro. De acuerdo con nuestras anteriores elucidaciones, habremos de traducir la insistencia con que este sueño exhibe sus absurdos como mero signo de una polémica particularmente apasionada y amarga en el interior de los pensamientos oníricos. Pero con tanto mayor sorpresa comprobamos que en este sueño la polémica se plantea francamente y el padre es caracterizado como la persona a que se hace objeto de las burlas. Semejante franqueza parece contradecir nuestras premisas sobre la censura en el trabajo del sueño. Pero hay algo que ayuda a aclarar esto: aquí el padre no es sino un testaferro; la disputa se empeña con otra persona que en el sueño sale a la luz a través de una -única alusión. Mientras que lo corriente es que el sueño verse sobre la sublevación contra otras personas tras las cuales se encubre el padre, aquí sucede lo inverso: el padre se convierte en hombre de paja, en pantalla de otro, y por eso el sueño es autorizado a ocuparse tan sin disfraz de su persona, sacrosanta en cualquier otro caso; es que hay implícito un saber cierto de que él no es, en realidad, el aludido. De ese estado de cosas nos entera la ocasión del sueño. Sobrevino, en efecto, después que me dijeron que un colega más anciano, cuyo juicio se tiene por inapelable, manifestó su condena y su asombro por el hecho de que uno de mis pacientes continuara el trabajo psicoanalítico conmigo, que iba ya por el quinto año (4). Las frases iniciales del sueño apuntan, bajo un trasparente disfraz, al hecho de que este colega tomó por un tiempo sobre sí las obligaciones que mi padre ya no podía cumplir (costas, internación en el hospital); y cuando nuestros lazos de amistad empezaron a aflojarse, sufrí yo el mismo conflicto de sentimientos que, en el caso de una desavenencia entre padre e hijo, ha de prov ocar por fuerza el papel que antes cumplió el padre y su temprana asistencia. Ahora bien, los pensamientos oníricos se defienden amargamente contra el reproche de que yo no progrese más rápido, reproche que del tratamiento de ese paciente se extiende después a otras cosas. ¿Acaso él conoce a alguien que pueda hacerlo más rápido? ¿No sabe que estados de esta índole son incurables por otros medios y duran toda la vida? ¿Qué son cuatro o cinco años comparados con la duración de toda una vida, tanto más si durante el tratamiento se le alivió la existencia al enfermo en medida tan grande? El sesgo de lo absurdo se imprimió a este sueño en buena parte por el hecho de que frases provenientes de diversos ámbitos de los pensamientos oníricos se enhebraron una después de otra sin transición mediadora. Así, la frase voy a verlo a la habitación contigua, etc., abandona el tema recogido en las frases anteriores y reproduce con fidelidad las circunstancias en que comuniqué a mi padre mi compromiso matrimonial, que había contraído sin su autorización. Por tanto, esta frase quiere ponerme por delante el noble desinterés que en esa ocasión probó el anciano, para oponerlo al comportamiento de otra persona, de una nueva persona. Hago notar aquí que el sueño se permite hacer escarnio del padre porque en los pensamientos oníricos se lo presenta, con reconocimiento pleno, como modelo frente a otro. Va en la naturaleza de toda censura el autorizar que de las cosas no permitidas se digan falsedades, y no la verdad. La frase que sigue, a saber, que él se acuerda de que se emborrachó una vez y debió ser encerrado, no contiene tampoco nada que en la realidad se refiera a mi padre. La persona que él encubre es nada menos que la del gran Meynert (5) cuyas huellas he seguido con veneración tan alta y cuya conducta hacia mí, después de un breve período de predilección, se trocó en una hostilidad indisimulada. El sueño me recuerda algo que él mismo contó: que en su juventud se había entregado al hábito de embriagarse con cloroformo y por eso debió ingresar al sanatorio, y además otra vivencia que tuve con él poco antes de su muerte. Había mantenido con él por escrito una agria polémica sobre la histeria masculina, que él no admitía (6); cuando fui a visitarlo en su lecho de enfermo, y después que le pregunté por su estado, se demoró en la descripción de sus padecimientos y concluyó con estas palabras: «Sabe usted, siempre fui uno de los más bellos casos de histeria masculina». Así, para mi contento y para mi asombro, concedía aquello a lo cual se había opuesto obstinadamente tanto tiempo. Que en esta escena del sueño pueda yo encubrir a Meynert tras mi padre no tiene su fundamento en una analogía hallada entre ambas personas, sino que es la figuración escueta, pero suficiente en un todo, de una cláusula condicional contenida en los pensamientos oníricos. Hela aquí, explicitada: «¡Ah! Si yo fuera segunda generación, el hijo de un profesor o de un consejero áulico {Hofrat}, sin duda avanzaría más rápido». Por eso en el sueño convierto a mi padre en consejero áulico y en profesor. El absurdo más grosero y enojoso del sueño reside en el tratamiento de la fecha 1851, que me parece no diferente de 1856, como si la diferencia de cinco años no significara nada. Y precisamente eso es lo que debe expresarse desde los pensamientos oníricos. De cuatro a cinco años, ese es el lapso durante el cual gocé del apoyo del colega que cité al comienzo, pero también el tiempo que hice esperar a mi novia hasta nuestro casamiento, y por una coincidencia casual, bien aprovechada por los pensamientos oníricos, es la misma cantidad de años que ahora hago esperar a mi paciente más constante hasta su completa curación. «¿Qué son cinco años?», preguntan los pensamientos oníricos. «Eso para mí es un instante, ni merece que se lo tome en cuenta. Tengo por delante suficiente tiempo, y así como finalmente se cumplió todo aquello en que ustedes no querían creer, también llevaré esto a buen puerto». Pero, además, la cifra 51, desprendida de las que marcan el siglo, está determinada aún en otro sentido, y por cierto en un sentido opuesto; por eso aparece varias veces en el sueño. Esa, 51, es la edad en que el hombre estaría especialmente amenazado, la edad en que he visto morir de manera repentina a colegas, y entre ellos a uno que después de mucho penar había sido nombrado profesor pocos días antes {de su muerte} (7).
V
Otro sueño absurdo que juega con números: Uno de mis conocidos, el señor M., ha sido atacado en un ensayo nada menos que por Goethe y, según todos opinamos, con una saña injustificada. Desde luego, el señor M. quedó aniquilado por este ataque. Con amargura se lamenta de ello en un convite; empero, su veneración por Goethe no ha sufrido menoscabo por esta experiencia personal. Yo procuro aclararme un poco las relaciones de tiempo, que me parecen inverosímiles. Goethe murió en 1832; y puesto que su ataque a M. tuvo que ser naturalmente anterior, el señor M. sería por entonces un hombre joven en extremo. Se me antoja verosímil que tuviera dieciocho años. Pero no sé con certeza el año en que escribimos (8), y así toda la cuenta se hunde en la oscuridad. Por lo demás, ese ataque está contenido en el bien conocido ensayo de Goethe «Naturaleza».
Muy pronto tendremos a nuestro alcance los medios para justificar la necedad de este sueño. El señor M., a quien conozco de un convite, me pidió no hace mucho que examinase a un hermano suyo que presentaba signos de parálisis general. La conjetura era acertada; durante la visita ocurrió algo penoso: el enfermo, sin que viniera al caso, puso a su hermano en situación desairada aludiendo a travesuras juveniles de este. Yo había preguntado al enfermo el año en que nació y repetidas veces lo moví a hacer pequeños cálculos a fin de comprobar el debilitamiento de su memoria; pruebas estas de las que, por lo demás, aún podía salir airoso. Ya advierto que en el sueño me comporto como un paralítico general (no sé con certeza el año en que escribimos). Hay otro material del sueño que brota de una fuente reciente diversa. El editor de una revista médica (9), con quien tenía yo amistad, había dado cabida en ella a una crítica en extremo inmisericorde, aniquiladora, al último libro de mi amigo FI. [Fliess], de Berlín; el autor de la crítica era un colaborador muy joven y de poco discernimiento. Yo creí tener derecho a inmiscuirme, y recibí del editor esta respuesta: lamentaba vivamente haber admitido la crítica, pero no quería prometer enmienda. Ante eso rompí mis relaciones con la revista y en mi carta de renuncia formulé la esperanza de que nuestras relaciones personales no sufrirían menoscabo por lo ocurrido. La tercera fuente de este sueño es el relato, que tenía fresco a la sazón, de una paciente acerca de su hermano, quien había caído en delirio frenético al grito de «¡Naturaleza, naturaleza!». Los médicos creyeron que el grito provenía de la lectura de aquel hermoso ensayo de Goethe y era indicio en el enfermo del surmenage provocado por sus estudios sobre filosofía de la naturaleza. Yo preferí atender al sentido sexual con que entre nosotros aun las personas de escasa cultura hablan de la «naturaleza», y el hecho de que más tarde el desdichado mutilase sus genitales pareció indicar que al menos yo no andaba descaminado. La edad de este enfermo, cuando sufrió el ataque de delirio frenético, era de 18 años. Si ahora añado que el libro tan duramente criticado de mi amigo («Uno se pregunta si el autor es un loco, o sí uno mismo lo es», había escrito otro crítico) se ocupa de las relaciones de tiempo de la vida, y también recondujo la duración de la vida de Goethe a un múltiplo de un número significativo para la biología, con facilidad se advierte que yo en el sueño me pongo en el lugar de mi amigo. (Yo procuro aclararme un poco las relaciones de tiempo). Pero yo me comporto como un paralítico y el sueño se disipa en lo absurdo. Esto implica también que los pensamientos oníricos dicen, irónicos: «Naturalmente, él [mi amigo Fliess el loco, el trastornado, y ustedes [los críticos] son los genios que todo lo saben mejor. Pero, ¿no será a la inversa?». Y esta inversión está extensamente subrogada en el contenido del sueño: Goethe ha atacado al joven, lo cual es absurdo, mientras que es fácil que todavía hoy un jovencito ataque al inmortal Goethe, y además yo cuento desde el año de la muerte de Goethe, cuando en la realidad hice contar al paralítico desde el año de su nacimiento. Pero yo había prometido también demostrar que ningún sueño es inspirado por otras mociones que las egoístas Tengo que justificarme entonces por el hecho de que en este sueño hago mías las cosas de mi amigo y me pongo en lugar de él. Pero la convicción crítica que de ello tengo en la vigilia no alcanza. Ahora bien, la historia del enfermo de 18 años y la interpretación divergente de su grito «¡Naturaleza!» aluden a la oposición en que me he puesto con la mayoría de los médicos a causa de mi tesis sobre la etiología sexual de las psiconeurosis. Puedo decirme: «Así como le ha ido a tu amigo, así te irá a ti con la crítica, y en parte ya te ha sucedido eso»; y ahora tengo derecho a sustituir en el interior de los pensamientos oníricos el «él» por un «nosotros»: «Sí, tienen razón; nosotros dos somos los locos». Que «mea res agitur» me lo señala con vigor la mención del breve e incomparablemente bello ensayo de Goethe, pues su exposición en una conferencia popular fue lo que me impulsó, siendo yo un bachiller todavía vacilante, al estudio de la ciencia natural (10). He contraído la deuda de mostrar el carácter egoísta de otro sueño en que mi yo no aparece. Ya cité un breve sueño. El profesor M. dice: «’Mi hijo, el miope … ». En ese lugar consigné que este sueño no era sino el prólogo de otro, en el que yo juego un papel. He aquí el sueño principal que faltaba, y que nos propone él esclarecimiento de una formación léxica absurda e incomprensible: A causa de algunos sucesos ocurridos en la ciudad de Roma es necesario poner a salvo a los niños, y eso es lo que acontece. La escena se despliega después ante una puerta, puerta doble al estilo antiguo (la Porta Romana de Síena, según yo lo sé todavía en el sueño). Me siento sobre el borde de una fuente y estoy muy triste, casi lloro. Una persona del sexo femenino -cuidadora, monja- saca a los dos varoncitos y los entrega al padre, que no soy yo. El mayor de los dos es nítidamente el mayor de mis hijos, y no veo el rostro del otro; la mujer que lo trae le pide un beso como despedida. Ella se singulariza por una nariz roja. El niño le rehusa el beso, pero le dice, tendiéndole la mano a manera de despedida: «AUF GESERES»; y a nosotros dos (o a uno de nosotros): «AUF UNGESERES». Tengo la idea de que esto último significa una preferencia (11). Este sueño se construye sobre una madeja de pensamientos despertados por una obra de teatro que vi, Das neue Ghetto {El nuevo gueto}. La cuestión judía, la inquietud por el futuro de los hijos a quienes no podemos dar una patria, el cuidado por educarlos de tal modo que puedan ser cosmopolitas, son fácilmente reconocibles en los pensamientos oníricos correspondientes. «Cabe las aguas de Babilonia estábamos sentados y llorábamos». Siena es, como Roma, famosa por sus bellas fuentes: para Roma debo yo en el sueño buscarme algún sustituto a partir de lugares conocidos. Junto a la Porta Romana de Siena vimos un gran edificio, intensamente iluminado. Supimos que era el Manicomio. Poco antes de sobrevenirme el sueño me había enterado de que un hombre de mi mismo credo había debido abandonar la plaza que con tanto trabajo consiguiera en un manicomio estatal. Despierta nuestro interés el dicho «Auf Geseres», que aparece donde, por la situación creada en el sueño, deberíamos esperar «Auf Wiederseben» {«Hasta la vista»}; y es llamativo también su opuesto, que carece de todo sentido: «AufUngeseres» (12). De acuerdo con la información que recogí de los exégetas, «Geseres» es una palabra hebrea derivada de un verbo, «goiser», y su mejor traducción sería «sufrimiento impuesto, fatalidad». Por su uso en la jerga judía, se diría que significa «quejas y lamentaciones». «Ungeseres», una formación léxica creada por mí, es la que primero llama mí atención, pero al comienzo me deja perplejo. La breve observación del final del sueño, a saber, que Ungeseres significa una preferencia respecto de Geseres, abre las puertas a las ocurrencias y, por tanto, a la comprensión. Es que una relación así encontramos -en el caviar; el no salado {ung,-salzene} se aprecia más que el salado {gesalzene}. Caviar para el pueblo, «nobles pasiones»: ahí se esconde una alusión en broma a una de las personas de mi casa, y de quien espero, por ser más joven que yo, que velará por el futuro de mis hijos. Armoniza con eso el que otra persona de mi casa, nuestra honrada niñera, aparezca bien reconocible en la cuidadora (o monja) del sueño. Ahora bien, entre el par gesalzenunge-salzen y Geseres-Ungeseres falta una transición mediadora. Esta se encuentra en «gesäuert-ungesäuert» {«con levadura sin levadura»); en su huida de Egipto, los hijos de Israel no tuvieron tiempo de hacer fermentar su pan, y en memoria de ello todavía hoy comen pan ázimo para Pascuas. Puedo insertar aquí también la ocurrencia repentina que me sobrevino en este fragmento del análisis. Me acordé de que en la Pascua pasada nos paseábamos, mi amigo de Berlín y yo, por las calles de Breslau, ciudad para nosotros desconocida. Una niñita me preguntó cómo se llegaba a cierta calle; debí disculparme diciéndole que no lo sabía, y manifesté después a mi amigo: «Esperemos que la pequeña dé pruebas después, en su vida, de mayor agudeza para elegir las personas que habrán de guiarla». A los pocos pasos, mi vista dio con una placa: «Dr. Herodes, consultorio … ». Yo pensé: «Esperemos que el colega no sea médico de niños». Entretanto mi amigo me había desarrollado sus opiniones sobre el significado biológico de la simetría bilateral, y había comenzado una de sus frases con este introito: «Si tuviéramos un ojo en mitad de la frente como el cíclope (Zyklop} . . . ». Ahora bien, esto me conduce al dicho del profesor en el sueño-prólogo: «Mi hijo, el miope {Myop} . . . ». Y me veo llevado a la fuente principal de Geseres. Hace muchos años, cuando este hijo del profesor M., que hoy es un pensador independiente, se sentaba todavía en el banco de la escuela, sufrió una afección a los ojos que el médico declaró de cuidado. Opinó que mientras se mantuviera en un solo lado {einseitig} no sería nada, pero que si se pasaba al otro ojo cobraría gravedad. La afección sanó sin complicaciones; pero poco después se presentaron realmente los signos de la enfermedad en el segundo ojo. La madre, desesperada, hizo que el médico viniese enseguida al solitario lugar en que se hallaba su residencia campestre. Pero él ahora se volcó al otro lado. «¿Por qué hace usted un Geseres?», dijo a la madre con tono imperioso. «Si de un lado todo anduvo bien, lo mismo ocurrirá del otro». Y así fue. Y ahora la relación conmigo y con los míos. El banco de escuela en que el hijo del profesor M. aprendió las primeras letras pasó, por obsequio de la madre, a ser propiedad de mi hijo mayor, en cuyos labios pongo en el sueño las palabras de despedida. Ahora bien, es fácil colegir uno de los deseos que pudieron anudarse a esa trasferencia. Es que ese banco de escuela, por su construcción, estaba destinado a proteger al niño de resultar corto de vista {kurzsichtig} o de tener un desarrollo unilateral (einseitig}. De ahí que aparezca en el sueño la palabra Myop {miope} (y tras ella Zyklop {cíclope}), y de ahí también las elucidaciones sobre bilateralidad. El cuidado por la unilateralidad es multívoco; además de la unilateralidad física puede aludir a la del desarrollo intelectual. ¿Y acaso no parece como si la escena onírica en su insensatez contradijera precisamente ese cuidado? Después que el niño pronuncia su palabra de despedida hacia un lado, profiere hacia el otro la contraria, cual si quisiera producir un equilibrio. ¡Actúa como si tomase en cuenta la simetría bilateral! Así, muchas veces el sueño es un dechado de profundidad cuando parece serlo de insensatez. En todos los tiempos, aquellos que tenían algo para decir y no podían decirlo sin peligro supieron disimularse bajo el capirote del loco. Aquel a quien estaba destinado el dicho prohibido, el que debía oírlo, lo sufría mejor si podía tomarlo a risa y sentirse lisonjeado con el juicio de que evidentemente eso desagradable era bastante insensato. El sueño hace en la realidad lo mismo que hace en el drama el príncipe que tiene que hacerse pasar por loco; y por eso puede enunciarse de los sueños lo que Hamlet, sustituyendo las condiciones verdaderas por un incomprensible juego de ingenio, afirmó de sí mismo: «Sólo estoy loco con el Nor-noroeste; cuando el viento sopla del Sur, puedo distinguir una garza de un halcón» (13) Es así, por tanto, como he resuelto el problema del absurdo del sueño: los pensamientos oníricos nunca son absurdos -al menos no lo son los de personas mentalmente sanas, y el trabajo onírico produce sueños absurdos y sueños con elementos singulares absurdos cuando en los pensamientos oníricos se le ofrecen la crítica, la ironía y el sarcasmo, y él debe figurarlos en su forma de expresión (14). No me resta sino demostrar que todo el trabajo del sueño es agotado por la cooperación de los tres factores mencionados (15) y de un cuarto que todavía hemos de elucidar, que no opera otra cosa sino una traducción de los pensamientos oníricos con observancia de las cuatro condiciones que le están prescritas, y que el averiguar si el alma trabaja en el sueño con todas sus facultades o sólo con una parte de ellas es un problema mal planteado y nos desvía de los nexos efectivos. No obstante, puesto que hay abundancia de sueños en cuyo contenido se juzga, se critica y se reconoce, en los que emerge el asombro frente a un elemento singular del sueño, se hacen intentos de explicación y se lucubran argumentaciones, debo despejar mediante ejemplos escogidos las objeciones que de tales acaecimientos se derivan.
Mi réplica [en síntesis] es esta: Nada de lo que se encuentra en el sueño como quehacer aparente de la función del juicio ha de aprehenderse como una operación intelectual del trabajo onírico, sino que pertenece al material de los pensamientos oníricos, y desde ellos, como producto ya terminado, alcanzó el contenido manifiesto del sueño. En principio, aun puedo llevar más lejos esta afirmación: También de los juicios que después de despertar se nos ocurren sobre el sueño recordado, y de los sentimientos que provoca en nosotros la reproducción {Reproduktion} de ese sueño, una buena parte pertenece al contenido onírico latente y debe insertarse en la interpretación del sueño.
I
Ya he mencionado un notable ejemplo de esto. Una paciente no quiere contar su sueño porque no es suficientemente claro. Ha visto en él a una persona y no sabe si era su marido o si era su padre. Después sigue un segundo fragmento en el que aparece un «tarro de basura» {«Misttrügerl»}, al cual se asocia el siguiente recuerdo: Una vez, siendo ella reciente ama de casa, manifestó en broma, delante de un pariente joven que frecuentaba la casa, que lo que más la urgía era la compra de un tarro de basura nuevo. A la mañana siguiente le fue enviado uno, pero estaba lleno de lirios del valle. Este fragmento de sueño sirve a la figuración del giro idiomático: «No es de mi propio huerto» {«Nicht auf meinem eigenen Mist gewachsen»} (16). Cuando se completó el análisis, pudo averiguarse que en los pensamientos oníricos se trataba de una historia que oyó en su juventud acerca de una muchacha que tuvo un hijo y no sabía con suficiente claridad quién era el verdadero padre. Por tanto, en este caso la figuración onírica avanza sobre el pensamiento despierto y hace que uno de los elementos de los pensamientos oníricos esté subrogado por un juicio que se pronuncia en la vigilia acerca del sueño en su conjunto.
Continúa en «El trabajo del sueño (continuación): Cuentas y dichos en el sueño (parte IV)«
Notas:
1- «seguir viaje» y «antepasado».
2- «ir en pos» y «descendiente».
3- El trabajo del sueño parodia entonces el pensamiento que tilda de risible creando algo risible en relación con él. De manera similar procedió Heine cuando quiso burlarse de los malos versos del rey de Baviera; hizo otros todavía peores:
«El señor Luis es un gran poeta,
y cuando canta, se precipita Apolo
ante él, de rodillas, y le ruega y le pide:
¡Detente, que si no me vuelvo loco, oh!»».
[Lobgesünge auf König Ludw¡g,
4- Es el paciente frecuentemente mencionado por Freud en sus cartas a Fliess (Freud, 1950a) con la inicial «E.». Se hace referencia al presente sueño en la Carta 126, del 21 de diciembre de 1899, y la muy satisfactoria terminación del tratamiento se anuncia en la Carta 133, del 16 de abril de 1900.
5- [Theodor Meynert (1833-1892) había sido profesor de psiquiatría en la Universidad de Viena.]
6- Esta controversia se describe con cierto detalle en la Presentación autobiográfica de Freud ( 1925d), AE, 20, pág. 15.
7- [Aquí sin duda se hace referencia a la teoría de la periodicidad de Fliess: 51 = 28 + 23, en los períodos femenino y masculino, respectivamente. Véanse las secciones I y IV de la «Introducción» de Kris a la correspondencia de Freud con Fliess (Freud, 1950a). Véase también un pasaje de la -Psicopatología de la vida cotidiana (1901b) suprimido por Freud desde 1907 en adelante (y que se reproduce en AE, 6, pág. 243, oz. 20).
8- {«el año en que escribimos» es un giro muy utilizado por Goethe en su epistolario}
9- La Wiener klinische Ruiidschat
10- Este sueño vuelve a considerarse; también se lo analiza extensamente, con unos pocos detalles adicionales, en Sobre el sueño (1901a), R. Pestalozzi, en un artículo de Neue Zürcher Zeitung ( 1º de julio de 1956), ha mostrado que el ensayo «Naturaleza» no pertenecía a Goethe sino a un autor suizo, G. C. Tobler. Cf. también la Presentación autobiográfica de Freud (1925d), AE, 20, págs. 8-9.
11- Las palabras «Geseres» y «Ungeseres», ninguna de las cuales tiene significado en alemán, se analizan cuatro párrafos más adelante.
12- «Un» es partícula de negación.
13- Hamlet, acto II, escena 2. Este sueño proporciona entonces un buen ejemplo de la tesis, de validez universal, según la cual los sueños de una misma noche, aunque separados en el recuerdo, crecieron sobre el suelo de idéntico material de pensamientos. Por lo demás, la situación onírica en que yo pongo a salvo a mis hijos sacándolos de la ciudad de Roma está desfigurada por una referencia retrospectiva a un hecho análogo, correspondiente a mi infancia. El sentido es que envidio a unos parientes a quienes hace ya muchos años se les ofreció la oportunidad de trasladar a sus hijos a otro suelo.
14- [El tema del absurdo en los sueños se aborda también en el libro sobre el chiste (Freud, 1905c), AE, 8, pág. 168. – En el historial clínico del «Hombre de las Ratas» (1909d), AE, 10, pág.170, n. 52, Freud señala que las neurosis obsesivas emplean el mismo mecanismo.]
15- [O sea, la condensación, el desplazamiento y el miramiento por la figurabilidad.]
16- [Es decir: «No soy responsable por eso». La palabra alemana «Mist», que en sentido estricto significa «estiércol», designa en el lenguaje vulgar a la basura, y así ocurre en la denominación vienesa del tarro de basura: «Misttrügerl»