Psicopatología y Semiología Psiquiátrica: PSICOPATOLOGÍA DEL YO (Psicopatología de la dimensión acercamiento-evitación)

3.1. PSICOPATOLOGÍA DEL YO

C. PSICOPATOLOGÍA DE LA DIMENSIÓN ADHESIÓN-EVITACIÓN.
* Adhesivo: En este caso el Yo tiende por una parte a acercarse indiscriminadamente a los demás y buscar continuamente el contacto espacial. Tiene una especial dificultad para mantener una sana distancia en sus relaciones con objetos y personas. Además de esta búsqueda indiscriminada de cercanía espacial, se agrega por otra parte la excesiva necesidad de interacción afectiva cargada de emociones y sentimientos, preferentemente de matiz agresivo o erótico. Se adhieren afectivamente con persistencia, dando la impresión al observador de que existiera una peculiar dificultad para poder alejarse de las personas o de los objetos. Es un Yo que necesita vivenciar relaciones afectivas persistentes y mantenidas, quedándose adherido a ellas, sin integrar el polo evitativo natural que equilibra esta dimensión.
* Evitador: Acá el Yo tiene una actitud de evitación de la relación tanto espacializada como de compromiso afectivo. Habitualmente le resultan incómodos el acercamiento y contacto, la comunicación en general, y la interacción afectiva tanto de orden emocional, como de sentimientos.
En algunos casos esta actitud evitadora es resultado de la incomodidad y angustia que les provoca el acercamiento y compromiso, y en otros casos sencillamente carecen de la motivación pertinente.
a) Autista: Trastorno psicopatológico de la dimensión cercanía-evitación del yo, que se caracteriza por una severa incapacidad de integrar el polo de acercamiento y compromiso afectivo, tendiendo el paciente a un grave aislamiento. En el autismo, la lejanía afectiva es no sólo en relación a otros sino también consigo mismo. Vive el mundo como algo extraño y amenazante del cual es mejor retirarse, evitando al máximo la superficie de contacto. No se preocupa de los acontecimientos que afectan a la comunidad, a la especie, ni a sus seres más cercanos. Lo mismo le sucede con los objetos. No saca partido alguno de las situaciones habituales de la vida ni de los objetos y personas que lo rodean. Cuando se acerca físicamente, lo sentimos frío, distante, sin entusiasmo ni calidez. Lejos está de disfrutar con el contacto.
Las mismas características de su lejanía con el mundo tiene su distancia de sí mismo, expresada en el abandono de su cuidado personal, aseo, vestimenta, alimentación, pérdida de la gracia, y aun en la despreocupación con que vive su enfermedad. En tal distanciamiento, el paciente no disfruta consigo mismo, con su corporalidad, con su comunicación interna. Sumergido a veces en un mundo delirado y alucinatorio, parece comprometido afectivamente, pero más que estar cerca de sí mismo lo está del mundo irreal de su productividad patológica.
Este fenómeno se puede manifestar en dos rangos: conciencia de enfermedad y noción de enfermedad. En la primera los síntomas están tan naturalizados por el paciente que no constituyen para él una advertencia de enfermedad que irrumpe en su destino. En la noción de enfermedad hay denuncia de síntomas, pero además éstos involucran un compromiso afectivo con ellos y los integra en un estado global perturbador del sentido personal de su existencia.
J. Lange discrimina el autismo en «autismo introvertido» y «autismo extrovertido». En el primero predomina el retraimiento afectivo y psicomotriz en forma manifiesta, con gran inseguridad y timidez. En el segundo hay una actividad e interacción aparente, superficial; son dados al jugueteo, a las bromas, a la vida en grupo y a las juergas. El contacto de estos pacientes a veces engaña, dando la impresión de que se establece una relación personificada con ellos, sin embargo, todo es transitorio, fugaz y carece de un referente estable en su afectividad. Esto se denomina «pseudocontacto», en oposición al contacto personal cálido y comprometido.
Minkowski distingue también dos formas de autismo: un «autismo rico» y el «autismo pobre». Esta denotación la hace en relación a la productividad psicótica del paciente autista, siendo más rico mientras mayor productividad psicótica vive el paciente. En el autismo rico hay un mundo imaginario abundante, que determina el carácter de los síntomas. En el autismo pobre, el paciente no se desvía de la realidad tan intensamente como en el anterior y muchas veces lleva a una vida activa, en una línea relativamente ininterrumpida, pero empobrecida por una simplicidad interior, por falta de creatividad y capacidad improvisadora que no tiene proporcionalidad con las posibilidades y aptitudes previas, que llevarían a prever mayores logros vitales.
Roa llama la atención sobre la sutileza necesaria para captar el autismo, en pacientes sin productividad evidente y que a un primer atisbo pasa desapercibido con frecuencia. Frente a estos pacientes, señala algunos índices que ayudan: «En el no poder ser de otra manera aunque quisiese, en ese dar la impresión de incapaz de tomarle verdadero peso a lo que ocurre, en el no tener paciencia para soportar una situación ingrata mientras encuentra una mejor, abandonando a tontas y a locas el trabajo, por ejemplo, consiste a nuestro juicio el autismo». Agrega: «Carecen (estos pacientes) de un mínimo de astucia frente a lo llamado el mundo, no aprendiendo manejos ladinos, no aprovechando con éxito las posibilidades que les restan o en última instancia, manteniéndose como un niño desguarnecido a la intemperie, sin aprovechar la vida como lo haría un psicópata, ni gozar honestamente como lo haría un sano; a ratos parecen asombrados de lo que les ocurre».

Volver al índice de ¨Psicopatología y Semiología Psiquiátrica¨