PRÓLOGO
El propósito que nos ha guiado al escribir este libro es el de ofrecer una
fiel descripción del neurótico que vive entre nosotros, con todos
los conflictos que realmente le conmueven, con todas sus angustias, sus
sufrimientos y las múltiples dificultades que encuentra en sus relaciones
con los demás y consigo mismo. No nos referimos aquí a ninguna forma
particular de neurosis, sino que nos atenemos a la estructura del carácter
que bajo una u otra forma aparece en casi todos los neuróticos de nuestro tiempo.
Acentuamos en especial los conflictos reales y los intentos del neurótico
por resolverlos; sus angustias actuales y las defensas que ha levantado
contra las mismas. Este realce de la situación actual no implica que
descartemos la idea de que, en esencia, las neurosis surgen de
experiencias infantiles precoces, aunque discrepamos de muchos
psicoanalistas por estimar injustificado concentrar la atención en la
infancia exclusivamente, dejándose llevar por una especie de fascinación
unilateral y considerando que las reacciones ulteriores no son, en
definitiva, sino meras repeticiones de otras previas. Nos proponemos
demostrar que la relación entre las experiencias infantiles y los conflictos
adultos es harto más compleja de lo que suponen aquellos
psicoanalistas que postulan un simple nexo de causa – y efecto. Aunque
las experiencias de la infancia originan las condiciones determinantes de
la neurosis, no constituyen, sin embargo, las únicas causas de los
trastornos que sobrevienen más tarde.
Si enfocamos nuestra atención sobre los trastornos neuróticos actuales,
reconoceremos que las neurosis no son engendradas únicamente por
experiencias accidentales del individuo, sino, también, por las
condiciones específicas de la cultura en que vivimos. En realidad, las
condiciones culturales no sólo dan peso y color a las experiencias del
individuo; en última instancia, determinan asimismo su forma peculiar. Es
un destino individual, por ejemplo, el tener una madre dominadora o
«sacrificada», pero sólo bajo señaladas condiciones culturales hallamos
madres dominadoras o sacrificadas, e igualmente sólo gracias a estas
condiciones dadas tales experiencias pueden influir sobre la vida ulterior. del sujeto.
Una vez comprendida la gran importancia de las condiciones culturales
en las neurosis, relegaremos a segundo término los factores biológicos y,
fisiológicos que Freud conceptúa como raíces de éstas. Su influencia
únicamente habrá de tenerse presente cuando se disponga de pruebas sólidas que la abonen.
Tal orientación nos ha conducido a algunas nuevas interpretaciones de
una serie de problemas básicos que presentan las neurosis. Aunque se
refieren a cuestiones dispares, como el problema del masoquismo, las
consecuencias de la necesidad neurótica de afecto y el significado de los
sentimientos neuróticos de culpabilidad, todas esas interpretaciones
tienen por base común la primordial significación concedida al papel
determinante de la angustia en la producción de los rasgos neuróticos del carácter.
Como muchas de nuestras interpretaciones discrepan de las de Freud,
algunos lectores se preguntarán si todo esto es aún psicoanálisis. La
respuesta dependerá de lo que se considere esencial en esa ciencia. Si
se admite que está sólo integrada por la totalidad de las teorías
propugnadas por Freud, entonces lo que aquí exponemos no es, en
realidad, psicoanálisis. Si, en cambio, se juzga que los elementos
esenciales del psicoanálisis residen en ciertas orientaciones básicas del
pensamiento frente al papel de los procesos inconscientes y a las formas
de su expresión, así como en determinado tipo de tratamiento
terapéutico que lleva esos procesos a nuestra conciencia, entonces lo
que presentaremos es, por cierto, psicoanálisis. Creemos que la
adhesión estricta a todas las interpretaciones teóricas de Freud
entrañaría el peligro de querer hallar en las neurosis lo que sus teorías
hacen suponer que se debe encontrar en ellas. Este riesgo no es otro
que el. del estancamiento intelectual. Creemos, además, que el respeto
por la gigantesca producción científica de Freud ha de manifestarse
edificando sobre los cimientos que él ha echado, así como que sólo de
ese modo podremos contribuir a realizar las posibilidades que el
psicoanálisis promete para el futuro, tanto en el sector teórico como en el terapéutico.
Estas observaciones también contienen la respuesta a otra pregunta
susceptible de plantearse: si nuestra interpretación no es, acaso, un
tanto adleriana. Ofrece, es verdad, ciertas similitudes con determinados
puntos que Adler destacó, pero fundamentalmente no se sale del terreno
freudiano. Adler es, en efecto, un buen ejemplo de cómo hasta una
intuición fértil de los procesos psicológicos puede llegar a esterilizarse si
se la persigue unilateralmente y sin fundarse en los descubrimientos capitales de Freud.
Dado que el propósito cardinal de este libro no es precisar en qué
sentidos coincidimos y en cuáles otros diferimos con los demás psicoanalistas,
por lo regular hemos limitado nuestras consideraciones
sobre asuntos polémicos a ciertos temas respecto de los cuáles nuestras
opiniones divergen notablemente de las de Freud.
Cuanto aquí exponemos no son más que las impresiones recogidas en el
curso de un largo estudio psicoanálitico de las neurosis. Si hubiésemos
querido presentar el material en que se apoyan nuestras
interpretaciones, deberíamos haber incluido muchos historiales clínicos
detallados, método injustificadamente engorroso para un libro destinado
a ofrecer un panorama general de los problemas que plantean las
neurosis. Empero, aun sin este material, el especialista, e inclusive el
profano, estarán en condiciones de verificar la validez de nuestras
afirmaciones, pues a todo observador atento le será posible comparar
nuestras conjeturas con sus propias observaciones y experiencias,
rechazando o aceptando, modificando o corroborando sobre tal base
cuanto aquí se dice.
Esta obra se escribió en lenguaje simple y, en favor de la claridad,
asimismo nos abstuvimos de entrar en muchos detalles. Los términos
técnicos han sido excluidos en la medida de lo dable, pues siempre está
la amenaza de que los tecnicismos sustituyan la nítida ideación. Así, a
muchos lectores, en especial a los profanos, podrá parecerles fácil
comprender los problemas de la personalidad neurótica; pero tal
conclusión sería errónea o aun peligrosa. No podemos eludir la
circunstancia de que todos los problemas psicológicos son, por fuerza,
profundamente complejos y sutiles. A quien no esté dispuesto a
admitirlo, le aconsejamos que no lea esta obra, pues se encontraría
perdido en un laberinto y defraudado en sus esperanzas de hallar
fórmulas estrictas y terminantes.
El libro se dirige al profano intelectualmente inquieto, así como a todos
aquellos cuya profesión ponga en contacto con neuróticos y que estén
familiarizados con sus problemas. Entre dichos profesionales no sólo
apela a los psiquiatras, sino también a los asistentes sociales y a los
maestros, y además a aquellos antropólogos que se hayan percatado de
la importancia de los factores psíquicos en el estudio de las distintas
culturas. Por último, confiamos que asimismo sea de cierto valor para el
propio neurótico. Éste, cuando no desecha por principio todo
pensamiento psicológico, como una intrusión y una imposición, gracias a
su mismo sufrimiento suele tener de las complejidades psicológicas una
compresión más aguda y sutil que sus congéneres de mejor salud. Por
desgracia, las lecturas acerca de su situación no lo curarán, pues en lo
que lea le será mucho más fácil reconocer a otros que a sí mismo.
Aprovechamos esta oportunidad para expresar nuestro agradecimiento a
Miss Elizabeth Todd, que preparó la edición de este volumen. Los
autores con quienes nos sentimos en deuda de gratitud serán citados en
el texto. Nuestro máximo reconocimiento se lo debemos a Freud por
habernos provisto de las bases e instrumentos con que trabajamos; e
igualmente a nuestros enfermos, pues todo cuanto sabemos deriva de nuestra labor común.
Volver al índice principal de ¨Obras de Karen Horney: La personalidad neurótica de nuestro tiempo (1937)¨