Diccionario de Psicología, letra G, Gran Bretaña

La llegada de los vieneses (Willi Hoffer [1897-1967] y Hedwig Hoffer [1888-1961], y después de la familia Freud, agravó considerablemente la situación: «Viejo y frágil, él [Freud] se sentía tan feliz en su casa de Hampstead -escribió Melitta Sclímideberg-, y tan contento de la acogida que le había brindado Inglaterra, que cuando mi marido lo visitó, lo saludó con un Heil Hitler [ … ]. Cada movimiento de la mandíbula lo hacía sufrir. Pero realizó una observación que no olvidaré nunca. Era la época de Múnich, y yo le dije: «¿No es extraño que nosotros podamos pasar años tratando de ayudar a un paciente, mientras que una bomba puede matar a miles de seres humanos en un segundo?» La respuesta de Freud me dejó muda: «No se podría decir cuál de estos destinos es el que el hombre merece más». [ … ] El propio Freud ya no se interesaba en absoluto en la BPS. Murió el 23 de septiembre de 1939. Anna estaba decidida a establecerse y a devolver la BPS al freudismo. Los pocos analistas alemanes refugiados se unieron al grupo vienés.» Decidida a no dejar la BPS en manos de los kleinianos, pero sensible a la acogida que los psicoanalistas ingleses le habían brindado a su familia, Anna Freud trató de evitar la escisión a cualquier precio. Pero su deseo de pacificación no concordaba con los sentimientos de los vieneses frente a las innovaciones kleinianas: todos tenían la impresión de que el grupo kleiniano, al difundir sus teorías sobre la destrucción, el odio, la envidia, la fragmentación, la agresión, etcétera, contribuía a malograr totalmente el freudismo que ellos amaban. Ahora bien, éste acababa justamente de ser destruido ante sus propios ojos por la peste parda. La mirada de los kleinianos era también severa: en efecto, ellos veían al grupo vienés como una tribu estática, apegada al pasado e identificada con el cadáver del padre muerto. Pero, desde luego, nadie pensaba en excluir de las filas de la BPS a esos inmigrantes a los que se acababa de acoger tan generosamente, y que encarnaban la legitimidad freudiana. Ante estas dos tendencias surgió un tercer camino, el middle group, cuya orientación fue muy bien expresada por Strachey en una carta a Glover de julio de 1940: «Estas actítudes de ambas partes son por supuesto puramente religiosas, y en consecuencia en sí mismas antitéticas a la ciencia. En ambos lados las inspira, creo, un deseo de dominar la situación y en particular el futuro -por ello cada uno asigna tanta importancia a la formación de los candidatos-; en realidad, desde luego, es una ilusión megalómana pensar que se pueden controlar las opiniones de quienes analizamos más allá de un límite muy estrecho [ … ]. De todas maneras, creo que cualquier sugerencia de una escisión en la sociedad debe ser condenada, y hay que oponerse a ella hasta el punto más alto.» En realidad, cada una de las tres corrientes reivindicaba una lectura de la obra freudiana, y una manera diferente de formar a los psicoanalistas. Todas se pretendían freudianas, y ninguna tenía la intención de abandonar la IPA. El estallido de la Segunda Guerra Mundial obligó a la comunidad psicoanalítica inglesa a comprometerse contra la Alemania nazi. De tal modo, antes incluso de que la BPS hubiera tenido tiempo para asimilar a los recién llegados, debió enfrentar la dispersión de sus miembros. Las incursiones aéreas alejaron de Londres a varios profesionales, y otros se sumaron a la lucha. Anna Freud y Dorothy Burlingham abricron las Hampstead War Nurseries, mientras que Glover creó, en la London Clinic , un centro de ayuda psicológica para los tratamientos de urgencia. Otros profesionales se unieron al Emergency Medical Service para atender a las víctimas de los bombardeos aéreos. Por su lado, Rees, Rickman, Bion, Ronald Hargreaves, Jock Sutherland, y muchos otros, se desempeñaron como consejeros del comando del ejército de tierra, para reorganizar la psiquiatría de guerra bajo la dirección de la War Office Selection Board (WOSB). Allí se elaboraría la teoría de los pequeños grupos tan admirada por Jacques Lacan y más tarde retomada por Bion.
En medio de los combates, los miembros de la comunidad psicoanalítica inglesa, de todas las tendencias, comprendieron que su país estaba cambiando, y que de la guerra emergería un mundo diferente. Se impuso entonces la necesidad de hacer estallar los conflictos teóricos y clínicos entre los diversos grupos: si el mundo iba a cambiar, la BPS también debía preparar su futuro. En este contexto, en octubre de 1942 se puso en movimiento la pelota de las Grandes Controversias (Controversial Discussins), que desembocaron en el reconocimiento legal de tres tendencias: los annafreudianos, los kleinianos, los Independientes. Este rechazo de la escisión, esta preservación de las apariencias, puede por cierto atribuirse a una concepción de la política que tiene su fuente en la tradición inglesa tan admirada por Freud. En efecto, ese país supo reformarse y conservar su ritual monárquico sin recurrir, como Francia, a la revolución. Pero así como el hecho de no haber atravesado una revolución no le ahorró a Inglaterra sus violentos desórdenes sociales, tampoco evitar una escisión impidió que la BPS se hundiera de modo permanente en conflictos interminables, que se tradujeron en una esclerosis institucional, en renuncias individuales (las de Charles Rycroft, Ronald Laing o Donald Meltzer, por ejemplo), en el desinterés o el ausentismo (Bion, Bowlby, etcétera), y, finalmente, en exclusiones (Masud Khan). En una carta del 3 de junio de 1954, dirigida simultáneamente a Anna Freud y Melanie Klein, Winnicott denunció con ferocidad la esclerosis de la BPS: «Considero -escribió- que tiene una importancia vital absoluta para la Sociedad que ustedes dos destruyan sus grupos en lo que tienen de oficiales No tengo razones para pensar que viviré más que ustedes, pero tener que tratar con los agrupamientos rígidos que cuando ustedes mueran se convertirán automáticamente en una institución de Estado, es una perspectiva que me horroriza.» Hay por lo tanto una gran paradoja en la situación inglesa del psicoanálisis. No debe su notoriedad internacional a una institución más poderosa o mejor organizada que las otras, sino a los talentos individuales de los miembros que terminaron por desertar de la BPS para ocuparse de otra cosa que de la formación y la trasmisión de la doctrina. Después de la Segunda Guerra Mundial, Jones reunió los archivos y se convirtió en el historiador del movimiento y el biógrafo de Freud; Strachey emprendió la producción de la Standard Edition ; Bowlby, Winnicott y Bion continuaron con sus trabajos clínicos, a distancia de las cuestiones institucionales. Melanie Klein, por su lado, verá implantarse su doctrina en casi todos los países del mundo, sobre todo en la Argentina y Brasil. Varios de sus alumnos desarrollaron sus tesis: Susan Isaacs, Herbert Rosenfeld, Hanna Segal, Esther Bick (1904 -1983). A partir de la década de 1970, lo mismo que en otros países, el psicoanálisis británico enfrentó el desarrollo de diversas psicoterapias, algunas de las cuales se pretendían freudianas (como la Philadelphia Association o la Guild of Psychotherapists). Ante esta eclosión, la escuela psicoanalítica inglesa optó por abrirse a algunas de esas doctrinas, con peligro de transformarse radicalmente. Ciertos grupos lacanianos lograron implantarse en el terreno de los estudios de psicología: el Center for Freudian Analysis and Researchs (CFAR) y el London Circle. A fines del siglo XX, la BPS cuenta en sus filas con cuatrocientos cinco miembros (más cincuenta y siete alumnos) para una población de cincuenta y ocho millones de habitantes: ocho psicoanalistas (IPA) por millón de habitantes, una de las densidades más bajas del mundo, para la única escuela capaz de conquistar el conjunto del planeta. En efecto, los autores ingleses son traducidos a todos los idiomas, y sus obras se estudian en todas las universidades. La clínica inglesa se ha convertido además en un modelo principal de referencia para la mayor parte de las instituciones de psicoanálisis. Los planes de estudio han conservado una gran rigidez: obligación de cuatro o cinco sesiones por semana y vigilancia estricta de todos los candidatos considerados «marginales» (por ejemplo, los homosexuales).