En el capítulo VIII de «Inhibición, síntoma y angustia», la angustia surge como reacción ante el peligro determinado por la ruptura de la barrera protectora. La angustia traumática está causada por la perturbación económica, producida por el incremento de las magnitudes de estímulo.
“En ambos aspectos, como fenómeno automático, y como señal de socorro, la angustia demuestra ser producto del desvalimiento psíquico del lactante, el obvio correspondiente de su desvalimiento biológico (que ambas reconozcan por condición la separación de la madre no requiere de interpretación psicológica alguna). La fuente económica de la ausencia, se diferencia de la pérdida de objeto, ya que es la perturbación en sí, la que da importancia a la madre como objeto (Freud, 1926, p.130)”.
Desplazamiento a la presencia-ausencia del Otro como condición. EI límite, que separa angustia automática y angustia señal, se juega entre la inundación económica y la condición que de estar ausente (el objeto) determinaría el desencadenamiento del automatismo económico.
El concepto de desamparo del «Proyecto de psicología» es retomado aquí, en su articulación con la falta de significación: «no necesita interpretación psicológica alguna». La cadena de representantes psíquicos, verdadero lugar de la barrera protectora, revela su punto de falla, indicando el goce irruptivo (no ligado por lo tanto), que queda por fuera de la cadena.
“La ausencia de significación, en el nivel de la perturbación económica es central. Dicha ausencia de significación, funda esa perturbación económica, como fuera del lenguaje, fuera de la cadena asociativa».
Como dice Freud, carece aún de todo contenido psíquico. El desamparo, por lo tanto, es situado como un sin recursos, ante la presencia del deseo del Otro, a merced del Otro absoluto”.
La perturbación económica, como invasión en el nivel del proceso primario, habla del factor traumático que no puede ser tramitado por el principio de placer. La dimensión económica, funda el «Más allá del principio de placer» y sostiene tanto la temperancia o ligadura como su irrupción, lo no ligado.
Con el marco del desamparo (falla en la cadena, ausencia de significación), la violenta irrupción del trauma indica la imposibilidad de ligar los volúmenes de estímulos. Desde esto, Freud dice que el incremento de las magnitudes de estímulo, o acumulación de investiduras, es el peligro real en juego en la angustia traumática. Este peligro es el que se articula en «Mas allá del principio de placer», al diferenciarse en el capítulo IlI, terror, miedo y angustia.
Esta última implica un cierto estado expectante que sirve como última defensa, pero “la vida onírica de la neurosis traumática (…) reconduce al enfermo una y otra vez a la situación de su accidente, de la cual despierta con renovado terror” (Freud, 1920, p.13)
La fijeza psíquica del enfermo a la situación traumática permite anticipar la compulsión de repetición. La excitación traumática es formulada tanto como algo exterior, como también interior, indicándose el carácter de la pulsión como algo íntimo, pero exterior (trauma interno a la estructura) que tiene la cualidad de perforar la protección antiestímulo, y de abolir en un primer momento el principio de placer.