Noticias Psi – Pandemias, sistemas, caos y otras yerbas

Fuente: INTERSECCIONES PSI – Revista electrónica de la Facultad de Psicología. (AÑO 10 – NÚMERO 35 – JUNIO 2020) – MARTÍN WAINSTEIN

Ante el caos, la ciencia, ese renacentista arte de anticipar y predecir, abre especulaciones contradictorias, agota las comparaciones inútiles con lo conocido y sus fallos alientan aún más la incertidumbre. La única certidumbre que resalta es que la vida cotidiana, esa única realidad plausible del ser humano funciona sistémicamente y hoy con su eco-sistema planetario alterado críticamente, todo futuro es especulación desde pocas certezas.

Varias versiones del mundo pos-pandémico se especulan por estos días. Las más extremas oscilan entre la tradición conservadora y la utopía, ambas señalan diferentes salidas a lo que describen como un punto de bifurcación en la percepción de la historia. La primera de ellas anticipa que, pasado el mal momento, el mundo seguirá igual que como estaba, solo quizá se aceleren algunos procesos que ya estaban en marcha como la apropiación de información con el big data o el aumento de la desigualdad social y el papel de Asia en el futuro político. Del otro lado, algunos auguran una “nueva normalidad”[ii] en la que la sociedad encontrará una oportunidad para cuidarse y también corregir sus desviaciones previas: el cuidado del eco-sistema planetario, el cambio climático, las desigualdades sociales, el racismo, etcétera. En medio de eso abundan las elucubraciones, ignorantes de la más mínima ciencia, de gobernantes encumbrados, que han generado tragedias en la salud pública.

Tal vez alguna respuesta, o idea, pueda encontrarse en las teorías acerca de lo incierto, ya que lo incierto es lo único que está sucediendo de un modo efectivo actualmente. El virus ha perturbado de un modo desconocido en la historia a toda la humanidad y está causando estragos, tanto en la realidad empírica como en algunas maneras de pensar el mundo. Llamativamente han aparecido palabras nuevas, por lo menos nuevas en boca de los medios y los grandes líderes. Foucault llamaría a este momento como esos períodos de la historia que han poseído ciertas condiciones subyacentes de verdad, que constituyen lo que es aceptable como discurso, que definen una relación nueva entre las palabras y las cosas.

Está ocurriendo. La palabra “sistema” se ha incorporado al vocabulario de gobernantes, periodistas y se refleja en los editoriales de los grandes diarios. Cunde la idea de que las cosas deben ser pensadas sistémicamente. De hecho, la palabra “sistémico”, que en su uso público hasta hace unos años había quedado reducida al ámbito de los plaguicidas, o los temas ingenieriles del mundo telefónico, de la electrónica o el material ferroviario, ha ingresado masivamente a los medios para describir los grandes problemas humanos y está en boca de los periodistas, conductores de televisión, economistas “columbian boys”, “filósofos ad hoc”, dirigentes políticos y hasta del fútbol.

La desigualdad social, el hambre en el mundo, el racismo, la duda externa, el dilema aislamiento-flexibilización , el déficit fiscal, el cambio social, la FIFA, la AFA, el regreso del fútbol, etcétera; se han vuelto hoy fenómenos sistémicos como sugería Ludwing Von Bertalanffy, su creador. Su constructo científico permite “ver sistemas por doquier”[iii].

Parece razonable que una palabra que procede del latín systēma, y antes del griego σύστημα (systema), que en un español de traducción libre podría ser algo así como “unión de cosas de manera organizada”; sea una herramienta lingüística, que las personas usen más para tratar con el mundo en circunstancias inciertas y desorganizantes.

En las clases decimos “un sistema no es un montón”. Supone un orden, un objetivo, una organización. El impacto del virus ha traído esto a la conciencia y hoy se publica sobre la responsabilidad de cada una de las partes. “Cada parte es importante en tanto es parte de eso otro que es el sistema”. Todas las partes cuentan en la trayectoria.

Cuando los terapeutas estadounidenses de la década del 50 ampliaron la psicoterapia desde modelos individualistas, basados en las concepciones cartesianas de una mente individual y privada, hacia las terapias familiares, recurrieron a las ideas del pensamiento sistémico para abordar una práctica que veían como más compleja, integrada por más elementos y más relaciones que las que podían describir los modelos clásicos pensados para individuos.

Ya en aquel entonces esos pioneros entendían el pensamiento sistémico como un atajo hacia la comprensión de fenómenos complejos. Carlos E. Sluzki, el psiquiatra argentino cuya actividad conectó la terapia sistémica y la terapia familiar con el ámbito clínico argentino alrededor de 1965, escribía en el primer número de Sistemas Familiares: “Una familia no es un sistema. Una familia es lo que una familia es. Podemos pensar a una familia desde una perspectiva sistémica o desde una óptica sistémica, utilizando un modelo sistémico. De este modo, se puede decir, eventualmente, “La familia si la pensamos como un sistema, etcétera…”.[iv]

Caos

A poco de andar, los terapeutas familiares descubrieron una realidad de Perogrullo: “Cada familia es un caos” y también un antiguo proverbio chino, de origen tan antiguo como misterioso: “El leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. El aforismo refiere a que en un proceso, aun en una familia, una pequeña perturbación inicial, mediante una amplificación sistemática, podrá llegar a generar un efecto considerablemente grande a corto o mediano plazo.

Fue años más tarde, en una fecha más precisa y menos misteriosa, que Edward Norton Lorenz, un matemático avezado y meteorólogo de profesión, comunicó en 1972 a una audiencia de la American Association for the Advancement of Science (AAAS), en el MIT, una pregunta (esta sí misteriosa): ¿Does the flap of a butterfly’s wings in Brazil set off a tornado in Texas? (¿El aleteo de una mariposa en Brasil puede hacer aparecer un tornado en Texas?). Luego, sin dar una respuesta afirmativa ni negativa, Lorenz describió una experiencia que mostraría una vez más cómo muchos descubrimientos científicos son más fruto del azar, en condiciones de búsqueda de algo, que de precisos desarrollos lógicos. En 1987 James Gleick[v] describía así esa experiencia:

“En una determinada ocasión quiso volver a echar un vistazo a una simulación que ya había hecho, llevándola más lejos en el tiempo. En vez de comenzar desde el principio y esperar a que el ordenador llegara al intervalo que le interesaba, introdujo en el teclado los valores que ya tenía apuntados en el papel. Dejó la máquina trabajando y se fue a tomar un café. Después de una hora, la máquina había simulado dos meses de predicción atmosférica, y sucedió lo inesperado: Existían valores de los días que había simulado anteriormente que no coincidían con los que había calculado esta vez… De repente comprendió la verdad… El ordenador almacenaba seis decimales: 0,506127. En la impresión, para ahorrar espacio, aparecían únicamente tres: 0,506… Lorenz había introducido la expresión más corta, redondeada, convencido de que la diferencia -una milésima parte- era de poca importancia. En el sistema de ecuaciones de Lorenz, los errores ínfimos tenían efectos catastróficos”.

Se podría decir que esa experiencia señaló la fecha de nacimiento de la Teoría del Caos: una descripción de cómo variaciones pequeñas en las condiciones iniciales de la trayectoria de un sistema pueden llegar a implicar grandes diferencias en sus trayectorias futuras. Esto imposibilitaría hacer predicciones en procesos que pueden incorporar variaciones aleatorias desconocidas para el observador.

La Teoría del Caos, constituida en un subtema de la Teoría General de los Sistemas, se adentraba así en un campo surgido a partir de la revolución de conocimiento posterior a la Segunda Guerra Mundial en prácticamente todos los campos del ámbito científico. Era una importante transformación conceptual y metodológica relacionada estrechamente al estudio de los llamados fenómenos no-lineales.

James Yorke[vi], un premiado profesor de Matemáticas y Física de la Universidad de Maryland, le puso ese nombre. Para él la Teoría del Caos, más que una teoría, es un paradigma que supuso en su momento una revolución científica; al reflejar que muchos sistemas hasta ahora considerados deterministas y previsibles, tienen severos límites en dicha previsibilidad o predictibilidad, es decir, que no eran tan útiles como se creía a la hora de predecir eventos futuros. Esto es importante para muchas cosas que incluyen desde la meteorología hasta la psicología clínica, ya que uno de los fundamentos de la ciencia consiste en la capacidad de eliminar incertidumbre sobre lo que pasará.

Una buena, más allá de lo que indica la Teoría del Caos y el efecto mariposa, es que el ser humano ha sido capaz de adaptarse a cada desafío a lo largo de nuestra evolución. Y la moraleja de esa historia es que, pensando en términos de sistemas, podemos y debemos estar preparados para esos súbitos imprevistos y para el efecto que el azar tiene sobre nuestras vidas.

¿Qué es el caos? Todos lo intuimos puesto que la vida de todos es bastante caótica. El caos significa que un pequeño cambio, en un momento crucial, puede provocar un enorme cambio en una vida en particular; sucede tanto en ciertos circuitos eléctricos como en una gran variedad de asuntos. El caos significa que pequeños cambios producen grandes cambios. Ha habido varias películas acerca del caos donde, por ejemplo, el cierre repentino de una puerta del tren subterráneo que evita el ingreso de alguien, luego muestra cómo evoluciona el resto de la vida de ese alguien. Más adelante, la película repite parte de la escena, pero esta vez la persona logra entrar al vagón, lo que produce un cambio radical en las consecuencias de su vida. Otra pequeña película, más documental, llamada La Avispa, muestra a una persona conduciendo su auto y una avispa zumbando sobre su cabeza; el conductor intenta matar a la avispa pero falla en su intento, lo que provoca que la avispa le pique, trayendo como consecuencia el choque de su auto. Este hecho, se constituye en el inicio de una espiral descendente en su vida. Del mismo modo que en la anterior película, se repite la escena pero ahora el conductor acierta y mata a la avispa y su vida transcurre normalmente y todo el futuro estará bien. Dependiendo de si matas o no a la avispa, tu vida podría transcurrir de manera muy diferente, de eso se trata el caos. Pero también trata de que lo imprevisto revela las “fallas o los aciertos de las condiciones iniciales, la trayectoria y la capacidad de adaptación del sistema”

Un típico sistema complejo es la Tierra, describible por varios sistemas: el campo gravitatorio, el campo magnético, el flujo térmico, la geodinámica, los ecosistemas, las conductas humanas, el papel de la conciencia en la evolución, las formas que adoptan las culturas, etcétera.

Los sistemas complejos oscilan continuamente entre el orden y el caos, son indeterminados. Lejos del equilibrio, la materia se comporta de forma diferente a las regiones cercanas al equilibrio. Las trayectorias son no lineales, fluctúan, se generan bifurcaciones y se autoorganizan en estados nuevos, es el dominio de las estructuras disipativas las que se encuentran en el origen de los estudios de sistemas complejos.

¿Qué es una estructura disipativa? Es ese momento en que las cosas se definen en una dirección u otra del cambio hacia un nuevo orden. Por ejemplo: Dos se estaban bañando en su casa y a gusto. De pronto se conocen. Se enamoran. Aparece un punto de bifurcación. Seguir así o hacer hogar. Surge una nueva organización: hacen hogar. Ahora también se bañan pero al bañarse aparece un pelo no propio en el jabón y la toalla posada en la silla del living. La discusión vuelve la relación termodinámicamente inestable, surge un orden por fluctuación: -¿Seguimos? La cismo génesis sobre el evento se vuelve escalada. Se llega a un punto de bifurcación: mantener la pareja en el orden del pelo y la toalla en su lugar, o una nueva auto organización: la separación y otro orden para el bañarse. Las explicaciones, la terapia de pareja, como las vacunas, vendrán después.

Sea una cuestión de termodinámica, de pareja, del tráfico de automóviles en una gran ciudad, de un hormiguero, o una familia; la conducta de la materia, un pelo en el jabón, un conductor desatinado, una hormiga que encuentra alimento al azar, un miembro de la familia que decide hacer algo diferente por su cuenta, cualquier cambio puede alterar definitivamente la trayectoria en esos sistemas, fluctuar, generar un caos para luego acceder a un orden nuevo diferente. Esto hace que al incluir el tiempo y al estar presentes todos los posibles (infinitos) elementos de un sistema, los diagnósticos y las anticipaciones de modelos selectivos y lineales se derrumban, las cosas se sabrán en el mejor de los casos, a posteriori[vii].

Los científicos entonces reducimos la complejidad, creamos modelos, preferentemente de pocos elementos, pocas relaciones y lineales; y eso, en general, nos permite acertar más, avanzando de refutación en refutación, en una trayectoria de ensayo y error que intenta dominar el caos.

Autor: psicopsi

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