Psicología del desarrollo: edad adulta, teorías de crisis normativa


Peck, por otra parte, fija tres tareas principales para el envejecimiento:
1) Transcendencia corporal frente a preocupación por el cuerpo. Teniendo en cuenta el más que previsible riesgo de enfermar a esta edad y la disminución del rendimiento físico, es obligado «transcender» los problemas físico-corporales, es decir, centrar las metas vitales en el rendimiento mental y espiritual, y en las relaciones sociales.

2) Diferenciación del ego frente a preocupación por el trabajo. Al llegar la jubilación y abandono del puesto de trabajo, la persona mayor debe valorarse a sí misma, a través de actividades independientes de su anterior vida laboral y de las características positivas adquiridas en su personalidad.

3) Transcendencia del ego frente a preocupación por el ego. El temor a la propia muerte debe verse sobreseido por las aportaciones personales a cualquier nivel: aportaciones por medio de los hijos y del legado material o cultural para las futuras generaciones.
Las tareas de desarrollo no sólo indican las metas que la persona debe perseguir, sino también aquellas que debe pasar por alto, llegada cierta edad. Mientras que las metas «adaptadas» a la edad se ven reforzadas y apoyadas socialmente, las metas «inadecuadas» quedan rechazadas y privadas del apoyo instrumental necesario.
Loevinger (1976), atendiendo a la noción psicoanalítica del yo y a las tesis morales de Kohlberg, elabora otra teoría que puede ser considerada como una profundización teórica y empírica de los postulados de Erikson. Como todos los autores evolutivos, considera al «yo» como el integrador del desarrollo personal. En su teoría describe el desarrollo como un escenario de siete etapas que transcurren desde lo presocial (infancia) a lo integrado (madurez), pasando por la etapa impulsiva, la autoprotectiva, el conformismo, la etapa de la conciencia y la fase de la autonomía.
Cada etapa tiene sus propias preocupaciones, su estilo personal y su manera de pensar y resolver los problemas.
Hay que destacar que la teoría de Loevinger sobre la «mitad de la vida», que según el investigador se produce entre los 40-45 años, abre el paso a la adultez intermedia.
En este período, los sujetos se interrogan sobre distintos aspectos y valores de su propia vida, lo que les altera emocionalmente.
Levinson (1986) y sus colaboradores de la universidad de Yale investigaron a unos 40 varones, a base de entrevistas y con el Tematic Apperception Test, (Morgan y Murray, 1935), para estudiar diversas variables (instrucción, religión, política, trabajo, ocio, amistad y relaciones familiares), intentando encontrar lo que dieron en llamar la «estructura de la vida» y definieron como «la pauta que subyace o diseña la vida de un sujeto en un momento determinado».
A lo largo de la vida, aparecen cuatro periodos de 20 a 25 años cada uno con diversos niveles. La persona pasa de un periodo a otro por unas fases de transición de cinco años de duración cada una, combinando las diversas estructuras. En el desarrollo humano, por tanto, se dan fases relativamente estables, en las que se construyen las estructuras y fases de transición, en las que se cambian.


Levinson habla de la preadultez, la adultez temprana (17-45 años), la adultez intermedia (40-65 años) y la adultez tardía (de los 60 años en adelante). También menciona la última fase, la ancianidad (a partir de los 80 años), pero no explica su estructura. Las fases superiores parecen ser las menos estudiadas por Levinson. La transición de los 50 años suele implicar una nueva modificación de la estructura. Sin embargo, el final de la adultez (55-60 años) viene a ser una fase consolidada que ayuda a revisar toda la vida pasada.


En la psicología del desarrollo de la edad adulta son frecuentes, como se ve, las teorías caracterizadas por las etapas vitales. Algunos autores las describen como transiciones. Gould (1972, 1978), por ejemplo, habla de siete transiciones, desde los 16-18 años, hasta los 50-60 años. Vaillant (1977) habla de tareas fundamentales para una buena adaptación, divididas según las edades de «establecimiento», «consolidación» y «transición». Keagan (1982) elabora varias teorías evolutivas y propone seis fases de desarrollo (incorporativa, impulsiva, imperial, interpersonal, institucional e interindividual) que avanzan no tanto en función de la edad cronológica, cuanto en función del significado que se concede al entorno. Curiosamente distingue entre planteamientos masculinos y femeninos, para enfrentar las distintas fases. Muchas de estas teorías de crisis normativa se basan en las ocho famosas etapas de Erikson (1950, 1968) que él llamaba las «ocho edades del hombre».
La literatura moderna sobre la psicología del desarrollo de la edad adulta parece querer ir olvidando al varias veces mencionado Erikson, pero creemos que siempre habrá que tenerlo presente. No en vano, él fue quien amplió las etapas de Freud hasta ocho, cambiando su modelo psicosexual por otro psicosocial y abriendo el camino para el estudio del ciclo vital que tanto juego ha dado desde entonces.