Sobre el psicoanálisis y las psicoterapias

“El psicoanálisis no es una terapéutica como las demás”

Esta afirmación de Jacques Lacan en “Variantes de la cura tipo”. (en Escritos 1 precisa, por un lado, que el psicoanálisis tiene un valor terapéutico, dimensión abierta por Freud desde sus primeros casos de histeria; por otro lado, se diferencia de otras prácticas terapéuticas por el uso degradado de la experiencia y la falta de rigor en su práctica. Si los conceptos fundamentales del psicoanálisis incluyen una dimensión ética es debido a la naturaleza misma del campo de la experiencia de que se trata. Se El análisis es una experiencia del lenguaje y no una experiencia entre dos, emocional, confusa, confinada a los problemas del registro imaginario.
El analista se presta en la transferencia para producir un saber. Amor y saber van de la mano pero solo en la medida en que un sujeto pueda aventurarse, desde el amor al saber –lo que no es otra cosa que amar al que se supone que sabe- hacia un deseo de saber. Se trata, entonces, de favorecer en cada uno el acceso a lo que puede saber sobre sí mismo y lo que lo rodea, en vez de contemplarlo solamente. Es la vía, por la que algo del deseo podrá reintroducirse en el sujeto.
Es decir que partimos de la transferencia y operamos de tal modo que tenga efectos en lo real para atrapar así algo del goce. El deseo del analista opera abriendo un espacio inusitado para el discurrir de la palabra, para la elaboración de un saber nuevo y producir una rectificación subjetiva.
El psicoanálisis más que un tratamiento es una experiencia del inconsciente, de la palabra que permite la resolución de un problema.
La experiencia psicoanalítica produce una relación nueva entre el sujeto y su síntoma. Por eso es que el psicoanálisis es eficaz, sólo el psicoanálisis produce efectos que cambian. No hay otro modo, otro artificio que produzca una transformación subjetiva ni otro profesional que pueda hacerlo.
hace necesario orientarse en la dirección de la cura por unos principios y conceptos fundamentales con los cuales demostrar su eficacia terapéutica y los resortes de su acción. Sin principios y sin ética el psicoanálisis se degrada a un mero psicologismo.
Si bien el psicoanálisis comparte con algunas psicoterapias el uso de la palabra como instrumento en la cura, la diferencia no reside en la duración del tratamiento, en el uso del diván o de la asociación libre, el tiempo de la sesión, o en los diplomas de estudio de cursos en psicoanálisis. Lo que marca la separación con otras terapias de la palabra es la dirección de la cura, es decir, la manera como el analista dirige, no al paciente, sino el tratamiento, especialmente en relación a la transferencia, la interpretación y el deseo del psicoanalista. Examinaremos brevemente en qué consisten estos principios.
La medicina y la psiquiatría, sobrepasada por las neurociencias y las técnicas cognitivo-conductuales, consideran al síntoma como una anomalía que hay que eliminar. ¿Cuál es la política del psicoanálisis diferente de la identificación como proponen las psicoterapias y otras orientaciones psicoanalíticas? Todo depende de cómo se interpreten los síntomas y la cura que se proponga el psicoanálisis de orientación lacaniana, antes que erradicar el síntoma, busca esclarecer su función. Toma en consideración al síntoma como una respuesta que el sujeto ha encontrado para hacer frente a lo real, a lo imposible. El síntoma considerado como una respuesta deviene como necesario para el sujeto, singular para él, radicalmente único, y no un síntoma social. La clínica demuestra que el síntoma es insistente, tiene un estatuto reacio al Otro porque se basta a sí mismo, sólo busca satisfacerse. Por eso es que no es suficiente descifrarlo, hay que poner en consideración la articulación entre el síntoma y el goce implicado. Lo paradójico del síntoma es que no se pone bajo control esclareciendo su sentido. Más allá de su envoltura formal, el síntoma como sentido no cesa y muestra su vertiente imposible e inaccesible. De ahí que en la experiencia analítica el síntoma deba encararse desde los sentidos y sinsentidos que ha tenido en la vida del sujeto hasta lograr lo que Lacan definió como un “saber hacer con él”.
Tenemos un sujeto que sufre. Buscamos la causa del malestar para establecer una dirección de la cura. Esta simple operación ubica nuestra práctica en el caso por caso. Toma al sujeto en la división de su ser y toma en cuenta la demanda del paciente que dice “no sé lo que tengo”. El discurso científico excluye a la causa subjetiva en su tratamiento y establece una cura para todos iguales en base a pretender conocer, saber las razones del malestar. El psicoanálisis, en cambio, toma en cuenta la íntima relación que existe entre causa y cura. Efecto y causa en apariencia están separados y se crea un vacío de saber. Se trata entonces de esclarecer la causa.
El sujeto no sabe lo que le ocurre, pero al dirigirle la pregunta al analista establece ya una suposición de saber inconsciente.
Establece la posibilidad de encontrar una respuesta a la pregunta por la causa del sufrimiento, respuesta que va a aparecer en los dichos del sujeto. El sujeto dividido entre su falta de saber consciente, pero lleno al mismo tiempo de respuestas que, sin embargo, le han servido muy poco hasta el momento, se dirige a quien supone sabe. La transferencia entra en juego cuando alguien le supone un saber a otro. En sí misma la transferencia es esta atribución de saber.
El analista se orienta por el deseo y este deseo es, en suma, conducir un análisis hasta llevarlo a su término. Se hace necesario destacar el valor de “principio soberano” que Freud le adjudicó a la abstinencia del analista. Este principio apunta a no ofrecer ningún sustituto a la demanda para que lo inconsciente pueda desplegarse; no responde, por ejemplo, accediendo a la demanda de ser amado que el analizante le dirige ni tampoco, demanda algún afecto a sus pacientes. Lo que no quiere decir en absoluto que no se tengan en cuenta los sentimientos sino que éstos, antes que ser respondidos, han de ser escuchados. Son los efectos de una historia que se relata y, en ese sentido, son una guía, pero todos sabemos también que, muchas veces, los sentimientos son engañosos. Por eso de entre todos, Lacan destacó la angustia; ella, la angustia, no engaña, es real.
La neutralidad del analista también fue puesta en juego por Freud al indicar que no debe guiarse por sus prejuicios en el momento de la interpretación. Lacan luego explicaría a la contratransferencia como la “suma de todos los prejuicios del analista”.
El analista se abstiene de toda comprensión emocional y de establecer una relación de empatía intersubjetiva porque sabe que lo único que debe entrar en el proceso es el inconsciente de su analizante y no el suyo. En otras palabras, deja de lado sus opiniones y sentimientos personales para no obstaculizar la asociación libre del analizante ni la atención flotante que debe mantener; debe procurar la buena escucha de ese modo específico de decir que tiene el único que cuenta en la situación: el analizante. El análisis es una experiencia del lenguaje y no una experiencia entre dos, emocional, confusa, confinada a los problemas del registro imaginario.
El analista se presta en la transferencia para producir un saber. Amor y saber van de la mano pero solo en la medida en que un sujeto pueda aventurarse, desde el amor al saber –lo que no es otra cosa que amar al que se supone que sabe- hacia un deseo de saber. Se trata, entonces, de favorecer en cada uno el acceso a lo que puede saber sobre sí mismo y lo que lo rodea, en vez de contemplarlo solamente. Es la vía, por la que algo del deseo podrá reintroducirse en el sujeto.
Es decir que partimos de la transferencia y operamos de tal modo que tenga efectos en lo real para atrapar así algo del goce. El deseo del analista opera abriendo un espacio inusitado para el discurrir de la palabra, para la elaboración de un saber nuevo y producir una rectificación subjetiva.
El psicoanálisis más que un tratamiento es una experiencia del inconsciente, de la palabra que permite la resolución de un problema.
La experiencia psicoanalítica produce una relación nueva entre el sujeto y su síntoma. Por eso es que el psicoanálisis es eficaz, sólo el psicoanálisis produce efectos que cambian. No hay otro modo, otro artificio que produzca una transformación subjetiva ni otro profesional que pueda hacerlo.

Fuente: Virtualia, Revista Digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana¨ (Septiembre – Diciembre 2004 – Año III – Número 12)